lunes, 10 de agosto de 2020

HOMILIA Domingo vigésimo del TIEMPO ORDINARIO cA (16 de agosto de 2020)

Domingo vigésimo del TIEMPO ORDINARIO cA (16 de agosto de 2020) Primera: Isaías 56, 1. 6-7; Salmo: Sal 66, 2-3. 5-6. 8; Segunda: Romanos 11, 13-15. 29-32; Evangelio: Mateo 15, 21-28 Nexo entre las LECTURAS El UNIVERSALISMO. El salmo responsorial, que es la plegaria que sintoniza admirablemente con la primera lectura, nos ha hecho suplicar: "Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben". Una plegaria en consonancia con la misión universal de la Iglesia (Evangelio). Y es que Dios la ha pensado como sacramento de salvación para todos los hombres. El nuevo pueblo de Dios sería infiel a su vocación si se replegara en sí mismo. Cristo lo ha enviado a todo el mundo. He aquí una consecuencia lógica del querer de Dios y de la obra de Cristo. Hay que tener presente la gran afirmación: "Los dones y el llamado de Dios a Israel son irrevocables (segunda lectura) y Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad". La Iglesia es, en esta línea y siguiendo la afirmación de san Juan Pablo II, camino hacia el hombre para que el hombre camine hacia Dios. Temas... Los de fuera. Las lecturas de hoy nos invitan a reflexionar en una realidad que se repite en muchas partes: los de dentro y los de fuera. Los de dentro son los que sienten que tienen unos derechos; los de fuera son los que se sienten o son excluidos de ellos. La imagen podría ser la de un club: para entrar, para ser de los de dentro, se necesita haber cumplido unos requerimientos, por ejemplo, el pago de una cuota o la pertenencia a un partido político o una determinada casta. El tema interesa mucho porque en la Biblia vemos a menudo que Dios toma partido por los de fuera, es decir, por los excluidos, por los marginados. ¿Qué quiere decir, adecuadamente, "marginado"? El que ha sido empujado más allá del margen. Ha sido expulsado y ya no es, o nunca se consideró que fuera de "los de dentro" En Egipto los desposeídos y marginados eran los hebreos y podemos decir que Dios "opta" por ellos. Por contraste, quien podía sentirse absolutamente "adentro" y absolutamente dueño de todos los derechos, era el Faraón, pero Dios vino a demostrarle que su engreimiento no valía nada y su presunción era humo y vacío. Excluidos de la Vida. La primera lectura nos presenta un modo de exclusión. Se trata de los extranjeros. En la mentalidad del Antiguo Testamento lo que prima es la idea de que hay un solo pueblo que es el pueblo elegido. El sentido que Dios quería dar a esa elección era este: ser elegido es servir de instrumento y guía de la salvación de los demás pueblos. Sin embargo, un modo cómodo de interpretar las cosas, un modo egoísta pero tentador, era decir que los demás pueblos ya habían sido "descartados." El texto del profeta Isaías se opone a esa interpretación ‘miope y mundana’ de la elección divina. Isaías viene a afirmar que hay promesas de vida y de felicidad para los extranjeros, es decir, para los de fuera. Con eso también está relativizando lo que podía servir de orgullo vano a los israelitas. Cuando los de afuera se adueñan de la casa. La segunda lectura da un paso más en esta misma línea. Resulta que Dios es compasivo y abre la puerta de su misericordia a los pueblos no judíos, es decir, a los que la Biblia llama "gentiles." Los que estaban "lejos" ahora están "cerca" enseña san Pablo, por ejemplo, en el capítulo primero de su carta a los Efesios. Pero ¡cuidado! Estar cerca es empezar a estar "adentro" y existe siempre el peligro de sentirse ya tan adentro que uno empiece a despreciar a los que ahora vinieron a quedar afuera. Pablo sale al paso de esta situación en la segunda lectura de este domingo, mostrando que, si es verdad que el orgullo de aquellos judíos no condujo a nada, no podemos interpretar de ahí que ya ellos han quedado "afuera" para siempre. Al contrario, temerosos de repetir nosotros mismos el ciclo y anhelantes de la gracia y la salvación para todos, tomamos en consideración las palabras de este apóstol: "Así como ustedes antes eran rebeldes contra Dios y ahora han alcanzado su misericordia con ocasión de la rebeldía de los judíos, en la misma forma, los judíos, que ahora son los rebeldes y que fueron la ocasión de que ustedes alcanzarán la misericordia de Dios, también ellos la alcanzarán. En efecto, Dios ha permitido que todos cayéramos en la rebeldía, para manifestarnos a todos su misericordia." Un obstáculo: ¿Por qué Jesús trata así a aquella extranjera? El evangelio de hoy, en cambio, nos presenta un pasaje bastante difícil sobre todo porque la actitud de Jesús resulta francamente desconcertante: ¿por qué hace esperar tanto a esta pobre mujer que clamaba la curación de su hijita? Y si luego va a curarla, ¿por qué con ese lenguaje tan duro, diríamos tan humillante? Para dar un poco de perspectiva a lo sucedido, conviene recordar que Jesús tenía muy claro que su misión, por lo menos en el terreno de lo