jueves, 28 de julio de 2011

CUERNO DE AFRICA- SOMALIA

Ante el empeoramiento de la crisis nutricional en el Cuerno de África, la organización humanitaria Médicos Sin Fronteras (MSF) insta a todas las partes en Somalia, a los países vecinos y a la comunidad internacional a que mejoren significativa e inmediatamente la asistencia a la población somalí en la región y a que eliminen todos los obstáculos que están impidiendo la expansión de la ayuda independiente dentro del país.

La actual crisis en el Cuerno de África está afectando principalmente a la población somalí, por lo que para evaluar las necesidades de la población y ampliar la capacidad de reacción de las organizaciones humanitarias en este entorno complejo, es esencial que se garantice un acceso independiente e inmediato de las mismas al interior de Somalia.
Debido a la limitada capacidad de asistencia disponible en el país, miles de somalíes están llegando cada semana a los distintos campamentos ubicados en las zonas fronterizas de la vecinas Kenia y Etiopía. Los equipos de MSF llevan semanas informando sobre altas tasas de desnutrición entre los recién llegados; uno de cada tres niños sufre de desnutrición aguda. Debido a la política oficial de fronteras cerradas y a los obstáculos administrativos que encuentran en los centros de recepción, ellos y sus familias se enfrentan a numerosos retrasos para llegar a los campos. Tras días y días de caminar sin apenas comida ni agua, e innumerables horas de espera en estos campos de tránsito, se ven obligados a tener que competir por la limitada ayuda disponible en campos de refugiados caóticos y superpoblados, como los de Dadaab, en Kenia, o los de Dolo Ado, en Etiopía.

MSF está tratando a más de 10.000 niños con desnutrición severa en los diversos centros nutricionales y clínicas que tiene en toda la región afectada por la crisis. "Hay que garantizar que todos los afectados reciban la ayuda, tanto en Somalia, como en su huida a los países vecinos”, exclama Alfonso Verdú, responsable de operaciones de MSF para Kenia Etiopía y Somalia. "Kenia y Etiopía, países que dan acogida a la gran mayoría de los refugiados somalíes, tienen que dar prioridad a la apertura de nuevos campos y mejorar los existentes. Y la comunidad internacional tiene que asumir que tiene un responsabilidad compartida en todo esto y debe prestar ayuda a los somalíes que buscan refugio, asegurarles un registro eficiente, hacer una distribución adecuada de las raciones de alimentos, así como proporcionarles refugio y protección en los campos existentes y en los nuevos. Las actuales restricciones y trabas burocráticas están causando demoras innecesarias, y es absolutamente prioritario que se tomen todas las medidas necesarias para responder a la emergencia".
Las condiciones de vida de la población somalí se han visto enormemente debilitadas en los últimos años por un conflicto armado que dura ya dos décadas. La violencia e inseguridad, unidas a la incesante sequía que ha arruinado las cosechas y que está acabando con la vida del ganado y, por otro lado, el alza en los precios de los alimentos, han hecho que la situación hoy haya llegado a un punto crítico. Además, las restricciones existentes para el movimiento de los trabajadores humanitarios internacionales, y las limitaciones impuestas a sus organizaciones para hacer llegar los suministros, han retrasado y limitado de manera muy importante la capacidad de las mismas para hacer llegar la ayuda a la población.

"Nuestros centros nutricionales están operando muy por encima de su capacidad original, y en comparación con el año pasado, hay lugares en los que estamos recibiendo hasta siete veces más pacientes”, explica Aitor Zabalgoeazkoa, director General de MSF. "En la actualidad, estamos dando tratamiento nutricional a más de 3.000 niños y niñas menores de 5 años en Somalia: unos 600 en centros terapéuticos intensivos y más de 2.500 en centros ambulatorios. Necesitamos introducir recursos de manera urgente para ayudar a todos los recién llegados y aumentar nuestra respuesta en todas las regiones afectadas. En varios lugares, como está ocurriendo por ejemplo en el valle del Low Juba, están surgiendo campamentos espontáneos en los que se han reunido hasta 5.000 personas que han huido de sus aldeas y de las zonas rurales en busca de comida y ayuda”.

"Los combates en Somalia, las restricciones impuestas a los aviones de abastecimiento y al personal internacional, así como las permanentes trabas administrativas, han contribuido en gran medida a las dificultades actuales a las que se enfrenta a día de hoy la población de Somalia y a que se esté dando la situación actual”, asegura Unni Karunakara, presidente internacional de MSF. "Es fundamental que se eliminen todas las restricciones y los obstáculos a la ayuda humanitaria, pues la situación no para de empeorar".


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MSF trabaja ininterrumpidamente en Somalia desde el año 1991 y actualmente proporciona atención médica gratuita en ocho regiones del sur y el centro del país. Más de 1.400 trabajadores somalíes, con el apoyo de unos 100 trabajadores internacionales en Nairobi, prestan servicios gratuitos de atención primaria, cirugía y tratamiento nutricional a la población somalí. También prestan atención médica y apoyo a los desplazados, y distribuyen agua y materiales de ayuda.

MSF no acepta fondos gubernamentales para sus proyectos en Somalia, y todos los fondos que utiliza en el país provienen de sus socios y donantes privados.Cuerno de África: no más demoras y restricciones para asistir a los somalíes
Dadaab, Kenia. © Nenna Arnold / MSF
Dadaab, Kenia. © Nenna Arnold / MSF

Ante el empeoramiento de la crisis nutricional en el Cuerno de África, la organización humanitaria Médicos Sin Fronteras (MSF) insta a todas las partes en Somalia, a los países vecinos y a la comunidad internacional a que mejoren significativa e inmediatamente la asistencia a la población somalí en la región y a que eliminen todos los obstáculos que están impidiendo la expansión de la ayuda independiente dentro del país.

La actual crisis en el Cuerno de África está afectando principalmente a la población somalí, por lo que para evaluar las necesidades de la población y ampliar la capacidad de reacción de las organizaciones humanitarias en este entorno complejo, es esencial que se garantice un acceso independiente e inmediato de las mismas al interior de Somalia.
Debido a la limitada capacidad de asistencia disponible en el país, miles de somalíes están llegando cada semana a los distintos campamentos ubicados en las zonas fronterizas de la vecinas Kenia y Etiopía. Los equipos de MSF llevan semanas informando sobre altas tasas de desnutrición entre los recién llegados; uno de cada tres niños sufre de desnutrición aguda. Debido a la política oficial de fronteras cerradas y a los obstáculos administrativos que encuentran en los centros de recepción, ellos y sus familias se enfrentan a numerosos retrasos para llegar a los campos. Tras días y días de caminar sin apenas comida ni agua, e innumerables horas de espera en estos campos de tránsito, se ven obligados a tener que competir por la limitada ayuda disponible en campos de refugiados caóticos y superpoblados, como los de Dadaab, en Kenia, o los de Dolo Ado, en Etiopía.

