sábado, 29 de junio de 2019

LA IGLESIA SE HARA PEQUEÑA . TENDRA QUE COMENZAR TODO DESDE EL PRINCIPIO

En el año 1969, Benedicto XVI todavía no era Papa. Es más, ni siquiera había sido consagrado obispo. Sin embargo, el joven Joseph Ratzinger ya era uno de los teólogos más renombrados de su tiempo. En aquel año, dio una entrevista para una radio donde le preguntaron por el futuro de la Iglesia. Su extensa respuesta incluyó una frase que hoy suena a profecía: «La Iglesia se hará pequeña, tendrá que empezar todo desde el principio«. Los años 60’s marcaron un antes y un después en la Iglesia. El Concilio Vaticano II, que concluyó en el 1965, planteaba con optimismo una reforma que ayudaría a la Iglesia a salir en busca de los que se habían alejado de ella. ¿Cómo se explica entonces que el joven Ratzinger pensara en una Iglesia pequeña en el futuro? Él mismo lo explicó de la siguiente manera: Joseph Ratzinger: Una Iglesia más pequeña «El futuro de la Iglesia puede venir y vendrá también hoy sólo de la fuerza de quienes tienen raíces profundas y viven de la plenitud pura de su fe. El futuro no vendrá de quienes sólo dan recetas. No vendrá de quienes sólo se adaptan al instante actual. No vendrá de quienes sólo critican a los demás y se toman a sí mismos como medida infalible. Joven Joseph Ratzinger. Tampoco vendrá de quienes eligen sólo el camino más cómodo, de quienes evitan la pasión de la fe y declaran falso y superado, tiranía y legalismo, todo lo que es exigente para el ser humano, lo que le causa dolor y le obliga a renunciar a sí mismo. TE PUEDE INTERESAR: Hoy se cumplen 6 años de la renuncia de Benedicto XVI Digámoslo de forma positiva: el futuro de la Iglesia, también en esta ocasión, como siempre, quedará marcado de nuevo con el sello de los santos. Y, por tanto, por seres humanos que perciben más que las frases que son precisamente modernas. Por quienes pueden ver más que los otros, porque su vida abarca espacios más amplios. La gratuidad que libera a las personas se alcanza sólo en la paciencia de las pequeñas renuncias cotidianas a uno mismo. ¿Qué significa esto para nuestra pregunta? Significa que las grandes palabras de quienes nos profetizan una Iglesia sin Dios y sin fe son palabras vanas. No necesitamos una Iglesia que celebre el culto de la acción en ‘oraciones’ políticas. Es completamente superflua y por eso desaparecerá por sí misma. Permanecerá la Iglesia de Jesucristo, la Iglesia que cree en el Dios que se ha hecho ser humano y que nos promete la vida más allá de la muerte. De la misma manera, el sacerdote que sólo sea un funcionario social puede ser reemplazado por psicoterapeutas y otros especialistas. Pero seguirá siendo aún necesario el sacerdote que no es especialista, que no se queda al margen cuando aconseja en el ejercicio de su ministerio, sino que en nombre de Dios se pone a disposición de los demás y se entrega a ellos en sus tristezas, sus alegrías, su esperanza y su angustia. Papa Francisco junto a Benedicto XVI. Demos un paso más. También en esta ocasión, de la crisis de hoy surgirá mañana una Iglesia que habrá perdido mucho. Se hará pequeña, tendrá que empezar todo desde el principio. Ya no podrá llenar muchos de los edificios construidos en una coyuntura más favorable. Perderá adeptos, y con ellos muchos de sus privilegios en la sociedad. TE PUEDE INTERESAR: Cuenta fake de cardenal colombiano inicia noticia falsa sobre muerte de Benedicto XVI Se presentará, de un modo mucho más intenso que hasta ahora, como la comunidad de la libre voluntad, a la que sólo se puede acceder a través de una decisión. Como pequeña comunidad, reclamará con mucha más fuerza la iniciativa de cada uno de sus miembros. Ciertamente conocerá también nuevas formas ministeriales y ordenará sacerdotes a cristianos probados que sigan ejerciendo su profesión: en muchas comunidades más pequeñas y en grupos sociales homogéneos la pastoral se ejercerá normalmente de este modo. Junto a estas formas seguirá siendo indispensable el sacerdote dedicado por entero al ejercicio del ministerio como hasta ahora. Pero en estos cambios que se pueden suponer, la Iglesia encontrará de nuevo y con toda la determinación lo que es esencial para ella, lo que siempre ha sido su centro: la fe en el Dios trinitario, en Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, la ayuda del Espíritu que durará hasta el fin. La Iglesia reconocerá de nuevo en la fe y en la oración su verdadero centro y experimentará nuevamente los sacramentos como celebración y no como un problema de estructura litúrgica. Será una Iglesia interiorizada, que no suspira por su mandato político y no flirtea con la izquierda ni con la derecha. Le resultará muy difícil. En efecto, el proceso de la cristalización y la clarificación le costará también muchas fuerzas preciosas. La hará pobre, la convertirá en una Iglesia de los pequeños. El proceso resultará aún más difícil porque habrá que eliminar tanto la estrechez de miras sectaria como la voluntariedad envalentonada. TE PUEDE INTERESAR: [Fotos] Papa Francisco visita a Benedicto XVI para saludarlo por Navidad San Juan Pablo II y Joseph Ratzinger. Se puede prever que todo esto requerirá tiempo. El proceso será largo y laborioso, al igual que también fue muy largo el camino que llevó de los falsos progresismos, en vísperas de la revolución francesa –cuando también entre los obispos estaba de moda ridiculizar los dogmas y tal vez incluso dar a entender que ni siquiera la existencia de Dios era en modo alguno segura– hasta la renovación del siglo XIX. Pero tras la prueba de estas divisiones surgirá, de una Iglesia interiorizada y simplificada, una gran fuerza. Porque los seres humanos serán indeciblemente solitarios en un mundo plenamente planificado. Experimentarán, cuando Dios haya desaparecido totalmente para ellos, su absoluta y horrible pobreza. Y entonces descubrirán la pequeña comunidad de los creyentes como algo totalmente nuevo. Como una esperanza importante para ellos, como una respuesta que siempre han buscado a tientas. A mí me parece seguro que a la Iglesia le aguardan tiempos muy difíciles. Su verdadera crisis apenas ha comenzado todavía. Hay que contar con fuertes sacudidas. Pero yo estoy también totalmente seguro de lo que permanecerá al final: no la Iglesia del culto político, que fracasó ya en Gobel, sino la Iglesia de la fe. Ciertamente ya no será nunca más la fuerza dominante en la sociedad en la medida en que lo era hasta hace poco tiempo. Pero florecerá de nuevo y se hará visible a los seres humanos como la patria que les da vida y esperanza más allá de la muerte». Joseph Ratzinger, 1969. MEMES CATOLICOS

lunes, 24 de junio de 2019

HOMILÍA SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. Solemnidad cC (28 de junio 2019)

