martes, 28 de noviembre de 2017

HOMILIA 2 Primer Domingo de ADVIENTO cB (03 de diciembre 2017)

Primer Domingo de ADVIENTO cB (03 de diciembre 2017)
Primera: Isaías 63, 16b-17. 19b; 64, 2-7; Salmo: Sal 79, 2ac. 3b. 15-16. 18-19; Segunda: 1Corintios 1, 3-9; Evangelio: Marcos 13, 33-37
Nexo entre las LECTURAS
Actitud vigilante entre la espera y la esperanza: aquí está el tema de las lecturas. El evangelio repite por tres veces: "estén prevenidos", porque no saben cuándo llegará el momento, cuándo llegará el dueño de la casa. En la primera carta a los corintios, Pablo habla de esperar la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, que "los mantendrá firmes hasta el fin". La bellísima invocación a Dios del llamado ‘tercer’ Isaías (primera lectura) expresa el deseo de que el Señor irrumpa con su poder en la historia, como si se tratase de un nuevo Éxodo, recordando que "Tú, Señor, eres nuestro padre… y Tú, nuestro alfarero".
Temas...
El día del Señor. En el adviento la tradición de la Iglesia ha unido dos venidas: la del Verbo en la debilidad de la carne, que celebramos en Navidad, y la del Señor en la majestad de su gloria, que pertenece, en cuanto al tiempo y al modo de realizarse, al misterio escondido en el Padre. Entre ambas hay un hilo de continuidad: la venida histórica de Jesús preanuncia y anticipa en cierto modo su venida última, al final de la historia; quien sale con gozo al encuentro de Jesús en el misterio de su nacimiento, no tiene motivo para temer o desesperar del encuentro definitivo con Cristo glorioso, Señor del universo y de la historia. Para el fiel cristiano, el día del Señor no tiene que estar revestido de escenas y miedos atenazadores, paralizantes, ni deslumbrantes. Con san Pablo, el cristiano está seguro de que "el Señor nos mantendrá firmes hasta el fin, para que nadie tenga de qué acusarnos en el día de nuestro Señor Jesucristo" (segunda lectura). El día del Señor nos llama a la responsabilidad de cara al misterio infinito de la encarnación y de la redención.
Certeza e ignorancia. La revelación de Dios nos habla de la certeza de la última venida de Jesús, al final de los tiempos. Entonces no tenemos duda, ¡vendrá! Dios nos ha dejado en oscuridad respecto al tiempo y a la manera en que tendrá lugar la parusía. Dios no se revela para satisfacer nuestra curiosidad ni para arrancar de nuestra alma la saludable esperanza… se revela para nuestro bien y para nuestra salvación. La ignorancia sobre el cuándo y el cómo nos mantiene en estado de alerta y vigilancia, es lo que Jesús nos dice en el Evangelio.
Abandono en las manos del Padre. Junto a esta actitud evangélica, el texto de Isaías nos propone la actitud de abandono filial, pues Dios es nuestro padre y libertador, nuestro alfarero y nosotros somos su arcilla. Una actitud que se obtiene y configura de manera especial en la plegaria. Este espíritu filial hace gritar al profeta con envidiable confianza: "¡Ojalá rasgases el cielo y bajases”! Cinco siglos después el deseo se convertiría en realidad con la Encarnación del Verbo. Cuando en los designios de Dios esté determinado, el cielo volverá de nuevo a rasgarse y aparecerá el Hijo del hombre para juzgar a vivos y muertos y para establecer definitivamente su reinado de justicia, de amor y de paz (Liturgia del Domingo pasado).
Sugerencias...
¡VigilanciaLlega la Navidad. En nuestra sociedad corremos el peligro de "pasar bien" la Navidad, como se pasan bien las vacaciones o un día de fiesta nacional. Es decir, vamos quizá a la Misa, porque "tradición obliga", adornamos nuestra casa con un arbolito de luces y un belén, festejamos en familia con un buen banquete, vemos en televisión algún programa relativo a las fiestas navideñas, hacemos hermosos regalos a nuestros amigos y seres queridos y recibimos regalos de ellos, reavivamos los lazos familiares en torno al hogar...¡todas ellas, cosas buenas! Pero la sustancia de la Navidad, el misterio más sublime de la historia: Dios entre nosotros, Enmanuel, se nos escapa como agua entre los dedos de las manos o se diluye como el humo en nuestra mente superficial y poco propensa a la meditación profunda de las cosas que realmente valen la pena. Hoy la liturgia nos dice: ¡Atentos! Vigilen para no perder la ocasión de meditar en algo importante, de valorar debidamente el misterio que vamos a celebrar.
¡VigilanciaSomos pecadores. No sabemos ni el día ni la hora en que vendrá el Señor al término de la historia, pero sí conocemos su venida en Belén. No vivamos no ocupados y ajenos del todo al Niño divino de Belén y al Señor de la gloria. Somos pecadores y por eso llevamos en nosotros la herencia al pecado y la posibilidad de atender al llamado de Dios. No dejemos de vigilar y que la llegada del Señor nos encuentre preparados, engalanados con el vestido adecuado para entrar en la boda. Somos pecadores: y la Navidad nos recuerda que el Hijo de Dios se ha hecho hombre para redimir al hombre de la esclavitud del pecado ¡Recordemos! ¡Vigilemos! Que la venida histórica de Dios entre los hombres reavive nuestra conciencia y nuestra necesidad de salvación. La Navidad no es sólo tiempo para sentimientos de ternura, de intimidad, de fiesta; lo es también para despertar del letargo nuestra conciencia y "hacer nacer" a Dios en nuestro corazón.
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HOMILÍA 1 Primer Domingo de ADVIENTO cB (03 de diciembre 2017)

