martes, 13 de abril de 2021

HOMILIA DOMINGO TERCERO DE PASCUA cB (18 de abril 2021)

DOMINGO TERCERO DE PASCUA cB (18 de abril 2021) Primera: Hechos 3, 13-15.17-19; Salmo: Sal 4, 2. 4. 7. 9; Segunda: 1Jn 2,1-5a; Evangelio: Lucas 24, 35-48 Nexo entre las LECTURAS Debe alegrarnos hablar de conversión y misericordia en el período pascual. Ese es el tema en que se centra la atención de la liturgia dominical. Deben convertirse, ante todo, los discípulos de Jesús para aceptar, sin lugar a dudas, el misterio de la resurrección (evangelio). Deben convertirse los judíos, porque no aceptar a Jesús resucitado como Mesías es prácticamente autodestruirse (primera lectura). Deben convertirse, vivir en permanente estado de conversión, los cristianos, para no creer que por el solo conocimiento podrán alcanzar la vida verdadera (segunda lectura). Temas... No es un fantasma. Más allá de la tumba, un misterio suspicaz, casi arrogante, ciega nuestra mirada y desafía nuestra inteligencia. La muerte muestra con orgullo sus triunfos incesantes y reporta victoria sobre todos: niños y ancianos, hombres y mujeres, infelices que la han pretendido como escape desesperado o boyantes transeúntes que jamás hubieran querido encontrarse con ella, en estos tiempos por medio del COVID-19, se anota triunfos desagradables. Sólo una cosa es cierta y general: ante la puerta de la muerte habremos de comparecer todos… es una ‘vocación’ la de llegar a la puerta para entrar en la VIDA. Esta certeza universal explica suficientemente la reacción de los discípulos ante la aparición del Resucitado. Bien anota el evangelista: "creían ver un fantasma...". De la misma raíz que "fantasía", el fantasma incluye por contraste la idea de un terror que sobrecarga los sentidos y paraliza el pensamiento. Es interesante ver que esa impresión sobrehumana, lejos de ayudar, impide creer, pues Cristo les pregunta: "¿por qué surgen dudas en su interior?". La fe entonces es más que asombro colosal, es más que una puerta sobre el abismo de lo incognoscible, es más que la desagradable impresión de palpar el propio límite. Jesús, en realidad, quiere vencer esa distancia infinita que nos aparta de lo que no podemos controlar con nuestra inteligencia y por eso da a palpar su límite, esto es, la frontera que su misericordia ha querido visitar y habitar por nuestra salvación: "Tóquenme y convénzanse de que un fantasma no tiene ni carne ni huesos, como ven que yo tengo". ¡Ay, Dios! Y con semejante testimonio, que más claro no se le encontrará, ha habido todavía llamados teólogos que niegan la resurrección corporal del Señor... Tenga, JESÚS RESUCITADO, piedad de los que niegan la resurrección y de todos nosotros. Que si el primer impulso es castigar a quienes tales cosas enseñan, será mejor amar y compadecer, bien que sosteniendo firme la fe incuestionable de los apóstoles y de la Iglesia entera. El evangelio nos explica, al fin y al cabo, que sólo cuando Dios abre el entendimiento es posible admitir que hubo una que rompió la trampa y escapó del vientre cenagoso de la muerte. Se llama Jesucristo, es el SEÑOR DE LA HISTORIA. Creer en el amor. La segunda lectura de hoy da un paso más. La frase fundamental quizás es: "Sabemos que conocemos a Dios, si cumplimos sus mandamientos". La fe no es una historia que endulza nuestros oídos simplemente. La fe no es un relato épico que se contenta con tonificar el corazón. Es una fuerza de vida, y como tal tiene su lugar propio en la vida. El apóstol Juan nos habla así en esta lectura porque ya en su tiempo hubo quienes pretendían que la fe era una "ciencia de magos" o "gnosis", como si fuese, un "conocimiento" destinado solamente a nuestra alma y sin una repercusión real ni en nuestro cuerpo ni en lo que hiciéramos con él. Aquella "idea", que ha permanecido larvada o descarada durante los siglos, va por eso dando bandazos entre el desprecio que mutila lo corporal y el desafuero que predica y practica el libertinaje… confundiendo con sus nuevos trajes en cada "ideología" que parece nueva en su formulación pero que es antigua en su verdad… siempre quiere que nos apartemos de Dios y de la