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. Solemnidad cC (28 de junio 2019) Primera: Génesis 14, 18-20; Salmo: Sal 109, 1. 2. 3. 4; Segunda: 1 Corintios 11, 23-26; Evangelio: Lucas 9, 11b-17 Nexo entre las LECTURAS… Temas... - Somos buscados y encontrados (Lc 15, 3...7) El amor de Dios a los hombres se expresa aquí mediante una parábola conocida y siempre emotiva: la de la oveja perdida, angustiosamente buscada, a la que el pastor coloca sobre sus hombros al encontrarla y por cuyo hallazgo se celebra una fiesta: "He encontrado la oveja que se me había perdido" (Lc 15, 3-7). No puede expresarse mejor el amor solícito con que Dios nos ama. Acude a la memoria el pasaje del evangelio de Juan en que Cristo dice: "...la voluntad del Padre que me ha enviado es que no pierda nada de lo que él me dio", y también: "Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano" (Jn 10, 27-28); o: "Yo doy mi vida por las ovejas" (Jn 10, 15). Ya conocemos el principal papel del pastor en los sinópticos: reúne a sus ovejas (Mt 15, 24), da su vida y resucita por ellas (Mt 26, 31; Mc 14, 27). Entre el buen pastor y sus ovejas existe una intimidad de conocimiento recíproco: "Yo conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen" (Jn 10, 14). Es verdaderamente la revelación del amor. - Dios apacienta su rebaño (Ez 34, 11-16) Es el resultado de lo que anunciaba el profeta Ezequiel: "Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas siguiendo su rastro". Esta imagen del pastor, diseminada por el Antiguo Testamento, se la aplica Jeremías a Dios (48, 15) que hace de él el "pastor de Israel". Esta misma imagen la recogen numerosos salmos. El salmo 2, muy conocido, expresa la realidad de la experiencia vivida por el pueblo de Dios, que conducido por su pastor se siente gozoso, libre de toda aflicción. Ezequiel se coloca fuera de toda intención política: el pastor que él presenta conduce a todos los pueblos. El Señor buscará la oveja perdida: "Buscaré las ovejas perdidas, haré volver a las descarriadas, vendaré a las heridas, curaré a las enfermas; a las gordas y fuertes las guardaré y las apacentaré debidamente". La parábola proclamada en el evangelio y esta profecía de Ezequiel son el verdadero retrato de Dios, valedero para siempre. Por otra parte, Él mismo se presenta así a todos nosotros. - La prueba de que es pastor y de que nos ama (Rm 5, 5-11) San Pablo, en su carta a los Romanos, quiere expresar la realidad de este papel de pastor, adoptado por Dios: "La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros". La muerte de Cristo nos reconcilió con Dios cuando éramos todavía pecadores; ahora, reconciliados en su sangre, seremos salvos por la vida de Cristo resucitado. Anteriormente había afirmado el Apóstol que el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado. La celebración de este día deja libre la respuesta a este ofrecimiento del amor. A cada uno de nosotros corresponde responder a este mensaje de parte de Dios, tal como Él quiere proponérnoslo todavía hoy. En un pasaje propuesto en el oficio de lectura de la Liturgia de las Horas, escribe san Buenaventura: De ti procede el río que alegra a la ciudad de Dios. Recrea con el agua de este deseable torrente los resecos labios de los sedientos de amor, para que con voz de regocijo y gratitud te cantemos himnos de alabanza, probando por experiencia que en ti está la fuente de la vida y tu luz nos hace ver la luz (San Buenaventura). Sugerencias... «Va tras la descarriada, hasta que la encuentra». En esta solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús no se habla expresamente en ningún texto del corazón, pero sí de esa forma especial de amor que solemos asociar con la idea de corazón. El evangelio lo muestra en toda su paradoja. Un buen pastor se preocupa de todo su rebaño por igual; por eso, ¿cómo puede comprenderse que el pastor del evangelio deje las noventa y nueve ovejas en el campo (en el desierto) y se preocupe sólo de la oveja descarriada? Está claro: aquí no se miden las consecuencias, no se calcula, no se piensa en el riesgo que supone dejar a la mayoría de las ovejas sin protección; únicamente se tiene ante los ojos el peligro que amenaza a una de ellas, como si sólo importara ésta. No se tienen en cuenta otras posibilidades. Para Dios no es indiferente si algunas personas se pierden, aunque se salve el ‘grueso’ de la humanidad. Un corazón humano, que aquí se convierte en receptáculo del amor divino, no piensa así, sino que para Él es importante cada hombre en particular, pues todo hombre es un destinatario irremplazable de su amor. Los cristianos que celebramos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús tenemos que comprender cada vez más cuánto ama Dios a cada hombre. Algunos santos han llegado a decir que Cristo habría muerto también en la cruz si sólo hubiera tenido que salvar a una única persona. La idea nos parece un tanto descabellada, pero se saca esta enseñanza de la parábola de la oveja perdida. Y con no menos énfasis que la ocupación por la oveja descarriada se describe la alegría que se produce cuando se la encuentra. En todo caso se puede decir con seguridad que cada una de las noventa y nueve ovejas es amada por el Buen Pastor de la misma manera: todas ellas son los pecadores por los que Jesús muere en la cruz, no como masa anónima, sino como personas irrepetibles. «Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores». La segunda lectura abunda en lo que acabamos de decir. La oveja descarriada de la parábola es en realidad la persona que se aleja de Dios, la que lo rechaza y le es hostil. El amor del Buen Pastor no se basa por tanto en una reciprocidad: es un amor que sólo mediante su entrega plena y perfecta busca engendrar reciprocidad, correspondencia. La oveja salvada, cuando vuelve a casa sobre los hombros de su dueño, comienza a saber cuán preciosa es para el pastor y cuánto le debe. Pero la parábola no se pronunció con la intención de suscitar esta reciprocidad: el amor de Dios es «sin porqué». Y la segunda lectura tampoco habla propiamente del amor con el que ahora se debería corresponder a los desvelos del Buen Pastor, sino solamente de la certeza de que ahora estamos a salvo al amparo del amor divino, de que hemos obtenido la «reconciliación». Que esta certeza nos obliga a cada uno de nosotros a dar una respuesta de amor, o que más bien la produce espontáneamente en nosotros, podrá inferirlo todo el que realice lo que Él nos ha mandado. «Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas». El texto veterotestamentario de la primera lectura traslada el amor del corazón de Jesús al corazón de Dios. Dios quiere «buscar personalmente a sus ovejas», quiere sacarlas de los lugares «donde se desperdigaron el día de los nubarrones y de la oscuridad». Esto nos muestra una última cosa: que el corazón humano de Jesús, al que nosotros atribuimos este amor personal único, no es el arquetipo -como si el amor de Dios sólo hubiera obtenido esta cualidad cuando llegó el momento de la encarnación-, sino que ese corazón es más bien simplemente la expresión comprensible para nosotros del amor inconcebible que el Dios eterno experimenta desde siempre por sus criaturas. Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío ... [Mensaje acortado] Ver mensaje completo

