lunes, 15 de junio de 2020

HOMILIA SAGRADO CORAZÓN DE JESUS

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. Solemnidad cA (19 de junio 2020) Primera: Deuteronomio 7, 6-11; Salmo: 102, 1-4. 6-8. 10; Segunda: 1 Jn 4, 7-16; Evangelio: Mateo 11, 25-30 Nexo entre las LECTURAS… y Temas... La solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús es la celebración del amor de Dios a los hombres, que culmina en el don de su Unigénito, el cual ha amado al mundo con «corazón de hombre» (GS 22), un corazón tomado para instrumento de amor infinito. La primera lectura (Dt 7, 6-11) sube a la consideración del amor de Dios en el Antiguo Testamento, manifestado sobre todo en las relaciones con Israel. Dios eligió a ese pueblo, no porque tuviese méritos especiales, sino por elección libre de su amor: «Si el Señor se enamoró de ustedes y los eligió, no fue por ser ustedes más numerosos que los demás –porque son el pueblo más pequeño–, sino por puro amor» (ib 7-8). La historia de Israel tiene una sola explicación: el amor de Dios. Por amor lo eligió Dios, lo libró de Egipto, pactó con él una Alianza, le dio en posesión la tierra prometida, hizo nacer de su estirpe al Salvador. Es la historia de todo hombre: Con amor eterno te he amado –le dice el Señor–; por eso he reservado gracia para ti» (Jr 31, 3). Dios llama a la existencia por amor, por amor gobierna y dirige la vida de cada criatura, deseando hacerla partícipe de su bienaventuranza eterna. En verdad que «él nos amó primero» (1 Jn 4, 19). Sobre esta verdad se detiene la segunda lectura (ib 7-16): verdad que se origina en otra más excelsa aún: «Dios es amor» (ib 8.16). Siendo Él amor, todas sus obras son amor; y la obra que lo demuestra principalmente es «que Dios mandó al mundo a su Hijo único, para que tengamos la vida por medio de él» (ib 9). Para crear al hombre de la nada bastó un simple acto de la voluntad de Dios: para redimirlo del mal, Dios comprometió a su Hijo a que asumiese un cuerpo humano y lo inmolase «como propiciación por nuestros pecados» (¡b 10). Fijando su mirada en el Hijo de Dios que se anonadó hasta tomar «condición de siervo» (Fl 2, 7), hacerse siervo de los hombres y morir en cruz por ellos, todos los hombres pueden repetir: «Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» (1 Jn 4, 16). La profundización del misterio hace al hombre capaz de amar en plenitud, ante todo a Dios que nos amó primero y, en Dios, a los hermanos, objeto como nosotros del mismo amor: «Queridos hermanos: si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros» (ib 11). El Evangelio (Mt 11, 25-30) descubre más aún el amor de Dios al hombre, mostrándolo en el comportamiento de Jesús «manso y humilde de corazón» (ib 29). Jesús tiene una compasión inmensa de todos los sufrimientos y miserias de la humanidad, y dice: «Venid a mí todos los que están cansados y agobiados y yo los aliviaré» … ¡gran misterio, es éste! y nos anima a acercarnos más que nunca al Sagrado Corazón en estos días de dolor por el COVID-19. PERO no olvidar que lo que más oprime el corazón del hombre es el pecado. Para librarlo de este peso Jesús lo tomará sobre sí, lo llevará a la cruz y lo destruirá con su muerte. Por eso no se cansa de ir en busca de pecadores que salvar, de hijos pródigos (varones y mujeres) que devolver al amor del Padre y extraviados que poner de nuevo en el camino del bien. Como única condición pone, para ir con Él, creer en Él y sustituir el peso oprimente del pecado por el liviano de su ley: «Carguen con mi yugo..., porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera» (ib 29-30). La ley de Cristo es «yugo», porque exige disciplina de las pasiones y negación del egoísmo y de la ambición desmedida, pero es yugo «llevadero y ligero» porque es ley de amor. Cuanto más imiten los hombres la mansedumbre y humildad de Cristo, tanto más experimentarán lo dulce que es seguirlo en obediencia al Padre, lo dulce que es amar como Él ha amado, aun cuando el amor exija los mayores sacrificios. «Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso» (ib 29). El Corazón de Cristo es fuente inagotable de consuelo y de salvación, y juntamente escuela de santidad. Y si vamos al MAGISTERIO de su Corazón… de Él aprenderemos como andar los días que siguen de esta