miércoles, 6 de marzo de 2019

HOMILIA Primer Domingo de CUARESMA cC (10 de marzo 2019)

Primer Domingo de CUARESMA cC (10 de marzo 2019) Primera: Deuteronomio 26, 1-2. 4-10; Salmo: Sal 90, 1-2. 10-15; Segunda: Romanos 10, 5-13; Evangelio: Lucas 4, 1-13 Nexo entre las LECTURAS Las lecturas de hoy son toda una profesión de la fe, un "credo". Los israelitas profesan su credo en el templo: "Mi padre fue un arameo errante...Él (el Señor) nos introdujo en este lugar, y nos dio esta tierra, una tierra que mana leche y miel. Por eso, ahora traigo aquí las primicias de los frutos que tú, Señor, me has dado". (Primera Lectura). Jesús responde tres veces a Satanás como reafirmación de lo que Él cree: "no sólo de pan vive el hombre". "Al Señor, tu Dios, adorarás y él solo darás culto" "No tentarás al Señor, tu Dios". Finalmente la segunda lectura contiene una antigua profesión de la fe cristiana: "Jesús es el Señor". Temas... «El Señor nos dio esta tierra». La ofrenda de las primicias aparece asociada en la primera lectura a una antigua confesión de fe de Israel, la cual narra en apretado resumen la acción salvífica de Dios: el arameo errante y sin patria debe ser Jacob, que había servido en Aram, en casa de Labán; venía del extranjero y se estableció en Egipto, una tierra aún más extranjera. Sólo la salida de Egipto merced a la fuerza de Yahvé y la tierra que Éste dio al pueblo proporcionaron a Israel el bienestar y la vida sedentaria. Por eso las primicias de los frutos del suelo pertenecen a Dios. La confesión es aquí reconocimiento. Los dones que se traen en la cesta no son más que la imagen simbólica de la actitud interior de fe. «Durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto». La actividad pública de Jesús comienza también, según el relato del evangelio de hoy, con un ‘vagar sin patria’ por el desierto, y aquí resuenan más fuertemente los cuarenta años que Israel anduvo errante por el desierto. Fue éste un tiempo de prueba y a menudo de verdadera tentación, a la que el pueblo sucumbió más de una vez. Fue también un tiempo de ejercicio solitario de su relación con Dios, del mismo modo que los confesores, los apóstoles y los santos cristianos con frecuencia sólo han comenzado su misión entre los hombres después de años de desierto y de estar con Dios a solas. Que durante este tiempo su fe se forjara definitivamente, muestra que han seguido el camino de su Señor, que también ayunó en el desierto y se vio sometido a las tentaciones relativas a su misión mesiánica. En modo alguno debemos poner en cuestión o subestimar la profundidad de estas tentaciones de Jesús. Él, que tomó sobre sí nuestro pecado, quiso también experimentar nuestras tentaciones, el maligno y engañoso poder de seducción. «Eva se dio cuenta de que el árbol era apetitoso, atrayente y deseable porque daba inteligencia» (Gn 3,6). A Jesús, que no había probado bocado durante cuarenta días, un pan al alcance de la mano debió parecerle apetecible; la posesión de este mundo que Él debía llevar al Padre, deseable, y el milagro que se le propuso, muy útil para afirmar su posición ante el pueblo. Todo esto era tan plausible. ¿Por qué elegir un camino tan complicado de renuncia? Los tres versículos de la Escritura con los que Jesús replica y se opone al diablo, no son fórmulas aprendidas de memoria, sino respuestas “amargas y trabajosamente” conseguidas. Se las puede llamar, en un sentido más elevado, una confesión de fe existencial. "La fe del corazón y la profesión de los labios". Esta confesión (en la segunda lectura) no quiere decir que eso sea algo subjetivamente fácil: la palabra (de la fe que la Iglesia anuncia) «está cerca: en los labios y en el corazón» del creyente, porque esa palabra es en el fondo el mismo Cristo; pero es una palabra que el propio creyente ha de pronunciar y nadie puede pronunciar por él. Y esto de nuevo no como una fórmula aprendida de memoria, de todos conocida y sacada de la liturgia de la comunidad, sino como una afirmación que implica estar dispuesto a sacar las consecuencias para la propia vida: «Jesús es el Señor (Kyrios)» y «Dios lo resucitó» de entre los muertos. Las dos cosas se implican mutuamente: como el resucitado, Jesús es también el Kyrios que reina sobre el mundo entero, por tanto también sobre mí, sobre mi corazón, sobre mi vida; por ello también es el Kyrios «de todos, generoso con todos los que lo invocan», ya sean judíos o griegos, chinos o indios. La confesión de fe en este Señor, la entrega de sí que en ella se expresa, proporciona «justicia y salvación», y no otra cosa que podamos imaginar como instrumento de salvación o como mérito. Sugerencias... Confesar la fe -en un mundo relativista-. La tentación es una compañera inseparable de la vida humana. El tentador es uno solo, y tan orgulloso que no tiene reparos en tentar al mismo Hijo de Dios y tan creatura que siempre hace lo mismo, tienta de la misma manera. Las formas que adopta y los medios que utiliza para tentar a los hombres en cada tiempo, costumbres, y culturas, fundamentales son siempre las mismas: tener, poder, saber, placer. En cualquiera de las tentaciones imaginables se incluye alguno de estos ingredientes. Como creyentes en Cristo, es una gracia para nosotros y una gran oportunidad confesar nuestra fe en medio de este mundo relativista, que se ha propuesto olvidar a Dios y la vida sobrenatural, ahogar o marginar la verdadera felicidad, la piedad y la práctica de las virtudes. Las tentaciones serán, para nosotros, una ocasión importante para confesar a Jesucristo, nuestro Dios y Señor, y, mediante nuestra confesión de fe, vencer la tentación con la fuerza de Dios y mostrar al mundo la dignidad del hombre que solo se comprende de rodillas frente a Dios en actitud de adoración: "Ésta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe". No nos dejes caer en la tentación. Los cristianos somos débiles y lo sabemos. Pero también sabemos que tenemos la gracia de Dios y que si confiamos en Él podemos estar ‘seguros’ que los ataques del tentador, sin importar cuán poderosos sean, no pueden derrotarnos. ¿Por qué si no, pediríamos al Padre en nuestra oración diaria "No nos dejes caer en la tentación"? El supermercado de la religión y de lo sagrado está hoy día lleno de dioses y de ídolos que prometen de todo… y no pueden cumplir, y muchos escogen y eligen basándose en sus caprichos o gustos. Hay muchos católicos "culturales" que adoran el trabajo, la ciencia y la política más que a Dios. Como individuos y miembros de la Iglesia debemos rezar fervientemente el Padre Nuestro cada día, pidiendo al Señor humildemente "no nos dejes caer en la tentación". María, Medianera de todas las Gracias, ruega por nosotros.

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