HOMILIA Domingo Decimotercero del TIEMPO ORDINARIO cC (30 de junio 2019).

Domingo Decimotercero del TIEMPO ORDINARIO cC (30 de junio 2019). Primera: 1Reyes 19, 16b. 19-21; Salmo: Sal 15, 1-2a. 5. 7-11; Segunda: Gálatas 5, 1. 13-18; Evangelio: Lucas 9, 51-62 Nexo entre las LECTURAS… “Llamada y respuesta”… dos palabras que pueden reunir el mensaje de las lecturas del presente Domingo. El ser humano, nosotros, es un ser llamado. Llegamos a ser nosotros mismos gracias a la llamada, la mirada, la palabra de otro... otro, con alegría y por gracia, nos puso un nombre por el que seremos llamados hasta el fin… Dios nos llama a un estilo de vida que es ‘imitar’ a Jesucristo. Jesús en su caminar hacia Jerusalén llama a algunos a seguirle y a darle una respuesta activa (evangelio). En esto Jesús supera las exigencias de la llamada y del seguimiento en el Antiguo Testamento, particularmente en la vocación de Eliseo (primera lectura). Los gálatas, y todos los cristianos, han sido llamados a la libertad del Espíritu, y por consiguiente tienen que responder, con su comportamiento, a su nueva condición de hombres libres, evitando caer otra vez en la esclavitud (segunda lectura). La opción de seguir a Jesús, lejos de ser un peso, muestra el salmista, es para nosotros fuente de dicha -incomprensible para los no creyentes-, y describe nuestra vida de intimidad con Dios… y por eso brotan de nuestros labios las palabras del salmista: "mi refugio"... "mi dicha"... "mi heredad"... "mi copa embriagadora"... "mi destino"... "suerte maravillosa"... "mi herencia"… "mi alegría"... "mi fiesta"... simplemente Él lo es todo. Temas... Algunas características fundamentales de la respuesta a la llamada que Cristo nos hace: Con Jesús hacia el Gólgota. Con el pasaje evangélico comienza, dice san Lucas, la gran marcha de Jesús hacía el lugar de la muerte y del triunfo, de la glorificación (Galilea). Jesús inicia esta marcha "con firme decisión". Él camina por delante, Él, el primero, el abanderado de los designios del Padre: "para cumplir los días de su asunción", es decir, los días de su martirio fuera de los muros de Jerusalén y de su exaltación gloriosa mediante la resurrección. Los discípulos han dicho sí a la llamada y ahora siguen sus pasos, sin comprender muy bien a dónde van y/o como van. Jesús, en esta larga marcha hacia Jerusalén, les irá instruyendo, como si fuera un catecismo, y poco a poco captarán que el camino termina en una cruz. Jesús habla claro, pero la ceguera de los discípulos no es fácil de vencer. Necesitarán la luz de la Pascua. Con este pasaje empieza el difícil y apasionante catecismo de Jesús. Como Jesús, pasar haciendo el bien. Los “hijos del trueno” quieren arrojar fuego y centellas sobre el pueblo que rechaza darles hospedaje. Seguramente habían escuchado en la sinagoga que Elías había hecho caer fuego del cielo (1 Re 18, 38) y ellos no querían ser menos que aquel gran profeta. Pero Elías hizo bajar el fuego de Dios no sobre una ciudad y sus habitantes, sino sobre el sacrificio en el monte Carmelo. Santiago y Juan, como buenos discípulos de Juan el Bautista, van más allá, porque ellos han escuchado decir a su antiguo maestro que "el Mesías quemará la paja con fuego que no se apaga" (Lc 3,17). Lucas nos dice que Jesús "los reprendió con dureza". Pero ¿es que no se han enterado de que Jesús no ha venido para hacer el mal, sino sólo el bien? ¿No entienden que Jesús camina hacia Jerusalén para vencer el mal con el bien sobre el Calvario? Tres actitudes para seguir a Jesús. Entrega total, decisión absoluta, desprendimiento pleno. Hay que estar dispuesto a dejar el pasado, a no mirar hacia atrás, sino a tender los ojos hacia adelante, hacia la tierra que hay que labrar y que un día dará su fruto. En el seguimiento de Jesucristo no se admiten condiciones… queremos lo que el Señor quiere. Se pide entrega total, porque el reino de Dios apremia y no puede esperar: Eliseo pudo poner condiciones a Elías (ir a despedirse