DOMINGO
CUARTO DE PASCUA cB (22 de abril 2018)
Primera: Hechos 4, 8-12; Salmo: Sal 117, 1. 8-9. 21-23. 26.
28-29; Segunda: 1Juan 3,1-2; Evangelio: Juan
10, 11-18
Nexo entre las LECTURAS
Hoy se celebra en la Iglesia la 55 Jornada Mundial por las Vocaciones al
sacerdocio. Los textos litúrgicos nos delinean a Jesús como Buen Pastor,
llamando primordialmente a Obispos y Sacerdotes a imitarlo en el ejercicio del
ministerio de la Caridad Pastoral. En primer lugar, el sacerdote -como Jesús-
debe ser buen pastor, dispuesto a entregar su vida por sus ovejas (Evangelio).
El sacerdote, al igual que Jesús, debe ser para los hombres como una piedra
angular que sostiene todo el edificio de sus convicciones y valores
espirituales, morales y humanos (primera lectura). Finalmente, el sacerdote,
como Jesús, ha aceptado la llamada a ser elegido para ser hijo de Dios
Sacerdote y para vivir la experiencia de un amor tierno y filial a Dios, su
Padre (segunda lectura).
Temas...
Jesús, Buen Pastor. Pastor es aquel a quien se le encomienda el cuidado
de un rebaño de ovejas. ¿Cuáles son las funciones que tal imagen implica?
Conservar toda la oveja y TODAS las ovejas que se le han confiado. No
perderlas. Darles de comer y de beber y que no mueran por hambre o por
enfermedad. Los pastores, para conservarlas, deben estar dispuestos a
defenderlas de los lobos, procurarles un lugar en el que refugiarse durante las
frías noches, dirigirlas hacia prados con abundantes pastos. Debe además
conocer a cada una para darse cuenta enseguida si le falta alguna, para
ocuparse de cada una como si fuese la única. Jesús, el Buen Pastor, conserva,
defiende, protege, guía, alimenta a los cristianos con su misma vida, mediante
los sacramentos y mediante la jerarquía de la Iglesia. Llevarlas al aprisco,
así los pastores conducen a la humanidad, en la santidad, a la eternidad
(Gaudete et exsultate).
Jesucristo, ideal de los sacerdotes, que, como buenos pastores, deben dedicar
su vida entera a conservar en la fe a los fieles que le han sido confiados.
Como el buen pastor, el sacerdote tiene también que defender la fe de los
fieles, de tantas tentaciones y asechanzas que hoy están presentes en nuestra
sociedad. Les defenderá de una fe individualista y subjetiva, de una moral
dominada por el criterio de la mayoría, de una espiritualidad acomodaticia,
sensiblera y hecha de apariencias y/o relativistas, de una liturgia fría,
legalista y casi sin resonancia interior. Sentirá además la necesidad de alimentar
a sus fieles con la verdad de la Palabra de Dios, con la enseñanza de la
doctrina católica enseñada en la Sagrada Escritura y compendiada en el
Catecismo, con el testimonio de una vida santa y generosa, entregada sin medida
al bien y servicio de los hermanos en la fe.
Jesucristo, piedra angular. Cristo es la piedra rechazada dice Pedro
ante los miembros del sanedrín. Los hombres quieren, no pocas veces, construir
una sociedad sin Cristo, considerando que Él es una Piedra más en la
construcción del mundo. Nosotros creemos que Él es la Piedra fundamental sin la
cual todo el edificio se viene abajo, sin la cual las demás piedras carecen de
cohesión y de punto de referencia. Estamos llamados a edificar una Comunidad
con Cristo en el centro, una sociedad que vaya a la Vida y no a la ruina
(Gaudete et exsultate).
El sacerdote, representante de Cristo. Es el mismo Cristo que, por medio del
sacerdote, continúa ejerciendo en la Iglesia su poder de salvación, su amor de
hermano mayor y redentor, su impulso a la fraternidad y solidaridad humanas.