MSF está tratando a más de 10.000 niños con desnutrición severa en los diversos centros nutricionales y clínicas que tiene en toda la región afectada por la crisis. "Hay que garantizar que todos los afectados reciban la ayuda, tanto en Somalia, como en su huida a los países vecinos”, exclama Alfonso Verdú, responsable de operaciones de MSF para Kenia Etiopía y Somalia. "Kenia y Etiopía, países que dan acogida a la gran mayoría de los refugiados somalíes, tienen que dar prioridad a la apertura de nuevos campos y mejorar los existentes. Y la comunidad internacional tiene que asumir que tiene un responsabilidad compartida en todo esto y debe prestar ayuda a los somalíes que buscan refugio, asegurarles un registro eficiente, hacer una distribución adecuada de las raciones de alimentos, así como proporcionarles refugio y protección en los campos existentes y en los nuevos. Las actuales restricciones y trabas burocráticas están causando demoras innecesarias, y es absolutamente prioritario que se tomen todas las medidas necesarias para responder a la emergencia".
Las condiciones de vida de la población somalí se han visto enormemente debilitadas en los últimos años por un conflicto armado que dura ya dos décadas. La violencia e inseguridad, unidas a la incesante sequía que ha arruinado las cosechas y que está acabando con la vida del ganado y, por otro lado, el alza en los precios de los alimentos, han hecho que la situación hoy haya llegado a un punto crítico. Además, las restricciones existentes para el movimiento de los trabajadores humanitarios internacionales, y las limitaciones impuestas a sus organizaciones para hacer llegar los suministros, han retrasado y limitado de manera muy importante la capacidad de las mismas para hacer llegar la ayuda a la población.

"Nuestros centros nutricionales están operando muy por encima de su capacidad original, y en comparación con el año pasado, hay lugares en los que estamos recibiendo hasta siete veces más pacientes”, explica Aitor Zabalgoeazkoa, director General de MSF. "En la actualidad, estamos dando tratamiento nutricional a más de 3.000 niños y niñas menores de 5 años en Somalia: unos 600 en centros terapéuticos intensivos y más de 2.500 en centros ambulatorios. Necesitamos introducir recursos de manera urgente para ayudar a todos los recién llegados y aumentar nuestra respuesta en todas las regiones afectadas. En varios lugares, como está ocurriendo por ejemplo en el valle del Low Juba, están surgiendo campamentos espontáneos en los que se han reunido hasta 5.000 personas que han huido de sus aldeas y de las zonas rurales en busca de comida y ayuda”.

"Los combates en Somalia, las restricciones impuestas a los aviones de abastecimiento y al personal internacional, así como las permanentes trabas administrativas, han contribuido en gran medida a las dificultades actuales a las que se enfrenta a día de hoy la población de Somalia y a que se esté dando la situación actual”, asegura Unni Karunakara, presidente internacional de MSF. "Es fundamental que se eliminen todas las restricciones y los obstáculos a la ayuda humanitaria, pues la situación no para de empeorar".


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MSF trabaja ininterrumpidamente en Somalia desde el año 1991 y actualmente proporciona atención médica gratuita en ocho regiones del sur y el centro del país. Más de 1.400 trabajadores somalíes, con el apoyo de unos 100 trabajadores internacionales en Nairobi, prestan servicios gratuitos de atención primaria, cirugía y tratamiento nutricional a la población somalí. También prestan atención médica y apoyo a los desplazados, y distribuyen agua y materiales de ayuda.

MSF no acepta fondos gubernamentales para sus proyectos en Somalia, y todos los fondos que utiliza en el país provienen de sus socios y donantes privados.Cuerno de África: no más demoras y restricciones para asistir a los somalíes
Dadaab, Kenia. © Nenna Arnold / MSF
Dadaab, Kenia. © Nenna Arnold / MSF

Ante el empeoramiento de la crisis nutricional en el Cuerno de África, la organización humanitaria Médicos Sin Fronteras (MSF) insta a todas las partes en Somalia, a los países vecinos y a la comunidad internacional a que mejoren significativa e inmediatamente la asistencia a la población somalí en la región y a que eliminen todos los obstáculos que están impidiendo la expansión de la ayuda independiente dentro del país.

La actual crisis en el Cuerno de África está afectando principalmente a la población somalí, por lo que para evaluar las necesidades de la población y ampliar la capacidad de reacción de las organizaciones humanitarias en este entorno complejo, es esencial que se garantice un acceso independiente e inmediato de las mismas al interior de Somalia.
Debido a la limitada capacidad de asistencia disponible en el país, miles de somalíes están llegando cada semana a los distintos campamentos ubicados en las zonas fronterizas de la vecinas Kenia y Etiopía. Los equipos de MSF llevan semanas informando sobre altas tasas de desnutrición entre los recién llegados; uno de cada tres niños sufre de desnutrición aguda. Debido a la política oficial de fronteras cerradas y a los obstáculos administrativos que encuentran en los centros de recepción, ellos y sus familias se enfrentan a numerosos retrasos para llegar a los campos. Tras días y días de caminar sin apenas comida ni agua, e innumerables horas de espera en estos campos de tránsito, se ven obligados a tener que competir por la limitada ayuda disponible en campos de refugiados caóticos y superpoblados, como los de Dadaab, en Kenia, o los de Dolo Ado, en Etiopía.