de sus padres), pero el cristiano, si así lo requiere el Reino, ha de librarse de esta ocupación por un bien “urgente y superior”. Finalmente, al discípulo-misionero, Jesús le pide el poner exclusivamente en Él su seguridad, renunciando a todo tipo de seguridades materiales y humanas. Jesús nada tiene, sólo a su Padre en comunión con el Espíritu. El que va detrás de Jesús tendrá que estar dispuesto a no tener (despojarse), sólo un camino (el Evangelio) y un Caminante (Cristo Jesús) que nos va llevando hacia la meta... y vamos con gozo y alegría, de la mano del Espíritu, como nos dice el Salmo de hoy. Seguir a Cristo con alegría y libertad. Antes del bautismo el cristiano era esclavo de sí mismo (y del Maligno). Cristo lo ha liberado, pero no para arrojarle otra vez a una nueva esclavitud, sino para que viva siempre en clave de libertad, bajo la guía del Espíritu Santo. El cristiano, liberado por Cristo para hacer el bien a todos en todas partes, ha de aceptar y vivir el riesgo y el desafío de la libertad, especialmente esto se notará con la práctica de las obras de misericordia… una urgencia: conocer los mandamientos y practicarlos… conocer las bienaventuranzas y, con la fuerza del Espíritu, practicarlas. Sugerencias... Un Camino y muchos senderos. Cristo es el único camino, un camino sobre el que se extiende poderosamente la luz de la cruz. Este es el único camino del seguimiento, de la misión, de la plenitud cristiana (experiencia de nuestras muchas peregrinaciones y procesiones). Son, sin embargo, muchos los senderos que conducen a este camino. Son muchos los modos -y tiempos- con que Cristo llama a los hombres a caminar con Él, junto a Él. Está el sendero de la fidelidad conyugal y el de la consagración especial, está el sendero del sufrimiento y el de la entrega amorosa en el servicio a los necesitados, está el sendero de la vida pública y el de la vida oculta en el quehacer diario del hogar, está el sendero del espectáculo para descanso del hombre y el de la escuela para su crecimiento en las ciencias. Está el sendero de... (pensar y reflexionar sobre el modo en que cada uno está siguiendo a Cristo). Todos los senderos pueden y deben encontrarse en el mismo y único camino: Jesucristo, maestro de los hombres, redentor del mundo, hay que seguir andando nomás, seguir andando (beato mártir Angelelli). Al entroncar nuestro sendero con el camino de Cristo percibiremos que no llegamos vacíos al Camino, sino que portamos con nosotros nuestra cruz y nuestro calvario, nuestra entrega (san Ignacio de Loyola). Y comprenderemos, de alguna manera, que la cruz de Cristo está unida a cada una de nuestras cruces, y el Calvario del Señor nos sostiene en nuestros calvarios (san José Gabriel Brochero). Es el momento de preguntarnos si el sendero de nuestra vida está entroncado al camino de Cristo. Es el momento de suplicar al Señor que nuestros senderos confluyan siempre en el camino de Cristo, Maestro y Redentor. Caminar sin “entender” del todo. En las cosas del espíritu no todo es claro, ni todo evidente. Pero uno no puede quedarse paralizado, hay que caminar aunque no se entienda todo ni del todo. Caminar mirando una estrella que un día se vió, y que ahora quizá está cubierta por una densa nube. Caminar, como Jesús, con paso firme, sin miedo, aunque la inteligencia quiera que detenga el paso e incluso que retroceda ante la niebla del camino. Caminar en el claroscuro de la fe (san Juan de la Cruz), mirando siempre hacia adelante, hacia Jerusalén, la meta de nuestra existencia. Caminar, caminar, caminar... ¿No nos sucede a veces que nuestra inteligencia nos frena en el camino de la vida espiritual, del trabajo apostólico? Caminar iluminados por la fe y la esperanza y la caridad… practicando las obras de misericordia. Nuestra Señora del Camino y de la Esperanza, ruega por nosotros. Área de archivos adjuntos

martes, 18 de junio de 2019

HOMILIA Solemnidad del SANTÍSIMO CUERPO y SANGRE DEL SEÑOR cC (23 de junio 2019)