cuarentena… que tiene por marco legal el ‘aislamiento’ y el ‘quedate en casa’… pero ¡LOS HOMBRES ANDAMOS MAS CON EL CORAZÓN! que con los pies (cfr.: San Agustín) Sugerencias... Se podría pensar que después de la solemnidad de la Santísima Trinidad, terminaría el Año Litúrgico, las celebraciones restantes sólo podrían significar un declive. Pero esto sería desconocer que el misterio trinitario de Dios sólo se nos revela mediante la entrega perfecta de Jesús. PRIMERO es la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Jesús y DESPUÉS la del Sagrado Corazón de Jesús COMO concreciones últimas del modo como se nos revela el Dios trinitario: el Padre nos da al Hijo en la Eucaristía realizada por el Espíritu; el corazón traspasado del Hijo nos da acceso al corazón del Padre; y el Espíritu de ambos brota de la herida para el mundo. - El evangelio designa a Jesús como «humilde de corazón", pero en un contexto eminentemente trinitario: la afirmación de que al conocimiento recíproco del Padre y del Hijo sólo tienen acceso aquellos a los que el Hijo se lo quiera revelar, y éstos son precisamente los pequeños, «la gente sencilla» o, en el sentido de Jesús, los «humildes»; aquellos, por tanto, que tienen ya sentimientos afines a los del Hijo. Pero el Hijo no tiene estos sentimientos únicamente a partir de su encarnación, sino que los tiene, (podríamos decir) como «Hijo» que es, desde toda la eternidad: su actitud frente al Padre, al que, como origen de la divinidad, designa como «más grande» que Él mismo, su actitud de perfecta obediencia y disponibilidad, no es más que la respuesta a la actitud del Padre, que no oculta nada a su Hijo, sino que le da y le revela todo lo que Dios tiene y es, hasta lo último, hasta lo más profundo e íntimo de sí mismo. Es casi como si la «herida del costado» más original, de la que brota lo último, fuese la herida de amor del propio Padre, de la que hace brotar lo último que tiene. Cuando el Hijo encarnado invita a los que están cansados y agobiados a encontrar su alivio en Él, está siendo en el mundo la imagen perfecta del Padre y nos exhala el Espíritu como OTRO Paráclito. - La primera lectura (del Deuteronomio), que todavía no conoce el misterio de la Trinidad de Dios, pero sabe ya, por la alianza pactada entre Dios e Israel, que en Dios hay un misterio de amor insondable. Aquí se prescinde de todas las razones lógicas que podrían explicar por qué debía elegirse precisamente a Israel y únicamente queda el amor como motivación de semejante condescendencia y elección divinas. Se recuerda ciertamente que con ello Dios se mantiene fiel al juramento hecho a los padres, pero de este modo la elección amorosa de Dios simplemente se traslada al tiempo de estos padres, en el que en el fondo Dios tenía aún menos motivos para preferir de una manera tan particular a unos pocos hombres, los patriarcas. Con la mirada puesta en el amor insondable de Dios, Israel pudo formular el «mandamiento principal», la respuesta de amor incondicional del pueblo a Dios. - Con la mirada puesta en el amor del Dios unitrino, manifestado en Jesucristo y demostrado en su pasión, puede Juan, en la segunda lectura, designar a Dios simplemente como «amor». Juan es ciertamente el testigo privilegiado que ha visto el corazón traspasado de Cristo en la cruz, confirmando el hecho de una manera triple y solemne; y en su carta repite una vez más el acontecimiento en el que ha leído su afirmación de que Dios es amor: «Nosotros hemos visto y damos testimonio», dice Juan como testigo ocular, que puede decir enseguida con la comunidad: «Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él». En la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús celebramos la prueba última y definitiva de que el Dios trinitario no es sino amor: en un sentido absoluto e inconcebible que nos supera infinitamente. Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío… es la súplica que brota de nuestro corazón, humilde y sencillo, que tiene miedo, se asusta y te pide ayuda… entre muchas intenciones… por la salud de todos y para que podamos volver en santidad, si es tu voluntad, al cumplimiento de nuestros deberes acostumbrados. PROMETEMOS hacerlo, con tu ayuda, obedeciendo los mandamientos y practicando las obras de misericordia.

