miércoles, 31 de octubre de 2018

HOMILIA TODOS LOS SANTOS, solemnidad. Jueves (01 de noviembre de 2018)

TODOS LOS SANTOS, solemnidad. Jueves (01de noviembre de 2018) Primera: Apocalipsis 7, 2-4.9-14; Salmo: Sal 23, 1-6; Segunda: 1Juan 3, 1-3; Evangelio: Mateo 5, 1-12a Nexo entre las LECTURAS… Temas... Sugerencias… La antífona de entrada es quien nos sugiere el nexo y el tema y las sugerencias: «Alegrémonos todos en el Señor al celebrar este día de fiesta en honor de todos los Santos. Los ángeles se alegran de esta solemnidad y alaban a una al Hijo de Dios» (Entrada). 1. La Liturgia de la Iglesia peregrina se une hoy a la de la Iglesia celestial para celebrar a Cristo Señor, fuente de la santidad y de la gloria de los elegidos, «muchedumbre inmensa que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas» (ib 9). Todos están «marcados en la frente» y «vestidos con vestiduras blancas», lavadas «en la sangre del Cordero» (ib 3, 9.14). Marca y vestidos son símbolos del bautismo que imprime en el hombre el carácter inconfundible de la pertenencia a Cristo y que, purificándolo del pecado, lo reviste de pureza y de gracia en virtud de su sangre. Pues la santidad, de nuevo lo dice el Papa Francisco, no es otra cosa que la maduración plena de la gracia bautismal, y así es posible en todos los bautizados (Conc. Vat. II). Los Santos que festeja hoy la iglesia no son sólo los reconocidos oficialmente por la canonización, sino también aquellos otros muchos más numerosos y desconocidos que han sabido, «con la ayuda de Dios, conservar y perfeccionar en su Vida la santificación que recibieron» (LG 40). Santidad oculta, vivida en las circunstancias ordinarias de la vida, como dice el Papa “santos de la casa de al lado, sin brillo aparente, sin gestos que atraigan la atención por lo esplendoroso, pero real y preciosa. Mas hay una característica común a todos los elegidos: «Estos son -dice el sagrado texto los que vienen de la gran tribulación» (Ap 7, 14). «Gran tribulación» es la lucha sostenida por la defensa de la fe, son las persecuciones y el martirio sufridos por Cristo (el Papa en la Misa de canonización del Domingo 14.10), y lo son también las cruces y los trabajos de la vida cotidiana. Los Santos llegaron a la gloria sólo a través de la tribulación, la cual completó la purificación comenzada en el bautismo y los asoció a la pasión de Cristo para asociarlos luego a su gloria. Llegados a la bienaventuranza eterna, los “elegidos” no cesan de dar gracias a Dios por ello y cantan «con voz potente»: «La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono y del Cordero» (ib 10). Y responde en el cielo el «Amén» eterno de los ángeles postrados delante del trono del Altísimo (ib 11-12); y debe responder en la tierra el «Amén» de todo el Pueblo de Dios que camina hacia la patria celestial esforzándose en imitar la santidad de los elegidos. «Amén», así es, por la gracia de Cristo que abre a todos el camino de la santidad. 2. La segunda lectura (1 Jn 3, 1-3) reasume y completa el tema de la primera lectura poniendo en evidencia el amor de Dios que ha hecho al hombre hijo suyo y la dignidad del mismo hombre que es realmente hijo de Dios. «Miren qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!» (ib 1). Don que no se reserva para la vida en el cielo (que llamamos eterna), sino que se otorga ya en la vida presente, realidad profunda que transforma interiormente al hombre haciéndolo partícipe de la vida divina. Con todo, aquí en la tierra es una realidad que permanece velada; se manifestará plenamente en la gloria; entonces «seremos semejantes a Dios, porque le veremos tal cual es» (ib 2). La gloria que contempla hoy la Iglesia en los Santos es precisamente la que se deriva de la visión de Dios, por la cual están revestidos e incluidos de su resplandor infinito. 3. En el Evangelio (Mt 5, 1-123) Jesús mismo ilustra el tema de la santidad y de la bienaventuranza eterna mostrando el camino que conduce a ella. Punto de partida son las condiciones concretas de la Vida humana donde el sufrimiento no es un incidente fortuito, sino una realidad conexa a su estructura. Jesús no vino a anularlo, sino a redimirlo, haciendo de él un medio de salvación y de bienaventuranza eterna. La pobreza, las aflicciones, las injusticias, las persecuciones aceptadas con corazón humilde y sumiso a la voluntad de Dios, con serenidad nacida de la fe en Él y con el deseo de participar en la pasión de Cristo, no envilecen al hombre, antes lo ennoblecen; lo purifican, lo hacen semejante al Salvador doliente y, por ende, digno de tener parte en su gloria. «Bienaventurados los pobres..., bienaventurados los que lloran… bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia..., bienaventurados los perseguidos..., porque de ellos es el Reino de los Cielos» (ib 3-4.6.10). También las otras cuatro bienaventuranzas, aunque no digan relación directa al sufrimiento, exigen un gran espíritu de sacrificio. Pues no se puede ser manso, misericordioso, puro de corazón o pacífico sin luchar contra las propias pasiones y sin vencerse a sí mismo para aceptar serenamente situaciones difíciles y sembrar doquiera amor y paz. El itinerario de las bienaventuranzas es el recorrido por los santos; pero de modo especialísimo es el recorrido por Jesús que quiso tomar sobre sí las miserias y sufrimientos humanos para enseñar al hombre a santificarlos. En él pobre, doliente, manso, misericordioso, pacifico, perseguido y por este camino llegado a la gloria, encuentra el cristiano la realización más perfecta de las bienaventuranzas evangélicas. También, el itinerario de las bienaventuranzas es el de la Virgen María, Madre del Amor Hermoso y Madre nuestra, de toda la humanidad. ¡Feliz día!

lunes, 29 de octubre de 2018

HOMILIA Domingo Trigésimoprimero del TIEMPO ORDINARIO cB (04 de noviembre de 2018)

