Sábado 26 de abril
de 2014
Queridos chicos y
chicas, un saludo y ¡Feliz Pascua!
¡Toda la semana es
Pascua! "¡Es el gran día que hizo el Señor!"
Quiero acercarme a
ustedes, me lo pidió el Arzobispo de Buenos Aires, y lo hago con gusto. Quiero
acompañarlos un instante en esta jornada, en esta Pascua de la Juventud.
Estaba pensando
mientras bajaba a hacer esta grabación, qué les iba a decir. "Que hagan
lío" ya se los dije. "Que no le tengan miedo a nada" ya se los
dije. "Que sean libres" ya se los dije.
Entonces me vino a
la mente la figura de algunos jóvenes del Evangelio. Algunos jóvenes que se
cruzaron con Jesús o de los cuales habló Jesús. Quizás pueda ayudar. Si les
sirve, lo asumen, si no les sirve, lo tiran.
Pensé en los
jóvenes Apóstoles, pensé en el joven rico, pensé en el joven que se fue a
buscar nueva vida con la herencia de su padre, pensé en el joven muerto. Los
apóstoles eran jóvenes, unos no tanto, otros sí. Juan era un muchachito. Y
quedaron conmovidos por la figura de Jesús, entusiasmados, con ese estupor que
produce cuando uno se encuentra con Jesús. Y van corriendo y le dicen a los
amigos: "¡Encontramos al Mesías! ¡Encontramos a aquél del que hablan los
profetas!".
¡Encontrarse con
Jesús¡ Vean ustedes esa conducta de los Apóstoles. Y después los apóstoles
flaquearon, después no se portaron tan bien. Pedro lo negó, Judas lo traicionó,
los demás se escaparon. Es decir, después viene la lucha por ser fieles a ese
encuentro, el encuentro con Jesús. Y yo te pregunto a vos: ¿Vos, cuándo te
encontraste con Jesús?, ¿Cómo fue el encuentro con Jesús?, ¿Tuviste un
encuentro con Jesús o lo estás teniendo ahora? ¡Los jóvenes apóstoles! Piensen
en Pedro, Santiago, Juan, Natanael, cómo se fueron encontrando con Jesús.
Otro joven que me
vino a la mente es el joven rico, ese que se acerca a Jesús con una vida
intachable, un muchacho bueno, y le dice:
¿Qué tengo que
hacer para madurar mi vida, para tener la vida eterna?
Jesús le dice:
"Cumplí los mandamientos y andá adelante".
"Si ya los
cumplí siempre".
El Evangelio dice
que: "Jesús lo amó", y entonces le dijo: "Mirá, te falta una
cosa: da todo lo que tenés a los pobres y vení conmigo, a predicar el
Evangelio". Y ese chico se fue triste. Se fue triste porque tenía mucha
guita y no se animó a dejarla por Jesús. Y se fue con SU plata y con SU
tristeza. Los primeros estaban con su alegría, con esa hermosa alegría que daba
el encuentro con Jesús. Éste se fue con su tristeza.
El otro joven, ese
joven que se quiso pasar de vivo, que quiso escribir su vida, que quiso patear
el tablero de la disciplina paterna, y enfrentó a su padre y le dijo:
"dame lo que me toca, que me voy". Y se fue. Todos esos años fueron
años de farra. Gastó la plata en boliche, en vicios, la pasó bien. La plata se
le gastó, se acabó. Y de yapa vino una crisis económica, tuvo que buscar
trabajo, no había trabajo, y consiguió como cuidador de chanchos. Y éste, que
había tenido mucha plata, que le había sacado a su padre de la herencia, que
había sabido lo que era estar en los mejores hoteles y en las mejores fiestas,
se había pasado la gran vida, conoció una cosa que nunca antes había conocido:
hambre.
