martes, 15 de abril de 2025

HOMILIA DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR- MISA DEL DÍA

 


DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR

MISA DEL DÍA (Domingo 20 de abril 2025)

Primera: Hechos 10, 34.37-43; Salmo: Sal 117, 1-2. 16-17. 22-23; Segunda: 1Corintios 5, 6b-8; Evangelio: Juan 20, 1-9

Nexo entre las LECTURAS

Cristo resucitado, Él es el mensaje central de la liturgia de Pascua. Ante todo, Jesucristo resucitado, como objeto de fe, ante la evidencia del sepulcro vacío: "vio y creyó" (evangelio). Cristo resucitado, objeto de proclamación y de testimonio ante el pueblo: "A Él, a quien mataron colgándolo de un madero, Dios lo resucitó al tercer día" (primera lectura). Cristo resucitado, objeto de transformación, levadura nueva y ácimos de sinceridad y de verdad: "Sean masa nueva, como panes pascuales que son, pues Cristo, que es nuestro cordero pascual, ha sido ya inmolado" (segunda lectura).

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EL HECHO: El evangelista Juan nos relata dos hechos. María Magdalena, la más madrugadora, va al sepulcro y se encuentra la piedra quitada, el sepulcro vacío. No creyó. Se limitó a contar lo que le pareció más razonable: "se han llevado al Señor y no sabemos dónde lo han puesto". El segundo hecho es la visita temprana de Pedro y Juan, avisados por las palabras de María Magdalena. Salen corriendo. Naturalmente corre más y llega antes Juan, pero espera a que Pedro llegue y entre. Pedro ve el sepulcro vacío, pero también las vendas por el suelo y el sudario, cuidadosamente plegado y puesto aparte. Juan vio lo mismo. Vio y creyó. Vio la tumba vacía y las vendas y el sudario aparte, y creyó que Jesús había resucitado. Y creyeron en las Escrituras y en las palabras de Jesús, que había anunciado su muerte y resurrección.

EL EVANGELIO: El evangelio es la Buena Noticia de la resurrección de Jesús. Más que un hecho, es un acontecimiento que cambia la vida y el mundo. Pues si Cristo ha resucitado, también nosotros resucitaremos. Por eso es una buena noticia, la mejor para todos. En el evangelio se anuncia lo imposible, sí, pero también lo irrenunciable, la resurrección, la vida después de la vida, el triunfo y desmitificación contra la muerte. Morir ya no es morir, es sólo un paso, el tránsito hacia la vida perdurable y feliz. Así lo entendieron los apóstoles. No entendieron sólo que la causa de Jesús perduraba, ni que Jesús pasaba a la historia de los inmortales. Entendieron/comprendieron/creyeron que Jesús estaba vivo. Y anunciaron que su promesa de vida eterna era una promesa que se cumpliría en ellos y en todos.

LA EVANGELIZACIÓN: Y así lo proclamaron a los cuatro vientos, haciendo hincapié en su experiencia: nosotros somos testigos, lo hemos visto todo. Hemos vivido con él, hemos asistido atónitos a su muerte y, cuando todo parecía acabado en la frialdad de la tumba, la tumba está vacía y el muerto ha resucitado. Y nosotros con él. Evangelizar es siempre eso, anunciar la Buena Noticia, proclamar la resurrección del Señor, anunciar a todos que la muerte ha sido vencida, que la muerte no es el final, que la vida sigue más allá de la muerte. Jesús ha derribado de una vez por todas el muro de la desesperación humana. Ya hay camino hacia una nueva humanidad, porque lo imposible ya es posible por la gracia y con la gracia de Dios. ¿Lo creemos? ¿lo anunciamos?