Domingo Trigésimoprimero del TIEMPO ORDINARIO cB (04 de noviembre de 2018) Primera: Deuteronomio 6, 2-6; Salmo: Sal 17, 2-4. 47. 51ab; Segunda: Hebreos 7, 23-28; Evangelio: Marcos 12, 28b-34 Nexo entre las LECTURAS AMARÁS… "Amarás al Señor tu Dios..."; "amarás al prójimo...". Éste es el mensaje de la liturgia y la esencia del amor cristiano. AMAR es el mandamiento más grande de todos, nos dice Jesús en el evangelio. En la primera lectura, el pueblo de Israel confiesa su fe en el Dios único y, a partir de ella, profesa su amor total y exclusivo a Yahvéh. Jesucristo, nuestro sumo sacerdote, manifiesta lo que enseña ofreciéndose a sí mismo al Padre (segunda lectura) para salvación de los hombres e intercediendo en el cielo a nuestro favor. Temas... Un amor "nuevo". La respuesta de Jesús al escriba, que le ha preguntado sobre cuál -de entre los 613 mandamientos que existían en su tiempo- era el primero y más importante, está tomada del Antiguo Testamento. La primera parte la toma del Deuteronomio, correspondiente a la primera lectura de este Domingo; la segunda, del libro del Levítico, referida al amor al prójimo (19,18). La novedad del amor cristiano no está en el contenido, ya conocido y revelado por Dios, la novedad está en que, ahora, por la gracia y la asistencia del Espíritu Santo, podemos practicarlo. Para que sea cristiano, este amor (a Dios y al Prójimo) debe llegar a constituir un único amor inseparable y lo mejor todavía es que ¡podemos vivirlo!. Este amor cristiano es "nuevo" por la PASCUA y descubrimos que en él se resumen y estructuran todos los otros preceptos existentes en el mundo judío, como también todos los mandamientos, leyes y preceptos de la existencia cristiana en cada momento de la historia. El lazo del amor es el lazo de la perfección y lo hace posible Dios con el don del Espíritu Santo en un renovado Pentecostés en cada momento de la historia. Desde el amor todos los preceptos se revisten de la hermosura y de la perfección misma del amor. El texto evangélico termina diciendo: "Y ninguno se atrevía a hacerle preguntas", para indicar que la respuesta ha dado en el centro, y por tanto cualquier otra pregunta sobra. Los discípulos misioneros asistidos por la gracia descubrimos el amor "nuevo" en la cruz de Cristo, donde nuestro sumo sacerdote se ofrece como víctima de amor al Padre por amor a los hombres pecadores (segunda lectura). Un culto "nuevo". El escriba, haciéndose eco de las palabras de Jesús, replica: "El amor a Dios y el amor al prójimo vale más que todos los holocaustos y sacrificios" (evangelio). Un culto "nuevo" parece insinuarse en estas palabras; un culto, donde los holocaustos y sacrificios no valen por sí, sino sólo en cuanto expresión de amor y en cuanto predisposición para el amor… sea a Dios sea al prójimo, o mejor, a Dios en el prójimo y al prójimo en Dios. En este sentido, no importa que el templo de Jerusalén desaparezca o sea destruido, porque donde exista el amor verdadero, el amor "nuevo", podrá continuar el culto "nuevo", en el que las víctimas no serán los animales (toros y machos cabríos) sino el hombre en la profundidad interior de su ser y de su persona. Ese culto "nuevo" no necesita de muchos sacerdotes (en el templo de Jerusalén había diariamente cientos de sacerdotes ejerciendo su oficio), sino de uno solo, Jesucristo, sumo y eterno sacerdote ante el Padre para redimir a los hombres. Los sacerdotes de la nueva alianza no aumentan el número, sino que prolongan en el tiempo el único sacerdocio de Jesucristo. Parafraseando a san Agustín, el templo "nuevo" en espíritu y en verdad, exige un culto "nuevo" también en espíritu y en verdad; el culto "nuevo" reclama un corazón "nuevo", que cante con un cántico "nuevo" (aleluya) con los labios, pero sobre todo con la vida. Por eso es necesario rezar por las vocaciones sacerdotales. Sugerencias... En la cruz de Cristo se unen para siempre el madero vertical, amor a Dios, y el madero horizontal, amor al prójimo. No existe la cruz sin la unión de ambos maderos. No existe el amor cristiano sin la unión de ambos amores en el único misterio de la cruz. Es importante esta afirmación porque no es pequeña la tentación de separar lo que Jesucristo ha unido para siempre. Es grande la tentación de amar tan exclusivamente a Dios que nos olvidemos de los hombres; o la tentación de amar tan exclusivamente a los hombres que nos olvidemos de Dios. Rezamos para no caer en esta tentación, que si no es vencida, trae consigo consecuencias bastante dañinas. Por ejemplo, se deja la oración porque "la entrega a los demás y las actividades en favor de los demás son ya oración". O se ha llegado a tal "perfección" en el amor a Dios que se puede con libertad murmurar y hablar mal del prójimo con la conciencia tranquila. Puesto que es mucho más difícil mantener uncidos estos dos amores que separarlos, hemos de estar muy atentos sobre nuestras actitudes y nuestros comportamientos para con Dios y para con nuestros hermanos. Si al final de cada día, cada cristiano examinara su conciencia sobre este amor "nuevo" y nos propusiésemos ir progresando, día tras día en el amor, la vivencia del cristianismo mejoraría en muchos de nosotros y -por nuestro medio- en la cultura que nos rodea. Lo más significativo de estos dos amores, vertical y horizontal, es que constituyan una cruz y no una cómoda butaca. La experiencia y la vida de Jesucristo nos dicen -elocuentemente- que el amor cristiano, llevado a sus últimas consecuencias, termina en una cruz. Desde esa cruz el amor se abre a los cuatro puntos cardinales, se hace universal. Amor y Eucaristía. El amor de Jesucristo al Padre y a los hombres hasta la cruz y la resurrección se renueva hora tras hora en cada Altar donde se celebra la Eucaristía. El amor vertical y horizontal de Jesús, su amor universal, no ha pasado a la historia, sino que la cruza hora tras hora y día tras día hasta el fin de los tiempos. La Eucaristía es el amor redentor de Jesús memorializado, más allá de las condiciones históricas de su pasión y muerte. En la Eucaristía se repite, bajo el velo del sacramento, su pasión de amor en el corazón de la historia. A esta luz se comprenden dos urgencias pastorales: 1) Una catequesis generalizada y permanente, desde los niños hasta los adultos, sobre la riqueza de significado y sobre los frutos estupendos de la Eucaristía. Quien logre descubrir la profundidad del amor de Jesucristo en la Eucaristía, se enamorará de ella seguramente. 2) El despertar en la conciencia de los cristianos que la Eucaristía de Jesús es inseparable de la eucaristía de los cristianos. Es decir, que el amor de Jesucristo a Dios y a los hombres en la Eucaristía es un imperativo ineludible para que el cristiano se juegue su vida a la única carta del amor a Dios y al prójimo. María, Reina de los Mártires y Pastores, ruega por nosotros.