Pero Dios es muy
bueno. Dios aprovecha nuestros fracasos para hablarnos al corazón. No le dijo
Dios a este joven: "sos un fracasado, mirá lo que hiciste". Lo hizo
razonar. Dice el Evangelio que: "Entró dentro de sí" "¿Qué hago
con esta vida? La farra no me sirvió para nada. ¡Cuántos obreros en la fábrica
de mi padre ganan su sueldo y tienen que comer! Yo tengo hambre y soy el hijo
del patrón. Me levantaré, iré a mi padre y diré mi verdad: ‘Pequé contra el
cielo y contra ti’." Y volvió.
La gran sorpresa
que se pegó es que el padre lo estaba esperando, desde hacía años! El Evangelio
dice que lo vio venir de lejos, porque el viejo subía todas las tardes a la
terraza a ver si el chico venía. Y el padre lo abrazó y el padre le hizo
fiesta. Y este gran pecador; este gran despilfarrador de lo que había ganado su
padre se encontró con algo que nunca había hecho conciente: el abrazo de la
misericordia.
Otro joven del
Evangelio: Pensé en el joven muerto también, a la salida de la ciudad de Naím,
cuando lo iban a enterrar: hijo único de madre viuda. Jesús se compadeció de la
madre, no del pibe. Pero el pibe, gracias a la madre, tuvo el milagro y lo
resucitó.
¿Vos quién sos?,
¿El entusiasta, como los apóstoles primero, antes de iniciar el camino?, ¿El
que quiere seguir a Jesús porque le gusta pero está atornillado con tantas cosas
que lo atan y no lo puede seguir, como el joven rico a la mundanidad, a tantas
cosas?, ¿Cómo aquél que se gastó toda la herencia de su padre, pero que se
animó a volver y está sintiendo en este momento el abrazo de la misericordia?,
¿O estás muerto? Si estás muerto, sabé que la Madre Iglesia está llorando por
vos, y Jesús es capaz de resucitarte. Decime, ¿quién sos vos? Decítelo a vos
mismo y eso te va a dar fuerza.
— "Padre,
usted es injusto, —me van a decir las chicas— porque los ejemplos que da es
para los varones, ¿y nosotras qué?"
Ustedes son
aspirantes a consolidar con su vida la ternura y la fidelidad. Ustedes están
sobre el camino de esas mujeres que seguían a Jesús, en las buenas y en las
malas. La mujer tiene ese gran tesoro de poder dar vida, de poder dar ternura,
de poder dar paz y alegría. Hay un solo modelo para ustedes, María: La mujer de
la fidelidad, la que no entendía lo que le pasaba pero obedeció. La que en
cuanto supo lo que su prima necesitaba, se fue corriendo, la Virgen de la Prontitud.
La que se escapó como refugiada en un país extranjero para salvar la vida de su
hijo. La que ayudó a crecer a su Hijo y lo acompañó, y cuando su Hijo empezó a
predicar, iba detrás de Él. La que sufrió todo lo que le estaba pasando a ese
chico, a ese muchacho grande. La que estaba al lado de ese Hijo y le decía los
problemas que había: "Mirá: no tienen vino". La que en el momento de
la Cruz estaba junto a Él.
La mujer tiene una
capacidad para dar vida y para dar ternura que no la tenemos los varones. Ustedes
son mujeres de Iglesia. ¿De Iglesia, del Iglesia? No, no es "el"
Iglesia, es LA iglesia. La Iglesia es femenina, es como María. Ése es el lugar
de ustedes. Ser Iglesia, conformar Iglesia, estar junto a Jesús, dar ternura,
acompañar, dejar crecer.
Que María, la
Señora de la Caricia, la Señora de la Ternura, la Señora de la Prontitud para
servir, les vaya indicando el camino. Bueno, ahora no se enojen, que ustedes
salieron ganando sobre los varones. Les deseo que este día termine bien. Que
cada uno de ustedes se encuentre con Jesús, con ese Jesús resucitado. Y les
digo una cosa: ¡No tengan miedo! ¡Miren a Jesús, miren a María y vayan
adelante!
"Padre ¡que
soy pecador, soy pecadora!"
¡Él te perdona! Vos
andá adelante, que tengan una santa pascua y no se olviden de rezar por mí. Que
Jesús los bendiga y la Virgen los cuide.