MSF está tratando a más de 10.000 niños con desnutrición severa en los diversos centros nutricionales y clínicas que tiene en toda la región afectada por la crisis. "Hay que garantizar que todos los afectados reciban la ayuda, tanto en Somalia, como en su huida a los países vecinos”, exclama Alfonso Verdú, responsable de operaciones de MSF para Kenia Etiopía y Somalia. "Kenia y Etiopía, países que dan acogida a la gran mayoría de los refugiados somalíes, tienen que dar prioridad a la apertura de nuevos campos y mejorar los existentes. Y la comunidad internacional tiene que asumir que tiene un responsabilidad compartida en todo esto y debe prestar ayuda a los somalíes que buscan refugio, asegurarles un registro eficiente, hacer una distribución adecuada de las raciones de alimentos, así como proporcionarles refugio y protección en los campos existentes y en los nuevos. Las actuales restricciones y trabas burocráticas están causando demoras innecesarias, y es absolutamente prioritario que se tomen todas las medidas necesarias para responder a la emergencia".
Las condiciones de vida de la población somalí se han visto enormemente debilitadas en los últimos años por un conflicto armado que dura ya dos décadas. La violencia e inseguridad, unidas a la incesante sequía que ha arruinado las cosechas y que está acabando con la vida del ganado y, por otro lado, el alza en los precios de los alimentos, han hecho que la situación hoy haya llegado a un punto crítico. Además, las restricciones existentes para el movimiento de los trabajadores humanitarios internacionales, y las limitaciones impuestas a sus organizaciones para hacer llegar los suministros, han retrasado y limitado de manera muy importante la capacidad de las mismas para hacer llegar la ayuda a la población.

"Nuestros centros nutricionales están operando muy por encima de su capacidad original, y en comparación con el año pasado, hay lugares en los que estamos recibiendo hasta siete veces más pacientes”, explica Aitor Zabalgoeazkoa, director General de MSF. "En la actualidad, estamos dando tratamiento nutricional a más de 3.000 niños y niñas menores de 5 años en Somalia: unos 600 en centros terapéuticos intensivos y más de 2.500 en centros ambulatorios. Necesitamos introducir recursos de manera urgente para ayudar a todos los recién llegados y aumentar nuestra respuesta en todas las regiones afectadas. En varios lugares, como está ocurriendo por ejemplo en el valle del Low Juba, están surgiendo campamentos espontáneos en los que se han reunido hasta 5.000 personas que han huido de sus aldeas y de las zonas rurales en busca de comida y ayuda”.

"Los combates en Somalia, las restricciones impuestas a los aviones de abastecimiento y al personal internacional, así como las permanentes trabas administrativas, han contribuido en gran medida a las dificultades actuales a las que se enfrenta a día de hoy la población de Somalia y a que se esté dando la situación actual”, asegura Unni Karunakara, presidente internacional de MSF. "Es fundamental que se eliminen todas las restricciones y los obstáculos a la ayuda humanitaria, pues la situación no para de empeorar".


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MSF trabaja ininterrumpidamente en Somalia desde el año 1991 y actualmente proporciona atención médica gratuita en ocho regiones del sur y el centro del país. Más de 1.400 trabajadores somalíes, con el apoyo de unos 100 trabajadores internacionales en Nairobi, prestan servicios gratuitos de atención primaria, cirugía y tratamiento nutricional a la población somalí. También prestan atención médica y apoyo a los desplazados, y distribuyen agua y materiales de ayuda.

MSF no acepta fondos gubernamentales para sus proyectos en Somalia, y todos los fondos que utiliza en el país provienen de sus socios y donantes privados.

martes, 26 de julio de 2011

A PRUEBA DE FUEGO

JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD


“Joven” monja de 103 años participará en la JMJ

Madrid (España) , 25 Jul. 11 (AICA)
Sor Teresita

Sor Teresita

Sor Teresita, con 103 años es la monja de clausura más veterana del mundo. Saldrá por primera vez del convento para asistir en la Jornada Mundial de la Juventud al encuentro de “jóvenes monjas” con el Papa. Es la monja de clausura que más tiempo lleva en un monasterio: 84 años. Un verdadero récord.

El día que nació Benedicto XVI, sor Teresita ingresaba en el Convento Cisterciense de Buenafuente del Sistal, en Guadalajara, del que fue durante más de 20 años superiora y en el que sigue viviendo.

Pertenece a la orden del Císter. Española nacida en Foronda (Álava), participó con otras nueve monjas de clausura en un libro titulado “¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste?” editado por Libros Libres, para explicar la riqueza interior y la felicidad que supone la vida contemplativa.


“No se puede vivir aburrida en el Convento”
Confiesa Sor Teresita, recordando su ingreso al Convento Cisterciense de Buenafuente que “me dio miedo entrar, pero el Señor me ayudó. Yo no sabía nada de monjas, pero Él y santa Teresita me ayudaron y entre ellos se las arreglaron para que no me acobardara”.

Dedica su vida a la oración por los demás y al trabajo en el Convento. Según sus propias palabras, “aunque rezo mucho, tengo mis fugas… Tengo una imaginación muy loca. En cuanto me descuido, ya estoy distraída. Entonces vuelvo a rezar a la Virgen María y ella me trae a la oración o a mi trabajo.

Sor Teresita es la imagen de la felicidad: “No se puede vivir aburrida en el Convento. Terminas mal. O eres feliz o nada”.

¿Su secreto para la felicidad?: “Cada uno es feliz en su profesión. La felicidad se siente siguiendo cada uno su vocación. Eso sólo lo sabe quién lo vive”.

Sor Teresita (Valeria de nombre de civil), sin embargo tuvo una vocación tardía: “No me gustaban las monjas, ¡con lo bien que se estaba en casa! Éramos labradores. Estábamos en el campo de la mañana a la noche, trabajando, pero lo pasábamos bien. Yo era la mayor de 7 hermanos y con mi hermana me pasaba el día haciendo bromas, éramos felices”.

“Pero mi padre, viendo la vida que llevábamos en el campo, ¡y pensando que las monjas no trabajaban!, nos decía a mi hermana y a mí: ¿y no querrían ser monjas…? Y yo, por contentar a mi padre, le recé a la patrona de Vitoria y le pedí que me diese vocación… ¡Y vaya si me la dio!. La vocación y la perseverancia. Son dos gracias que Dios me dio”.

A sus 103 años, todos los días recibe y lee el diario y cree que todavía le quedan cosas por hacer: “Si Dios me sigue teniendo aquí, por algo será”. “Sé que muchos no entenderán mi manera de vivir, pero yo no entiendo otra”.

¿El resumen de su vida?: “El don más grande que recibí en estos más de 100 años es la oración. Sin ella no se puede sostener uno. Cada día es una opción de oración. Yo no dejo de repetir: `Gracias, perdón, Gracias, perdón´”.


“¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste?”
Por primera vez en España, un periodista traspasó los muros de varios monasterios de clausura para entrevistar a diez religiosas. Es algo único que no se había dado anteriormente. Pertenecen a distintas congregaciones y carismas. Hay testimonios de religiosas Agustinas, Clarisas, Carmelitas Descalzas, de la Inmaculada Concepción, Hijas de María Nuestra Señora, Reparadoras de la Virgen de los Dolores.