verdad… Frente a esa demencia, nuestra fe, como la hemos recibido de los apóstoles, tiene un rostro definido: "el AMOR de Dios, que llega verdaderamente a su plenitud en aquel que cumple su palabra; esta es la prueba de que estamos en Él". Somos de Cristo significa: vamos con Cristo, en seguimiento de Cristo, para estar con Cristo para ‘toda’ la eternidad. Sugerencias... En los domingos después de Pascua las lecturas del Antiguo Testamento son sustituidas por los Hechos de los Apóstoles, que a través de la predicación primitiva testimonian la resurrección del Señor y muestran, de una manera razonable, cómo la Iglesia nació en nombre del Resucitado. - En la primera lectura de hoy, Pedro presenta la resurrección de Jesús encuadrada en la historia de su pueblo como cumplimiento de todas las profecías y promesas hechas a los Padres: «El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, glorificó a su servidor Jesús, a quien ustedes entregaron, renegando de él delante de Pilato, cuando este había resuelto ponerlo en libertad. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos» (Hch 3, 13. 15). Y, por si su testimonio y el de cuantos vieron al Resucitado no fuera suficiente, nos ofrece una «señal» en la curación milagrosa del tullido que acababa de realizarse a la puerta del templo. Para hacer resaltar la Resurrección, Pedro no duda en recordar los hechos dolorosos que la precedieron: «ustedes negaron al Santo y al Justo y pidieron que como gracia la libertad de un homicida. Dieron muerte al príncipe de la vida» (ib 14-15). Las acusaciones son apremiantes, casi despiadadas; pero Pedro sabe que él está también incluido en ellas por haber renegado al Maestro; lo están igualmente todos los hombres que pecando siguen negando al «Santo» y rechazando «al autor de la vida», posponiéndole a las propias pasiones, que son causa de muerte. Pedro no ha olvidado su culpa que llorará toda la vida, pero ahora siente en el corazón la dulzura del perdón del Señor. Esto le hace capaz de pasar de la acusación a la excusa: «Ahora bien, hermanos, ya sé que por ignorancia han hecho esto, como también los príncipes de ustedes» (ib 17), y luego al llamamiento a la conversión: «hagan penitencia y conviértanse, para que sus pecados sean perdonados» (ib 19). Como él ha sido perdonado, también lo será su pueblo y cualquier otro hombre, con tal de que todos reconozcan sus propias culpas y hagan el propósito de no pecar más, - A esto mismo se refiere la conmovedora exhortación de Juan (segunda lectura): «Hijitos míos, les escribo esto para que no pequen» (1 Jn 2, 1). ¿Cómo volverá al pecado quien ha penetrado en el significado de la pasión del Señor? Sin embargo, consciente de la fragilidad humana, el Apóstol persiste: «Pero si alguno peca, abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo, justo» (ib), Juan, que había oído en el Calvario a Jesús agonizante pedir el perdón del Padre para quien lo había crucificado, sabe hasta qué punto Jesús defiende a los Pecadores. Víctima inocente de los pecados de los hombres, Jesús es también su abogado más valedero, pues «él es la propiciación por nuestros pecados» (ib 2). - El mismo pensamiento se trasluce en el Evangelio del día. Apareciéndose a los Apóstoles después de la Resurrección, Jesús les saluda con estas palabras: «La paz sea con ustedes» (LC 24, 36). El Resucitado da la paz a los Once atónitos y asustados por su aparición, pero no menos llenos de confusión y de arrepentimiento por haberlo abandonado durante la pasión. Muerto para destruir el pecado y reconciliar a los hombres con Dios, Él les ofrece la paz para asegurarles su perdón y su amor inalterado. Y antes de despedirse de ellos los hace mensajeros de conversión y de perdón para todos los hombres: «será predicada en su nombre la penitencia para la remisión de los pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén» (ib 47). De esta manera la paz de Cristo es llevada a todo el mundo precisamente porque «él es la propiciación por nuestros pecados». ¡Misterio de su amor infinito! ¡Misterio de misericordia!

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...