martes, 12 de abril de 2022

HOMI LIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (15 de abril 2022) AUTOR: PADRE ANGEL

 VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (15 de abril 2022)


PrimeraIsaías 52,13 – 53,12; Salmo: Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25; Segunda: Hebreos 4, 14-16; 5,7-9 Evangelio: Juan 18, 1 – 19, 42

Nexo entre las LECTURAS

Las lecturas de la liturgia de hoy giran en torno al misterio de la cruz, un misterio que ningún concepto humano puede expresar adecuadamente. Pero las tres aproximaciones bíblicas tienen algo en común: que el milagro inagotable e inefable de la cruz se ha realizado «por nosotros». El siervo de Dios de la primera lectura ha sido ultrajado por nosotros, por su pueblo; el sumo sacerdote de la segunda lectura, a gritos y con  lágrimas, se ha ofrecido a sí mismo como víctima a Dios para convertirse, por nosotros, en el  autor de la salvación; y el rey de los judíos, tal y como lo describe la pasión según san Juan, ha «cumplido» por nosotros todo lo que exigía la Escritura, para finalmente, con la sangre y el agua que brotó de su costado traspasado, fundar su Iglesia para la salvación del mundo.

Temas...

1. El siervo de Yahvé. Nos muestra la Sagrada Escritura que hay amigos de Dios que interceden por sus hermanos, sobre todo por el pueblo elegido, es más, es un tema frecuente en la historia de Israel: Abrahán intercedió por Sodoma, la ciudad llena de pecado; Moisés hizo penitencia durante cuarenta días y cuarenta noches por el pecado de Israel y suplicó a Dios que no abandonara a su pueblo; profetas, como Jeremías y Ezequiel, tuvieron que soportar las pruebas más terribles por el pueblo. Pero ninguno de ellos llegó a sufrir tanto como el misterioso “siervo de Dios” de la primera lectura: el «hombre de dolores» despreciado y evitado por todos, «herido de Dios y humillado, traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes, que entregó su vida como expiación". Pero este sacrificio produce su efecto: «Sus cicatrices (heridas) nos curaron». Se trata ciertamente de una visión anticipada del Crucificado, este siervo no es el pueblo de Israel, pues, ni siquiera expía su propio pecado. No, es el siervo plenamente sometido a Dios, en el que Dios «se ha complacido». Durante siglos este siervo de Dios permaneció desconocido e ignorado por Israel, hasta que finalmente encontró un nombre en el Siervo Crucificado, Jesucristo, Hijo amado del Padre.

2. El sumo sacerdote. En la Antigua Alianza el sumo sacerdote podía entrar una vez al año en el Santuario y rociarlo con la sangre sacrificial de un animal. Pero ahora, en la segunda lectura, el sumo sacerdote por excelencia entra «con su propia sangre» (Hb 9,12), por tanto como sacerdote  y como víctima a la vez, en el verdadero y definitivo santuario, en el Cielo ante el Padre; por nosotros ha sido sometido a la tentación humana; por nosotros ha orado y suplicado a Dios en la debilidad humana, «a gritos y con lágrimas»; y por nosotros el Hijo, sometido eternamente al Padre, «aprendió», sufriendo, a obedecer sobre la tierra, convirtiéndose así  en «autor de salvación eterna» para todos nosotros. Tenía que hacer todo esto como Hijo de Dios para poder realizar eficazmente toda la profundidad de su servicio y sacrificio obedientes.

3. El rey. En la pasión según san Juan, Jesús se comporta como un auténtico rey en su sufrimiento: se deja arrestar voluntariamente; responde soberanamente a Anás que Él ha hablado abiertamente al mundo; declara su realeza ante Pilato, una realeza que consiste en ser testigo de la verdad, es decir, en dar testimonio con su sangre de que Dios ha amado al mundo hasta el extremo. Pilato le presenta como un rey inocente ante el pueblo que grita «¡crucifícalo!». «¿Al rey de ustedes voy a crucificar?», pregunta Pilato, y, tras entregar a Jesús para que lo crucificaran… manda poner sobre la cruz un letrero en el que estaba escrito: «El rey de los judíos». Y esto en las tres lenguas del mundo, irrevocablemente. La cruz es el trono real desde el que Jesús «atrae hacia Él» a todos los hombres, desde el que funda su Iglesia, confiando su Madre al discípulo amado, que la introduce en la comunidad de los apóstoles, y culmina la fundación confiándole, al morir, su Espíritu Santo viviente, que infundirá en Pascua y manifestará en Pentecostés.