A través de las páginas del libro “¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste?”, editado por Libros Libres, el lector se convierte en el visitante de un monasterio de papel, cuyas celdas están habitadas por diez mujeres auténticas de nuestro mundo y nuestro tiempo, que responden abiertamente a éstas y más preguntas sobre la vocación, explicando cómo es la vida en una clausura, qué valor tiene la pobreza, qué las hace tomar semejante decisión, o si ya cumplidos los cien años valió la pena vivir casi un siglo dedicada nada menos, y nada más, que a Dios.+

viernes, 22 de julio de 2011

LA VIRGEN DE GUADALUPE

MARIA MAGDALENA

María Magdalena, la enamorada de Dios
El amor de María Magdalena a Cristo fue un amor total. "Para mí la vida es Cristo"

María Magdalena, la enamorada de Dios

Realmente nos encontramos en el Evangelio a un personaje muy especial del que nos pareciera saberlo todo y del que casi no sabemos nada: María Magdalena. Magdalena no es un apellido, sino un toponímico. Se trata de una María de Magdala, ciudad situada al norte de Tiberíades. Sólo sabemos de ella que Cristo la libró de siete demonios (Lc 8, 2) y que acompañaba a Cristo formando parte de un grupo grande mujeres que le servían. Los momentos culminantes de su vida fueron su presencia ante la Cruz de Cristo, junto a María, y, sobre todo, el ser testigo directo y casi primero de la Resurrección del Señor. A María Magdalena se le ha querido unir con la pecadora pública que encontró a Cristo en casa de Simón el fariseo y con María de Betania. No se puede afirmar esto y tampoco lo contrario, aunque parece que María Magdalena es otra figura distintas a las anteriores. El rostro de esta mujer en el Evangelio es, sin embargo, muy especial: era una mujer enamorada de Cristo, dispuesta a todo por él, un ejemplo maravilloso de fe en el Hijo de Dios. Todo parece que comenzó cuando Jesús sacó de ella siete demonios, es decir, según el parecer de los entendidos, cuando Cristo la curó de una grave enfermedad.


María Magdalena es un lucero rutilante en la ciencia del amor a Dios en la persona de Jesús. ¿Qué fue lo que a aquella mujer le hechizó en la persona de Cristo? ¿Por qué aquella mujer se convirtió de repente en una seguidora ardiente y fiel de Jesús? ¿Por qué para aquella mujer, tras la muerte de Cristo, todo se había acabado? María Magdalena se encontró con Cristo, después de que él le sacara aquellos "siete demonios". Es como si dijera que encontró el "todo", después de vivir en la "nada", en el "vacío". Y allí comenzó aquella historia.

El amor de María Magdalena a Jesús fue un amor fiel, purificado en el sufrimiento y en el dolor. Cuando todos los apóstoles huyeron tras el prendimiento de Cristo, María Magdalena estuvo siempre a su lado, y así la encontramos de pié al lado de la Cruz. No fue un amor fácil. El amor llevó a María Magdalena a involucrarse en el fracaso de Cristo, a recibir sobre sí los insultos a Cristo, a compartir con él aquella muerte tan horrible en la cruz. Allí el amor de María Magdalena se hizo maduro, adulto, sólido. A quien Dios no le ha costado en la vida, difícilmente entenderá lo que es amarle. Amor y dolor son realidades que siempre van unidas, hasta el punto de que no pueden existir la una sin la otra.


El amor de María Magdalena a Cristo fue un amor total. "Para mí la vida es Cristo", repetiría después otro de los grandes enamorados de Cristo. Comprobamos este amor en aquella escena tan bella de María Magdalena junto al sepulcro vacío. Está hundida porque le han quitado al Maestro y no sabe dónde lo han puesto. La muerte de Cristo fue para María un golpe terrible. Para ella la vida sin Cristo ya no tenía sentido. Por ello, el Resucitado va enseguida a rescatarla. Se trata seguro de una de las primeras apariciones de Cristo. Era tan profundo su amor que ella no podía concebir una vida sin aquella presencia que daba sentido a todo su ser y a todas sus aspiraciones en esta vida. Tras constatar que ha resucitado se lanza a sus pies con el fin de agarrarse a ellos e impedir que el Señor vuelva a salir de su vida.

El amor de María Magdalena a Cristo fue un amor de entrega y servicio. Nos dice el Evangelio que María Magdalena formaba parte de aquel grupo de mujeres que seguía y servía a Cristo. El amor la había convertido a esta mujer en una servidora entregada, alegre y generosa. Servir a quien se ama no es una carga, es un honor. El amor siempre exige entrega real, porque el amor no son palabras solo, sino hechos y hechos verdaderos. Un amor no acompañado de obras es falso. Hay quienes dicen "Señor, Señor, pero después no hacen lo que se les pide". María Magdalena no sólo servía a Cristo, sino que encontraba gusto y alegría en aquel servicio. Era para ella, una mujer tal vez pecadora antes, un privilegio haber sido elegida para servir al Señor.


El amor de María Magdalena a Cristo constituye para nosotros una lección viva y clarividente de lo que debe ser nuestro amor a Dios, a Cristo, al Espíritu Santo, a la Trinidad. Hay que despojar el amor de contenidos vacíos y vivirlo más radicalmente. Hay que relacionar más lo que hacemos y por qué lo hacemos con el amor a Dios. No debemos olvidar que al fin y al cabo nuestro amor a Dios más que sentimientos son obras y obras reales. El lenguaje de nuestro amor a Dios está en lo que hacemos por Él.

En primer lugar, podemos vivir el amor a Dios en una vida intensa y profunda de oración, que abarca tanto los sacramentos como la oración misma, además de vivir en la presencia de Dios. En estos momentos además nuestra relación con Dios ha de ser íntima, cordial, cálida. Hay que procurar conectar con Dios como persona, como amigo, como confidente. Hay que gozar de las cosas de Dios; hay que sentirse tristes sin las cosas de Dios; hay que llegar a sentir necesarias las cosas de Dios.

En segundo lugar, tenemos que vivir el amor a Dios en la rectitud y coherencia de nuestros actos. Cada cosa que hagamos ha de ser un monumento a su amor. Toda nuestra vida desde que los levantamos hasta que nos acostamos ha de ser en su honor y gloria. No podemos separar nuestra vida diaria con sus pequeñeces y grandezas del amor a Dios. No tenemos más que ofrecerle a Dios. Ahí radica precisamente la grandeza de Dios que acoge con infinito cariño esas obras tan pequeñas. De todas formas la verdad del amor siempre está en lo pequeño, porque lo pequeño es posible, es cotidiano, es frecuente. Las cosas grandes no siempre están al alcance de todos. Además el que es fiel en lo pequeño, lo será en lo mucho.