lunes, 22 de octubre de 2018

Opus Dei: La vida de Juan Pablo II en 5 minutos

Papa Francisco en Santa Marta Viernes 19 de octubre de 2018

Homilía del Papa Francisco en Santa Marta Viernes 19 de octubre de 2018 Jesús habla de la levadura (Lc 12,1-7) que hace crecer, pero también hay una levadura mala que arruina, que hace crecer hacia el interior, como los fariseos, de los doctores de la Ley de aquel tiempo, de los saduceos, y que es la hipocresía. Se trata de gente encerrada en sí misma, que piensa en aparentar, en disimular, en dar limosna y luego tocar la trompeta para que se sepa. La preocupación de estas personas es proteger lo que tienen dentro, su egoísmo, su seguridad: cuando hay algo que los pone en dificultad, como el hombre agredido y dejado medio muerto, o encuentran a un leproso, miran a otro lado, según sus leyes internas. Esa levadura –dice Jesús– es peligrosa: “cuidado con la levadura de los fariseos”. Es la hipocresía. Jesús no tolera la hipocresía: ese aparentar, con bonitas formas de educación por fuera, pero con malas costumbres por dentro. Jesús mismo dice que por fuera son hermosos, como los sepulcros, pero dentro hay putrefacción, destrucción. La levadura que hace crecer hacia el interior no tiene futuro, porque en el egoísmo, en el dirigirse a uno mismo, no hay futuro. En cambio, hay otro tipo de persona con otro fermento, que es lo contrario: que hace crecer hacia fuera. Hace crecer como herederos, para tener una herencia. En la Carta a los Efesios (1,11-14), San Pablo explica que “en Cristo hemos heredado también los hijos de Israel, los que ya estábamos destinados por decisión del que lo hace todo según su voluntad, para que seamos alabanza de su gloria quienes antes esperábamos en el Mesías”. La referencia es a personas proyectadas hacia fuera. A veces se equivocan, pero se corrigen; a veces caen, pero se levantan. Incluso a veces pecan, pero se arrepienten. Pero siempre hacia afuera, hacia esa heredad, porque les fue prometida. Y esa gente es gente alegre, porque se le ha prometido una felicidad muy grande: que serán gloria, alabanza de Dios. Y el fermento –dice Pablo– de esa gente es el Espíritu Santo, que nos empuja a ser alabanza de su gloria, de la gloria de Dios: “Habéis sido marcados con el sello del Espíritu Santo prometido. Él es la prenda de nuestra herencia, mientras llega la redención del pueblo de su propiedad, para alabanza de su gloria”. Jesús nos quiere siempre en camino con el fermento del Espíritu Santo que nunca hace crecer por dentro, como los doctores de la Ley, como los hipócritas. El Espíritu Santo empuja hacia fuera, al horizonte. Así quiere Jesús que sean los cristianos: aunque con dificultades, con sufrimientos, con problemas, con caídas, siempre adelante con la esperanza de encontrar la herencia, porque tiene la levadura que es prenda, que es el Espíritu Santo. Pues esas son las dos personas: una que, guiada por su egoísmo, crece por dentro. Tiene una levadura –el egoísmo– que la hace crecer hacia el interior, y solo se preocupa de aparecer bien, parecer equilibrado, que no se vean las malas costumbres que tienen. Son los hipócritas, y Jesús dice: “Cuidaos”. La otra gente son los cristianos: tendríamos que ser los cristianos, porque también hay cristianos hipócritas, que no aceptan el fermento del Espíritu Santo. Por eso Jesús nos advierte: “Cuidado con la levadura de los fariseos”. La levadura de los cristianos es el Espíritu Santo, que nos empuja hacia fuera, nos hace crecer, con todas las dificultades del camino, también con todos los pecados, pero siempre con esperanza. El Espíritu Santo es la prenda de esa esperanza, de esa alabanza, de esa alegría. En el corazón, esa gente que tiene al Espíritu Santo como levadura, está gozosa, incluso con problemas y dificultades. Los hipócritas han olvidado qué significa estar alegre.

HOMILIA Domingo Trigésimo del TIEMPO ORDINARIO cB (28 de octubre de 2018)

