lunes, 27 de junio de 2022

HOMILÍA Domingo Decimocuarto del TIEMPO ORDINARIO cC (03 de julio de 2022).

 Domingo Decimocuarto del TIEMPO ORDINARIO cC (03 de julio de 2022).

PrimeraIsaías 66, 10-14; Salmo: Sal 65, 1-3a. 4-7a. 16. 20; Segunda: Gálatas 6,14-18; Evangelio: Lucas 10, 1-12. 17-20

Nexo entre las LECTURAS…

Buscar en todo el fin: esta expresión puede ayudarnos a reunir el mensaje de los textos litúrgicos. El fin de la misión de los setenta y dos no es el éxito, sino que los llena de alegría saber que están colaborando con Dios en hacer un mundo diferente, están participando en la transformación del mundo y por eso "sus nombres están escritos en el cielo", (dice el evangelio) término de toda esperanza humana. También el texto del profeta Isaías, que tiene como característicos dos elementos: la fecundidad y abundancia, por una parte, y la consolación, por otra, ve anticipadamente el fin de todos sus sueños: la ciudad de Jerusalén que reúne a todos sus hijos, como una madre (primera lectura). A esto nos une el salmista, que dice: "¡Aclamen! ¡Celebren! ¡Canten! ¡Vengan! ¡Miren! ¡Den gracias! No, no estamos a merced de los poderes del mal. ¡Dios es Dios! Y "creemos" en la acción victoriosa de Dios. Decimos los cristianos ‘Creo en la Resurrección y en la vida eterna’. ¡"Bendito sea Dios que nos salva"! Y San Pablo con su palabra, dándonos consejos y recomendaciones (segunda lectura), nos anuncia que la existencia cristiana no tiene otro fin sino el de apropiarse la vida de Cristo en toda su realidad histórica, especialmente en el misterio de la cruz... para participar de la Vida junto a Él.

Temas...

Inscritos en el libro de la vida. Los 72 discípulos de Jesús, símbolo de los cristianos esparcidos por el mundo, en cuanto que 72 son todos los pueblos de la tierra (ver en Gén 10), están contentos de la misión cumplida y llegan a Jesús para contarle sus proezas misioneras. Jesús los escucha, pero a la vez les hace caer en la cuenta de algo importante: las hazañas misioneras no tienen valor en sí mismas, lo que realmente ‘vale y nos debe alegrar’ profundamente es nuestro destino eterno con el Dios de la vida. Esta búsqueda gozosa del verdadero fin de la existencia explica y da sentido a la alegría, en sí legítima y razonable, por los éxitos apostólicos, al igual que da sentido a los sufrimientos y adversidades en el desarrollo de la misión cristiana. El discípulo-misionero, en efecto, no predica realidades sensiblemente captables y atractivas… predica que el Reino de Dios ya ha llegado, predica la paz mesiánica, predica en medio de un mundo no pocas veces hostil y reacio a los valores del Reino, predica valiéndose y poniendo su confianza más que en los medios humanos en la fuerza misteriosa de Dios. Indudablemente, el éxito en términos temporales no es un elemento esencial en la vida del misionero.

Madre de consolación y de paz. Cuando el autor de este fragmento del libro de las profecías de Isaías escribe este bellísimo texto, la dispersión judía es una grandeza extendida por todo el imperio persa y por el mediterráneo. El profeta, bajo la acción del Espíritu divino, sueña con un pueblo unido y unificado en la ciudad mística de Jerusalén. Con ojo alerta en Dios mira hacia el futuro y prevé poéticamente el momento gozoso de la reunificación. Lo hace recurriendo a la imagen de una madre de familia que reúne, entorno a sí, a todos sus hijos, tiene tiernamente en sus brazos al más pequeño y le alimenta de su propio pecho. Todos, al reunirse de nuevo con la madre, se llenan de consuelo y se sienten como inundados por una grande paz. Esta Jerusalén, madre de consolación y de paz, simboliza al Dios del consuelo, simboliza a Cristo, que es nuestra paz, simboliza a la Iglesia en cuyo seno todos somos hermanos y de cuyo amor brota la paz de Cristo que dura para siempre. Muestra maravillosamente el lugar de la bienaventurada Virgen María en el plan de salvación. Y la Iglesia, está llamada a ser, como la Virgen, madre de consolación y de paz para todos los pueblos.