Y en tercer lugar, tenemos que vivir el amor a Dios en la entrega real y veraz al prójimo por Él. "Si alguno dice: Yo amo a Dios y odia a su hermano, es un mentiroso, pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no pude amar a Dios a quien no ve" (1 Jn 4,20). El amor a Dios en el prójimo es difícil, pero es muchas veces el más veraz. Hay que saber que se está amando a Dios cuando se dice NO al egoísmo, al rencor, al odio, a la calumnia, a la crítica, a la acepción de personas, al juicio temerario, al desprecio, a la indiferencia, a etiquetar a los demás; y cuando se dice SÍ a la bondad, a la generosidad, a la mansedumbre, al sacrificio, al respeto, a la amistad, a la comprensión, al buen hablar. La caridad con el prójimo va íntimamente ligada a la caridad hacia Dios. Es una expresión real del amor a Dios.

miércoles, 20 de julio de 2011

EL ABUELO DANIEL

El 20 de julio de 1916, nació un gran hombre, don Daniel Larrat, hombre sincero y bonachón, que con su don de afabilidad unía a sus hijos, vecinos y amigos. Dios le concedió la gracia de vivir pendiente de la necesidad del otro. Muchas veces ante la desgracia ajena, no esperaba un minuto y salía al socorro, a la ayuda del hermano. Siempre en su bicicleta o caminando, llegaba a todas las casas de los vecinos, y con un "che hay que ayudar" animaba a sus vecinos y familiares a ser solidarios. Recuerdo su fe, su confianza puesta en Dios y en la intercesión de Ceferino, muchas veces lo ví ir a Misa y decirle al sacerdote en medio de la celebración " Padre perdón, pero yo no me levanto, porque no puedo" pero su imposibilidad no le impedía ir a la Eucaristía.
Cuantos recuerdos brotan en mi interior, estoy orgullosa de ser su nieta, fue un hombre que con debilidades y miserias siempre tuvo un gesto oportuno para el hermano. Sus hijos y sus nietos, sus hijos políticos todos recordamos cuando el abuelo Daniel nos reunía y unía a lo que estaba desunido, aunque han pasado varios años desde que partió a la casa del Padre, sabemos que su amor, sus gestos, sus actos de amor siguen vigentes, siguen presentes entre nosotros.
Gracias Señor por el abuelo Daniel.
Silvina

martes, 5 de julio de 2011

QUE LA CARIDAD SEA SIN FINGIMIENTO

P. Raniero Cantalamessa


Tercera Predicación de Cuaresma

QUE LA CARIDAD SEA SIN FINGIMIENTO




1. Amarás al, prójimo como a ti mismo

Se ha observado un hecho. El río Jordán, en su curso, forma dos mares: el mar de Galilea y el mar Muerto, pero mientras que el mar de Galilea es un mar bullente de vida, entre las aguas con más pesca de la tierra, el mar Muerto es precisamente un mar “muerto”, no hay traza de vida en él ni a su alrededor, sólo salinas. Y sin embargo se trata de la misma agua del Jordán. La explicación, al menos en parte, es esta: el mar de Galilea recibe las aguas del Jordán, pero no las retiene para sí, las hace volver a fluir de manera que puedan irrigar todo el valle del Jordán.

El mar Muerto recibe las aguas y las retiene para sí, no tiene desaguaderos, de él no sale una gota de agua. Es un símbolo. Para recibir amor de Dios, debemos darlo a los hermanos, y cuanto más lo damos, más lo recibimos. Sobre esto queremos reflexionar en esta meditación.

Tras haber reflexionado en las primeras dos meditaciones sobre el amor de Dios como don, ha llegado el momento de meditar también sobre el deber de amar, y en particular en el deber de amar al prójimo. El vínculo entre los dos amores se expresa de forma programática por la palabra de Dios: “Si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. ” (1 Jn 4,11).

“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” era un mandamiento antiguo, escrito en la ley de Moisés (Lv 19,18) y Jesús mismo lo cita como tal (Lc 10, 27). ¿Cómo entonces Jesús lo llama “su” mandamiento y el mandamiento “nuevo”? La respuesta es que con él han cambiado el objeto, el sujeto y el motivo del amor al prójimo.

Ha cambiado ante todo el objeto, es decir, el prójimo a quien amar. Este ya no es sólo el compatriota, o como mucho el huésped que vive con el pueblo, sino todo hombre, incluso el extranjero (¡el Samaritano!), incluso el enemigo. Es verdad que la segunda parte de la frase “Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo” no se encuentra literalmente en el Antiguo Testamento, pero resume su orientación general, expresada en la ley del talión: “ojo por ojo, diente por diente” (Lv 24,20), sobre todo si se compara con lo que Jesús exige de los suyos:

“Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, rogad por sus perseguidores; así seréis hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si amáis solamente a quienes os aman, ¿qué recompensa merecéis? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?” (Mt 5, 44-47).

Ha cambiado también el sujeto del amor al prójimo, es decir, el significado de la palabra prójimo. Este no es el otro; soy yo, no es el que está cercano, sino el que se hace cercano. Con la parábola del buen samaritano Jesús demuestra que no hay que esperar pasivamente a que el prójimo aparezca en mi camino, con muchas señales luminosas, con las sirenas desplegadas. El prójimo eres tu, es decir, el que tu puedes llegar a ser. El prójimo no existe de partida, sino que se tendrá un prójimo sólo el que se haga próximo a alguien.

Ha cambiado sobre todo el modelo o la medida del amor al prójimo. Hasta Jesús, el modelo era el amor de uno mismo: “como a ti mismo”. Se dijo que Dios no podía asegurar el amor al prójimo a un “perno” más seguro que este; no habría obtenido el mismo objetivo ni siquiera su hubiese dicho: “¡Amarás a tu prójimo como a tu Dios!”, porque sobre el amor a Dios – es decir, sobre qué es amar a Dios – el hombre todavía puede hacer trampa , pero sobre el amor a sí mismo no. El hombre sabe muy bien qué significa, en toda circunstancia, amarse a sí mismo; es un espejo que tiene siempre ante sí, no tiene escapatoria1.

