martes, 19 de diciembre de 2017

HOMILIA Cuarto Domingo de ADVIENTO cB (24 de diciembre 2017)


Primera: 2 Samuel 7, 1-5. 8b-12. 14a. 16; Salmo: Sal 88, 2-5. 27. 29; Segunda: Romanos 16, 25-27; Evangelio: Lucas 1, 26-38
Nexo entre las LECTURAS
Dios muestra a David su gratuidad anunciándole que le construiría una casa, es decir, una dinastía y que sería para él y sus descendientes como un padre (primera lectura). La misma gratuidad divina se hace evidente en el anuncio del ángel Gabriel a María sobre su vocación de Madre de Dios por obra del Espíritu Santo. María será la ‘nueva casa’, la ‘nueva arca’ construida por Dios en la plenitud de los tiempos (evangelio). La acción gratuita de Dios se manifiesta siempre en su poder para consolidar a los hombres en la fe, en su revelación del misterio mantenido en secreto desde la eternidad, y ahora dado a conocer a todas las naciones para que respondan a esta revelación con la fe (segunda lectura).
Temas...
La gratuidad de Dios. La redención es ante todo obra de la Santísima Trinidad. Es Dios quien promete a David una "casa", quien envía el ángel Gabriel a una virgen de nombre María y quien revela a los hombres su misterio; es en el Hijo de Dios (hijo de David según la carne) en quien tal promesa logra su perfecto cumplimiento: “El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob y su reino no tendrá fin”, y en quien el Padre se revela a los hombres; es por obra del Espíritu que el Hijo de Dios se hizo hijo de David en el seno de María: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra”, y por quien los cristianos somos hechos hijos de Dios. Esta gratuidad trinitaria se caracteriza por tres notas: La absoluta iniciativa divina (ni David, ni María, ni los hombres han emprendido algo merecedor de la intervención de Dios), una iniciativa que tiene que ver exclusivamente con la salvación del hombre sin interés alguno por parte de la divinidad, y una salvación caracterizada por la universalidad: todas las naciones.
Los caminos de la gratuidadEl primero es el de la elección: Dios elige a quien quiere para realizar sus designios en la historia. Eligió a David, y no a Samuel o Saúl, para fundar la monarquía y la dinastía mesiánica. Eligió a María, no a Isabel o a Ana, para ser la Madre del Mesías y Madre de Dios. Eligió a Pablo y a los apóstoles para revelar a los hombres el misterio escondido desde la eternidad. Segundo camino de la gratuidad divina, es la misión que Él encomienda. No son los hombres quienes la buscan y se ocupan por alcanzarla; es Dios quien la da y quien acompaña al hombre en su realización. La misión concreta en la vida no se la inventó David, ni María Santísima ni Pablo. El inventor, dador e impulsor de la misión es sólo y exclusivamente Dios. Un tercer camino es la salvación. Sólo Dios salva. Los hombres somos únicamente instrumentos racionales y libres, colaboradores responsables de Dios en la realización de su obra salvífica. Quien quisiera proponerse como salvador por propia voluntad, buscaría usurpar un derecho exclusivo de Dios, como el relato del Génesis. En estos ámbitos de la gratuidad, hemos de colocar la Navidad. No es este acontecimiento ni su memoria litúrgica algo que nos es debido cada año. Como en su mismo origen, sigue siendo hoy absolutamente gratuito. Es un misterio, y éste es siempre don, gracia, pura liberalidad divina.
Sugerencias...
La Navidad, un don. En nuestra mentalidad "cristiana", damos por descontado que el día 25 de diciembre es Navidad. Esta fiesta forma parte del calendario civil, y marca, con sus tradiciones populares en los diversos países "cristianos", unos días de especial carga de ternura y de gozoso ambiente familiar y hogareño. En muchos países es costumbre intercambiar regalos, y abrir el corazón a los más necesitados con una sonrisa o con una ayuda en dinero o en especie. Todo eso es bueno y hermoso, y puede estar inspirado por el mismo acontecimiento de la Navidad, pero es obra del hombre, es resultado de la historia o exigencia de las circunstancias presentes. Todo eso rodea al misterio, pero no entra en él. Para poder entrar en el misterio de la Navidad requerimos de la intervención de Dios. Entonces la Navidad es sobre todo una realidad interior, una honda transformación, un compromiso exigente de Dios y del hombre. El Adviento es tiempo de preparación para acoger el don, para abrir la puerta del alma al poder de Dios sobre mi vida. ¿Cómo me estoy preparando, cómo me puedo preparar mejor para recibir esa gratuita y estupenda donación de Dios?
María, figura del Adviento. La vida de María, antes de la primera Navidad, puede ser considerada como el primer y más verdadero "adviento". María se preparó para acoger el don de Dios en un clima de oración, siendo como era una fervorosa hija de Israel. Se preparó viviendo la vida sencilla de una niña y adolescente judía, cumpliendo con perfección sus deberes religiosos y familiares. Se preparó con la lectura y la meditación de la Escritura y de las grandes maravillas de Dios en ella narradas. Se preparó con la docilidad al Espíritu Santo, que había llenado su alma desde su misma concepción haciéndola una mujer “llena de gracia”. Y tú, ¿cómo te estás preparando? ¿O ni siquiera has pensado que haya que prepararse al acontecimiento más crucial de la historia humana? ¿Qué estás haciendo para ayudar a otros a abrir el corazón a la irrupción misteriosa y gratuita de Dios en su vida personal y en la vida de sus hermanos?

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