martes, 27 de febrero de 2018

HOMILIA Tercer Domingo de CUARESMA cB (04 de marzo 2018)

Tercer Domingo de CUARESMA cB (04 de marzo 2018)
PrimeraÉxodo 20, 1-17; Salmo: Sal 18, 8-11; Segunda: 1 Corintios 1, 22-25; Evangelio: Juan 2, 13-25
Nexo entre las LECTURAS
“Nosotros predicamos a Cristo crucificado, que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios” (segunda lectura). En esta expresión puede resumirse el mensaje central de la Liturgia de este Domingo –tercero– de cuaresma. Fuerza y sabiduría de Dios manifestada en Cristo glorificado que superan y perfeccionan la fuerza y sabiduría de Dios manifestado en el Decálogo (primera lectura). Fuerza y sabiduría de Dios que instauran un nuevo templo y un nuevo culto, situado no ya en un lugar, cuanto en una persona (‘Él hablaba del templo de su cuerpo’): Cristo crucificado, muerto y resucitado en quien la relación entre Dios y el hombre alcanza su plenitud y su esperanza.
Temas...
Jesucristo, sabiduría de Dios. La revelación de Dios es un largo y progresivo camino de sabiduría divina. Esa sabiduría se revela según los eternos designios de Dios que acompaña al crecimiento espiritual y corporal de los hombres. Esto es la condescendencia divina, Providencia. Y requiere, de parte del hombre, la aceptación de nuestra historicidad con todos los límites y condicionamientos que comporta. Después de largos siglos en que la sabiduría divina se fue manifestando en enseñanzas, instituciones, profetas y sabios, la sabiduría de Dios se encarna en Jesús de Nazaret, pero con caracteres bastante diversos a lo esperado. Jesús dirá que no ha venido a abolir la ley sino a perfeccionarla, por eso no basta el decálogo, con su amor a Dios y al hombre, es necesario añadir que se trata de amar a Dios en su misterio trinitario revelado por Jesucristo, y de amar al prójimo, incluso si es nuestro enemigo. Jesús, como nuevo templo, interioriza el culto cristiano, fundado no en sacrificios ni ritos externos, sino en la acción del Espíritu de súplica, alabanza y adoración. Tanto en uno como en otro caso, se trata de una sabiduría que mana del Espíritu de Dios, no obra del hombre ni de sus capacidades superiores (Salmo).
La cruz, sabiduría de Cristo y del cristiano. La sabiduría de Jesucristo brilla con una fuerza particular en la ‘locura’ de la cruz. La cruz era el objeto más horrible a los ojos de un buen romano, y para un piadoso judío era signo de maldición divina. ¡A quién se le ocurre hacer de la cruz el signo más elocuente de la sabiduría de Dios y del cristianismo! Ciertamente no a los hombres, pero se le ocurrió a Dios. Ante la figura de Cristo crucificado, la sabiduría humana o cae de rodillas en actitud de reconocimiento de una ciencia misteriosa y superior, o se rebela y sucumbe bajo el peso insoportable de algo que sobrepasa el humano razonamiento. Desde hace veinte siglos Jesús sigue proclamando desde el Gólgota que el madero de la cruz es el verdadero árbol de la ciencia del bien y del mal, de la ciencia y de la vida. Los cristianos hemos de ser conscientes de que en la cruz está nuestra verdadera sabiduría, y que hemos de anunciar a todos el Evangelio de la cruz, el evangelio del sufrimiento, de la ofrenda y de la entrega. Más aún, es una gracia que debemos pedir a Dios, Espíritu Santo.