Y sin embargo deja una escapatoria, y es por ello que Jesús lo sustituye por otro modelo y otra medida: “Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros, como yo os he amado” (Jn 15,12). El hombre puede amarse a sí mismo de forma equivocada, es decir, desear el mal, no el bien, amar el vicio, no la virtud. Si un hombre semejante ama a los demás como a sí mismo, ¡pobrecita la persona que sea amada así! Sabemos en cambio a dónde nos lleva el amor de Jesús: a la verdad, al bien, al Padre. Quien le sigue “no camina en las tinieblas”. Él nos amó dando la vida por nosotros, cuando éramos pecadores, es decir, enemigos (Rm 5, 6 ss).

Se entiende de este modo qué quiere decir el evangelista Juan con su afirmación aparentemente contradictoria: “Queridos míos, no os doy un mandamiento nuevo, sino un mandamiento antiguo, el que aprendisteis desde el principio: este mandamiento antiguo es la palabra que oísteis. Sin embargo, el mandamiento que os doy es nuevo” (1 Jn 2, 7-8). El mandamiento del amor al prójimo es “antiguo” en la letra, pero “nuevo” por la novedad misma del evangelio. Nuevo – explica el Papa en un capítulo de su nuevo libro sobre Jesús – porque no es ya solo “ley”, sino también, e incluso antes, “gracia”. Se funda en la comunión con Cristo, hecha posible por el don del Espíritu.2

Con Jesús se pasa de la ley del contrapeso, o entre dos actores: “Lo que el otro te hace, házselo tu a él”, a la ley del traspaso, o a tres actores: “Lo que Dios te ha hecho a ti, hazlo tu al otro”, o, partiendo de la dirección opuesta: “Lo que tu hayas hecho al otro, es lo que Dios hará contigo”. Son incontables las palabras de Jesús y de los apóstoles que repiten este concepto: “Como Dios os ha perdonado, perdonaos unos a otros”: “Si no perdonáis de corazón a vuestros enemigos, tampoco vuestro padre os perdonará”. Se corta la excusa de raíz: “Pero él no me ama, me ofende...”. Esto le compete a él, no a ti. A ti te tiene que importar sólo lo que haces al otro y cómo te comportas frente a lo que el otro te hace a ti.

Queda pendiente la pregunta principal: ¿por qué este singular cambio de rumbo del amor de Dios al prójimo? ¿No sería más lógico esperarse: “Como yo os he amado, amadme así a mi”?, en lugar de: “Como yo os he amado, amaos así unos a otros”? Aquí está la diferencia entre el amor puramente de eros y el amor de eros y agape unidos. El amor puramente erótico es de circuito cerrado: “Ámame, Alfredo, ámame como yo te amo”: así canta Violeta en la Traviata de Verdi: yo te amo, tu me amas. El amor de agape es de circuito abierto: viene de Dios y vuelve a él, pero pasando por el prójimo. Jesús inauguró él mismo este nuevo tipo de amor: “Como el Padre me ha amado, así también os he amado yo” (Jn 15, 9).

Santa Catalina de Siena dio, del motivo de ello, la explicación más sencilla y convincente. Ella hace decir a Dios:

“Yo os pido que me améis con el mismo amor con que yo os amo. Esto no me lo podéis hacer a mi, porque yo os amé sin ser amado. Todo el amor que tenéis por mí es un amor de deuda, no de gracia, porque estáis obligados a hacerlo, mientras que yo os amo con un amor de gracia, no de deuda. Por ello, vosotros no podéis darme el amor que yo requiero. Por esto os he puesto al lado a vuestro prójimo: para que hagáis a este lo que no podéis hacerme a mi, es decir, amarlo sin consideraciones de mérito y sin esperaron utilidad alguna. Y yo considero que me hacéis a mi lo que le hacéis a él”3.

2. Amaos de verdadero corazón

Tras estas reflexiones generales sobre el mandamiento del amor al prójimo, ha llegado el momento de hablar de la cualidad que debe revestir este amor. Éstas son fundamentalmente dos: debe ser un amor sincero y un amor de los hechos, un amor del corazón y un amor, por así decirlo, de las manos. Esta vez nos detendremos en la primera cualidad, y lo hacemos dejándonos guiar por el gran cantor de la caridad que es Pablo.

La segunda parte de la Carta a los Romanos es toda una sucesión de recomendaciones sobre el amor mutuo dentro de la comunidad cristiana: “Que vuestra caridad sea sin fingimiento[...]; amaos unos a otros con afecto fraterno, competid en estimaros mutuamente...” (Rm 12, 9 ss). “Que la única deuda con los demás sea la del amor mutuo: el que ama al prójimo ya cumplió toda la Ley” (Rm 13, 8).

Para captar el espíritu que unifica todas estas recomendaciones, la idea de fondo, o mejor, el “sentimiento” que Pablo tiene de la caridad, debe partirse de esa palabra inicial: “Que la caridad sea sin fingimiento”. Esta no es una de las muchas exhortaciones, sino la matriz de la que deriva todas las demás. Contiene el secreto de la caridad. Intentemos captar, con la ayuda del Espíritu, este secreto.

El término original usado por san Pablo y que se traduce como “sin fingimiento”, es anhypòkritos, es decir, sin hipocresía. Este término es una especie de “chivato”; es, de hecho, un término raro que encontramos empleado, en el Nuevo Testamento, casi exclusivamente para definir el amor cristiano. La expresión “amor sincero” (anhypòkritos) vuelve ahora en 2 Corintios 6, 6 y en 1 Pedro 1, 22. Este último texto permite captar, con toda certeza, el significado del término en cuestión, porque lo explica con una perífrasis; el amor sincero – dice – consiste en amarse intensamente “de verdadero corazón”.

San Pablo, por tanto, con esa sencilla afirmación: “que la caridad sea sin fingimiento”, lleva el discurso a la raíz misma de la caridad, al corazón. Lo que se exige del amor es que sea verdadero, auténtico, no fingido. Como el vino, para ser “sincero”, debe ser exprimido de la uva, así el amor del corazón. También en ello el Apóstol es el eco fiel del pensamiento de Jesús; él, de hecho, había indicado, repetidamente y con fuerza, al corazón, como el “lugar” en el que se decide el valor de lo que el hombre hace, lo que es puro, o impuro, en la vida de una persona (Mt 15, 19).

Podemos hablar de una intuición paulina, respecto de la caridad; ésta consiste en revelar, tras el universo visible y exterior de la caridad, hecho de obras y de palabras, otro universo totalmente interior, que es, respecto al primero, lo que el alma es para el cuerpo. Volvemos a encontrar esta intuición en el otro gran texto sobre la caridad que es 1 Corintios 13. Lo que san Pablo dice allí, bien mirado, se refiere totalmente a esta caridad interior, a las disposiciones y a los sentimientos de caridad: la caridad es paciente, es benigna, no es envidiosa, no se irrita, todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera... No hay nada que se refiera, directamente de por sí, a hacer el bien, u obras de caridad, sino que todo se reconduce a la raíz del querer bien. La benevolencia viene antes que la beneficencia.

