lunes, 17 de septiembre de 2018

HOMILIA Domingo Vigesimoquinto del TIEMPO ORDINARIO cB (23 de septiembre de 2018)

Domingo Vigesimoquinto del TIEMPO ORDINARIO cB (23 de septiembre de 2018) Primera: Sabiduría 2, 12.17-20; Salmo: Sal 53, 3-6. 8; Segunda: Santiago 3, 16 – 4,3; Evangelio: Marcos 9, 30-37 Nexo entre las LECTURAS Jesucristo, Palabra del Padre, con su persona, su enseñanza y su vida, ha traído una enseñanza revolucionaria al mundo, a los hombres. En esta enseñanza se centran (una posibilidad) los textos litúrgicos de este Domingo. Al impío, que no entiende ni acepta la vida del justo se le pide, decididamente, un cambio de actitud (primera lectura), se le enseña que se puede responder con amor y benevolencia y no con odio o rencor, como Caín. Los discípulos de Jesús necesitan cambiar de mentalidad ante las enseñanzas sorprendentes de su Maestro (evangelio) y deberán comprender en su corazón que el amor y el servicio, la entrega y la donación es lo mejor y es lo que Dios quiere… ¡nunca más el odio ni la venganza! Dirá san Juan Pablo II. Santiago (segunda lectura) propone a los cristianos un programa espiritual que implica un “cambio” en el estilo de vida que llevaban antes de conocer a Jesús. La verdadera revolución es entregar la vida por el otro (Papa Benedicto). Temas... Empezar con una actitud nueva. Según el libro de la Sabiduría, el impío piensa que el justo es un fastidio para él, porque es la conciencia crítica de su obrar; en lugar de maravillarse e imitarlo, como debería, prefiere someterle a prueba; incluso a la prueba de la muerte para ver si el Dios -en quien confía- le protege y le salva. En los versículos 21 y 22 del mismo capítulo se añade: "Así piensan, pero se equivocan... No conocen los secretos de Dios". Se equivocan. Su actitud no corresponde a la que Dios quiere. Hay, por tanto, que cambiar y empezar bien. El justo, el fiel, el santo ha de ser contemplado y propuesto como modelo digno de imitación. Es verdad que el hombre fiel es un reclamo a la conciencia, pero esto debe ser causa de alegría y de gratitud. ¿Por qué no acudir a Dios con la confianza del justo en lugar de ponerle a prueba incluso con la muerte? Obrar con NUEVA mentalidad. A los discípulos de Jesús no les entra en la cabeza que su Maestro tenga que pasar por el sufrimiento… no les parece bien que para ser el primero se deba ser el servidor de todos… que, en las nuevas categorías del Reino de Cristo, el niño ocupe un lugar primordial. No es fácil, para ellos y para nosotros, dejar la concepción común. Pero, si queremos ser discípulos misioneros, tenemos que cambiar. Hay que aceptar que el sufrimiento es camino de redención para Jesucristo y para los cristianos. Hemos de creer vitalmente que el servir no es un favor que se hace alguna vez, sino el estilo habitual del discípulo misionero y del vivir en cristiano. Hay que llegar a la certeza de que, acoger a quien no cuenta, al marginado, al débil, al necesitado es acoger a Cristo y por Él al Padre celestial. El trato y la compañía de Jesús, por un lado, y la acción del Espíritu, por otro, realizarán el milagro. Cambiar de vida. Si cambiar el modo de pensar es difícil, mucho más lo es el cambio de vida. El Bautismo y la Eucaristía reestructuran al hombre por dentro con la gracia santificante, es Cristo mismo quien infunde un nuevo modo de ser y un principio nuevo de actuación. En ello y con Él está la base del cambio de vida. Este “empezar de nuevo”, “empezar bien”, requiere la gracia de Dios y el trabajo humano, la respuesta creyente y confiada del hombre. Será posible con paciencia y mansedumbre para que las nuevas estructuras sean vitalmente asimiladas y configuren día tras