lunes, 5 de junio de 2017

PREPARANDO EL CORAZON PARA LA FIESTA DE LA SANTISIMA TRINIDAD

Solemnidad de la SANTÍSIMA TRINIDAD cA (11de junio 2017)
PrimeraÉxodo 34, 4b-6. 8-9; Salmo: Daniel 3, 52. 53. 54. 55. 56; Segunda: 2 Corinto 13, 11-13; Evangelio: Juan 3, 16-18
Nexo entre las LECTURAS.
La revelación del misterio trinitario se ‘muestra’ en los textos que la liturgia nos ofrece. El texto tomado del Éxodo nos revela la unidad de Dios y el corazón "clemente y compasivo, lleno de amor y fiel" apropiado al Padre. En la petición de Moisés: "Venga el Señor a nosotros" se vislumbra (apropiación) un primer paso hacia la encarnación y la revelación del Hijo, Dios con nosotros. Este misterio de la encarnación es revelado solemnemente en el Evangelio: "Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único". Al final de la segunda carta a los Corintios Pablo recoge una fórmula trinitaria de la liturgia cristiana primitiva: "La gracia de Jesucristo, el Señor, el amor del Padre y la comunión en los dones del Espíritu Santo, estén con todos ustedes", ahora sí, verdad de fe. "Bendito el Señor en la bóveda del cielo, alabado y glorioso y ensalzado por los siglos" (Salmo responsorial). Al cantar este himno este Domingo, el discípulo misionero no sólo se siente agradecido por el don de la creación, sino también por ser destinatario de la solicitud paterna de Dios, que en Cristo por el Espíritu lo ha elevado a la dignidad de hijo. Gracias Dios Padre y Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.
Temas...
Nos hemos habituado a oír (escuchar) y a decir la expresión: "misterio", "misterio trinitario". Pienso que la fiesta litúrgica nos invita a meditar, en el Misterio de Dios, con sencillez y con inmenso respeto.
El ‘misterio de la Trinidad’ es algo oculto, escondido en el corazón mismo de Dios y a la vez revelado misericordiosamentea los hombres, como dicen los evangelistas: ‘a Dios nadie lo ha visto, ha decidido contarlo el Hijo’. No está oculto en la tierra ni en el espacio, de modo que con el tiempo el hombre pudiera encontrarlo. Está anidado en el mismo Dios. ¿Y quién puede conocer los pensamientos de Dios? Dios creó primeramente el mundo, luego al hombre, pero no manifestó plenamente ahí su vida íntima. Eligió, después un pueblo, estableció con él una alianza, sin todavía revelar esta grandeza de Dios. Sin embargo, en el designio divino se dan ya los primeros pasos en la misma vida y experiencia histórica de Israel. El texto de la primera lectura, donde Dios es llamado "clemente y compasivo, lleno de amor", ¿no es una intuición primeriza de paternidad misericordiosa de Dios? Es una semilla por ahora, que habrá de fructificar al llegar con Jesucristo la plenitud de los tiempos mediante su encarnación y su enseñanza sobre Dios y el don del Espíritu Santo en Pentecostés.
El misterio de la Trinidad está por encima (no arriba de lugar) de cualquier mente humana. La Trinidad de Dios no ha sido obra ni de teólogos ni de místicos, menos de una casualidad de adivinos. El misterio de la Trinidad no es una invención del genio humano para dominar a otros con una idea poderosa. No es una idea, es una Realidad, la Realidad más sublime y más apasionante, que, podemos decir según nuestra manera limitada de hablar, “existe desde siempre y para siempre”. Si Dios mismo no nos la hubiese revelado por medio de su Hijo, continuaría siendo una Realidad, pero desconocida por el hombre. El gran Amor de Dios reside en que decidió revelarnos su misterio (Evangelio): ‘Los llamo amigos porque les he contado el misterio de Dios’.