Es el Apóstol mismo el que explicita la diferencia entre las dos esferas de la caridad, diciendo que el mayor acto de caridad exterior – el distribuir a los pobres todos los bienes – no serviría de nada sin la caridad interior (cf. 1 Cor 13, 3). Sería lo opuesto de la caridad “sincera”. La caridad hipócrita, de hecho, es precisamente la que hace el bien, sin querer bien, que muestra exteriormente algo que no tiene una correspondencia en el corazón. En este caso, se tiene una falta de caridad, que puede, incluso, esconder egoísmo, búsqueda de sí, instrumentalización del hermano, o incluso simple remordimiento de conciencia.

Sería un error fatal contraponer entre sí caridad del corazón y caridad de los hechos, o refugiarse en la caridad interior, para encontrar en ella una especie de coartada a la falta de caridad de los hechos. Por lo demás, decir que, sin la caridad, “de nada me aprovecha” siquiera el dar todo a los pobres, no significa decir que esto no le sirve a nadie y que es inútil; significa más bien decir que no me aprovecha “a mí”, mientras que puede aprovechar al pobre que la recibe. No se trata, por tanto, de atenuar la importancia de las obras de caridad (lo veremos, decía, la próxima vez), sino de asegurarles un fundamento seguro contra el egoísmo y sus infinitas astucias. San Pablo quiere que los cristianos estén “arraigados y fundados en la caridad” (Ef 3, 17), es decir, que el amor sea la raíz y el fundamento de todo.

Amar sinceramente significa amar a esta profundidad, allí donde no se puede mentir, porque estás solo ante ti mismo, solo ante el espejo de tu conciencia, bajo la mirada de Dios. “Ama a su hermano – escribe Agustín – el que, ante Dios, allí donde él solo ve, afirma su corazón y se pregunta íntimamente si verdaderamente actúa así por amor al hermano; y ese ojo que penetra en el corazón, allí adonde el hombre no puede llegar, le da testimonio”4. Era amor sincero por ello el de Pablo por los judíos si podía decir: “ Digo la verdad en Cristo, no miento, y mi conciencia me lo atestigua en el Espíritu Santo. Siento una gran tristeza y un dolor constante en mi corazón. Yo mismo desearía ser maldito, separado de Cristo, en favor de mis hermanos, los de mi propia raza” (Rom 9,1-3).

Para ser genuina, la caridad cristiana debe, por tanto, partir desde el interior, desde el corazón; las obras de misericordia de las “entrañas de misericordia” (Col 3, 12). Con todo, debemos precisar en seguida que aquí se trata de algo mucho más radical que la simple “interiorización”, es decir, de un poner el acento de la práctica exterior de la caridad a la práctica interior. Este es solo el primer paso. ¡La interiorización apunta a la divinización! El cristiano – decía san Pedro – es aquel que ama “de verdadero corazón”: ¿pero con qué corazón? ¡Con “el corazón nuevo y el Espíritu nuevo” recibido en el bautismo!

Cuando un cristiano ama así, es Dios el que ama a través de él; él se convierte en un canal del amor de Dios. Sucede como con el consuelo, que no es otra cosa sino una modalidad del amor: “Dios nos consuela en cada una de nuestras tribulaciones para que podamos también nosotros consolar a quienes se encuentran en todo tipo de aflicción con el consuelo con el que nosotros mismos somos consolados por Dios” (2 Cor 1, 4). Nosotros consolamos con el consuelo con el que somos consolados por Dios, amamos con el amor con el que somos amados por Dios. No con uno diverso. Esto explica el eco, aparentemente desproporcionado, que tiene a veces un sencillísimo acto de amor, a menudo escondido, la esperanza y la luz que crea alrededor.

3. La caridad edifica

Cuando se habla de la caridad en los escritos apostólicos, no se habla de ella nunca en abstracto, de modo genérico. El trasfondo es siempre la edificación de la comunidad cristiana. En otras palabras, el primer ámbito de ejercicio de la caridad debe ser la Iglesia, y más concretamente aún la comunidad en la que se vive, las personas con las que se mantienen relaciones cotidianas. Así debe suceder también hoy, en particular en el corazón de la Iglesia, entre aquellos que trabajan en estrecho contacto con el Sumo Pontífice.

Durante un cierto tiempo en la antigüedad se quiso designar con el término caridad, agape, no sólo la comida fraterna que los cristianos tomaban juntos, sino también a toda la Iglesia5. El mártir san Ignacio de Antioquía saluda a la Iglesia de Roma como la que “preside en la caridad (agape)”, es decir, en la “fraternidad cristiana”, el conjunto de todas las iglesias6. Esta frase no afirma sólo el hecho del primado, sino también su naturaleza, o el modo de ejercerlo: es decir, en la caridad.

La Iglesia tiene necesidad urgente de una llamarada de caridad que cure sus fracturas. En un discurso suyo, Pablo VI decía: “La Iglesia necesita sentir refluir por todas sus facultades humanas la ola del amor, de ese amor que se llama caridad, y que precisamente ha sido difundida en nuestros corazones precisamente por el Espíritu Santo que se nos ha dado” 7. Sólo el amor cura. Es el óleo del samaritano. Oleo también porque debe flotar por encima de todo, como hace precisamente el aceite respecto a los líquidos. “Que por encima de todo esté la caridad, que es el vínculo de la perfección” (Col 3, 14). Por encima de todo, super omnia! Por tanto también de la fe y de la esperanza, de la disciplina, de la autoridad, aunque, evidentemente, la propia disciplina y autoridad puede ser una expresión de la caridad. No hay unidad sin la caridad y, si la hubiese, sería sólo una unidad de poco valor para Dios.

Un ámbito importante sobre el que trabajar es el de los juicios recíprocos. Pablo escribía a los Romanos: “Entonces, ¿Con qué derecho juzgas a tu hermano? ¿Por qué lo desprecias? ... Dejemos entonces de juzgarnos mutuamente” (Rm 14, 10.13). Antes de él Jesús había dicho: “No juzguéis y no seréis juzgados [...] ¿Por qué te fijas en la paja que está en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que está en el tuyo?” (Mt 7, 1-3). Compara el pecado del prójimo (el pecado juzgado), cualquiera que sea, con una pajita, frente al pecado de quien juzga (el pecado de juzgar) que es una viga. La viga es el hecho mismo de juzgar, tan grave es eso a los ojos de Dios.

