lunes, 7 de diciembre de 2020
HOMILIA Tercer Domingo de ADVIENTO cB (13 de diciembre 2020). Domingo del GAUDETE
Tercer Domingo de ADVIENTO cB (13 de diciembre 2020). Domingo del GAUDETE
Primera: Isaías 61, 1-2a. 10-11; Salmo: Lc 1, 46-48. 49-50. 53-54; Segunda: 1Tesalónica 5, 16-24; Evangelio: Juan 1, 6-8. 19-28
Nexo entre las LECTURAS
"El espíritu del Señor me ha enviado para dar la buena nueva...me ha enviado para anunciar..." (Is 61,1-2). Un personaje, figura de Cristo, se siente investido de una misión liberadora y salvífica. También Juan Bautista, que reconoce honestamente su ‘misión’ en el plan de Dios, se sabe enviado no como suplantador ni usurpador, sino como testigo de la Luz, del Mesías por todos esperado (Evangelio). Finalmente, Pablo, apóstol-enviado, discípulo-misionero, de Cristo, lleva a cabo su misión mediante la predicación y mediante cartas. En ésta, a los tesalonicenses, les exhorta a vivir en conformidad con la salvación que Cristo, el enviado de Dios, nos ha conferido (segunda lectura).
Temas...
¿Quién eres tú? La vida y la palabra de Juan tenían que despertar esta pregunta: ¿quién eres? Marcos, por ejemplo, nos ha contado cómo vivía Juan: "llevaba un vestido de pie de camello; y se alimentaba de langostas y miel silvestre" (Mc 1,6). Su manifiesta ruptura con la sociedad era un inmenso interrogante que un día tenía que dispararse: ¿quién eres?, es decir: ¿por qué vives como vives y hablas lo que hablas? Hay que destacar quiénes hacen la pregunta: son enviados de las autoridades. Su pregunta no es simple curiosidad ni, lamentablemente, parece ser el espontáneo deseo de conversión que las multitudes sintieron al oírle. Interrogan porque quieren saber qué autoridad está detrás de Juan, o con otros términos, quien y por qué podría hacer competencia sombra a la autoridad de ellos. Esto explica la razón de la interpelación que le hacen en Jn 1,25, del evangelio de hoy: "Entonces ¿por qué bautizas, si no eres el Mesías, ni Elías, ni el profeta?". En las Apariciones marianas, se nota la misma manera de proceder… elegir videntes para que el mundo del poder pregunte ¿quién eres? ¿quiénes son? (Lourdes, Fátima, Guadalupe).
Soy una voz. La respuesta del Bautista es extraña, sin duda, para aquellos fariseos. Soy una voz, les dice. Un modo terriblemente abstracto de referirse a sí mismo. Mas no cualquier voz; es la voz que anunció Isaías, aquella que proclama la redención después del destierro. Isaías hablaba de rectificar los caminos para que brillara la gloria de Dios (Is 40,3ss). El espectáculo maravilloso que debía darse en esa calzada recta o rectificada era el paso de victoria del pueblo que vuelve del destierro. La realidad fue bastante distinta. Los judíos volvieron de su destierro a Babilonia, pero en condiciones humildes y precarias, y con el corazón abatido, como lo describen bien los libros de Esdras y Nehemías. Hoy, en Fratelli Tutti el Papa nos hace la misma invitación de esperanza y alegría contándonos que Dios nos llama del destierro en que parecemos vivir con la cuarentena a una nueva relación con Dios y con los demás… que el Papa llama “amistad social”. Podemos comprender este contexto que nos permite entrever la fuerza de la palabra del Bautista (de Dios): él dice que es esa voz que en aquel retorno no se dejó oír. Dice entonces que la gloria que no brilló en el retorno de Babilonia ahora se apresta a lucir ante todos los pueblos. De modo que si las autoridades están inquietas y quieren saber a qué se están enfrentando, que entiendan que es Dios mismo quien está detrás de todo esto. Esas autoridades no son lo que anunció Isaías; su poder es provisorio y quedará empañado. El mensaje es claro.
Dios se sale con la suya. Las palabras de Juan al final del evangelio de hoy son un acto de humildad, pero también, si lo pensamos bien, una advertencia. Si Juan, el rebelde, el indómito del desierto, es tan pequeño ante aquel que viene, ¿quién viene, por Dios? Isaías dijo: "el Señor hará brotar la justicia y la alabanza ante todas las naciones" (Is 61,11). Entonces Dios toma nuestra historia en serio. La vida no es un botín para provecho de los más fuertes. Ningún hombre puede creerse indefinidamente señor y dueño de otros hombres. La vanidad cede y retrocede; la justicia de Dios brilla. ¡Qué hermosa visión de Adviento!
Sugerencias...
Cristianos con misión. No se puede separar el nombre de cristiano de la misión. Por definición, cristiano es el discípulo-misionero de Cristo, el que participa de la misma misión de Jesucristo. Los cristianos hemos de ser conscientes de la misión que tenemos en la Iglesia y en el mundo es la de santificar la vida y colaborar en la santificación de la de los demás. Los primeros destinatarios de la misión somos nosotros mismos (san Pablo VI, papa), porque sólo cuando nosotros somos evangelizados podemos ayudar en la evangelización de otros. ¿Cómo ser "misioneros" de nosotros mismos? El Espíritu Santo, que nos habla al corazón mediante la Biblia –Palabra de Dios– y a través de las enseñanzas de la Iglesia, nos irá mostrando a cada uno las formas personales y concretas de conseguirlo. Somos “discípulos-misioneros” entre nuestros hermanos independientemente de las circunstancias existenciales en que nos hallemos (Papa Francisco). Somos "de Cristo", y enviados por el mismo Cristo a anunciar (especialmente en esta pandemia) en la escuela, en la casa, en la oficina, en la calle, en el club, en el parlamento, etc.: que Él es el Salvador de todos, que Él es la Luz del mundo que ilumina todas las oscuridades de la conciencia individual y de la existencia social y colectiva, que Jesucristo Salvador crea un hombre nuevo y un estilo de vida nuevo, dignos de vivirse (cfr.: Papa León XIII y Pío XI).
Testimonio y Eucaristía. El “discípulo-misionero” vive en fidelidad su misión sobre todo cuando es testigo, es decir, cuando encarna en su vida de todos los días lo que va predicando de palabra en los diversos lugares y circunstancias diarias (san Pablo VI). El encuentro con Cristo Eucaristía consolida la vocación de testigo. En efecto, se da testimonio ante todo de que la Eucaristía es el centro de convergencia y punto de referencia de la fe y de la santidad, de todo el año, de toda la semana, de todo el día. Además, participando al misterio de la redención y alimentándonos con el Cuerpo y la Sangre del Señor, se recibe una fuerza espiritual inimaginable para ser testigo de Cristo Salvador, Luz del mundo y Rey de los corazones de los hombres. Finalmente, con la Eucaristía damos testimonio de pregustar ya al Señor que VIENE -en la Navidad mediante la actualización litúrgica del misterio- y VENDRÁ al fin de los tiempos para la plena comunión (abrazo definitivo) … misterio que ahora pregustamos sacramentalmente.
María, causa de nuestra alegría, ruega por nosotros.
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