Domingo Trigésimo del TIEMPO ORDINARIO cB (28 de octubre de 2018) Primera: Jeremías 31, 7-9; Salmo: Sal 125, 1-6; Segunda: Hebreos 5, 1-6; Evangelio: Marcos 10, 46-52 Nexo entre las LECTURAS Las referencias posibles para un nexo entre las lecturas de hoy: el camino, la luz, el retorno, la acción transformadora de Dios. Sugiero dos… La primera, en torno al tema del camino. Aquí el camino es mostrado como la vida de Jesús, culminado en el misterio pascual… Él muchas veces nos anuncia este misterio y nos invita a la participación. El salmo, desde las imágenes del pueblo que retorna, explica muy bien este camino: es un "sembrar con lágrimas" pero también "cosechar entre cantares". Sólo cuando Jesús ilumina, puede entonces el hombre ver claro que éste es el camino; y a nosotros, a pesar de estar ya "iluminados", nos es preciso invocar al Señor como "nuestro Maestro" y pedirle ¡que pueda ver! Lo hacemos hoy en la oración colecta. De lo contrario nos quedaremos sentados pidiendo limosna a cualquiera, o nos dejaremos atemorizar por tantas personas y cosas que procuran hacer callar nuestra plegaria (evangelio). La segunda, en torno a la acción misericordiosa y eficaz de Dios en favor de los hombres. Dios es poderoso y fiel haciendo retornar del exilio a la patria anhelada a numerosos hijos de Israel (primera lectura). Jesucristo, con el poder de su gracia, otorgará la vista al ciego Bartimeo que vence varios obstáculos para obtener su gran deseo de ver (evangelio). La eficacia salvífica de Dios se muestra de modo especial en Cristo, sumo sacerdote, que saca a los hombres de la ignorancia y del dolor, y los libra de sus pecados. Temas... La eficacia del amor de Dios. En términos naturales, eficaz es el que logra, por caminos acertados y en el menor tiempo posible, todo aquello que se propone. Pero la eficacia de Dios resulta que no es así y muchas veces es como al ‘revés’. Sabemos que Dios es eficaz y, además sabemos, que sus modos y tiempos no son como los nuestros. Muchas veces los caminos de Dios no son los que elegiríamos. A los judíos no les debió parecer un camino acertado el exilio en Babilonia, pero si a Dios, que de esta manera mostró la grandeza de su amor y misericordia haciéndolos retornar a la tierra prometida (primera lectura). Subir a Jerusalén es hermoso y más haciéndolo en compañía de Jesús, pero, saber que va a la pasión y muerte en Cruz, desafía inevitablemente los razonamientos humanos y la voluntad de seguimiento... sin embargo, en la Cruz, resplandece la fuerza divina del amor misericordioso del Redentor. Esa eficacia misteriosa del amor redentor continúa viva y vivificadora a lo largo de los siglos hasta nuestros días (Aparecida) y hasta el fin de los días. Cada vez que celebramos la Eucaristía se actualiza de nuevo este misterio de Amor, Dios que se entrega para darnos vida y nosotros que nos entregamos para vivir. Fe y esperanza. Los exiliados de Babilonia no podían olvidar las maravillas de Dios en la historia de su pueblo. Dios había mostrado la fuerza de su brazo en el Éxodo y en la conquista de la tierra prometida. Ellos creen y confían que Dios volverá a actuar eficazmente a su favor, aunque no sepan cuándo ni cómo. Bartimeo tiene una gran fe en que Jesús, el Mesías descendiente de David, puede curar su ceguera, por eso grita sin temor alguno y con ánimo: "Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí". ¿Creemos en el Don de Dios, que hace nuevas todas las cosas? Coherencia fe-vida. Si aceptamos el amor de Dios, hemos de ser coherentes con sus exigencias. Como cristianos estamos llamados a ser testigos de la acción de Dios en nosotros. Los exiliados de Babilonia se ponen en camino hacia la Palestina, Bartimeo sigue a Jesús en el camino a Jerusalén. Los discípulos misioneros, redimidos por Cristo sumo sacerdote, debemos seguirlo, con alegría, en la edificación del Reino peregrinos de la Jerusalén Celestial practicando los mandamientos y las obras de misericordia. Sugerencias... ¡Señor, que vea! El ciego Bartimeo es figura y símbolo de la Iglesia, pues, frente al misterio del sufrimiento, de la cruz, de la muerte… experimentamos, como él, la ceguera, el inmovilismo, la indigencia. ¡Cuántos Bartimeos hay en nuestro tiempo ante el gran misterio del sufrimiento y del dolor inocente! Hay mucha ceguera ante la injusticia del sufrimiento… además hay una cultura de hacernos creer que el ‘no sufrir’ es la meta de la perfección humana. Humildemente pidamos ayuda a Dios frente al misterio del dolor, del sufrimiento, para seguir haciendo el bien. Pidamos creer que, para los que aman a Dios, todas las cosas contribuyen para el bien. Que el Señor nos conceda a todos repetir una y otra vez: "¡Señor, que vea!", para que viendo crea, y creyendo siga firmemente en el camino del Reino. Seguir a Cristo. Discípulo Misionero es aquél que cree en Cristo y camina tras sus huellas. El seguimiento de Cristo no es seguir una doctrina, es seguir a una Persona, al Hijo de Dios hecho hombre. Vivamos la alegría de entregarnos a Jesucristo para ‘hacerlo presente’, con su ayuda, en la Iglesia y en el mundo. Seamos ‘cristo’ para los demás. Tomemos nuestra vocación cristiana como una gracia para unirnos a Dios y a los demás, para alabanza y gloria de su Nombre, para nuestro bien y el de toda su Santa Iglesia. ¿Qué puedo hacer para que esto sea posible?