El discurso sobre los juicios es ciertamente delicado y complejo y no se puede dejar a medias, sin que aparezca en seguida poco realista. ¿Cómo se puede, de hecho, vivir del todo sin juzgar? El juicio está dentro de nosotros incluso en una mirada. No podemos observar, escuchar, vivir, sin dar valoraciones, es decir, sin juzgar. Un padre, un superior, un confesor, un juez, quien tenga una responsabilidad sobre los demás, debe juzgar. Es más, a veces, como es el caso de muchos aquí en la Curia, el juzgar es, precisamente, el tipo de servicio que uno está llamado a prestar a la sociedad o a la Iglesia.

De hecho, no es tanto el juicio el que se debe quitar de nuestro corazón, ¡sino más bien el veneno de nuestro juicio! Es decir, el hastío, la condena. En el relato de Lucas, el mandato de Jesús: “No juzguéis y no seréis juzgados” es seguido inmediatamente, como para explicitar el sentido de estas palabras, por el mandato: “No condenéis y no seréis condenados” (Lc 6, 37). De por sí, el juzgar es una acción neutral, el juicio puede terminar tanto en condena como en absolución y justificación. Son los prejuicios negativos los que son recogidos y prohibidos por la palabra de Dios, los que junto con el pecado condenan también al pecador, los que miran más al castigo que a la corrección del hermano.

Otro punto cualificador de la caridad sincera es la estima: “competid en estimaros mutuamente” (Rm 12, 10). Para estimar al hermano, es necesario no estimarse uno mismo demasiado; es necesario – dice el Apóstol – “no hacerse una idea demasiado alta de sí mismos” (Rm 12, 3). Quien tiene una idea demasiado alta de sí mismo es como un hombre que, de noche, tiene ante los ojos una fuente de luz intensa: no consigue ver otra cosa más allá de ella; no consigue ver las luces de los hermanos, sus virtudes y sus valores.

“Minimizar” debe ser nuestro verbo preferido, en las relaciones con los demás: minimizar nuestras virtudes y los defectos de los demás. ¡No minimizar nuestros defectos y las virtudes de los demás, como en cambio hacemos a menudo, que es la cosa diametralmente opuesta! Hay una fábula de Esopo al respecto; en la reelaboración que hace de ella La Fontaine suena así:

“Cuando viene a este valle

cada uno lleva encima

una doble alforja.

Dentro de la parte de delante

de buen grado todos

echamos los defectos ajenos,

y en la de atrás, los propios”8.

Deberíamos sencillamente dar la vuelta a las cosas: poner nuestros defectos en la parte de delante y los defectos ajenos en la de detrás. Santiago advierte: “No habléis mal unos de otros” (St 4,11). El chisme ha cambiado de nombre, se llama comentario [gossip, n.d.t.] y parece haberse convertido en algo inocente, en cambio es una de las cosas que más contaminan el vivir juntos. No basta con no hablar mal de los demás; es necesario además impedir que otros lo hagan en nuestra presencia, hacerles entender, quizás silenciosamente, que no se está de acuerdo. ¡Qué aire distinto se respira en un ambiente de trabajo y en una comunidad cuando se toma en serio la advertencia de Santiago! En muchos locales públicos una vez se ponía: “Aquí no se fuma”, o también, “Aquí no se blasfema”. No estaría mal sustituirlas, en algunos casos, con el escrito: “¡Aquí no se hacen chismes!”

Terminemos escuchando como dirigida a nosotros la exhortación del Apóstol a la comunidad de Filipos, tan querida por él: “Os ruego que hagais perfecta mi alegría, permaneciendo bien unidos. Tened un mismo amor, un mismo corazón, un mismo pensamiento. No hagáis nada por espíritu de discordia o de vanidad, y que la humildad os lleve a estimar a los otros como superiores a vosotros mismos. Que cada uno busque no solamente su propio interés, sino también el de los demás” (Fil 2, 2-5).

1 Cf. S. Kierkegaard, Gli atti dell’amore, Milán, Rusconi, 1983, p. 163.

2 Benedicto XVI, Gesù di Nazaret, II Parte, Libreria Editrice Vaticana 2011, pp. 76 s.

3 S. Catalina de Siena, Dialogo 64.

4 S. Agustín, Comentario a la primera carta de Juan, 6,2 (PL 35, 2020).

5 Lampe, A Patristic Greek Lexicon, Oxford 1961, p. 8

6 S. Ignacio de Antioquía, Carta a los Romanos, saludo inicial.

7 Discurso en la audiencia general del 29 de noviembre de 1972 (Insegnamenti di Paolo VI, Tipografia Poliglotta Vaticana, X, pp. 1210s.).

8 J. de La Fontaine, Fábulas, I, 7

lunes, 4 de julio de 2011

ORACION AL PADRE PIO POR LOS ENFERMOS

POR LOS ENFERMOS

Santo padre Pío, ya que durante tu vida terrena mostraste un gran amor por los enfermos y afligidos, escucha nuestros ruegos e intercede ante el Padre misericordiosos por los que sufren. Asiste desde el cielo a todos los enfermos del mundo; sostiene a quienes han perdido toda esperanza de curación; consuela a quienes gritan o lloran por sus tremendos dolores; protege a quienes no pueden atenderse o medicarse por falta de recursos materiales o ignorancia; alienta a quienes no pueden reposar porque deben trabajar; vigila a quienes buscan en la cama una posición menos dolorosa; acompaña a quienes pasan las noches insomnes; visita a quienes ven que la enfermedad frustra sus proyectos; alumbra a quienes pasan una "noche oscura" y desesperan; toca los miembros y músculos que han perdido movilidad; ilumina a quienes ven tambalear su fe y se sienten atacados por dudas que los atormentan; apacigua a quienes se impacientan viendo que no mejoran; calma a quienes se estremecen por dolores y calambres; concede paciencia, humildad y constancia a quienes se rehabilitan; devuelve la paz y la alegría a quienes se llenaron de angustia; disminuye los padecimientos de los más débiles y ancianos; vela junto al lecho de los que perdieron el conocimiento; guía a los moribundos al gozo eterno; conduce a los que más lo necesitan al encuentro con Dios; y bendice abundantemente a quienes los asisten en su dolor, los consuelan en su angustia y los protegen con caridad. Amén.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...