LA FE QUE VENCE AL MUNDO: Creer en la resurrección de Jesús no es sólo tener por cierta su resurrección, sino resucitar, como nos dice san Pablo. Creer es realizar en la vida la misma experiencia de la vida de Jesús. Es ponernos en su camino y en el camino de nuestra exaltación, resueltamente y sin echar marcha atrás. Jesús entendió su exaltación como subida a la cruz, como servicio y entrega por todos, dando su vida hasta la muerte. El que ama y va entregando su vida con amor, va ganando la vida y verifica ante el mundo la fuerza de la resurrección, porque en "esto hemos conocido que hemos pasado de la muerte a la vida, en que amamos a los hermanos", en que estamos dispuestos a dar la vida y no a quitarla. Sólo esta fe viva, esta experiencia de la nueva vida inaugurada por el Resucitado, puede discutir a la muerte y a la violencia su dominio. Sin esa fe, nada de lo que digamos sobre la resurrección podrá ayudar a los otros. Tenemos que ser testigos de la resurrección, resucitando y ayudando a alumbrar la nueva vida.

EL TESTIMONIO: Creer es ser testigos de la resurrección. Creer es resucitar, vencer ya en esta vida por la esperanza la desesperación de la muerte. La fe en la resurrección de Jesús es la única fuerza capaz de disputar a la muerte, y a los ejecutores de la muerte, sus dominios. La muerte (el pecado) es el gran enemigo, el mayor enemigo del hombre. El poder de la muerte se evidencia en el hambre, en las enfermedades y catástrofes, en la violencia y el terrorismo, en la explotación, en la marginación, en las injusticias, en todo cuanto mortifica a los hombres y a los pueblos. Creer en la resurrección es sublevarse ya contra ese dominio de muerte. Es trabajar por la vida, por la convivencia en paz. Es trabajar y apoyar a los pobres y marginados, a los desprotegidos, a los oprimidos. Y debe ser también plantar cara a los partidarios de la muerte, a los asesinos, a los violentos, a los explotadores, a los racistas y extremistas. Porque sólo trabajando para la vida puede resultar creíble la fe en una vida eterna y feliz.

Sugerencias...

‘Experimentar’ a Cristo resucitado. La experiencia se hace o no se hace, se tiene o no se tiene. No puedes mandar un representante para que haga la experiencia por ti. El cristianismo es una fe, pero penetrada por una experiencia vital, a fin de que la fe no decaiga. La experiencia viva de Cristo resucitado la puede hacer cualquier cristiano. Puesto que es un don que Dios concede, lo primero que habrá que hacer es pedirla. ¡Qué mejor día que el Domingo de Pascua de Resurrección para pedir al Señor la gracia de esta experiencia! El cristiano puede disponerse a recibir el don de esta experiencia, mediante el desarrollo de una sensibilidad espiritual creciente. Al contacto con Dios, el hombre va gustando a Dios y las cosas de Dios, va adquiriendo una mayor capacidad de escucha y de docilidad al Espíritu, va sintonizando más con la fe de la Iglesia (dones del Espíritu Santo). Esto constituye el terreno cultivado para que en él pueda nacer y florecer la experiencia de Cristo resucitado. Todos sin excepción estamos llamados a hacer esta experiencia. No pensemos que es sólo para unos seleccionados previamente, es para todos. Esa experiencia viva e intensa toca y cambia la mentalidad, las costumbres, el estilo de vida, el modo de relacionarse con los demás, los criterios de acción, las mismas obras, hasta el mismo carácter. Pidamos al Señor que aumente nuestra fe y que nuevamente hagamos la experiencia de Cristo resucitado en nuestra vida.

Cristo resucitado nos ha hecho partícipes de su vida divina mediante el bautismo y la gracia santificante, y desea continuar repitiendo en nosotros su presencia ejemplar en la historia. Vivamos la experiencia de Cristo resucitado, y estemos seguros de vivir siempre un comportamiento moral digno del hombre… ayudados así, la resurrección de Jesucristo será el centro de nuestra vida y de nuestra fe y seremos sus testigos hasta los confines del mundo.

María, Reina de los Apóstoles, Madre Misionera, ruega por nosotros.

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