viernes, 12 de octubre de 2018

HOMILIA DEL PAPA HOY 12 DE OCTUBRE DEL 2018

Homilía del Papa Francisco en Santa Marta Viernes 12 de octubre de 2018 Como vemos en el Evangelio de hoy (Lc 11,15-26), el demonio, cuando toma posesión del corazón de una persona, se queda ahí, como en su casa, y no quiere salir. Cuando Jesús expulsa demonios, estos buscan arruinar a la persona, hacerle daño, incluso físicamente. Muchas veces Jesús expulsó demonios, que son sus y nuestros verdaderos enemigos. La lucha entre el bien y el mal a veces parece demasiado abstracta. Pero la verdadera lucha es la primera lucha entre Dios y la serpiente antigua, entre Jesús y el diablo. Y esa lucha se hace dentro de nosotros. Cada uno está en lucha, quizá sin saberlo, estamos en lucha. El Evangelio de hoy comienza con algunas personas que acusan a Jesús de haber expulsado un demonio por medio de Belcebú. Siempre hay malas lenguas, y se establece una discusión entre Jesús y esas personas. La esencia del demonio es destruir, su vocación es precisamente destruir la obra de Dios. Y el riesgo es ser como niños que se chupan el dedo creyendo que no es así, que son invenciones de los curas. Sin embargo, el demonio destruye, y cuando no puede destruir cara a cara, porque hay delante una fuerza de Dios que defiende a la persona, entonces, siendo más astuto que un zorro, busca el modo de retomar posesión de aquella persona. Dice el Evangelio que “cuando el espíritu inmundo sale de un hombre, anda vagando por lugares áridos, en busca de reposo, y al no hallarlo, dice: Volveré a mi casa –de donde había sido expulsado por Jesús–, de donde salí”. Hasta en el habla se presenta educadamente, diciendo “salí”, cuando en realidad fue expulsado. “Y al llegar, la encuentra barrida y arreglada. Entonces va por otros siete espíritus peores que él y vienen a instalarse allí, y así la situación final de aquel hombre resulta peor que la de antes”. Cuando el diablo no puede destruir directamente, piensa en otra estrategia, la estrategia que usa con todos nosotros. Somos cristianos, católicos, vamos a Misa, rezamos… Parece que todo está bien. Sí, tenemos nuestros defectos, nuestros pecadillos, pero todo parece en orden. Y él se hace el educado: va, ve, busca una buena pandilla, llama a la puerta: “¿Se puede? ¿Puedo entrar?”, y toca el timbre. Y esos demonios educados son peores que los primeros, porque no te das cuenta de que los tienes en casa. Y ese es el espíritu mundano, el espíritu del mundo. El demonio o destruye directamente con vicios, con guerras, con injusticias directamente, o destruye educadamente, diplomáticamente de ese modo que dice Jesús. No hacen ruido, se hacen amigos, te persuaden –“No, ve, no es para tanto, no, hasta ahí está bien”– y te llevan por la senda de la mediocridad, te hacen tibio por la vía de la mundanidad. Cuidado con caer en esa mediocridad espiritual, en ese espíritu del mundo, que nos corrompe por dentro. Me dan más miedo estos demonios que los primeros. Cuando me dicen: “Necesitamos un exorcista porque una persona está poseída por el diablo”, no me preocupo tanto como cuando veo a esa gente que abre la puerta a los demonios educados, esos que te persuaden por dentro de que no son tan enemigos. Yo muchas veces me pregunto: ¿Qué es peor, un pecado claro o vivir con el espíritu del mundo, de la mundanidad? ¿Que el demonio te tire en un pecado –o veinte, treinta pecados, pero claros, que te dan vergüenza–, o que el demonio esté a la mesa y viva contigo, y todo tan normal, y ahí, te va insinuando y te posee con el espíritu de la mundanidad? El espíritu de la mundanidad es eso: los que llevan los demonios educados. Acordaos de la oración de Jesús en la Última Cena –“defiéndelos del espíritu del mundo”–. Ante esos demonios educados que quieren entrar por la puerta de casa como invitados a bodas, decimos: Vigilancia y calma. Vigilancia: ese es el mensaje de Jesús, la vigilancia cristiana. ¿Qué pasa en mi corazón? ¿Porqué soy tan mediocre? ¿Porqué soy tan tibio? ¿Cuántos “educados” viven en mi casa sin pagar el alquiler?

domingo, 7 de octubre de 2018

HOMILIA Domingo Vigesimoctavo del TIEMPO ORDINARIO cB (14 de octubre de 2018)

Domingo Vigesimoctavo del TIEMPO ORDINARIO cB (14 de octubre de 2018) Primera: Sabiduría 7, 7-11; Salmo: Sal 89, 12-17; Segunda: Hebreos 4, 12-13; Evangelio: Mc 10, 17-30 Nexo entre las LECTURAS Entre tantas opciones que el hombre encuentra en su existencia, ¿cuál es la más importante, la opción suprema? El libro de la Sabiduría responde que ella, LA SABIDURÍA, es la más importante y afirma poseer un valor superior y más precioso que el poder, la riqueza, la salud, la belleza (primera lectura). El encuentro con el hombre (llamado por la tradición "Joven rico") permite a Jesús volver a anunciar que el seguimiento de Él es la única fuente de felicidad (evangelio). Nuestra vocación es estar donde Él nos quiere con Él y querer seguirlo. La autoridad y penetración eficaz de la Palabra de Dios merece ser reconocida como valor supremo, al igual que el mismo Dios (segunda lectura). ¡Que necesidad tenemos de pedir la gracia para querer lo que quiere, como lo quiere y porque lo quiere! Ánimo, seguir… adelante para amar y servir. Temas... Vocación del hombre. Ante la variedad y multiplicidad de ‘llamadas’, es necesario discernir para elegir hacer el bien y hacerlo realmente. Recordemos lo que enseña san Agustín… debemos amar lo que debe ser amado, hay que pedir la gracia de conocer qué debe ser amado y la gracia de querer hacerlo. En una auténtica vida humana la opción por Dios ocupa el primer lugar, luego las demás ‘cosas’ que nos pide nuestro Padre celestial, que en general se dice hacer el bien y evitar el mal. Cualquier otra respuesta resulta en perjuicio de la persona humana y, en definitiva, de la sociedad. Si por encima del seguimiento de Cristo ponemos los bienes de este mundo (bienes temporales) tal vez el "bolsillo" mejorará, pero con desventaja y daño de la persona humana y de la vocación de eternidad y de la misma naturaleza. Si la fitness y la belleza se ponen por encima de los valores morales, la sociedad contará con grandes atletas y con cuerpos esbeltos, pero con detrimento de las virtudes más profundamente humanas (y nos recuerda el Papa Francisco que son cristianas) como la caridad, la justicia, la honestidad, la lealtad, la fidelidad, la dignidad de la persona. A propósito, decía el Cura Brochero que si no tengo caridad ni a cristiano llego. Es más grave aun cuando se elige una vida viciosa (cómoda), o sea, elegir todo aquello que para el individuo y la sociedad es un mal aunque lo defina como bien por mandato del relativismo. El apego a las riquezas y más aún a las ‘mal habidas’ es un mal para el hombre y para la ‘casa común’, porque le impide seguir a Jesucristo y poner en Dios su corazón y obedecer sus mandamientos. El discípulo misionero está llamado a hacer “caritativamente” lo que Dios manda, lo que Dios le manda. Sentido de la vida. El amor a Dios no se opone al de los bienes materiales, ni al de la salud ni al de la belleza. Dios quiere que el hombre cuente con los medios necesarios para su vida, cuide su salud y la belleza de su figura. En comunión con Dios y sirviendo a los demás es como los bienes materiales bien habidos adquieren una plenitud que en sí no tienen, y -con la ayuda de la gracia- forman parte del designio de Dios para con el hombre. La Palabra de Dios y su autoridad no se oponen a la autoridad y palabra de los padres, educadores, gobernantes, cónyuges, hermanos; más bien, infunde en ellas una fuerza y eficacia que en sí no poseen. Además, es Dios quien ilumina la inteligencia humana para ver cuál es la respuesta mejor entre una serie de llamadas buenas y, con Él, cómo se ordenan entre sí para alcanzar la plenitud de la vocación que es estar con Dios en esta vida y en la eternidad. El hombre a solas, sin la iluminación de Dios, corre el riesgo de construir jerarquías erradas y dar respuestas desacertadas. La primera lectura, por eso, comienza precisamente así: "Supliqué y se me concedió la prudencia; invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría". Elegir el bien, la verdad, la pobreza, el desprendimiento, el verdadero amor, siempre termina recompensando con frutos buenos tanto para cada uno como para la sociedad. Así continua la primera lectura: "Con ella me vinieron a la vez todos los bienes". Y es lo que Jesús responde a Pedro, que representa a los Doce: "Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna". Sugerencias... A los jóvenes (especialmente con motivo del SÍNODO). Durante la juventud, emerge la gran riqueza afectiva que hay en sus corazones, el deseo profundo de un amor verdadero, maravilloso, grande. ¡Cuánta energía hay en esta capacidad de amar y ser amado! No permitan que este valor tan precioso sea falseado, destruido o menoscabado (Papa Francisco). Esto sucede cuando nuestras relaciones están marcadas por la instrumentalización del prójimo para los propios fines egoístas, en ocasiones como mero objeto de placer. El corazón queda herido y triste tras esas experiencias negativas. Se lo ruego: no tengan miedo al amor verdadero, aquel que nos enseña Jesús y que San Pablo describe así: “El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca”. (Papa Francisco) Belleza de la vocación. Invitar a descubrir la belleza de la vocación humana al amor, les pido que se rebelen contra esa tendencia tan extendida de banalizar el amor, sobre todo cuando se intenta reducirlo solamente al aspecto sexual, privándolo así de sus características esenciales de belleza, comunión, fidelidad y responsabilidad. (Papa Francisco) María, Madre de Gracia y de Juventud, ruega por nosotros.

