Primera: Génesis 15, 1-6; 17, 5; 21, 1-3; Salmo: Sal 104, 1b-6. 8-9; Segunda: Hebreos 11, 8. 11-12. 17-19; Evangelio: Lucas 2, 22-40
Nexo entre las LECTURAS
Podemos rezar, como tema central de este Domingo, la fe y la familia. La primera lectura trata de la fe de Abraham, una fe inquebrantable, probada. Esta misma fe es objeto de la segunda lectura en la que el autor de la carta a los Hebreos nos hace una verdadera ponderación de los grandes hombres de fe en la historia de la salvación. Finalmente, el evangelio resalta la fe de la Virgen María, al escuchar las palabras que Simeón dirige a su niño: ‘gloria de Israel y luz de las naciones’, y a ella: “Una espada te atravesará el alma”.
Temas...
Fe en el Dios de la promesa, de la prueba y del cumplimiento. “Por la fe Abraham (…) se fió del que se lo había prometido” (Heb 11, 8.11). Dios promete a Abraham tierra y descendencia, y Abraham, fiado de Dios, no duda un instante en dejar su patria y en esperar lo humanamente imposible (primera lectura). María y José contemplan a Simeón que tiene en sus manos a su hijito, el Niño Dios, y dice de Él cosas maravillosas y sorprendentes. Pero María es mujer de fe, es la madre de los creyentes, y no admite la más mínima duda sobre el destino y la misión grandiosa de su Hijo, en ese momento ‘Niño pequeño y necesitado’: gloria de Israel y luz de las naciones. Comprendemos en el caso de Abraham y de la Virgen María que “no hay imposible para Dios” y que ‘todo es posible para el que tiene fe’. Las promesas de Dios no han terminado con aquellas familias. Las promesas de Dios continúan, son presente: la gran promesa de la salvación, la promesa de unos cielos nuevos y una tierra nueva en donde reine la justicia... Nosotros, creyentes, ¿tenemos fe en las promesas de Dios? Así como Dios cumplió la promesa hecha a Abraham y a María, así cumplirá su promesa a los hombres y familias de todos los tiempos.
Dios no ahorra a ningún creyente las pruebas de la fe: La cruz forma parte de la misma ‘lógica’ divina. Una fe no probada, ¿sería fe? Fue probado Abraham, el padre de los creyentes; fueron probados los patriarcas, y Moisés y David, y los profetas...Y fue probada, al llegar la plenitud de los tiempos, la Virgen María. ‘Será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón’. Nuestra fe es probada por Dios como Educador y Padre que quiere afirmar y perfeccionar nuestro abandono total a Él mismo. Ante las pruebas de la fe, la actitud del hombre debe ser la de Abraham, la de María, la de san Pedro, ‘que una vez convertido tiene que confirmar en la fe a sus hermanos’. Podemos hacer mención de la ceguera y lepra del Cura Brochero y de la afonía de san Juan Pablo II…
La familia de la fe. Así como cada familia de sangre puede mostrar su árbol genealógico, existe también la familia de la fe, con su árbol genealógico y con su historia concreta. Tal vez no podamos determinar documentalmente ese árbol ni esa historia, pero existe, es un dato que no se puede cancelar, por más que nos sea desconocido, y lo muestra el autor de la carta a los Hebreos, que hace desfilar por el capítulo 11 grandes figuras de ese árbol genealógico en la historia de Israel. Cada Iglesia particular y doméstica tiene también su árbol genealógico. Recordemos por ejemplo las primeras: Jerusalén, Antioquía, Galacia, Corinto, Roma. Cada nación y cada Iglesia particular (diócesis) y doméstica, hoy en día se gloría también de su ‘padre en la fe’. La fiesta de la Sagrada Familia hace referencia en primer lugar a cada familia de sangre, pero incluye además esa otra familia de la fe, pues María, la creyente, es Madre de la Iglesia, y José es su patrono especial (León XIII). Podríamos hablar de los anteriores Párrocos de nuestras parroquias, de los matrimonios de antes que pueden ser puestos como modelos de los nuevos… catequistas… religiosas, religiosos… hablemos-recemos de la genealogía de la fe de la Comunidad y de cada uno de nosotros.
Sugerencias...
Los padres en la fe. Los padres de sangre dan la vida, pero no basta; tienen que dar también la fe para ser verdaderamente padres (san Juan Pablo II). La primera escuela de la fe, desde los inicios del cristianismo, ha sido la familia y deberá continuar siéndolo. La familia por la evangelización y la catequesis debe ser escuela de fe. Los padres y los adultos deben ocuparse de la educación religiosa de sus hijos, al menos hasta la mayoría de edad y rezar siempre, por ellos, hasta el fin de sus días para que conserven la fe. En una familia en la que los padres creen, pero no hay coherencia entre la vida y la fe ofrecen un mal modelo creyente a sus hijos. Para los padres cristianos el transmitir la fe no es algo opcional, ni algo que pueden transferir a los maestros del colegio o a los catequistas de la parroquia, ni algo carente de interés frente al estudio de otras materias llamadas o consideradas más importantes. Para los padres cristianos transmitir la fe es inherente al hecho mismo de transmitir la vida. Si todos los padres cristianos transmitieran a sus hijos, de palabra y con el ejemplo, la fe de la Iglesia, algo cambiaría en este mundo... (Beato Pablo VI y san Juan Pablo II).
La Iglesia es familia. Los hombres podemos formarnos imágenes diversas de la Iglesia, que subrayan aspectos reales de ella o secuelas históricas: la Iglesia-institución, la Iglesia-poder, la Iglesia-carisma, la Iglesia-sociedad perfecta, la Iglesia-pueblo... En este día dedicado a la Sagrada Familia es una valiosa oportunidad para subrayar que la Iglesia es familia: familia de Dios entre los hombres, familia de hermanos que se aman y se ayudan mutuamente en su fe y en su vida cristiana, familia herida en su unidad, pero que la busca sincera y ardientemente, familia que tiene una misma fe, un mismo bautismo, un mismo Dios y Padre, un mismo Señor y un mismo Espíritu. Si, somos Iglesia somos familia, por eso vivamos todos, con nuestros comportamientos, actitudes, pensamientos y palabras, el espíritu de familia.
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