Primer Domingo de ADVIENTO cB (03 de diciembre 2017)
Primera: Isaías 63, 16b-17. 19b; 64, 2-7; Salmo: Sal 79, 2ac. 3b. 15-16. 18-19; Segunda: 1Corintios 1, 3-9; Evangelio: Marcos 13, 33-37
Nexo entre las LECTURAS
Actitud vigilante entre la espera y la esperanza: aquí está el tema de las lecturas. El evangelio repite por tres veces: "estén prevenidos", porque no saben cuándo llegará el momento, cuándo llegará el dueño de la casa. En la primera carta a los corintios, Pablo habla de esperar la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, que "los mantendrá firmes hasta el fin". La bellísima invocación a Dios del llamado ‘tercer’ Isaías (primera lectura) expresa el deseo de que el Señor irrumpa con su poder en la historia, como si se tratase de un nuevo Éxodo, recordando que "Tú, Señor, eres nuestro padre… y Tú, nuestro alfarero".
Temas...
El día del Señor. En el adviento la tradición de la Iglesia ha unido dos venidas: la del Verbo en la debilidad de la carne, que celebramos en Navidad, y la del Señor en la majestad de su gloria, que pertenece, en cuanto al tiempo y al modo de realizarse, al misterio escondido en el Padre. Entre ambas hay un hilo de continuidad: la venida histórica de Jesús preanuncia y anticipa en cierto modo su venida última, al final de la historia; quien sale con gozo al encuentro de Jesús en el misterio de su nacimiento, no tiene motivo para temer o desesperar del encuentro definitivo con Cristo glorioso, Señor del universo y de la historia. Para el fiel cristiano, el día del Señor no tiene que estar revestido de escenas y miedos atenazadores, paralizantes, ni deslumbrantes. Con san Pablo, el cristiano está seguro de que "el Señor nos mantendrá firmes hasta el fin, para que nadie tenga de qué acusarnos en el día de nuestro Señor Jesucristo" (segunda lectura). El día del Señor nos llama a la responsabilidad de cara al misterio infinito de la encarnación y de la redención.
Certeza e ignorancia. La revelación de Dios nos habla de la certeza de la última venida de Jesús, al final de los tiempos. Entonces no tenemos duda, ¡vendrá! Dios nos ha dejado en oscuridad respecto al tiempo y a la manera en que tendrá lugar la parusía. Dios no se revela para satisfacer nuestra curiosidad ni para arrancar de nuestra alma la saludable esperanza… se revela para nuestro bien y para nuestra salvación. La ignorancia sobre el cuándo y el cómo nos mantiene en estado de alerta y vigilancia, es lo que Jesús nos dice en el Evangelio.
Abandono en las manos del Padre. Junto a esta actitud evangélica, el texto de Isaías nos propone la actitud de abandono filial, pues Dios es nuestro padre y libertador, nuestro alfarero y nosotros somos su arcilla. Una actitud que se obtiene y configura de manera especial en la plegaria. Este espíritu filial hace gritar al profeta con envidiable confianza: "¡Ojalá rasgases el cielo y bajases”! Cinco siglos después el deseo se convertiría en realidad con la Encarnación del Verbo. Cuando en los designios de Dios esté determinado, el cielo volverá de nuevo a rasgarse y aparecerá el Hijo del hombre para juzgar a vivos y muertos y para establecer definitivamente su reinado de justicia, de amor y de paz (Liturgia del Domingo pasado).
Sugerencias...
¡VigilanciaLlega la Navidad. En nuestra sociedad corremos el peligro de "pasar bien" la Navidad, como se pasan bien las vacaciones o un día de fiesta nacional. Es decir, vamos quizá a la Misa, porque "tradición obliga", adornamos nuestra casa con un arbolito de luces y un belén, festejamos en familia con un buen banquete, vemos en televisión algún programa relativo a las fiestas navideñas, hacemos hermosos regalos a nuestros amigos y seres queridos y recibimos regalos de ellos, reavivamos los lazos familiares en torno al hogar...¡todas ellas, cosas buenas! Pero la sustancia de la Navidad, el misterio más sublime de la historia: Dios entre nosotros, Enmanuel, se nos escapa como agua entre los dedos de las manos o se diluye como el humo en nuestra mente superficial y poco propensa a la meditación profunda de las cosas que realmente valen la pena. Hoy la liturgia nos dice: ¡Atentos! Vigilen para no perder la ocasión de meditar en algo importante, de valorar debidamente el misterio que vamos a celebrar.
¡VigilanciaSomos pecadores. No sabemos ni el día ni la hora en que vendrá el Señor al término de la historia, pero sí conocemos su venida en Belén. No vivamos no ocupados y ajenos del todo al Niño divino de Belén y al Señor de la gloria. Somos pecadores y por eso llevamos en nosotros la herencia al pecado y la posibilidad de atender al llamado de Dios. No dejemos de vigilar y que la llegada del Señor nos encuentre preparados, engalanados con el vestido adecuado para entrar en la boda. Somos pecadores: y la Navidad nos recuerda que el Hijo de Dios se ha hecho hombre para redimir al hombre de la esclavitud del pecado ¡Recordemos! ¡Vigilemos! Que la venida histórica de Dios entre los hombres reavive nuestra conciencia y nuestra necesidad de salvación. La Navidad no es sólo tiempo para sentimientos de ternura, de intimidad, de fiesta; lo es también para despertar del letargo nuestra conciencia y "hacer nacer" a Dios en nuestro corazón.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

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