lunes, 1 de junio de 2020

HOMILIA Solemnidad de la SANTÍSIMA TRINIDAD cA (07 de junio 2020)

Solemnidad de la SANTÍSIMA TRINIDAD cA (07 de junio 2020) Primera: Éxodo 34, 4b-6. 8-9; Salmo: Daniel 3, 52. 53. 54. 55. 56; Segunda: 2 Corinto 13, 11-13; Evangelio: Juan 3, 16-18 Nexo entre las LECTURAS. La revelación del misterio trinitario se ‘muestra’ en los textos que la liturgia nos ofrece. El texto tomado del Éxodo nos revela la unidad de Dios y el corazón "clemente y compasivo, lleno de amor y fiel" apropiado al Padre. En la petición de Moisés: "Venga el Señor a nosotros" se vislumbra (apropiación) un primer paso hacia la encarnación y la revelación del Hijo, Dios con nosotros. Este misterio de la encarnación es revelado solemnemente en el Evangelio: "Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único". Al final de la segunda carta a los Corintios Pablo recoge una fórmula trinitaria de la liturgia cristiana primitiva: "La gracia de Jesucristo, el Señor, el amor del Padre y la comunión en los dones del Espíritu Santo, estén con todos ustedes", ahora sí, verdad de fe. "Bendito el Señor en la bóveda del cielo, alabado y glorioso y ensalzado por los siglos" (Salmo responsorial). Al cantar este himno hoy Domingo de La Santísima Trinidad, el discípulo-misionero no sólo se siente agradecido por el don de la creación, sino también por ser destinatario de la solicitud paterna de Dios, que en Cristo por el Espíritu lo ha elevado a la dignidad de hijo. Gracias Dios Padre y Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Temas... Nos hemos habituado a oír (escuchar) y a decir la expresión: "misterio", "misterio trinitario". Pienso que la fiesta litúrgica nos invita a meditar, en el Misterio de Dios, con sencillez y con inmenso respeto. Misterio está mas unido a ‘místico’, el que ama profundamente y está dispuesto a morir por amor… decíamos mas unido a místico que a conocimiento/ciencia/razonamiento… es el Domingo de la La Santísima Trinidad, el Domingo de los verdaderamente enamorados. El ‘misterio de la Trinidad’ es algo oculto, escondido en el corazón mismo de Dios y a la vez revelado misericordiosamente a los hombres, como dicen los evangelistas: ‘a Dios nadie lo ha visto, Dios ha decidido contarlo (y lo contó el Hijo)’. No está oculto en la tierra ni en el espacio, de modo que con el tiempo el hombre pudiera encontrarlo. Está anidado en el mismo Dios. ¿Y quién puede conocer los pensamientos de Dios? Dios creó primeramente el mundo, luego al hombre, pero no manifestó plenamente ahí su vida íntima. Eligió, después un pueblo, estableció con él una alianza, sin todavía revelar esta grandeza de Dios. Sin embargo, en el designio divino se dan ya los primeros pasos en la misma vida y experiencia histórica de Israel. El texto de la primera lectura, donde Dios es llamado "clemente y compasivo, lleno de amor", ¿no es una intuición primeriza de paternidad misericordiosa de Dios? Es una semilla por ahora, que habrá de fructificar al llegar con Jesucristo la plenitud de los tiempos mediante su encarnación y su enseñanza sobre Dios y el don del Espíritu Santo en Pentecostés. El misterio de la Trinidad está por encima (no arriba: de lugar) de cualquier mente humana. La Trinidad de Dios no ha sido obra ni de teólogos ni de razonamientos, ni de los hombres sensatos, menos de una casualidad de adivinos. El misterio de la Trinidad no es una invención del genio humano para dominar a otros con una idea poderosa. No es una idea, es una Realidad, la Realidad más sublime y más apasionante, que, podemos decir según nuestra manera limitada de hablar, “existe desde siempre y para siempre”. Si Dios mismo no nos la hubiese revelado por medio de su Hijo, continuaría siendo una Realidad, pero desconocida por el hombre. El gran Amor de Dios reside en que decidió revelarnos su misterio (Evangelio): dice Jesús: ‘Los llamo amigos porque les he contado todo lo que oí de mi Padre, TODO el misterio de Dios’. El misterio trinitario se nos revela sobre