lunes, 24 de junio de 2019

HOMILÍA SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. Solemnidad cC (28 de junio 2019)

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. Solemnidad cC (28 de junio 2019) Primera: Génesis 14, 18-20; Salmo: Sal 109, 1. 2. 3. 4; Segunda: 1 Corintios 11, 23-26; Evangelio: Lucas 9, 11b-17 Nexo entre las LECTURAS… Temas... - Somos buscados y encontrados (Lc 15, 3...7) El amor de Dios a los hombres se expresa aquí mediante una parábola conocida y siempre emotiva: la de la oveja perdida, angustiosamente buscada, a la que el pastor coloca sobre sus hombros al encontrarla y por cuyo hallazgo se celebra una fiesta: "He encontrado la oveja que se me había perdido" (Lc 15, 3-7). No puede expresarse mejor el amor solícito con que Dios nos ama. Acude a la memoria el pasaje del evangelio de Juan en que Cristo dice: "...la voluntad del Padre que me ha enviado es que no pierda nada de lo que él me dio", y también: "Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano" (Jn 10, 27-28); o: "Yo doy mi vida por las ovejas" (Jn 10, 15). Ya conocemos el principal papel del pastor en los sinópticos: reúne a sus ovejas (Mt 15, 24), da su vida y resucita por ellas (Mt 26, 31; Mc 14, 27). Entre el buen pastor y sus ovejas existe una intimidad de conocimiento recíproco: "Yo conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen" (Jn 10, 14). Es verdaderamente la revelación del amor. - Dios apacienta su rebaño (Ez 34, 11-16) Es el resultado de lo que anunciaba el profeta Ezequiel: "Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas siguiendo su rastro". Esta imagen del pastor, diseminada por el Antiguo Testamento, se la aplica Jeremías a Dios (48, 15) que hace de él el "pastor de Israel". Esta misma imagen la recogen numerosos salmos. El salmo 2, muy conocido, expresa la realidad de la experiencia vivida por el pueblo de Dios, que conducido por su pastor se siente gozoso, libre de toda aflicción. Ezequiel se coloca fuera de toda intención política: el pastor que él presenta conduce a todos los pueblos. El Señor buscará la oveja perdida: "Buscaré las ovejas perdidas, haré volver a las descarriadas, vendaré a las heridas, curaré a las enfermas; a las gordas y fuertes las guardaré y las apacentaré debidamente". La parábola proclamada en el evangelio y esta profecía de Ezequiel son el verdadero retrato de Dios, valedero para siempre. Por otra parte, Él mismo se presenta así a todos nosotros. - La prueba de que es pastor y de que nos ama (Rm 5, 5-11) San Pablo, en su carta a los Romanos, quiere expresar la realidad de este papel de pastor, adoptado por Dios: "La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros". La muerte de Cristo nos reconcilió con Dios cuando éramos todavía pecadores; ahora, reconciliados en su sangre, seremos salvos por la vida de Cristo resucitado. Anteriormente había afirmado el Apóstol que el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado. La celebración de este día deja libre la respuesta a este ofrecimiento del amor. A cada uno de nosotros corresponde responder a este mensaje de parte de Dios, tal como Él quiere proponérnoslo todavía hoy. En un pasaje propuesto en el oficio de lectura de la Liturgia de las Horas, escribe san Buenaventura: De ti procede el río que alegra a la ciudad de Dios. Recrea con el agua de este deseable torrente los resecos labios de los sedientos de amor, para que con voz de regocijo y gratitud te cantemos himnos de alabanza, probando por experiencia que en ti está la fuente de la vida y tu luz nos hace ver la luz (San Buenaventura). Sugerencias... «Va tras la descarriada, hasta que la encuentra». En esta solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús no se habla expresamente en ningún texto del corazón, pero sí de esa forma especial de amor que solemos asociar con la idea de corazón. El evangelio lo muestra en toda su paradoja. Un buen pastor se preocupa de todo su rebaño por igual; por eso, ¿cómo puede comprenderse que el pastor del evangelio deje las noventa y nueve ovejas en el campo (en el desierto) y se preocupe sólo de la oveja descarriada? Está claro: aquí no se miden las consecuencias, no se calcula, no se piensa en el riesgo que supone dejar a la mayoría de las ovejas sin protección; únicamente se tiene ante los ojos el peligro que amenaza a una de ellas, como si sólo importara ésta. No se tienen en cuenta otras posibilidades. Para Dios no es indiferente si algunas personas se pierden, aunque se salve el ‘grueso’ de la humanidad. Un corazón humano, que aquí se convierte en receptáculo del amor divino, no piensa así, sino que para Él es importante cada hombre en particular, pues todo hombre es un destinatario irremplazable de su amor. Los cristianos que celebramos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús tenemos que comprender cada vez más cuánto ama Dios a cada hombre. Algunos santos han llegado a decir que Cristo habría muerto también en la cruz si sólo hubiera tenido que salvar a una única persona. La idea nos parece un tanto descabellada, pero se saca esta enseñanza de la parábola de la oveja perdida. Y con no menos énfasis que la ocupación por la oveja descarriada se describe la alegría que se produce cuando se la encuentra. En todo caso se puede decir con seguridad que cada una de las noventa y nueve ovejas es amada por el Buen Pastor de la misma manera: todas ellas son los pecadores por los que Jesús muere en la cruz, no como masa anónima, sino como personas irrepetibles. «Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores». La segunda lectura abunda en lo que acabamos de decir. La oveja descarriada de la parábola es en realidad la persona que se aleja de Dios, la que lo rechaza y le es hostil. El amor del Buen Pastor no se basa por tanto en una reciprocidad: es un amor que sólo mediante su entrega plena y perfecta busca engendrar reciprocidad, correspondencia. La oveja salvada, cuando vuelve a casa sobre los hombros de su dueño, comienza a saber cuán preciosa es para el pastor y cuánto le debe. Pero la parábola no se pronunció con la intención de suscitar esta reciprocidad: el amor de Dios es «sin porqué». Y la segunda lectura tampoco habla propiamente del amor con el que ahora se debería corresponder a los desvelos del Buen Pastor, sino solamente de la certeza de que ahora estamos a salvo al amparo del amor divino, de que hemos obtenido la «reconciliación». Que esta certeza nos obliga a cada uno de nosotros a dar una respuesta de amor, o que más bien la produce espontáneamente en nosotros, podrá inferirlo todo el que realice lo que Él nos ha mandado. «Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas». El texto veterotestamentario de la primera lectura traslada el amor del corazón de Jesús al corazón de Dios. Dios quiere «buscar personalmente a sus ovejas», quiere sacarlas de los lugares «donde se desperdigaron el día de los nubarrones y de la oscuridad». Esto nos muestra una última cosa: que el corazón humano de Jesús, al que nosotros atribuimos este amor personal único, no es el arquetipo -como si el amor de Dios sólo hubiera obtenido esta cualidad cuando llegó el momento de la encarnación-, sino que ese corazón es más bien simplemente la expresión comprensible para nosotros del amor inconcebible que el Dios eterno experimenta desde siempre por sus criaturas. Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío ... [Mensaje acortado] Ver mensaje completo

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