DOMINGO CUARTO DE PASCUA cC (8 de mayo 2022)
59 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones
Primera: Hechos 13, 14.43-52; Salmo: Sal 99, 1b-3. 5; Segunda: Apocalipsis 7, 9.14-17; Evangelio: Juan
10, 27-30
Nexo entre las LECTURAS
¡El Buen Pastor! Éste es el símbolo de Jesucristo que la liturgia del Cuarto Domingo de Pascua resalta y que
san Pablo VI, Papa, ha querido que presida en nuestras asambleas Litúrgicas rezando por las Vocaciones...
costumbre que han cuidado con esmero, afecto, devoción y compromiso los Papas que lo sucedieron en la
Sede de Pedro. Jesucristo es el Buen Pastor, que conoce a sus ovejas y da la vida por ellas (evangelio). Es el
Buen Pastor que a todos quiere salvar y a todos ofrece su vida (primera lectura). Es el Buen Pastor, que
apacienta a sus ovejas no sólo en esta tierra, sino también en el cielo, conduciéndolas a las fuentes de aguas
vivas (segunda lectura). Y nosotros somos y queremos ser su pueblo, las ovejas de su Rebaño (salmo).
Temas...
Las maravillas del Buen Pastor. En la historia de Israel se habla mucho de las maravillas de Dios, de los
grandes portentos que Dios hizo en favor de su pueblo. Es legítimo hablar también de las maravillas del
Buen Pastor. Veamos algunas que nos señalan los textos litúrgicos.
1) Yo conozco a mis ovejas. El carácter ‘comunitario y social’ de la fe, no disminuye, al contrario
acrecienta, el carácter personal de la relación del Buen Pastor con cada una de sus ovejas. Porque el conocer,
en la lengua hebrea, implica el amar, el desear el bien de la persona y procurárselo, el sentir afecto por ella.
Es decir, sólo se puede llegar a conocer a una persona en el ámbito de la relación íntima y personal. Cuando
el hombre es conocido de esa manera por Jesucristo, en virtud del carácter recíproco de toda relación
personal, entra también en el mundo de la intimidad de Jesucristo, le escucha con atención y le sigue con
fidelidad, alegría y agradecimiento. En el evangelio de san Juan, por otra parte, el conocer casi se identifica
con el creer. Jesucristo tiene confianza, se fía de sus ovejas, porque las ama y se siente amado por ellas. Y,
sobre todo, las ovejas confían en Cristo, y le confiesan como su Salvador y Señor.
2) Yo les doy vida eterna. El don más grande que Dios nos ha concedido es el de la Vida. Pero esta vida
dura unos años y luego... ¿reinará la muerte sobre el hombre? ¿volverá a la nada de la que Dios lo sacó al
crearle? Es una pregunta que encuentra respuesta en Cristo resucitado. Él es el Señor de la Vida, el Viviente.
Siendo Señor de la Vida, puede disponer de ella y darla a los que ama y confían en Él. Cristo nos hace
partícipes de su misma vida, la que no está sometida al dominio de la muerte, la vida eterna. En el
Apocalipsis leemos: "El Cordero (Cristo muerto y resucitado) que está en medio del trono los apacentará y
los conducirá a fuentes de aguas vivas". La vida eterna es la misma vida de Cristo, que ya está presente en
nosotros por el bautismo y por la gracia, y que adquirirá forma plena en el “más allá” de la existencia
terrena. Como la vida terrena es un don precioso del Padre, la vida bienaventurada es un don estupendo de
Cristo resucitado.
3) Nadie puede arrebatarme las ovejas. Ningún poder, humano, angélico, diabólico, está por encima del
poder de Cristo resucitado. Un poder (fortaleza) que Cristo ha recibido del Padre omnipotente. Querer
arrebatar a Jesucristo sus ovejas, equivaldría a arrebatárselas a Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo.
¡Algo absurdo! Los hombres pueden cortar el hilo de esta Vida, pero no pueden arrancar de las manos del
Padre el disponer de la vida eterna. Los ángeles, como nos enseña el catecismo, están al servicio de Dios:
"Con todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de Dios" (CEC 329) y del hombre: "Desde la
infancia a la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión" (CEC 336). El
demonio, finalmente, aunque sea una criatura poderosa, por el hecho de ser espíritu puro, no puede impedir
la edificación del Reino de Dios, no puede arrebatar de las manos de Cristo a sus ovejas, porque "el poder de
Satán no es infinito" (CEC 395). Sólo y únicamente el hombre en su libertad puede escaparse del rebaño de
Cristo y sustraerse de las manos bondadosas del Padre. El texto de los Hechos de los Apóstoles da fe de ello:
"Los judíos se pusieron a rebatir con insultos las palabras de Pablo". ¡Qué poder tan tremendo el de la
libertad, que puede hacer inútiles las maravillas del Buen Pastor!
