viernes, 30 de julio de 2010

PADRE DAVID UN TESTIMONIO DE VIDA


OJA INFORMATIVA N° 67 volver
El padre David García es uno de los misioneros de la zona de Gan Gan, en la cruda meseta chubutense.
Siempre soñó con estar junto a los que menos tienen y en la Obra de Don Bosco pudo concretar ese sueño.


¿Dónde nació y cómo fue su infancia?

-Soy originario de Río de Losa, cerca de Burgos, España. Nací en 1949.
Mi padre era guardabosques y somos cuatro hermanos.
Un sacerdote salesiano amigo de la familia me hizo conocer a Don Bosco a través de unas filminas que mostraban su vida, que era algo similar a las diapositivas.

Las pasaba los domingos por la tarde.
Eso fue algo que me quedó grabado.
Además, siempre me gustó estar cerca de la gente necesitada: fue una vocación que experimenté desde muy pequeño.


¿En qué lugar estudió?

-En Río de Losa hice la primaria, pero para seguir estudiando nos trasladamos a Zuazo de Cuartago, en Álava, donde cursé los cinco años de secundaria.
Y luego llegó el momento de hacer el noviciado en Urrieta, cerca de San Sebastián.
Éramos 32. Allí leí mucho sobre la vida de Don Bosco y de Don Zatti, llamado “el pariente de todos los pobres”, y ello me impactó.

En el noviciado nos visitaba con frecuencia Monseñor Bellido y nos contó sobre la vida de Monseñor Cagliero en la Patagonia.
Un día nos preguntaron quiénes estaríamos dispuestos a ayudar en una inspectoría de la Patagonia y el ahora padre Antonio Sánchez, que está en este momento en Zapala, y yo respondimos.

Rápidamente nos vino la aceptación, pero aún no habíamos hecho la profesión.
El 16 de agosto de 1968 se concretó y el 4 de marzo de 1969 llegamos a Argentina.
En seguida nos mandaron a hacer el profesorado con otros españoles y varios argentinos.
Mientras tanto comenzamos a trabajar en los barrios: construimos una casa para una señora mayor, entre otras cosas, y colaboramos con el Oratorio de Carmen de Patagones.


¿Y ejerció como maestro?

-Sí, luego de tres años de estudio en Viedma, estuve otros tres como maestro en Fortín Mercedes.
También en Luis Beltrán, donde había una escuela para enólogos y muchos pupilos.
Algunos eran más grandes que nosotros, pero existía un clima sumamente familiar y agradable.

Después, llegó el momento de estudiar Teología en el Seminario de Devoto, en Buenos Aires.
Terminé en 1978 y el 24 de mayo de l979, me ordenaron sacerdote en Bahía Blanca, donde me destinaron a la Casa Don Zatti, casa que lleva el nombre de ese salesiano que había conocido por libros.
En 1980 me trasladaron al Colegio Santo Domingo Savio de General Roca, Río Negro.
Estuve allí siete años. En 1990 asumí como director del Colegio San Miguel, de Stefenelli, también en General Roca.
Y de 1991 a 1996 tuve la fortuna de dirigir el Colegio Savio de Comodoro Rivadavia.

Finalmente, en 1996 me eligieron Ecónomo Inspectorial en Bahía Blanca. Y en ese mismo año me mandaron a Roma a estudiar en la Pontificia Universidad Salesiana.
Posteriormente, mi destino estuvo en Trelew, atendiendo a los más humildes.


¿Cuál es su misión actual?

-Junto con el padre José “Pepe” Kindslehner estamos en la Parroquia Nuestra Señora de la Paz, en Gan Gan, que tiene un área de misión que abarca los departamentos de Trelew y Gastre.

Ello implica atender a unas 890 familias, con cinco a siete hijos cada una. También misionamos en 23 parajes, que son pequeños poblados desperdigados y en los que hay unas 15 a 20 familias en cada uno.
El año pasado me consiguieron una camioneta para poder desplazarme mejor por esos lugares: son rutas casi inexistentes, donde no llegan los micros.
Entre octubre del 2008 y junio del 2009 contabilicé 65.000 km.


¿Qué es lo que más le gusta de lo que hace hoy?

-Yo vine de España para estar con la gente. No me gusta mucho el trabajo frente a una computadora.
El contacto con los hermanos necesitados es lo que más aprecio.
Además, aprendo mucho de esas personas.
Tienen valores muy profundos y varias veces han sido engañadas por inescrupulosos que se aprovecharon de su inocencia. Realmente, esa gente saber mirar para adentro.

En la ciudad, la gente mira la televisión, los diarios, las revistas. En donde misionamos, miran dentro de sí mismos y es una gran lección para todos.
Además, los ayudamos a que se queden en su lugar: el campo. Les damos una mano para conseguir lo que necesitan, en parte gracias a los Bienhechores.
Es que si se van a la ciudad van a vivir en una miseria peor y lejos de sus afectos.
Creo que eso les ayuda a llevar una vida más feliz, a pesar de las carencias.

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