Solemnidad del SANTÍSIMO CUERPO y SANGRE DEL SEÑOR cC (23 de junio 2019) Primera: Génesis 14, 18-20; Salmo: Sal 109, 1. 2. 3. 4; Segunda: 1 Corintios 11, 23-26; Evangelio: Lucas 9, 11b-17 Nexo entre las LECTURAS "Pan" es el término en que coinciden los textos litúrgicos. Jesús, en el pasaje evangélico, "tomó los cinco panes...y levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición". Este gesto de Jesús, visto retrospectivamente, está prefigurado en el del Melquisedec, rey-sacerdote de Salem, que ofrece a Abrám "pan y vino" (primera lectura) como signo de hospitalidad, de generosidad y de amistad. Ese mismo gesto de Jesús, que misteriosamente sabe por anticipación lo que va a suceder… anticipa la Última Cena con los suyos y la Eucaristía celebrada por los cristianos en memoria de Jesús: "Tomó pan, dando gracias lo partió y dijo: "Éste es mi cuerpo que se entrega por ustedes" (segunda lectura). Por eso se nos propone este salmo que nos hace acercarnos a Dios, dice san Juan Pablo II y “dirigimos ahora nuestra invocación al Padre de Jesucristo, único rey y sacerdote perfecto y eterno, para que haga de nosotros un pueblo de sacerdotes y de profetas de paz y de amor, un pueblo que cante a Cristo rey y sacerdote, quien se inmoló para reconciliar consigo, en un solo cuerpo, a toda la humanidad, creando al hombre nuevo (Cf. Efesios 2, 15-16).” Temas... El hombre, todo hombre, tiene necesidad de una dieta integral, es lo que dicen las ciencias acerca del bienestar corporal… y también lo dice la Liturgia de este Domingo. Afirmamos de manera especial que nuestra alimentación no puede ser unidimensional, la material, la del cuerpo sino que ha de ser integral y completa… es necesario que nos alimentemos para el tiempo y para la eternidad. Gracias SEÑOR por darnos el PAN de Vida eterna. El pan de la Palabra. Jesús, antes de multiplicar los panes para alimentar a la multitud, "les hablaba del Reino de Dios", es decir, les proporcionó el pan de su Palabra, porque "bienaventurados los que tienen hambre de la Palabra, pues serán saciados". En la fracción del pan de los primeros cristianos, se comenzaba la acción litúrgica con una lectura y explicación de la Escritura... eso muestra que los primeros cristianos se alimentaban primera (y principalmente) con el pan de la Palabra de Dios, explicada/ofrecida a la luz del misterio de Cristo y actualizada por alguno de los apóstoles a las circunstancias concretas de la vida diaria. También mostrado en la primera lectura, pues, a la ofrenda del pan y el vino, hecha a Abrám por parte de Melquisedec, sigue una bendición, que es como el pan espiritual que Dios otorga a Abrám por medio del rey-sacerdote de Salem. El hombre es espíritu, y el espíritu necesita de un alimento diferente al pan material (de harina), necesita de la Palabra del Dios vivo, “no solamente de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” El pan de los signos. Los milagros de Jesús, además de hechos extraordinarios, más allá de las leyes naturales, son signos del Reino de los cielos, porque nos remiten a ese mundo nuevo presidido y guiado por el amor de Dios. Por eso, Jesús, después de haber repartido a la multitud el pan de la Palabra, les regala el pan de los signos. Nos dice san Lucas, que "curaba a los que tenían necesidad de ser curados", y luego nos narra el maravilloso signo de la multiplicación de los panes y de los peces. Jesucristo, como amigo y hermano del hombre, como Señor de la vida y de la naturaleza, está interesado en curar las enfermedades, en saciar el hambre natural de los hombres. Podría ser de otra manera, pero su mayor interés está en que los hombres, mediante estos signos, sean capaces de elevarse hasta Dios Padre, que misericordiosamente cuida de sus hijos, y hasta el Reino de Dios en el que habrá un mismo y único Pan para todos. El pan de la Eucaristía. La ‘dieta cristiana’ quedaría incompleta si no tuviéramos el pan de la Eucaristía, ese pan que es el Cuerpo y Sangre de Cristo. "En el santísimo sacramento de la Eucaristía -catecismo nº 1374- están ‘contenidos verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero". Cuando san Lucas escribió el evangelio los cristianos ya llevaban algunos decenios meditando los hechos y los dichos de Jesús, predicándolos y celebrando la Eucaristía. Así se explica que el evangelista haya narrado el episodio de la multiplicación de los panes como una anticipación y prefiguración de la Última Cena: "Tomó los panes, elevó los ojos, pronunció sobre ellos la bendición, los partió, los dio". Desde aquella llamada ‘Última Cena’, preanunciada en la multiplicación de los panes, celebrada por las primeras comunidades cristianas, Cristo no ha cesado a lo largo de los siglos de dar al hombre, sin distinción de ningún género, el pan de su Cuerpo y Sangre, alimento de Vida eterna. Sugerencias... Hambre de pan, hambre de Dios. Es algo doloroso, que nos debe hacer pensar, el hecho de que después de 2000 años de cristianismo, haya millones de hermanos que tienen hambre de pan, y esto no a miles de kilómetros de nuestra casa, sino entre nosotros, en nuestro barrio, en nuestra ciudad, en nuestro país (Congreso Eucarístico Nacional 2004, ya hace 15 años… y el hambre parece ser más grande aún). Además, la exhortación del Papa en Laudato Si, las instituciones internacionales y los medios de comunicación social nos han hecho más conscientes de este doloroso e inhumano fenómeno en todo el mundo. ¿No multiplicó Jesús los panes para saciar el hambre? ¿No dijo a sus discípulos: "denles ustedes de comer"? ¿No habremos espiritualizado demasiado nuestra fe? ¿No habremos reducido nuestra fe al ámbito estrictamente privado? (Meditaciones diarias en Santa Marta). Ciertamente no se puede identificar el cristianismo con la ONU de la caridad y de la solidaridad (Santo Padre en EE UU), pero en la entraña misma del cristianismo está el amor al prójimo, sobre todo al más necesitado… nos ilumina la vida pobre y entregada del beato Enrique Angelelli. Y hoy, en el siglo de la globalización, no basta la ayuda individual, pasajera, LA CARIDAD ha de ser organizada (Benedicto XVI). Los cristianos tenemos que organizarnos, a nivel parroquial, diocesano, nacional, internacional para desterrar el hambre de la tierra. Incluso, donde sea necesario, hemos de colaborar con las instituciones de otras ‘religiones’ para acabar con esta plaga de la humanidad. Mientras haya un niño que muera de hambre, nuestra conciencia cristiana no puede estar tranquila. El hambre de pan es terrible, pero ¿y el hambre de Dios? No nos conmueve tanto, porque el hambre de Dios no se ve. Es, sin embargo, real, universalmente presente, más angustiosa que el hambre de pan para el cuerpo, el hambre de Dios-Eucaristía (Mensajes de Miércoles de Ceniza del Papa Francisco y Papa emérito Benedicto). Y duele que hoy son pocos los que se ocupan de esa hambre, pocos los que buscan satisfacerla, tengamos un momento, este Domingo, para rezar por el aumento de las vocaciones sacerdotales. ¿No tendremos que abrir nuestros ojos, ojos de fe y de amor, para ver a tantos hambrientos de Dios con los que nos cruzamos por la calle, con los que convivimos en el trabajo, con quienes nos divertimos en un estadio de fútbol o en lugares públicos?... eh, ¡vayamos! que nos dice: “denles ustedes de comer”. Un pan ‘gratis’ y para todos. La Eucaristía es eso. Dios, nuestro Padre, nos da gratuitamente el alimento del Cuerpo y Sangre de Cristo, siempre que lo queramos recibir con las debidas disposiciones. Si este alimento no cuesta, si es el "pan de los fuertes", ¿cómo es posible que sean tan pocos los que lo reciben? ¿No será que no lo descubren? Es además un mismo y único Pan para todos: la Eucaristía es el sacramento de la absoluta igualdad cristiana (en un mundo exquisitamente reclamador del igualitarismo). No existe Eucaristía para ricos y otra para pobres. Para Cristo, Alimento del hombre, todos somos iguales. Ante Cristo Eucaristía desaparecen todas las barreras económicas o sociales, raciales… y de cualquier índole. Virgen María, Madre del Amor hermoso, ruega por nosotros.

