lunes, 28 de agosto de 2023

HOMILIA Domingo vigesimosegundo del TIEMPO ORDINARIO cA (03 de septiembre de 2023)

Domingo vigesimosegundo del TIEMPO ORDINARIO cA (03 de septiembre de 2023)

Primera: Jeremías 20, 7-9; Salmo: Sal 62, 2-6.8-9; Segunda: Romanos 12, 1-2; Evangelio: Mateo 16, 21-27

Nexo entre las LECTURAS…

La Voluntad de Dios es la suprema norma del profeta Jeremías, de Jesucristo y de los cristianos. Jeremías siente el aguijón de la rebelión, de tirar todo por la borda; pero "(la Palabra de Dios) era dentro de mí como un fuego devorador encerrado en mis huesos; me esforzaba en contenerlo, pero no podía" (Primera lectura). El Evangelio de hoy sigue a la proclamación que Pedro hace de Jesús como Mesías e Hijo de Dios (Domingo anterior). Jesús quiere dejar bien sentado cuál es el sentido de su mesianismo según el designio de Dios: "Ir a Jerusalén y sufrir mucho por causa de los ancianos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley; morir y al tercer día resucitar" (Evangelio). San Pablo nos enseña que el auténtico culto consiste en ofrecerse como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios (segunda lectura).

Temas...

Ser cristiano no es fácil. No es fácil ser cristiano. Nunca lo ha sido, pero ahora, tal vez, menos. A todos nos gustaría un cristianismo cómodo, consolador, compaginable con otras tendencias a las que nos estimula la sociedad de hoy. Pero no es eso lo que nos han dicho las lecturas de hoy: nos han hablado de cruz y renuncia.

En la primera lectura hemos escuchado unas palabras dramáticas del profeta Jeremías. La misión que Dios le encomendaba resultó muy difícil. Era muy joven –unos 19 años– cuando fue llamado a ser profeta, portavoz de Dios. En un momento muy conflictivo de la historia de Israel –al borde de la destrucción total y del destierro– él, que de por sí era tierno y pacífico, debía anunciar palabras incómodas al pueblo y denunciar a los poderosos de su época. Eso le valió la enemistad, la burla, la persecución. No es raro que le asaltase la duda: ¿no será que Dios le ha "seducido", o sea, que le ha engañado y luego abandonado? ¿no será mejor que abandone, que dimita, que se niegue a seguir hablando en nombre de Dios? Pero triunfó en él la obediencia: no podía negarse a lo que le pedía Dios. Seguirá dando testimonio, seguirá siendo su profeta, aunque nadie le haga caso.

Pero todavía es más difícil y radical la vocación y la fidelidad de Jesús. También a él le va a costar la misión que se le ha encomendado. También a él le asaltará, en algunos momentos que los evangelios nos han conservado, la duda y el cansancio: "Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". Él ya sabe –se lo anuncia a los suyos en el evangelio de hoy– que camina hacia la muerte. Y camina decidido, aunque los suyos no le ayudan precisamente con sus reacciones y aunque a él mismo le costará lágrimas y sudor de sangre. Porque una cosa es saber cuál es el camino y otra, seguirlo con fidelidad radical.

Aceptar el evangelio entero. La reacción de Pedro es, en cierto modo, explicable. De su amor a Cristo no se puede dudar. El Domingo pasado escuchábamos su hermosa profesión de fe: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios", Pero todavía no había entendido que el camino de Cristo es camino de renuncia y sacrificio, antes de ser de salvación y de gloria. A Pedro, como a nosotros, le gustaban los aspectos amables del seguimiento de Jesús, Pero el sacrificio, no. Le gustaba el monte Tabor, el de la transfiguración. Pero no el monte del Gólgota, el de la cruz.

Algo parecido nos pasa a nosotros, La historia de Jeremías y de Jesús es la historia de tantos y tantos cristianos que, a lo largo de los siglos, han experimentado la dificultad de vivir su fe en medio de una sociedad indiferente o incluso hostil. La historia de un cristiano de hoy, que quiere vivir su cristianismo con coherencia. Ser cristiano se va convirtiendo cada vez más en una opción explícita por Cristo y por su estilo de vida, por su mentalidad y criterios de actuación. Pero supone que se acepta a la vez el riesgo y la dificultad, porque la escala de valores de Cristo no coincide con la de ese mundo.

Sigue habiendo cristianos perseguidos por su fe, o porque denuncian injusticias y situaciones que no se pueden compaginar con el evangelio. Pero, sobre todo, hay cristianos que tienen que librar en sus vidas la diaria opción entre los criterios de este mundo –en pos del placer, o del dinero, o del poder– y los criterios de Cristo, de entrega por los demás, de renuncia a lo no ético, de apertura hacia lo espiritual y no sólo hacia lo material e inmediato. Cada uno sabe qué puede suponer para él en concreto ese "tomar su cruz y seguirle" que anuncia Jesús a los suyos, o a qué cosas le obliga a renunciar el ser cristiano. No se trata de buscar el sufrimiento en sí mismo, sino de aceptar el seguimiento de Cristo con coherencia. Pablo les dice a los cristianos de Roma, en la segunda lectura, que "no se ajusten a este mundo, sino que sepan discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que agrada, lo perfecto". Y que ese es el mejor culto a Dios. Este discernimiento cuesta, y conduce a decisiones que pueden resultar difíciles. Porque lo cómodo es acomodarse a este mundo.

Jeremías también pensó en abandonar el encargo profético para poder vivir tranquilo en su pueblo. Pero la Palabra de Dios le ardía dentro y escogió el camino difícil. A Jesús le apetecería más, sin duda, que Dios le ahorrara "el cáliz de su muerte", pero eligió el camino difícil: "No se haga mi voluntad, sino la tuya". A Pedro, que al principio "pensaba como los hombres y no como Dios" y prefería las cosas fáciles, también le vendrá el tiempo en que, madurado en su fe cristiana, dé valiente testimonio de su fe en Cristo ante el pueblo, ante las autoridades y, finalmente, ante Nerón en Roma, en su martirio.

También a nosotros el mundo de hoy nos ofrece caminos mucho más fáciles y "prometedores" a corto plazo. Pero Cristo nos dice que si queremos seguirle tenemos que tomar cada uno su cruz, como él tomó la suya. Lo que no podemos hacer es una selección de lo que nos gusta, evitando lo que nos parece más serio y exigente en el programa de vida de Jesús. No podemos "censurar" páginas del evangelio que no nos gusten,

La Eucaristía nos da la fuerza para poder seguir por ese camino, exigente pero coherente. Comulgar con Cristo, en la eucaristía, es comulgar también con Él a lo largo de la jornada y de la semana, Con todas las consecuencias, aunque a veces eso suponga dificultad y renuncia. Pero, a la larga, es lo que nos dará la más profunda alegría y felicidad. 

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