Jesucristo, modelo de Hijo. El Padre me ama, dice Jesús en el
evangelio. Y Él ama al Padre, como el Unigénito, como el Hijo predilecto. Y
porque le ama lo conoce íntimamente y hace sólo lo que es de Su agrado. En la
segunda lectura escuchamos: "Somos llamados hijos de Dios, y así es en
verdad". Somos hijos de Dios, que tienen su modelo en el Hijo, en Jesús.
Los sacerdotes, deben desear ardientemente que todos los hombres gocen de la
paternidad de Dios y se sientan felices de ser hijos suyos. Los sacerdotes,
deben colaborar con el Padre para que los cristianos sean cada vez más
conscientes de su filiación divina y encuentren en ella la base de sus
actitudes y comportamientos. Los sacerdotes, darán testimonio a todos de lo que
significa ser hijos de Dios y vivir como tales en la entrega de cada día. Sólo
nos conocemos a nosotros mismos cuando nos conocemos a partir de Dios, y sólo
conocemos al otro cuando vemos en él al misterio de Dios, en su unión
trinitaria.
Sugerencias...
El Padre me ama... La necesidad de amar y ser amado es esencial en
el corazón humano. El amor de los padres y de los hijos, el amor de los
esposos, de los amigos, el amor de los hermanos en la fe, o de los hermanos en
religión... Sin ese amor la vida se vuelve vacía y desaparecen las ganas de
vivir. En nuestras comunidades cristianas puede haber fieles que se sientan
solos y olvidados, que piensen que no son amados, que se consideren un poco
inútiles en la Iglesia. A todos, pero de manera especial a ellos, hay que
predicarles esta gran verdad del cristianismo: "El Padre me ama"
(Papa Francisco, E. Gaudium). No estás solo, si el Padre te ama, te acompaña. Y
tú, ¿amas a Dios Padre? No eres inútil, si el Padre te ama y con su amor da
sentido a tu vida, haciéndola entrar en la historia de la salvación. Y tú,
¿crees de verdad en el amor que el Padre te tiene? ¿Crees que el amor del Padre
da un sentido maravilloso a tu vida? Los sacerdotes, a ejemplo del Buen Pastor,
tienen aquí una manera concreta de ayudar a los fieles y a la humanidad:
recordarles y ayudarles a ser conscientes de que el Padre les ama y nunca les
dejará a las solas fuerzas humanas, siempre viene con la ayuda de la gracia, es
el Padre de las misericordias.
No hay otro... San Pedro, en la primera lectura, es muy claro y tajante: "No
hay otro en quien podamos salvarnos". ¿Ningún hombre de la historia, por
más grande y genial que haya sido? ¡Ninguno! ¿Ninguna medicina, ningún invento,
ninguna técnica? ¡Ninguno! ¿Ninguna ideología, ningún sistema religioso?
¡Ninguno! ¿Ningún ángel venido del cielo? ¡Ninguno! Sólo Jesucristo es nuestro
salvador, el salvador de todos y cada uno de los hombres. Predicar esto en
nuestra sociedad, en nuestro mundo, puede escandalizar, pero es algo
irrenunciable para los cristianos. Dejar de predicarlo sería esconder la luz
para que no alumbre a los hombres, o hacer que la sal se vuelva insulsa y digna
de desprecio. La pretensión cristiana de un único Salvador, Jesucristo, no nos
la hemos inventado nosotros ni podemos usar a nuestro gusto y según las
circunstancias. La confesión de Cristo, único Salvador, es esencial al
cristianismo. El modo, el tacto, el tiempo y el lugar para la confesión de fe
es obra de los cristianos, guiados por la luz del Espíritu Santo.
El Señor sigue llamando hoy para que le sigan. No podemos esperar a
ser perfectos para responder con nuestro generoso «aquí estoy», ni asustarnos
de nuestros límites y de nuestros pecados, sino escuchar su voz con corazón
abierto, discernir nuestra misión personal en la Iglesia y en el mundo, y
vivirla en el hoy que Dios nos da. María Santísima, la joven muchacha de
periferia que escuchó, acogió y vivió la Palabra de Dios hecha carne, nos
proteja y nos acompañe siempre en nuestro camino. (Vaticano, 3 de diciembre de
2017. Primer Domingo de Adviento. Francisco)