martes, 11 de junio de 2019

HOMILIA Solemnidad de la SANTÍSIMA TRINIDAD cC (16 de junio 2019)

Solemnidad de la SANTÍSIMA TRINIDAD cC (16 de junio 2019) Primera: Proverbios 8, 22-13; Salmo: Sal 8, 4-5. 6-7. 8-9; Segunda: Romanos 5, 1-15; Evangelio: Juan 16, 12-15 Nexo entre las LECTURAS. Temas... Sugerencias... Concluido el ciclo de los grandes misterios de la Vida de Cristo, la liturgia se eleva a contemplar el misterio de la Santísima Trinidad. En el Antiguo Testamento este misterio es desconocido; sólo a la luz de la revelación neotestamentaria se pueden descubrir en él lejanas alusiones. Una de las más expresivas es la contenida en el elogio de la Sabiduría, atributo divino presentado como persona (Pr 8, 22-31; 1a lectura). «El Señor me poseyó al principio de sus tareas, al principio de sus obras antiquísimas... Antes de los abismos fui engendrada… Cuando asentaba los cimientos de la tierra, yo estaba junto a él, como arquitecto» (ib 22.24.29-30). Es, pues, una persona coexistente con Dios desde la eternidad, engendrada por él y que tiene junto a él una misión de colaboradora en la obra de la creación. Para el cristiano no es difícil descubrir en esta personificación de la sabiduría-atributo una figura profética de la sabiduría increada, el Verbo eterno, segunda Persona de la Santísima Trinidad, de la que escribió San Juan: «En el principio la Palabra existía, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.… Todo se hizo por ella» (1, 1.3). Pero las expresiones que más impresionan son aquellas en que la sabiduría dice que se goza por la creación de los hombres y que tiene sus delicias en ellos. ¿Cómo no pensar en la Sabiduría eterna, en el Verbo que se hace carne y viene a morar entre los hombres? En la segunda lectura (Rm 5, 1-5), la revelación de la Trinidad es claramente manifiesta. Ahí están las tres Personas divinas en sus relaciones con el hombre; Dios Padre lo justifica restableciéndolo en su gracia, el Hijo se encarna y muere en la cruz para obtenerle ese don y el Espíritu Santo viene a derramar en su corazón el amor de la Trinidad. Para entrar en relaciones con los «Tres», el hombre debe creer en Cristo su Salvador, en el Padre que lo ha enviado y en el Espíritu Santo que inspira en su corazón el amor del Padre y del Hijo. De esta fe nace la esperanza de poder un día gozar «de la gloria de los hijos de Dios» (ib 2) en una comunión sin velos con la Trinidad sacrosanta. Las pruebas y las tribulaciones de la vida no pueden remover la esperanza del cristiano; ésta no es vana, porque se funda en el amor de Dios que desde el día del bautismo «ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado» (ib 5). Fe, esperanza y amor son las virtudes que permiten al cristiano iniciar en la tierra la comunión con la Trinidad que será plena y beatificante en la gloria eterna, la Jerusalén Celestial. El Evangelio del día (Jn 16, 12-15) proyecta nueva luz sobre la misión del Espíritu Santo y sobre todo el misterio trinitario. En el discurso de la Cena, al prometer el Espíritu Santo, dice Jesús «Cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, los guiará hasta la verdad plena» (ib 13). También Jesús es la Verdad (Jn 14, 6) y ha enseñado a los suyos toda la verdad que ha aprendido del Padre -«todo lo que he oído a mi Padre, se los he dado a conocer» (Jn 15, 15)-: por eso el Espíritu Santo no enseñará cosas que no estén contenidas en el mensaje de Cristo, sino que posibilitará penetrar su significado profundo y dará su exacta inteligencia preservando la verdad del error. Dios es uno solo, por eso única es la verdad; el Padre la posee totalmente y totalmente la comunica al Hijo: “Todo lo que tiene el Padre es mío», declara Jesús y añade: el Espíritu Santo «tomará de lo mío y se los lo anunciará» (Jn 16, 15). De este modo afirma Jesús la unidad de naturaleza y la distinción de las tres Personas divinas. No sólo la verdad, sino todo es común entre ellas, pues poseen una única naturaleza divina. Con todo, el Padre ‘la posee’ como principio, el Hijo en cuanto engendrado por el Padre y el Espíritu Santo en cuanto que procede del Padre y del Hijo. No obstante, el Padre no es mayor que el Hijo, ni el Hijo que el Espíritu Santo. En ellos hay una perfecta comunión de vida, de verdad y de amor. El Hijo de Dios vino a la tierra justamente para introducir al hombre en esta comunión altísima haciéndolo capaz por la fe y el amor, de vivir en sociedad-comunión con la Trinidad que mora en él. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. ¡GLORIA! ¡ALELUYA! ------------------------------------------------------------------------------------------- OTRA HOMILIA Solemnidad de la SANTÍSIMA TRINIDAD cC (16 de junio 2019) Primera: Proverbios 8, 22-13; Salmo: Sal 8, 4-5. 6-7. 