lunes, 22 de octubre de 2018

HOMILIA Domingo Trigésimo del TIEMPO ORDINARIO cB (28 de octubre de 2018)

Domingo Trigésimo del TIEMPO ORDINARIO cB (28 de octubre de 2018) Primera: Jeremías 31, 7-9; Salmo: Sal 125, 1-6; Segunda: Hebreos 5, 1-6; Evangelio: Marcos 10, 46-52 Nexo entre las LECTURAS Las referencias posibles para un nexo entre las lecturas de hoy: el camino, la luz, el retorno, la acción transformadora de Dios. Sugiero dos… La primera, en torno al tema del camino. Aquí el camino es mostrado como la vida de Jesús, culminado en el misterio pascual… Él muchas veces nos anuncia este misterio y nos invita a la participación. El salmo, desde las imágenes del pueblo que retorna, explica muy bien este camino: es un "sembrar con lágrimas" pero también "cosechar entre cantares". Sólo cuando Jesús ilumina, puede entonces el hombre ver claro que éste es el camino; y a nosotros, a pesar de estar ya "iluminados", nos es preciso invocar al Señor como "nuestro Maestro" y pedirle ¡que pueda ver! Lo hacemos hoy en la oración colecta. De lo contrario nos quedaremos sentados pidiendo limosna a cualquiera, o nos dejaremos atemorizar por tantas personas y cosas que procuran hacer callar nuestra plegaria (evangelio). La segunda, en torno a la acción misericordiosa y eficaz de Dios en favor de los hombres. Dios es poderoso y fiel haciendo retornar del exilio a la patria anhelada a numerosos hijos de Israel (primera lectura). Jesucristo, con el poder de su gracia, otorgará la vista al ciego Bartimeo que vence varios obstáculos para obtener su gran deseo de ver (evangelio). La eficacia salvífica de Dios se muestra de modo especial en Cristo, sumo sacerdote, que saca a los hombres de la ignorancia y del dolor, y los libra de sus pecados. Temas... La eficacia del amor de Dios. En términos naturales, eficaz es el que logra, por caminos acertados y en el menor tiempo posible, todo aquello que se propone. Pero la eficacia de Dios resulta que no es así y muchas veces es como al ‘revés’. Sabemos que Dios es eficaz y, además sabemos, que sus modos y tiempos no son como los nuestros. Muchas veces los caminos de Dios no son los que elegiríamos. A los judíos no les debió parecer un camino acertado el exilio en Babilonia, pero si a Dios, que de esta manera mostró la grandeza de su amor y misericordia haciéndolos retornar a la tierra prometida (primera lectura). Subir a Jerusalén es hermoso y más haciéndolo en compañía de Jesús, pero, saber que va a la pasión y muerte en Cruz, desafía inevitablemente los razonamientos humanos y la voluntad de seguimiento... sin embargo, en la Cruz, resplandece la fuerza divina del amor misericordioso del Redentor. Esa eficacia misteriosa del amor redentor continúa viva y vivificadora a lo largo de los siglos hasta nuestros días (Aparecida) y hasta el fin de los días. Cada vez que celebramos la Eucaristía se actualiza de nuevo este misterio de Amor, Dios que se entrega para darnos vida y nosotros que nos entregamos para vivir. Fe y esperanza. Los exiliados de Babilonia no podían olvidar las maravillas de Dios en la historia de su pueblo. Dios había mostrado la fuerza de su brazo en el Éxodo y en la conquista de la tierra prometida. Ellos creen y confían que Dios volverá a actuar eficazmente a su favor, aunque no sepan cuándo ni cómo. Bartimeo tiene una gran fe en que Jesús, el Mesías descendiente de David, puede curar su ceguera, por eso grita sin temor alguno y con ánimo: "Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí". ¿Creemos en el Don de Dios, que hace nuevas todas las cosas? Coherencia fe-vida. Si aceptamos el amor de Dios, hemos de ser coherentes con sus exigencias. Como cristianos estamos llamados a ser testigos de la acción de Dios en nosotros. Los exiliados de Babilonia se ponen en camino hacia la Palestina, Bartimeo sigue a Jesús en el camino a Jerusalén. Los discípulos misioneros, redimidos por Cristo sumo sacerdote, debemos seguirlo, con alegría, en la edificación del Reino peregrinos de la Jerusalén Celestial practicando los mandamientos y las obras de misericordia. Sugerencias... ¡Señor, que vea! El ciego Bartimeo es figura y símbolo de la Iglesia, pues, frente al misterio del sufrimiento, de la cruz, de la muerte… experimentamos, como él, la ceguera, el inmovilismo, la indigencia. ¡Cuántos Bartimeos hay en nuestro tiempo ante el gran misterio del sufrimiento y del dolor inocente! Hay mucha ceguera ante la injusticia del sufrimiento… además hay una cultura de hacernos creer que el ‘no sufrir’ es la meta de la perfección humana. Humildemente pidamos ayuda a Dios frente al misterio del dolor, del sufrimiento, para seguir haciendo el bien. Pidamos creer que, para los que aman a Dios, todas las cosas contribuyen para el bien. Que el Señor nos conceda a todos repetir una y otra vez: "¡Señor, que vea!", para que viendo crea, y creyendo siga firmemente en el camino del Reino. Seguir a Cristo. Discípulo Misionero es aquél que cree en Cristo y camina tras sus huellas. El seguimiento de Cristo no es seguir una doctrina, es seguir a una Persona, al Hijo de Dios hecho hombre. Vivamos la alegría de entregarnos a Jesucristo para ‘hacerlo presente’, con su ayuda, en la Iglesia y en el mundo. Seamos ‘cristo’ para los demás. Tomemos nuestra vocación cristiana como una gracia para unirnos a Dios y a los demás, para alabanza y gloria de su Nombre, para nuestro bien y el de toda su Santa Iglesia. ¿Qué puedo hacer para que esto sea posible?

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