JUBILEO DIOCESIS ALTO VALLE

viernes, 5 de octubre de 2018

25 secretos revelados por Jesús a santa Faustina para luchar contra el demonio

https://es.aleteia.org/2017/10/05/25-secretos-revelados-por-jesus-a-santa-faustina-para-luchar-contra-el-demonio 25 secretos revelados por Jesús a santa Faustina para luchar contra el demonio Píldoras de fe | Oct 05, 2017 EAST NEWS Comparte 22k Sor Faustina Kowalska registró las instrucciones de Cristo en su diario En Cracovia-Pradnik, el 2 de junio 1938, el Señor Jesús dictó a una joven Hermana de la Misericordia polaca un retiro de tres días. Sor Faustina Kowalska registró minuciosamente las instrucciones de Cristo en su diario, que es un manual de mística en la oración y la Divina Misericordia. Después de haber leído el Diario unas veces en los últimos 20 años, me había olvidado del único refugio que Cristo dio sobre el tema de la Guerra Espiritual. Luego, hace poco, fui invitado a dirigir un retiro en Trinidad basado en la “Conferencia sobre la Guerra Espiritual” de Cristo tal como se presenta en el Diario. En el Santuario de la Sagrada Familia, un grupo increíble de líderes laicos al servicio del arzobispo y sacerdotes, patrocinó el retiro la arquidiócesis de Trinidad y llenamos el Seminario de St. John Vianney para reflexionar sobre esta enseñanza. Aquí están los secretos que Jesús reveló a su pequeña novia Faustina sobre cómo protegerse de los ataques del demonio en la batalla espiritual Estas instrucciones se convirtieron en el arma de Faustina en la lucha contra el maligno enemigo Jesús comenzó: “Hija mía, quiero enseñarte acerca de la guerra espiritual”… 1.- Nunca confíes en ti misma, sino abandónate completamente a Mi voluntad. La confianza es un arma espiritual. La confianza es parte del escudo de la fe que san Pablo menciona en la Epístola a los Efesios (6,10-17): la armadura del cristiano. El abandono a la voluntad de Dios es un acto de confianza; la fe en acción disipa los malos espíritus. 2.- En la desolación, oscuridad y dudas, acude a Mí y a tu director espiritual, él siempre te escuchará en mi nombre. En tiempos de guerra espiritual, reza inmediatamente a Jesús. Invoca Su Santo Nombre, que este es muy temido en el inframundo. Traiga las tinieblas a la luz diciéndoselo a su director espiritual o confesor y siga sus instrucciones. 3.- No negocies con cualquier tentación; enciérrate inmediatamente en Mi Corazón. En el Jardín del Edén, Eva negoció con el diablo y perdió. Tenemos que recurrir al refugio del Sagrado Corazón. Corriendo hacia Cristo, es como le damos la espalda a lo demoníaco. 4.- A la primera oportunidad, releva la tentación a tu confesor. Una buena confesión, un buen confesor, y un buen penitente, son una receta perfecta para la victoria sobre la tentación y la opresión demoníaca, ¡esto no falla! 5.- Pon tu amor propio en el último lugar, de modo que este no contamine tus obras. El amor propio es natural, pero debe ser ordenado, libre de orgullo. La humildad vence al diablo, que es el orgullo perfecto. Satanás nos tienta al amor propio desordenado, que nos lleva a la piscina del orgullo. 6.- Ten gran paciencia contigo misma La paciencia es un arma secreta que nos ayuda a mantener la paz de nuestra alma, incluso en las grandes tormentas de la vida. La paciencia con uno mismo es parte de la humildad y la confianza. El diablo nos tienta a la impaciencia, a que se vuelva contra nosotros mismos de modo que nos enojemos. Mírate a ti mismo a la vista de Dios. Él es infinitamente paciente. 7.- No descuides las mortificaciones interiores. La Escritura enseña que algunos demonios sólo pueden ser expulsados con oración y ayuno. Las mortificaciones interiores son armas de guerra. Pueden ser pequeños sacrificios ofrecidos con gran amor. El poder del sacrificio por amor desaloja al enemigo. 8.- Siempre justifícate a ti misma las opiniones de tus superiores y de tu confesor. Cristo habla a santa Faustina que vive en un convento. Pero todos tenemos personas con autoridad sobre nosotros. El diablo tiene como objetivo dividir y conquistar, de manera que la humilde obediencia a la auténtica autoridad es un arma espiritual. 9.- Rechaza las murmuraciones como a una plaga. La lengua es una poderosa embarcación que puede hacer mucho daño. Estar murmurando o chismeando, nunca es de Dios. El diablo es un mentiroso que suscita acusaciones falsas y chismes que pueden matar la reputación de una persona. Rechaza las murmuraciones. 10.- Deja que todos actúen como quieran; pero tú tienes que actuar, como Yo quiero que lo hagas. La mente de uno mismo es la clave en la guerra espiritual. El diablo es un entrometido que intenta arrastrar a todo el mundo. Agrada a Dios y deja que las opiniones de los demás vayan por su camino. 11.- Observar la regla tan fielmente como te sea posible. Jesús se refiere a la regla de una Orden Religiosa aquí. La mayoría de nosotros hemos hecho algún voto delante de Dios y de la Iglesia y debemos ser fieles a nuestras promesas, es decir votos matrimoniales y promesas bautismales. Satanás tienta a la infidelidad, la anarquía y la desobediencia. La fidelidad es un arma para la victoria. 12.- Si alguien te causa problemas, piensa en el bien que puedes hacer a la persona que te hizo sufrir. Ser un vaso de misericordia divina es un arma para el bien y para derrotar el mal. El diablo trabaja sobre el odio, la ira, la venganza y la falta de perdón. Otros nos han hecho daño en algún momento. ¿Qué le devolveremos a cambio? Regresar una bendición rompe maldiciones. 