La ‘potencia’ de Cristo crucificado. Ningún crucificado antes de Cristo pudo hacer de la cruz su trono y su cetro. Solo Cristo ha llevado a cabo esa transformación que parecía imposible: ha cambiado el signo de ignominia en signo de salvación. Para los que creemos, en efecto, la cruz es potencia de Dios. El decálogo era signo del pacto entre el Dios soberano e Israel su vasallo; el templo, con su imponente grandiosidad de edificio, de rito y de sacrificio, era signo del poder y trascendencia de Dios. Con Jesús la omnipotencia de Dios se hace patente en la debilidad de la carne, en la maldición de un madero, en la humana ignominia de un crucificado. La Cruz muestra de manera excelsa y maravillosa la misericordia de Dios y la llamada universal a la salvación. Los hombres, generación tras generación, no podemos comprender este gran misterio. Quienes se dejan seducir por Él y aceptan Su gracia y en Él entran –por la obediencia y la humildad–, alcanzan la sabiduría de la fe y son capaces de ser discípulos–misioneros.
Sugerencias...
EXIGENCIA. La lectura del decálogo y las amenazas que en él se encuentran debería llevar a una consideración importante: Dios es exigente. Ser creyente –formar parte del pueblo de Dios– implica una fidelidad trabajada en un estilo de vida virtuoso. La Cuaresma es una llamada a revisar cómo vivimos ese estilo de vida. Marcarse algún objetivo de conversión en algunos puntos concretos de modo que la renovación de las promesas del bautismo en la Vigilia Pascual sea algo auténtico.
La segunda lectura de hoy (y el evangelio) pueden completar adecuadamente la reflexión sobre esta exigencia. Jesús es el que ha vivido plenamente según el criterio básico de la Ley: considerando a Dios como Único y Absoluto. Viviendo así, el cristiano, fundamentándose sólo en Dios y no en exhibiciones de poder o de sabiduría, chocará con este mundo que se fundamenta en el relativismo. Unámonos a Cristo que es Camino, Verdad y Vida. Unámonos a María, la Madre de Jesús y Madre nuestra.
JESÚS, EL ÚNICO TEMPLO. El evangelio de hoy habla ya directamente de la muerte y resurrección de Jesús. Juan, colocando esta escena al principio de su evangelio (al contrario de los sinópticos, en que aparece inmediatamente antes de la pasión) quiere dejar claro que la muerte–resurrección muestra el sentido pleno de todo lo que Jesús decía y hacía desde el principio (desde que “la Palabra se hizo carne”).
Además, el evangelio, muestra que los hombres han buscado relacionarse con el Dios lejano por medio de determinados actos u objetos: las ofrendas, los templos, etc. Pero estas mediaciones dejan siempre una gran distancia, y con facilidad pueden conducir a la hipocresía. Jesús proclama hoy que hay ya un camino nuevo, verdadero y pleno: un Camino que no es un acto o un objeto sino una Persona, la vida concreta de una Persona, y estamos llamados a vivir en comunión con Él, que es el Centro (Cfr.: Papa Francisco).
MEDIACIÓN. Jesús mediador, la vida humana mediadora. La vida y la persona de Jesucristo (y su vida entregada definitivamente en la cruz) es el único camino de acercamiento al Padre. Y esto significa para el creyente: fe, abandono y confianza en Jesucristo, y trabajo espiritual diario por convertir –con la ayuda de Su gracia– la propia vida en una imagen de la de Jesús.
¿Y los sacramentos? ¿Y los actos religiosos? El mediador con el Padre es el Verbo hecho carne, Jesucristo. Para el pueblo de Israel, el templo podía entenderse como el camino hacia Dios. Para nosotros, el único camino hacia Dios es Jesucristo y… la Iglesia, los sacramentos, los actos religiosos, la piedad popular, son medios (cada uno con su dignidad propia) dados por Él para que nosotros, en estado de peregrinación, crezcamos en comunión con Él y, amando y sirviendo, alcancemos la Jerusalén Celestial. Por todo esto necesitaremos siempre la verdadera purificación, porque muy fácilmente podemos desviarnos del verdadero sentido de la mediación eclesial (cfr.: Evangelii Gaudium).

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...