8-9; Segunda: Romanos 5, 1-15; Evangelio: Juan 16, 12-15 Nexo entre las LECTURAS. Temas... Sugerencias... - UN RETRATO VIVO DE DIOS Siempre, sobre todo en nuestra oración, nos dirigimos y celebramos a Dios Trino… y la Iglesia ha querido que al reanudar el tiempo ordinario le dediquemos, a la Santa Trinidad, una fiesta solemne. Este día es como recoger en el corazón -como el que reúne agua en una vasija- todo lo que acabamos de celebrar en el Tiempo pascual: el Padre nos ha querido salvar a través de la entrega pascual de su Hijo y con el don de su Espíritu. Es una visión global de la historia de la salvación. Las lecturas bíblicas nos presentan un retrato de Dios, un retrato vivo, no tanto a partir de sus definiciones filosófico-teológicas, sino de sus actuaciones salvíficas, tal como se nos describen en la Biblia. Sus rasgos característicos son la creación inicial del cosmos, la gracia que nos ha comunicado en Cristo y en el Espíritu, y la admirable comunión que existe entre las tres divinas personas. No es indiferente la imagen que tenemos de Dios… ella marca como ha de ser nuestra relación con Él y con los demás… con nuestras familias, nuestras comunidades, con todos los hombres… la vocación de todos es contemplar (adoración y oración) a Dios y crecer en su amistad para obrar como Él en todas nuestras acciones. - LA CREACIÓN, PRIMERA REVELACIÓN DE DIOS La primera lectura nos presenta a la Sabiduría de Dios, desde el principio de la creación. Un Dios que ha creado este nuestro mundo "con sabiduría y amor" (como dice la Plegaria Eucarística IV). El salmo nos ha hecho repetir cantando: "qué admirable es tu nombre en toda la tierra". Dios se nos da a conocer desde la creación, ella es como la huella digital de Dios. Como manifiesta el Papa Francisco en Laudato Si: fomentemos este aprecio y esta "lectura" religiosa de nuestra relación con lo cósmico. Los ecologistas tienen razón en admirar la hermosura de este mundo y en querer conservarla, pero mucho más nosotros que nos decimos y somos hijos de Dios. - EN CRISTO Y SU ESPÍRITU SE NOS REVELA TODO EL AMOR DE DIOS Pero si la creación es admirable, mucho más lo es la obra de la salvación que se ha cumplido en Cristo Jesús. En Él se nos ha revelado todo el amor del Padre. En Él y en su Espíritu tenemos la paz, la reconciliación, el acceso al Padre y la esperanza que colorea nuestra vida, aún en medio de las tribulaciones que pueden salirnos al paso. Es lo que en la segunda lectura nos ha dicho Pablo. Y todavía el evangelio nos hace subir a una comprensión ‘teológica’ más profunda. Nos habla de la admirable comunión que existe entre las tres Personas divinas. El Padre nos ha enviado a Cristo, que nos dice que "todo lo que tiene el Padre es mío", y añade que nos enviará al Espíritu, que "nos guiará hasta la verdad plena...y recibirá de mí lo que les irá comunicando". Puede parecer una visión demasiado elevada para los cristianos que caminamos por este mundo llenos de ‘preocupaciones’ y límites. Pero ése es nuestro Dios… Dios familia: Dios que es Padre, y se ha querido acercar a nosotros y ha entrado en nuestra historia; Dios que es Hijo, que se ha hecho Hermano nuestro, que ha recorrido nuestro camino y se ha entregado por nuestra salvación; Dios que es Espíritu y nos quiere llenar en todo momento de su fuerza y su luz. Dios vivo, cálido, cercano. En la Biblia se revela como Misericordioso (Papa Francisco, con ocasión del Jubileo de la Misericordia). - CONSECUENCIAS PARA NUESTRA VIDA (Aparecida) Hoy es un día para mostrar amablemente cómo nuestra vida cristiana está marcada -más de lo que parece- por Dios, Uno y Trino, que ha actuado desde siempre para nuestra salvación: - ya en el Bautismo fuimos signados y bautizados "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo", envueltos, por tanto, ya desde el principio en su amor; - en nuestra celebración eucarística, al principio nos santiguamos en su nombre, y al final el presidente nos bendice también con la fuerza del Dios Padre, Hijo y Espíritu; - a lo ‘largo’ de la Misa: rezamos (cantamos) el Gloria, o recitamos el Credo, siempre centrados en la actuación de las tres divinas Personas; y el sacerdote siempre dirige la oración al Padre, por medio de Cristo y el Espíritu; - también en nuestra oración personal nos santiguamos recordando a Dios (por ejemplo al inicio del viaje o del trabajo, o al salir de casa), o decimos el "Gloria al Padre" como resumen de nuestras mejores actitudes de fe. Todo esto nos motiva para que sigamos nuestra vida con esperanza, con alegría. Estamos "sumergidos" en ese Dios a quien oramos y a quien hoy celebramos de una manera más explícita. Dios que es nuestro origen y nuestro destino gozoso. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