13.- No derrames tus sentimientos. Un alma habladora será más fácilmente atacada por el demonio. Derrama tus sentimientos sólo ante el Señor. Recuerda, los espíritus buenos y malos escuchan lo que dices en voz alta. Los sentimientos son efímeros. La verdad es la brújula. El recogimiento interior es una armadura espiritual. 14.- Guarda silencio cuando seas reprendida. La mayoría de nosotros hemos sido reprendidos en algún momento. No tenemos ningún control sobre eso, pero sí podemos controlar nuestra respuesta. La necesidad de tener la razón todo el tiempo puede conducirnos a trampas demoníacas. Dios sabe la verdad. Déjala ir. El silencio es una protección. El diablo puede utilizar la justicia propia para hacernos tropezar también. 15.- No le pidas opinión a todos, sino sólo a tu confesor; sé tan franca y sencilla como un niño con él. La simplicidad de la vida puede expulsar a los demonios. La honestidad es un arma para derrotar a Satanás, el mentiroso. Cuando mentimos ponemos un pie en su terreno y él intentará seducirnos aún más. 16.- No se desanime por la ingratitud. A nadie le gusta ser subestimado. Pero cuando nos encontramos con la ingratitud o la insensibilidad, el espíritu de desánimo puede ser una carga para nosotros. Resista todo desaliento porque eso nunca proviene de Dios. Es una de las tentaciones más eficaces del diablo. Tenga gratitud en todas las cosas del día y saldrá ganando. 17.- No examines con curiosidad los caminos por donde yo te conduzco. La necesidad de conocer, y la curiosidad por el futuro es una tentación que ha llevado a muchas personas a los cuartos oscuros de los psíquicos, brujas, etc. Elija caminar en la fe. Decídase a confiar en Dios quien te lleva por el camino al cielo. Resista siempre al espíritu de curiosidad 18.- Cuando el aburrimiento y el desánimo golpean contra tu corazón, huye de ti mismo y escóndete en mi corazón. Jesús entrega el mismo mensaje una segunda vez. Ahora Él se refiere al aburrimiento. A principios del Diario, dijo a Santa Faustina que el diablo tienta más fácilmente a las almas ociosas. Tenga cuidado con el aburrimiento, es un espíritu de letargo o acedia. Las almas ociosas son presa fácil de los demonios. 19.- No temas a la lucha; la valentía a menudo intimida a las tentaciones, y no se atreven a atacarnos. El miedo es la segunda táctica más común del diablo (el orgullo es el primero). La valentía intimida al diablo, él huirá ante el perseverante coraje que se encuentra en Jesús, la roca. Todas las personas luchan, y Dios es nuestra provisión. 20.- Siempre lucha con la profunda convicción de que yo estoy contigo. Jesús instruye a una hermana en un convento para “luchar” con convicción. Ella puede hacerlo porque Cristo la acompaña. Los cristianos estamos llamados a luchar con convicción en contra de todas las tácticas demoníacas. El diablo trata de aterrorizar a las almas, debes resistir al terrorismo demoníaco. Invoca al Espíritu Santo en el transcurso del día. 21.- No te dejes guiar por el sentimiento, porque no siempre está bajo tu control. Todo el mérito radica en la voluntad. Todo el mérito radica en la voluntad, porque el amor es un acto de la voluntad. Somos completamente libres en Cristo. Tenemos que hacer una elección, una decisión para bien o para mal. ¿En qué terreno vivimos? 22.- Siempre depende de tus superiores, incluso en las cosas más pequeñas. Cristo está instruyendo a una religiosa aquí. Pero, todos tenemos al Señor como nuestro Superior. La dependencia a Dios es un arma de guerra espiritual, porque no podemos ganar por nuestros propios medios. Proclamar la victoria de Cristo sobre el mal es parte del discipulado. Cristo vino a derrotar a la muerte y el mal, ¡proclámalo! 23.- No te engañes con perspectivas de paz y consuelo; por el contrario, prepárate para grandes batallas. Santa Faustina sufrió física y espiritualmente. Ella estaba preparada para grandes batallas por la gracia de Dios que la sostuvo. Cristo nos instruye claramente en las Escrituras para estar preparados para grandes batallas, para ponernos la armadura de Dios y resistir al diablo (Ef. 6,11). Estar atentos y discernir siempre. 24.- Sepa bien que estás en un gran escenario donde todo el cielo y la tierra, están mirando. Estamos todos en un gran escenario donde el cielo y la tierra están viendo. ¿Qué mensaje estamos dando con nuestra forma de vida? ¿Qué clase de tonalidades irradiamos: luz, oscuridad o grises? ¿La forma en que vivimos atrae más luz o más oscuridad? Si el diablo no tiene éxito en llevarnos a la oscuridad, tratará de mantenernos en la categoría de los tibios, que no es agradable a Dios. 25.- Lucha como un caballero, de modo que Yo pueda recompensarte. No seas excesivamente temerosa, porque no está sola. Las palabras del Señor a santa Faustina pueden convertirse en nuestro lema: ¡Lucha como un caballero! Un Caballero de Cristo sabe bien la causa por la que él lucha, la nobleza de su misión, el Rey a quien sirve, y con la bendita certeza de la victoria, que lucha hasta el final, incluso a costa de su vida. Si una joven, sin educación, una simple monja polaca unida a Cristo, puede luchar como un Caballero, todo cristiano puede hacer lo mismo. La confianza es victoriosa. Citas del Diario de Santa Faustina propiedad de los Marianos de la Inmaculada Concepción, Stockbridge, Massachusetts.