inmediato, iba dirigida a los miembros del pueblo elegido. Él no se ve a sí mismo como una especie de curandero o de hombre con poderes extraordinarios. A menudo prefirió destacar el papel de la fe de quienes recibían sus milagros, como quitando la atención de sí mismo y desplazándola hacia el acto de fe que el enfermo hacía cuando se curaba. El enfoque de Jesús no es tanto que Él hace cosas, sino que Él es la ocasión de que Dios haga cosas en quienes vuelven hacia Dios. Esto es así porque Jesús básicamente está anunciando que Dios reina, está anunciando el Reinado de Dios como más potente que toda la iniquidad humana y también como más fuerte que todo lo que aflige u oprime a los hombres. En síntesis, Jesús quiere que el protagonista sea el poder de Dios que se hace próximo y activo en nosotros cuando realmente creemos. Es evidente que una curación "fácil" y un encuentro casi accidental con una especie curandero itinerante no son el lugar para realmente reconocer que es Dios el que reina. Esto explica, por lo menos en parte, lo que al principio nos parecía chocante: Jesús no quiere que sus milagros sean anécdotas, sino mensajes que anuncian la llegada del Reino. En el fondo, la demora en conceder esa sanación y el modo de hablarle a esta mujer son una especie de catequesis que quiere mostrar por qué caminos le llega la salvación. Al decirle que está recibiendo migajas de la mesa del pueblo elegido le está mostrando que sólo hay un Dios, que ese Dios se ha revelado al pueblo de la alianza, y que de Él y sólo de Él viene todo bien. El silencio de Jesús. La mujer (así nosotros) sigue rogando; no se cansa. El silencio de Jesús se explica, en el texto, porque solamente ha venido para la casa de Israel. Sin embargo, después de la resurrección, dirá a sus discípulos: «Vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Nueva a toda la creación» (Mc 16,15). Este silencio de Dios, a veces, nos atormenta. ¿Cuántas veces nos hemos quejado de este silencio? Pero la cananea se postra, se pone de rodillas. Es la postura de adoración. Él le responde que no está bien tomar el pan de los hijos para echarlo a los perros. Ella le contesta: «Y, sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños» (Mt 15,26-27). Esta mujer está muy despierta desde su humildad. No se enfada, no le contesta mal, sino que le da la razón: ‘Tienes razón, Señor’. Pero consigue ponerlo de su lado. Parece como si le dijera: ‘Soy como un perro, pero el perro está bajo la protección de su amo’. La cananea nos ofrece una gran lección: da la razón al Señor, que siempre la tiene. No hemos de querer tener la razón cuando te presentas ante el Señor (el libro de Job). No debemos ser quejosos sino, más bien, oferentes (esto dice la Virgen en Fátima a los pastorcitos) y, si te quejas, por favor, rezando, acaba diciendo: ¡Señor, que se haga tu voluntad! Sugerencias... 1. La renovación de la oración. Este día nos ofrece la oportunidad de renovar nuestra vida de oración. El mundo agitado y aislado que vivimos muchas veces no nos deja espacio para recoger nuestra alma y alabar a Dios. Nos encontramos en cierto sentido "aturdidos", desparramados por las cosas y los acontecimientos. No siempre somos capaces de reservar algunos minutos para la oración personal. Será muy útil, pues, crear aquellas condiciones necesarias para entablar un contacto más cercano y espontáneo con Dios Nuestro Señor. Lo podemos hacer renovando nuestras oraciones de niñez, las que ofrecíamos a Dios al levantarnos y al ir a descansar. Lo podemos hacer al bendecir la mesa y pedir a Dios por nuestra familia y nuestros hijos y por todos. ¡Qué experiencia tan profunda la de la familia que reza unida! (San Pablo VI) ¡Cómo se queda grabada en la mente de los niños las oraciones recitadas al lado de la madre o del padre, de los abuelos o mayores! Los testimonios de personas que vuelven a la fe después de muchos años de abandono son elocuentes: lo primero que hacen es volver a las oraciones infantiles que aprendieron de boca de sus madres; volver a las oraciones básicas del cristianismo, sobre todo el Padre Nuestro y el Ave María. No saben más y empiezan a repetir el "Ave" María" una tras otra dando a su espíritu la paz y el espacio que necesitan en medio del vértigo de la jornada. Reavivemos nuestra fe en la oración. Impongámonos esa ascesis que supone el dedicar unos minutos cada día al silencio interior y al diálogo profundo con Dios. Nuestra alma ganará en paz, en esperanza, en fortaleza para enfrentar los ‘avatares’ de la vida. 2. El amor no se detiene ante las dificultades. Es verdad, el amor no conoce la dilación, no conoce los obstáculos. El amor está en continua actitud de donación y de sacrificio en bien de la persona amada. Esto es lo que vemos en la mujer cananea y en TODOS los mártires. Su petición a Jesús está toda en favor de su hija y de los necesitados e imploran la conversión propia y la de los demás.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...