lunes, 3 de junio de 2019

HOMILIA Solemnidad de PENTECOSTÉS cC (9 de junio 2019)

Solemnidad de PENTECOSTÉS cC (9 de junio 2019) Primera: Hechos 2, 1-11; Salmo: Sal 103, 1ab. 24ac. 29b-31. 34; Segunda: 1 Corinto 12, 3b-7. 12-13 o bien Romanos 8, 8-17; Evangelio: Juan 14, 15-16.23-26 o bien Juan 20, 19-23 Nexo entre las LECTURAS El Espíritu, presente y eficaz entre los Doce y en la primera comunidad cristiana, anima la liturgia de este Domingo. En el Evangelio Jesús resucitado dice a los Doce: "Reciban el Espíritu Santo". En la primera lectura se hace referencia a ‘cincuenta días después de la Pascua’, un viento impetuoso irrumpe en el cenáculo y "todos quedaron llenos del Espíritu Santo". Pablo, en la segunda lectura, ante la tentación que acecha a los corintios de utilizar los carismas para crear divisiones, reafirma con fuerza: "Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo" y "A cada cual se le concede la manifestación del Espíritu para el bien de todos". El Espíritu Santo se nos da para que comprendamos que “todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios” (san Pablo a los romanos). Es por eso que la Iglesia nos hace rezar, con marcada insistencia hoy, con el salmista: “Señor, envía tu Espíritu y renueva la faz de la tierra”. Temas... «Se llenaron todos del Espíritu Santo». El Espíritu Santo puede manifestarse de múltiples formas: como viento impetuoso y fuego, tal y como lo presenta la primera lectura, en la que se narra el acontecimiento de Pentecostés; pero también de una forma enteramente suave, silenciosa e interior, como se lo describe en la segunda lectura, donde de lo que se trata es de dejarse guiar por su voz y su moción interior, o como agua (torrente de agua viva, según el evangelio de la Vigilia). Sea cual sea la forma en que se nos comunique, el Espíritu Santo es siempre el Paráclito, el Defensor, el Consolador, el Intérprete de Cristo. Cristo nos lo envía para que comprendamos el significado de su persona, de su palabra, de su vida y de su pasión en su verdadera profundidad. La llegada del Espíritu como un viento impetuoso nos muestra su libertad: «El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va» (Jn 3,8). Y si además desciende en forma de lenguas de fuego que se posan encima de cada uno de los discípulos, es para que las lenguas de los testigos, que empiezan a hablar enseguida, se tornen espiritualmente ardientes y de este modo puedan inflamar también los corazones de sus oyentes. Los fenómenos exteriores tienen siempre, en el Espíritu, una incidencia interior: su ruido, como de un viento fuerte, hace acudir en masa a los oyentes y su fuego permite a cada uno de ellos comprender el mensaje en una lengua que les es íntimamente familiar; este mensaje que los convoca no es un mensaje extraño que primero tengan que estudiar y traducir, sino que toca lo más íntimo de su corazón… como lo dice el texto que “llenos del Espíritu Santo, se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse” (Hch 2, 4). «Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios». San Pablo nos muestra al Espíritu que actúa en los corazones y en las conciencias de los cristianos. También aquí tiene algo del viento impetuoso por el que debemos «dejarnos llevar» si queremos ser hijos de Dios; pero ciertamente debemos dejarnos llevar como hijos libres, esto nos diferencia de los esclavos -del pecado-, que se mueven por una orden extraña y exterior que san Pablo lo llama «carne», es decir, una manera de entender, buscar y codiciar los bienes terrenos, perecederos y a menudo humillantes, que nos fascinan y esclavizan (Papa Francisco). Lo distintivo del Espíritu divino es que hace resonar en nosotros la voz del Hijo que clama: «¡Abba! (Padre)». «El Espíritu Santo será quien nos enseñe todo». El evangelio explica esta singularidad: el Espíritu se nos envía para introducirnos en la verdad completa de Cristo, que nos revela al Padre. Es el Espíritu del amor entre el Padre y el Hijo, y nos introduce en este amor. Al comunicarse a nosotros, nos comunica el amor trinitario, y para nosotros criaturas el acceso a este amor es el Hijo como revelador del Padre. De este modo el Espíritu acrecienta en nosotros el recuerdo y profundiza la inteligencia de todo lo que Jesús nos ha comunicado -de Dios- mediante su vida y su enseñanza. Sugerencias… El prefacio de hoy, pues, es una síntesis magnífica de la actividad múltiple del Espíritu Santo en la comunidad. Esta actividad se describe y concreta de distintos modos: - El Espíritu lleva a plenitud el misterio pascual. - El Espíritu lleva a su realización plena la obra de Jesús. - El Espíritu es el alma de la Iglesia desde el principio. De él vive la comunidad de bautizados. - El Espíritu infunde a todos los pueblos el conocimiento de Dios. - Por ser Espíritu del Padre y del Hijo puede darlos a conocer. - El Espíritu congrega en la profesión de la misma fe a los divididos por el pecado. Lo hace en el Bautismo, Penitencia y demás sacramentos. - El Espíritu da vida a la Iglesia. Él es Señor y fuente de vida. -Inspira a todos los hombres que buscan el Reino de Dios. Él es quien conduce a los hombres de buena voluntad por los caminos de la verdad y la justicia, hasta la plenitud de la verdad: Cristo. Hoy, también, podemos presentar una visión global de la celebración eucarística bajo la perspectiva de la acción del Espíritu. Es decir, mostrar cómo -a través de toda la celebración- se hace la experiencia de las manifestaciones del Espíritu. El centro de esta presentación debe ser, evidentemente, las epíclesis (invocar al Padre para que envíe al Espíritu, o bien al Espíritu para que venga. Lo invocamos en orden a una acción que está por encima de nuestra capacidad, que compete a Dios mismo) de la plegaria eucarística. La primera, como epíclesis de consagración: la fuerza del Espíritu creador es la que hace pasar el pan y el vino a ser el Cuerpo y la Sangre del Cristo glorioso, y por tanto la que nos hace posible el realismo pleno del memorial. La segunda, como epíclesis de comunión (o eclesiológica): la fuerza del Espíritu de Cristo es la que reúne en el cuerpo eclesial de Cristo a los participantes del Cuerpo sacramental, dándoles la unidad y el amor. En ambos casos, sin embargo, hay que destacar que la acción del Espíritu está estrechamente unida a la persona de Cristo: la narración de la institución, palabra de Cristo, y la comunión sacramental con el Cuerpo y la Sangre del Señor. También la liturgia de la Palabra es una manifestación del Espíritu. Es la actualización de la proclamación de las maravillas de Dios, la inspiración apostólica, la iluminación constante hacia toda la verdad. Y la profesión de fe es, toda ella, testimonio de que el Espíritu se nos ha dado. La misma asamblea reunida manifiesta la diversidad de los dones del Espíritu: los ministerios expresan los dones recibidos "para utilidad", dentro del conjunto de una Iglesia toda ella llena del Espíritu. Un tercer aspecto, aún, de esta misma actualización, es la derivación hacia la vida y el testimonio, que viene de la Eucaristía y es fruto del Espíritu. En este sentido se podría ‘aprovechar’ el texto de la oración sobre las ofrendas de la Misa de la Vigilia. La idea que se encuentra en ella es magnífica: la Eucaristía es la fuente del amor porque -bajo la bendición del Espíritu- es la actualización del misterio pascual; este amor vivido por los participantes se convierte en la manifestación "a todo el mundo" de la verdad del misterio de salvación. Área de archivos adjuntos

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...