Los tres caminos conducen, desde sitios distintos, al «REFULGENTE MISTERIO DE LA CRUZ»; ante esta suprema manifestación del amor y misericordia de Dios, el hombre se arrodilla en actitud de adoración.

Sugerencias...

GRACIAS, Varón de dolores. Es justo, y honra a todo cristiano, –e incluso a todo hombre– el dar gracias, este Viernes santo, al Crucificado, al Hijo de Dios, que se ha hecho esclavo (no-hombre) para que el hombre no se olvide que está llamado a ser plenamente hombre. Gracias, Señor Crucificado, porque has querido sufrir por nosotros hasta no parecer hombre y no tener aspecto humano; gracias, porque elegiste ser abrumado de dolores y familiarizado con el sufrimiento para que sintiéramos tu presencia en nuestros sufrimientos; gracias, oh Jesús, trono de misericordia y de perdón, porque quisiste sufrir por nuestro bien y curarnos con tus llagas. Gracias, oh Redentor, porque te entregaste a la muerte y compartiste la suerte de los pecadores. Gracias porque sufriste el arresto de los hombres, para acompañar a todos los arrestados de la historia, de nuestro tiempo, a veces, al igual que tú, sin culpa alguna. Gracias, hermano del hombre, porque con tu mirada lavaste la negación de Pedro y la de todos los que hoy continuamos sin razón alguna renegando de ti. Gracias, Verdad sublime, porque en los supremos momentos, como a lo largo de la vida, pusiste la verdad por encima incluso de la vida, como lo han hecho, siguiendo tus pasos, tantos mártires del pasado y de nuestros días. Gracias. Gracias, Hijo de María y de san José, el más digno de entre los hombres, porque aceptaste la ignominia de ser pospuesto a un criminal, como lo era Barrabás, Tú, el Inocente. Gracias, Tú, el hombre más libre de la historia, porque no desdeñaste la muerte del esclavo y convertiste el signo del oprobio en signo victorioso de gloria. Gracias, Señor Crucificado, porque con tu cruz has redimido al mundo.

El arte de sufrir. Sufrir es connatural a la condición humana, pero el arte de sufrir es gracia y se aprende, requiere de una lenta y constante educación. El Viernes santo es para los cristianos, y para todo ser humano, una escuela ‘excelsa’ del dolor. El Viernes santo aprendemos a sufrir en silencio, con Jesús, como Jesús. El Viernes Santo Jesucristo nos da la gran lección de aceptar–ofrecer el sufrimiento y la cruz, aunque no se sea culpable, en virtud de un motivo superior que es el amor a Dios y a los hermanos. El Viernes santo se nos enseña –¡qué gran lección!– a perdonar al que nos ha hecho mal, a orar por el que se burla de nosotros y es causa de nuestro dolor. En la escuela del Viernes Santo aprendemos a sufrir con paciencia y con amor, aceptando los acontecimientos y las circunstancias, tal como Dios los ha querido o los ha permitido para nuestro bien. El viacrucis del Viernes Santo se nos presenta como el viacrucis de la vida humana: en él se van entremezclando amor y odio, golpes y consuelos, seguidores y verónicas, sumos sacerdotes y cireneos, ultrajes y lágrimas, ladrón que blasfema y ladrón que se arrepiente, la Madre que le acompaña en su dolor y los discípulos que lo dejan en su soledad, quienes se reparten sus vestidos y quienes compran lienzos y aromas para su sepultura. Cristo acepta todo ello. Sufre, porque es mucho el peso físico y moral cargado sobre su pobre cuerpo maltrecho. Sufre, porque hace sufrir a sus seres queridos, a tantas personas que le aman de veras. Sufre, para que nosotros sepamos sufrir con Él y como Él.

Gracias, amado Redentor, ¡gracias!

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...