día, acción tras acción, el comportamiento humano nuevo. Sólo cuando se haya logrado la nueva configuración existencial, "la sabiduría que viene de arriba, que es pura, pacífica, indulgente, dócil, llena de misericordia y buenos frutos, imparcial, sin hipocresía" guiará el obrar humano y cada uno de nuestros actos. Sin esta configuración que requiere gracia, esfuerzo y tiempo, las viejas estructuras seguirán vigentes y con ellas el actuar conducido por las contiendas, las codicias, los deseos de placeres, las envidias, los odios y las venganzas… Cambiar la vida es la gran tarea, llevada a cabo con constancia y entusiasmo. Debemos recurrir a la Virgen María, Madre buena que nos sostenga en la decisión de vivir la vida nueva del Reino. Sugerencias... Lo NUEVO empieza desde Dios. El cambio al que la liturgia nos invita es una gracia de Dios. Es decir, la novedad del Reino que Dios quiere y espera del hombre para que sea más hombre, para que viva mejor y más plenamente su dignidad humana es DON de Dios y TAREA del hombre. La vida nueva que Dios nos pide es de la injusticia a la justicia, del abuso al servicio de los demás, de la infidelidad a la fidelidad, del odio al amor, de la venganza al perdón, de la cultura de muerte a la cultura de la vida, del pecado a la gracia y a la santidad (oración de san Francisco de Asís) y también el programa de vida que se llamó Civilización del Amor en el Jubileo de la Alegría del año 1975 promovido por el preconizado santo Papa Pablo VI, que quedó plasmado en el canto UN NUEVO SOL.. Nuevo programa de vida. La Civilización del Amor con mayor o menor claridad nos enseña que todo hombre se debe trazar un NUEVO proyecto de vida. El Papa Francisco diariamente nos pide recemos, que hagamos un discernimiento para conocer, con la ayuda de Dios, lo que Él me pide y pedir la gracia para querer hacerlo. Preguntarse: ¿Qué quiero ser, qué quiero hacer, a qué valores no puedo renunciar, de qué medios, buenos y santos, debo servirme? Todo cristiano debería tener un pequeño proyecto o programa de vida en su condición precisamente de cristiano. Rezar cada mañana (Gaudete et exsultate) para encontrarme con el plan de Dios para mi vida: ¿Qué voy a hacer por Cristo y por mis hermanos? ¿Qué valores voy a proponer a mis hijos/hermanos/cónyuge/feligreses? ¿Por qué valores voy a luchar en mi vida personal, familiar, social, laborar, como Cura Párroco o Consagrado? ¿Cuánto tiempo voy a dedicar a mi misión de apóstol de Jesucristo dentro de mi comunidad parroquial, diocesana, dentro del movimiento al que pertenezco… o en los lugares donde se desenvuelve mi vida personal y/o laboral? ¿Qué iniciativa, pequeña o grande, voy a proponer para fomentar el sentido de Dios, para promover las vocaciones al sacerdocio o a la vida consagrada, para visitar y atender a los enfermos o a los que viven SOLOS, en mi barrio, en mi parroquia? No es necesario que sea un programa grande, completo. Haz un pequeño programa posible. Un programa que te ayude a crecer en tu vida espiritual: dedicar, por ejemplo, un tiempo diario a la oración, o confesarte con más frecuencia y regularidad, o luchar con más decisión y energía contra el vicio del alcohol o de la droga… el que tengas, que a veces es la intolerancia o el fanatismo o la dureza de corazón… Un programa que te mantenga activo en tu misión eclesial: catequesis, prestar más atención a la educación espiritual y moral de los más jóvenes. Al final del día, o al menos de la semana, hacer un examen de conciencia. ¡Cuánto bien puede hacer un pequeño programa! (san Benito). Virgen de la escucha y del discernimiento: ruega por nosotros.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...