El misterio trinitario se nos revela sobre todo mediante la acción de Dios en la historia (Lumen Gentium y Ad Gentes). Dios se nos revela como Padre enviando, movido de amor, a su Hijo a nuestro mundo pecador para redimirnos y abrirnos los brazos acogedores de Padre. Jesucristo se nos revela como Hijo en su íntima oración filial, en su perfecta obediencia a la Voluntad de su Padre, en su muerte y resurrección redentoras para destruir un pecado cuya mancha sólo el Hijo podía borrar, y para alcanzarnos la gracia de la salvación. El Espíritu Santo se nos revela como enlace de Amor entre el Padre y el Hijo, como don de comunión a los hombres a fin de que vivan a imagen de la Trinidad, en la Caridad y en el Servicio y en el compromiso con la vida, dada y recibida. Esta es la revelación que Jesucristo nos hizo y que la liturgia recoge (especialmente) en la segunda lectura.
Sugerencias...
Él es «compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad». La Antigua Alianza, como muestra la primera lectura, no sabe nada todavía del misterio íntimo de Dios, de su Trinidad. Pero tiene, como muestra Moisés aquí, un profundo e inaudito sentido de la libertad interior de Dios, de su poder y de su plenitud de vida, que se expresa ante el pueblo en todos los atributos que se reconocen a Dios: Él es «compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad». Se le puede pedir que se digne caminar con el hombre, perdonar su culpa y su pecado. En estas expresiones no hay el menor rastro de un querer influir mágicamente sobre el ámbito de lo divino, todo es reconocimiento de lo que Dios es en sí, independientemente del hombre. Dios no tiene necesidad de la alianza con Israel para conservar estos atributos. Más bien Israel confía en estos atributos propios de Dios desde siempre: «Tómanos como heredad tuya».
Jesús ha revelado el misterio íntimo de Dios distinguiéndose a sí mismo del Padre, pero manifestándose al mismo tiempo como procedente de Él, y distinguiendo además muy claramente al Espíritu Santo, de Él y del Padre, aunque el Espíritu es el vínculo de su amor recíproco. Con la encarnación del Hijo, la vida íntima de Dios, independiente del mundo y conocida ya en la Antigua Alianza, no sólo se hace cognoscible para el mundo, sino que éste puede tener parte en ella: no en el sentido de que el mundo quede absorbido en Dios, sino en cuanto que puede entrar en el eterno círculo del amor en Dios. Son muchas las fórmulas neotestamentarias que alaban la vida trinitaria de Dios; en la segunda lectura  aparece una muy clara que parte de «la gracia de nuestro Señor Jesucristo», pues  efectivamente toda la revelación de la Trinidad comienza con su gracia, que consiste en que Él nos ha dado a conocer «el amor de Dios» Padre en toda su existencia, también y sobre todo en su pasión y muerte; pero todo esto sería demasiado elevado e incomprensible para nosotros si no tuviéramos además la «comunión del Espíritu Santo»,  es decir, la participación en este Espíritu, mediante el cual somos introducidos en la  «profundidad de Dios» (1 Cor 2,10) que sólo Él conoce.
Meditar. Contemplar. Sólo el evangelio nos permite entrever las auténticas dimensiones del amor divino. Jamás podríamos haber imaginado que el Padre eterno, que ha prodigado ya y por así decirlo agotado todo su amor en el Hijo engendrado por Él, amara tanto al mundo creado que pudiera incluso entregar por Él a su «Hijo predilecto» (Mt 3,17; 17, s), a las tinieblas del abandono de Dios y a los terribles tormentos de la cruz. Esto, que parece un sinsentido, sólo tiene sentido si este sacrificio del Hijo se ve al mismo tiempo como su glorificación suprema: el Hijo muestra todo el amor del Padre precisamente «amando hasta el extremo» (Jn 13,1); el amor de ambos, Padre e Hijo, se muestra en esta entrega como un único amor: en el Espíritu Santo. Sólo este amor absoluto es al mismo tiempo la verdad, -recordando que «gracia y verdad» son una misma cosa (Jn 1,14)-, por lo que el que no lo reconoce se excluye a sí mismo de la verdad y se entrega al juicio. Si el amor trinitario es lo único absoluto, todo el que lo rechaza se juzga a sí mismo.
María, Hija del Padre y Madre del Hijo y Fecunda por el Espíritu, ruega por nosotros.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...