Llevo en mi cuerpo la marca de Jesús. Para un cristiano, nos dice San Pablo, carece de valor estar o no circuncidado, lo que vale es ser una nueva creatura. Todo ha de estar subordinado a la consecución de este fin. San Pablo es consciente de haberlo conseguido, pues lleva en su cuerpo la marca de Jesús. Es decir, lleva en todo su ser una señal de pertenencia a Jesús, como el esclavo llevaba una señal de pertenencia a su patrón, o como en otros grupos, en que los miembros llevaban en sí una señal de pertenencia. Como Pablo, así deben ser todos los cristianos, por eso puede decirles: "Sean imitadores míos, como yo lo soy de Cristo". Este es, además, el fin de la misión de Jesucristo: que el hombre se apropie la redención operada por Jesucristo y llegue así a ser y a manifestar a los demás que es pertenencia de Dios. ¿Llevas grabado, en tu mismo ser, la marca de Jesucristo?

Sugerencias...

Cristiano, o sea, misionero. La imagen del cristiano que va a Misa, cree en los dogmas de fe y cumple con los mandamientos, es incompleta… Ser cristiano es tener una misión y realizarla con celo y ardor en los quehaceres de la vida y en la amplísima gama de tareas eclesiales hoy existentes (Aparecida). Más aún, el sentido de misión es el estímulo más fuerte para creer y vivir la fe, para cumplir con los mandamientos de Dios y de la Iglesia. En el Catecismo se lee: "Toda la Iglesia es apostólica en cuanto que ella es ‘enviada’ al mundo entero; todos los miembros de la Iglesia, aunque de diferentes maneras, tienen parte en este envío. ‘La vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado" (CIC 863). Si amamos filialmente a la Iglesia, no dudemos de que la mejor manera de expresarle nuestro amor sea mediante nuestro espíritu misionero. Y misionero significa conciencia viva de ser enviado y de discípulo; si bien este envío puede ser al vecino de casa, al cliente en el trabajo, al que encuentro en la parada del autobús o del semáforo, a la joven pareja que se prepara para el matrimonio... Hoy en día misionar no es únicamente marchar a un país lejano a predicar la fe y el estilo de vida de Cristo, es también una tarea que se lleva a cabo en el propio barrio, en las plazas de la ciudad e incluso entre las paredes del propio hogar. PERO sin dejar de ser “ir” a lugares donde el evangelio de Jesús no es conocido… nos alienta el ejemplo de los mártires del Zenta, el Padre Pedro Ortiz de Zárate, vicario de Jujuy, el sacerdote jesuita Antonio Solinas y sus acompañantes criollos y aborígenes que salieron y dejaron todo para mostrar el inmenso amor a Dios y de Dios y que esperaban participar de los bienes prometidos en el cielo.

La misión puede más que el miedo. Sigue siendo ejemplo lo sucedido en 1683 al norte de nuestra Patria y parafraseando a san Juan Pablo II podríamos decir: "No tengan miedo de ser misioneros". Porque, a decir verdad, algunas veces al menos nos atenaza el temor, el respeto humano, el ‘qué pensarán’ y el ‘qué dirán’, hasta a veces en el seno del presbiterio, en las mismas comunidades religiosas y hasta con el Obispo. Es propio de la naturaleza caída (decimos humano) sentir miedo, pero la misión ha de superar y sobrepasar nuestros temores. El futbolista ya no tiene miedo de hablar de fútbol, ni el médico o el maestro de hablar de realidades de su vocación/ profesión. Conociendo las distancias con los ejemplos: ¿Hemos de tener miedo, los cristianos, de hablar de Cristo: su persona, su vida, su verdad, su amor, su misterio?, decimos con san Pablo VI: “hablar de él es lo que más me gusta” La fe y la misión comienzan en el corazón, eso es verdad, pero han de terminar en los hechos y en los labios, afirmamos esto con santa Teresita y con san Francisco Javier.

Debemos orar mucho, mucho, mucho, porque todos, para la misión, debemos recibir la fuerza que viene de lo alto, el Espíritu Santo, y vencer, con la ayuda de la gracia, cualquier muestra de miedo ¡Es nuestra hora! ¿La dejaremos pasar?, nos interroga el Papa Francisco. También ustedes, maestros y educadores cristianos, que tienen en sus manos la niñez y la adolescencia, ¡sean misioneros en la escuela! ¿Podremos permitir que el miedo prevalezca sobre nuestra misión cristiana? Nuestra misión ha de ser nuestra corona y nuestra gloria.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...