HOMILIA Domingo Vigesimoséptimo del TIEMPO ORDINARIO cB (07 de octubre de 2018)

Domingo Vigesimoséptimo del TIEMPO ORDINARIO cB (07 de octubre de 2018) Primera: Génesis 2, 4b. 7a. 18-24; Salmo: Sal 127, 1-6; Segunda: Hebreos 2, 9-11; Evangelio: Marcos 10, 2-16 Nexo entre las LECTURAS El tema de la UNIDAD con el signo del “matrimonio” domina la liturgia de este Domingo. Están, la ley de Moisés que permite repudiar a la esposa y la enseñanza de Jesús que vuelve a la ley originaria puesta en la naturaleza, según la cual "el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán dos en una sola carne" (el evangelio citando la primera lectura). EL proyecto de Dios es la unidad, la comunión, no la exclusión, la división, la negación del otro. En la segunda lectura, se nos recuerda que Jesús, que es el esposo de la humanidad -Iglesia-, se entrega a ella hasta la muerte para purificarla y santificarla con su sangre… de esta manera viene a ser verdadero prototipo del amor esponsal… En la manera de decir del Papa Francisco desde el inicio de su pontificado que tenemos que ayudarnos unos a otros, sostenernos, custodiarnos… unirnos para la gloria de la Dios y salvación de todos… especialmente el 19 de marzo de 2013, en el Jubileo de la Misericordia y en Amoris Letitia. Temas... El anuncio maravilloso de Jesús. Deberíamos decir que nuestro Señor presenta un ideal, y que es el único que realiza verdaderamente el proyecto de Dios sobre los hombres. O sea, que es el único que hace que el hombre se realice verdaderamente como persona. Y ese ideal consiste en el AMOR que dura y crece siempre, que quiere seriamente el bien del otro, que hace todo lo necesario para cultivar ese amor. El amor que es consciente de que, en definitiva, está realizando el propio Amor de Dios. Este ideal (de la unidad) resulta muchas veces difícil, como difíciles son los ideales que presenta Jesús: amar a los enemigos, perdonar siempre, venderlo todo y darlo a los pobres... solo es posible con la ayuda de la gracia y sabemos que si se realizan todas estas virtudes sería de verdad, el Reino de Dios, la Civilización del Amor, que es el mejor mundo para los hombres. Y por tanto, debemos seguir anunciando estos ideales y trabajar por realizarlos en la práctica de las obras de misericordia y de las virtudes. El evangelio de hoy puede ser una buena ocasión para recordar -y valorar- el MATRIMONIO y a los matrimonios, en especial a los más cercanos a nosotros. Hablar y festejar la importancia de la grandeza del matrimonio y de su compromiso: conviene recuperar la decisión de amor de los orígenes, recordar que el amor sigue siendo bendecido por Dios y siguen siendo «sacramento», signo e instrumento de la unión de los hombres entre sí y de los hombres con Dios. También será ocasión para poner ante Dios, en la oración de la comunidad, la realidad actual -tan numerosa- de matrimonios rotos, de amor dividido… con todo lo que supone de consecuencias negativas para las familias y para la sociedad, y muy especialmente para los hijos. Puede ser ocasión para plantearse qué respuesta damos como comunidad cristiana (eclesial) a los matrimonios, a los que no son aún Matrimonio, a las familias, a los jóvenes. ¿Cómo ayudamos a que la voluntad de amor que Dios tiene para con las parejas sea posible en el día a día? También puede ser oportuno presentar la oración por el inicio y las tareas del Sínodo de la JUVENTUD, tal vez organizar jornadas de oración, de adoración, de ayuno, de abstinencia, de lectura, de práctica de la caridad para con familias de las periferias de nuestras comunidades, barrios y ciudades. Sugerencias... «Lo que Dios ha unido... ». El evangelio clarifica la cuestión del matrimonio, en la que Jesús, más allá de Moisés, se remite al orden original que se relata en el texto del Génesis (de la creación). Un orden que no es una ley positiva, cambiante, sino que está escrito en la naturaleza del hombre. Esta naturaleza es un misterio de comunión (varón y mujer) corporal y espiritual. El hombre y la mujer se convierten en «una sola carne» corporalmente, y como el hombre «abandona a su padre y a su madre para unirse a su mujer», y de esta unión nacen hijos que deben ser educados, ambos se convierten también en «un solo espíritu». Por eso la unión, que se remonta a un acto de Dios, es definitiva y no puede ser rota por el hombre. El episodio de la bendición de los niños, que se añade al final del evangelio, puede relacionarse con lo anterior. Los niños son aquí expresamente el modelo de todo hombre que acepta el reino de Dios, y por tanto también de los cónyuges cristianos, que, si conservan ante Dios la actitud del niño, no pueden adoptar frente al esposo o la esposa la actitud superior de dominio que suele ser propia del adulto que está alejado de los mandamientos y virtudes. Permanecer juntos como niños ante Dios hace posible una comprensión y una benevolencia mutuas, con las que se superan las inevitables tensiones de la existencia. «El Señor Dios trabajó la costilla que le había sacado al hombre, haciendo una mujer». En la primera lectura aparece el relato de la creación de la mujer a partir de la costilla de Adán: el orden de la redención de Jesús confirma plenamente el orden de la creación del Padre. El sentido profundo de este texto es evidente: el hombre y la mujer son ya, desde los orígenes, una sola carne, de modo que su unirse y su «ser una sola carne» corresponde a su esencia más personal e intransferible. El varón domina los animales, pero en la mujer se reconoce a sí mismo: « ¡Esta sí que es carne de mi carne!». «Por eso» -se dice expresamente- el varón se une a la mujer y ambos se convierten en lo que ya son: una sola carne. A la fecundidad de esta unidad se alude en el primer relato de la creación; esta fecundidad pertenece, como ya se ha dicho, a la fundación de la indisolubilidad de la unión, como subraya Jesús. Virgen presente y buena en Caná de Galilea, ruega por nosotros y por todos los matrimonios y familias.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...