Sugerencias…
Una noticia que se propaga. El libro de los Hechos de los Apóstoles va recogiendo puntualmente los
grandes hitos en la propagación de la Palabra de Dios. Más que una historia de los apóstoles, como tal, es
una historia de la difusión del mensaje del Evangelio, ya sea a través de Pedro, del diácono Felipe o del
apóstol Pablo. La palabra se difunde como en círculos concéntricos, avanzando desde Jerusalén hasta los
confines del mundo, según la expresión que Nuestro Señor utiliza al principio de este mismo libro (Hch 1,8).
La palabra no va sola, sin embargo; le acompañan magníficas señales de la presencia y de la acción del
Espíritu Santo. No se trata de un avance sencillo ni suave ni fluido. Ya hemos tenido ocasión de ver cómo la
persecución va marcando el ritmo de vida y de ministerio de los apóstoles y de sus colaboradores. Pero la
persecución, ya desde el comienzo no es vista como una tragedia ni como un motivo de desaliento sino
como una señal de autenticidad, como un estímulo y también como un modo de reconocer la voluntad
misma de Dios. Esto contiene una preciosa enseñanza para nosotros.
De esta misma lectura es bueno destacar el papel de las mujeres, un tema que es tan frecuente en la obra de
Lucas. En el caso presente, son las "mujeres distinguidas" quienes tienen la capacidad de influencia directa
como para lograr la expulsión de los recién llegados evangelistas, Pablo y Bernabé. Mucho se habla de la
subordinación de las mujeres, pero ello no excluye, según vemos, que tuvieran poder real, para lo bueno o
para lo malo.
Vencedores de la Persecución. La segunda lectura continúa el tema de la persecución en una nueva clave:
el triunfo y la victoria son para los que han padecido. No hay victoria sin combate, no hay combate sin
privaciones, dolor, exclusión. El cristiano, alumbrado por la luz de la Pascua, sabe que las tinieblas no tienen
la última palabra pero sufre con la oscuridad, con la marginación, con las dudas que le pueden asaltar y con
las incomprensiones y amenazas que le sobrevengan. El Apocalipsis nos habla de "una multitud enorme que
nadie podía contar." Quizá no tenemos una idea tan optimista del cristianismo. Quizá pensamos que pocos,
muy pocos alcanzan la fidelidad y que sólo un número reducido puede cantar la victoria del Cordero
Pascual. Todo indica, sin embargo, que hay sorpresas y que por caminos que tal vez no comprendemos ni
imaginaríamos Dios va haciendo su obra sorprendente y va creando corazones llenos de amor a Él.
Buen Pastor. Ahora bien, el cristiano no apuesta en el vacío. Tiene siempre ante sus ojos al Buen Pastor, a
Cristo bendito, primero entre los perseguidos y rey de todos los mártires, que dijo de sus ovejas: "nadie
puede arrebatármelas." Y así se cumple, en realidad: el dolor de ser perseguidos no es más fuerte que el
amor de ser redimidos. Y es que en verdad, si el odio nos persigue y también nuestros propios pecados nos
persiguen, hay Uno que es Cristo, que nos "persigue" también. El pecado nos persigue para matarnos;
Cristo, para darnos vida eterna.
Así pues, Cristo es Pastor en este texto del evangelio, aunque es Cordero en el texto del Apocalipsis. El
pastor nos da la idea de alguien que dirige, alguien que tiene poder, de algún modo; el cordero nos sugiere la
idea de uno que se entrega, que se inmola. Aprendemos así cuál es el verdadero sentido del poder y de la
autoridad en la comunidad de los creyentes: sólo aquel que da su vida puede dar vida; sólo aquel que entrega
su ser marca con su entrega el ritmo y el caminar del rebaño.
Padre de misericordia, que has entregado a tu Hijo por nuestra salvación y nos sostienes continuamente
con los dones de tu Espíritu, concédenos comunidades cristianas vivas, fervorosas y alegres, que sean
fuentes de vida fraterna y que despierten entre los jóvenes el deseo de consagrarse a Ti y a la
evangelización. Sostenlas en el empeño de proponer a los jóvenes una adecuada catequesis vocacional y
caminos de especial consagración. Dales sabiduría para el necesario discernimiento de las vocaciones de
modo que en todo brille la grandeza de tu amor misericordioso. Que María, Madre y educadora de Jesús,
interceda por cada una de las comunidades cristianas, para que, hechas fecundas por el Espíritu Santo,
sean fuente de auténticas vocaciones al servicio del pueblo santo de Dios. (Francisco)