jueves, 30 de junio de 2011
QUERIDO PAPA
Quiero compartirte lo que he vivido al lado tuyo...
Cuando pensabas que no te veía, te vi pegar mi primer dibujo en la heladera, e inmediatamente quise pintar otro.
Cuando pensabas que no te veía, te sentí darme un beso por la noche y me sentí amado y seguro.
Cuando pensabas que no te veía, te vi preocuparte por tus amigos sanos y por tus amigos enfermos y, así, aprendí que todos debemos ayudarnos y cuidarnos unos a otros.
Cuando pensabas que no te veía, te vi dar tu tiempo y dinero para ayudar a personas que nada tenían y aprendí que aquellos que tienen deben compartirlos con quienes no tienen.
Cuando pensabas que no te veía, te vi arreglar y disponer de todo en nuestra casa para que fuese agradable vivir, pendiente de cada detalle; y entendí que las pequeñas cosas son las cosas especiales de la vida.
Cuando pensabas que no te veía, te vi atender la casa y a todos los que vivimos en ella; y aprendí a cuidar lo que es dado.
Cuando pensabas que no te veía, vi cómo cumplías con tus responsabilidades, aún cuando no te sentías bien; y aprendí que debo
ser responsable cuando crezca.
Cuando pensabas que no te veía, vi tus lágrimas y entonces aprendí que a veces las cosas duelen y que está bien llorar.
Cuando pensabas que no te veía, vi que yo te importaba y quise ser todo lo que puedo llegar a ser.
Cuando pensabas que no te veía, te escuché pedirle a Dios y supe que existía un Dios al que le podría yo hablar y en quien podría confiar.
Cuando pensabas que no te veía, aprendí casi todas las lecciones de la vida que necesito saber para ser una buena persona cuando crezca.
Cuando pensabas que no te veía, te vi y quise decir: ¡gracias por todas las cosas que vi cuando pensabas que no te veía!
Tu hijo/a amado/a.
Cuando pensabas que no te veía, te vi pegar mi primer dibujo en la heladera, e inmediatamente quise pintar otro.
Cuando pensabas que no te veía, te sentí darme un beso por la noche y me sentí amado y seguro.
Cuando pensabas que no te veía, te vi preocuparte por tus amigos sanos y por tus amigos enfermos y, así, aprendí que todos debemos ayudarnos y cuidarnos unos a otros.
Cuando pensabas que no te veía, te vi dar tu tiempo y dinero para ayudar a personas que nada tenían y aprendí que aquellos que tienen deben compartirlos con quienes no tienen.
Cuando pensabas que no te veía, te vi arreglar y disponer de todo en nuestra casa para que fuese agradable vivir, pendiente de cada detalle; y entendí que las pequeñas cosas son las cosas especiales de la vida.
Cuando pensabas que no te veía, te vi atender la casa y a todos los que vivimos en ella; y aprendí a cuidar lo que es dado.
Cuando pensabas que no te veía, vi cómo cumplías con tus responsabilidades, aún cuando no te sentías bien; y aprendí que debo
ser responsable cuando crezca.
Cuando pensabas que no te veía, vi tus lágrimas y entonces aprendí que a veces las cosas duelen y que está bien llorar.
Cuando pensabas que no te veía, vi que yo te importaba y quise ser todo lo que puedo llegar a ser.
Cuando pensabas que no te veía, te escuché pedirle a Dios y supe que existía un Dios al que le podría yo hablar y en quien podría confiar.
Cuando pensabas que no te veía, aprendí casi todas las lecciones de la vida que necesito saber para ser una buena persona cuando crezca.
Cuando pensabas que no te veía, te vi y quise decir: ¡gracias por todas las cosas que vi cuando pensabas que no te veía!
Tu hijo/a amado/a.
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