todo mediante la acción de Dios en la historia (Lumen Gentium y Ad Gentes). Dios se nos revela como Padre enviando, movido de amor, a su Hijo a nuestro mundo pecador para redimirnos y abrirnos los brazos acogedores de Padre. Jesucristo se nos revela como Hijo en su íntima oración filial, en su perfecta obediencia a la Voluntad de su Padre, en su muerte y resurrección redentoras para destruir un pecado cuya mancha sólo el Hijo podía borrar, y para alcanzarnos la gracia de la salvación. El Espíritu Santo se nos revela como enlace de Amor entre el Padre y el Hijo, como don de comunión a los hombres a fin de que vivan a imagen de la Trinidad, en la Caridad y en el Servicio y en el compromiso con la vida, dada y recibida. Esta es la revelación que Jesucristo nos hizo y que la liturgia recoge (especialmente) en la segunda lectura. La mirada mundana, (dijo el Papa), ve estructuras que hay que hacer más eficientes; la mirada espiritual QUE TENEMOS QUE PEDIR HOY ve hermanos y hermanas mendigos de misericordia. El Espíritu nos ama y conoce el lugar que cada uno tiene en el conjunto: para Él no somos un grupo llevado por el viento, sino hijos/personas irreemplazables de su mosaico. El día de Pentecostés, en la primera obra de la Iglesia: el anuncio, los Apóstoles salen a proclamar el Evangelio, sin ninguna estrategia ni plan pastoral. Se lanzan, (dijo el Papa), corriendo riesgos, poco preparados, salen con el solo deseo que los anima: dar lo que han recibido. Porque es ese el secreto de la unidad, y del Espíritu, donarse. “Porque Él es don, vive donándose a sí mismo y de esta manera nos mantiene unidos, haciéndonos partícipes del mismo don. Es importante creer que Dios es don, que no actúa tomando (dominando), sino dando. ¿Por qué es importante? Porque nuestra forma de ser creyentes depende de cómo entendemos a Dios. Si tenemos en mente a un Dios que arrebata y se impone, también nosotros quisiéramos arrebatar e imponernos: ocupando espacios, reclamando relevancia, buscando poder. Pero si tenemos en el corazón a un Dios que es don, todo cambia. Si nos damos cuenta de que lo que somos es un don suyo, gratuito e inmerecido, entonces también a nosotros nos gustaría hacer de nuestra vida un don” (31 de mayo de 2020). Sugerencias... Examinar nuestro corazón El Papa pide a cada uno de nosotros, que examinemos que nos impide darnos al otro. Preguntarnos: si dentro de nosotros tenemos a los “tres enemigos del DON”: el narcisismo, el victimismo y el pesimismo. El narcisismo, que lleva a la idolatría de sí mismo y a buscar sólo el propio beneficio. Y en esta pandemia que el mundo sufre, duele ver en la humanidad el narcisismo, gente que se preocupa de sus propias necesidades, que es indiferente a las de los demás, que no admite las propias fragilidades y errores. El victimismo, es peligroso, (dijo el Papa). El victimista está siempre quejándose de los demás: “Nadie me entiende, nadie me ayuda, nadie me ama, ¡están todos contra mí!”. Y al respecto, en el drama que vive actualmente la humanidad, que grave es el victimismo, que nos hace pensar que no hay nadie que nos entienda y sienta lo que vivimos. Y el pesimista que “arremete contra el mundo entero, pero permanece apático y piensa: “Mientras tanto, ¿de qué sirve darse? Es inútil”. Y así, en el gran esfuerzo que supone comenzar de nuevo, qué dañino es el pesimismo, ver todo negro y repetir que nada volverá a ser como antes”. Cuán dañino es que hasta parece que sirve al dios-lamento. El pesimista, es quien piensa que ya no hay esperanza, y hoy día nos encontramos ante una carestía de esperanza y necesitamos valorar el don de la vida, el don que es cada uno de nosotros y sobre todo DIOS como DON porque es así (lo creemos) nuestro DIOS. Por esta razón, necesitamos el Espíritu Santo, Don de Dios, que nos cura del narcisismo, del victimismo y del pesimismo. María, Hija del Padre y Madre del Hijo y Fecunda por el Espíritu, ruega por nosotros.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...