martes, 11 de septiembre de 2018

HOMILIA Domingo Vigesimocuarto del TIEMPO ORDINARIO cB (16 de septiembre de 2018)

Domingo Vigesimocuarto del TIEMPO ORDINARIO cB (16 de septiembre de 2018) Primera: Isaías 50, 5-9a; Salmo: Sal 114, 1-6. 8-9; Segunda: Santiago 2, 14-18; Evangelio: Mc 8, 27-35 Nexo entre las LECTURAS Cristo revela (descubre) el hombre al hombre. La liturgia de hoy nos revela quienes somos, Dios tiene la amabilidad y ternura de contarnos quienes somos y para qué nos hizo, pues a Él pertenecemos. En la primera lectura, tres son los rasgos del hombre según el designio de Dios: el hombre es un ser que escucha, que sufre, que experimenta la presencia y ayuda de Dios. El evangelio presenta a Jesús como la perfecta realización del hombre: el Ungido de Dios, el Varón de dolores, el Siervo obediente hasta la muerte, el que pierde su vida para salvar las de los hombres, el Viviente que da vida. Finalmente, Santiago en la segunda lectura enseña que el hombre es aquel en quien fe y obras se unen de manera virtuosa para lograr la madurez humana, que es: comunión con Dios y con el prójimo. Temas... El hombre según Dios. La definición más auténtica del hombre la puede dar quien le ha creado y le ha llamado a ser, a vivir -en el tiempo y en la eternidad-. En la primera lectura (tercer canto del Siervo) se muestra una síntesis de antropología teológica. El primer rasgo, no proclamado en la lectura litúrgica, dice que el ser humano es quien recibe de Dios el don de hablar palabras de vida para los demás, sobre todo para el cansado y agobiado. Luego, aparecen en este canto, otros tres rasgos que si proclamamos en la Liturgia: 1) El hombre es el viviente a quien Dios le ha capacitado para "escuchar", igual que los discípulos. Ser discípulo de Dios implica no sólo la escucha teórica, sino a la vez la escucha que conduce a la práctica, a la realización de lo escuchado, de la voz originaria que le precede y que norma-organiza su vida. En otros términos, el hombre es verdaderamente hombre cuando es obediente de Dios y así es discípulo. 2) El sufrimiento es la situación real y misteriosa de la condición humana; es como ‘el altar’ en que se forja el hombre (Pío XI); es el molde en que se configura nuestra personalidad. 3) El hombre es el ser asistido por Dios, en quien Dios muestra su presencia constante y eficaz. Esa presencia, sobrenatural, es la roca en que se fundan todas las grandes certezas del hombre; es luz que orienta al hombre en la oscuridad; es auxilio que nos hace ser y hacernos hombres (varón y mujer), cada día, en el amor y en el servicio. Con los textos podemos decir que quien excluye la solidaridad, la escucha, el dolor, la presencia divina de la concepción del hombre, no sabe realmente quién es el hombre (meditaciones del Papa Francisco especialmente con ocasión de los inmigrantes, de los prófugos y de los cristianos perseguidos) y no valora a los demás… más todavía, el que no es verdaderamente hombre busca ‘eliminar’ a los demás, vemos por ejemplo el relato de Caín y Abel. Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Jesús es el Mesías, el Ungido de Dios, que llega, en la entrega y amor, hasta la obediencia de la cruz. Jesús es el Ungido y el Siervo del sufrimiento, no son dos títulos contrapuestos de su condición humana, sino como dos nombres del mismo misterio, Dios hecho Hombre. De hecho, cuando a Jesús se le compara con otras figuras en la Biblia (Moisés, Elías, Juan Bautista, Salomón, Jonás...), hay que reconocer que Él es distinto, como Él mismo dirá: "He aquí uno mayor que Jonás... he aquí uno mayor que Salomón". Por otra parte, en su condición de ‘sufriente’ Jesús mantiene una absoluta confianza en Dios, que le asistirá en medio del dolor y que le resucitará de entre los muertos. Por todo ello, Jesús llama a Pedro a ubicarse cuando éste intenta apartarlo de la voluntad de Dios. En Jesús se hace realidad, también, otro rasgo, el señalado por Santiago en la segunda lectura, la coherencia entre la fe y las obras. Sugerencias... Hombre y cristiano. Casi parece, a algunos, que no se puede ser plenamente hombre siendo perfectamente cristiano o que no se puede ser plenamente cristiano, siendo perfectamente hombre. Es un dilema planteado desde hace siglos entre fe y razón, entre ciencia y fe. En un nuevo clima cultural y espiritual, san Juan Pablo II, en continuidad con la doctrina católica, ha afirmado rotundamente: "La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad". Se puede afirmar: "El hombre y el cristiano son como las dos alas con las que el espíritu humano se eleva hacia la realización de su plena humanidad" (cfr.: Evangelii Gaudium). El Concilio Vaticano II declaró bellamente que Cristo revela el hombre al hombre, por eso meditamos: ¿Seguimos, en esto, todos los cristianos las huellas de Cristo? "Quien quiera salvar su vida la perderá, pero quien pierda su vida por mí y por el evangelio la salvará", nos dice Jesús. Jesucristo plantea el gran desafío y misión de la existencia humana que es vencer, con la ayuda de su gracia, el egoísmo y madurar la entrega, superar la seducción del yo y entregarnos al amor a Dios y al prójimo, entre el yo y mi personalidad y la verdadera humildad, amor y servicio. Muestra el Evangelio que nuestra vocación es vaciarnos de nosotros para llenarnos (llenarse) de Dios, darnos a los demás desinteresadamente sin buscar compensaciones, vivir en la profunda humildad de quien sabe y acepta que todo lo que es y tiene proviene de Dios y está llamado a ponerlo al servicio de los demás. Éste es el camino de la salvación. Éste es el camino de la auténtica realización del hombre. Éste es el camino del discípulo misionero. Santa María del Camino, ruega por nosotros.

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