lunes, 29 de marzo de 2021

HOMILIA JUEVES SANTO DE LA CENA DEL SEÑOR (01 de abril 2021)

JUEVES SANTO DE LA CENA DEL SEÑOR (01 de abril 2021) Primera: Éxodo 12, 1-8.11-14; Salmo: Sal 115, 12-13.15-16bc.17-18; Segunda: 1Corintios 11, 23-26; Evangelio: Juan 13, 1-15 Nexo entre las LECTURAS “Llevó su amor hasta el fin” (Evangelio). Estas palabras son la clave de comprensión de la Palabra de Dios en este Jueves Santo. Este amor es el que celebraban los israelitas anualmente al conmemorar la fiesta de Pascua, fiesta de liberación de la esclavitud egipcia (primera lectura). Este amor lo manifestó Jesús de forma suprema en el lavatorio de los pies (Evangelio) y en la donación de sí mismo en pan y en vino, convertidos en su Cuerpo y en su Sangre (segunda lectura). Éste es el amor que se repite cada vez que los cristianos nos reunimos para celebrar la Cena del Señor (segunda lectura). Temas... Pasado, presente, futuro. La Eucaristía es a la vez el recuerdo más entrañable que tenemos de Jesús, y la presencia más intensa de su amor incalculable, y la promesa más cierta de nuestro futuro junto a Él. La Eucaristía es memoria, presencia y profecía. Resumen perfecto de todas las ofrendas del Viejo Testamento; síntesis adorable de todas las finezas de Jesús con nosotros; pregustación suavísima de los gozos que sólo serán mejores en la eternidad. Descanso. La Eucaristía es descanso para la vista, el oído, el paladar, el corazón y la mente. Descansa nuestra vista mirando al que es bello y fuente de belleza. Descansa nuestro oído recibiendo el eco de su palabra de gracia. Descansa nuestro paladar encontrando un sabor de amor que está lejos del hambre y del hastío. Descansa el corazón amando en la certeza de nunca ser defraudado. Descansa la mente descubriendo que la verdad última de nuestro ser es que hemos sido amados antes de ser creados, y amados para ser perdonados, y amados para tener vida eterna. Comunión. La Eucaristía es comunión con Dios y con los hermanos. Comunión significa más que "común unión". Tener comunión es entender el lenguaje del otro; saber de qué ríe, por qué llora, qué le preocupa y cómo se le consuela. Es “comunnio”, común misión. Estar en comunión con Dios es vibrar con su amor por los pequeños, los pobres y los tristes; es llorar con las lágrimas de Jesús por los pecadores, los endurecidos y los crueles; es padecer con el corazón del Señor y derramar sobre el mundo gracia como la suya y mirada como la suya también. Estar en comunión es saber ir y volver del corazón del Amado. Es tener siempre una puerta abierta para el Amigo. Es cantar sus canciones y darle nuestras poesías. Es sentir que el tiempo se muere y que la eternidad amanece. Sugerencias... La celebración del misterio pascual, centro y vértice de la historia de la salvación, se abre con la Misa vespertina del jueves santo, que conmemora la Cena del Señor. Todas las lecturas se centran en el tema de la cena pascual. El tramo del Éxodo (12, 1-8; 1 1-14) nos recuerda la antigua institución, establecida cuando Dios ordenó a los Hebreos que inmolasen en cada familia «un animal sin defecto [macho, de un año, cordero o cabrito]», que rociasen con la sangre los dos postes y el dintel de las casas para librarse del exterminio de los primogénitos, y que lo comiesen a toda prisa y en atuendo de caminantes. En aquella misma noche, preservados por la sangre del cordero y nutridos con sus carnes, iniciarían la marcha hacia la tierra prometida. El rito había de repetirse cada año en recuerdo de tal hecho. «Es la Pascua [fiesta] en honor del Señor» (Ex 12, 11), que conmemora «el Paso del Señor» por en medio de Israel para liberarlo de la esclavitud de Egipto. Jesús elige la celebración de la pascua judía para instituir la nueva, su Pascua, en la que Él es el verdadero «cordero sin defecto» inmolado y consumado por la salvación del mundo. Y desde el momento en que se sienta a la mesa con los suyos, inicia el nuevo rito, «El Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo —se lee en la segunda lectura (1Cor 1 1, 23-26)— tomó pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo: "Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes..." Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: "Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre"». Aquel pan milagrosamente trasformado en el Cuerpo de Cristo y aquel cáliz que ya no contiene vino, sino la Sangre de Cristo, ambos ofrecidos, pero separadamente ofrecidos, eran, en aquella noche, el anuncio y anticipo de la muerte del Señor, en la que derramaría toda su Sangre, y son hoy su vivo memorial. «Hagan esto en memoria mía». Bajo esta luz presenta san Pablo la Eucaristía cuando dice: «cada vez que comen de este pan y beben del cáliz, proclaman la muerte del Señor». La Eucaristía es «pan vivo» que da la vida eterna a los hombres (Jn 6, 51), porque es el «memorial» de la muerte de Cristo, porque es su Cuerpo «entregado» en sacrificio, y es su Sangre «derramada por todos para el perdón de los pecados» (Lc 22, 19; Mt 26, 28). Nutridos con el Cuerpo de Cristo y lavados con su Sangre, los hombres podemos soportar las asperezas del viaje terreno, pasar de la esclavitud del pecado a la libertad de los hijos de Dios, de la travesía fatigosa del desierto a la tierra prometida: la casa del Padre. «Tomen y coman todos de él, porque esto es mi Cuerpo. Tomen y beban todos de él, porque este es el cáliz de mi Sangre» (MR). Si la costumbre hubiera amortiguado en los creyentes la vitalidad de la fe, la Liturgia de este día les invita a reavivarse, a penetrar con la más profunda y amorosa de las miradas la inefable realidad del misterio que se realizó por vez primera en el cenáculo ante las miradas atónitas (asombrados) de los discípulos y que hoy se renueva del mismo modo concreto que entonces, sigue siendo el Señor Jesús quien, en la persona de su ministro, realiza el gesto consecratorio, y hoy, aniversario de la institución de la Eucaristía y vigilia de la muerte del Señor, todo eso adquiere una actualidad impresionante. Jesús «habiendo amado a los suyos... los amó hasta el extremo», dice Juan prologando el relato de la última cena (Jn 13, 1-15); «en la noche en que iban a entregarlo», precisa Pablo refiriendo la institución de la Eucaristía. Tremendo contraste: por parte de Cristo, el amor infinito, «hasta el extremo», hasta la muerte; por parte de los hombres, la traición, la negación, el abandono. La Eucaristía es la respuesta que da el Señor a la traición de sus criaturas. Parece estar impaciente por salvar a los hombres, tan débiles y perjuros, y anticipa místicamente su muerte ofreciéndoles como nutrimento ese cuerpo que en breve sacrificará en la cruz y esa sangre que derramará hasta la última gota. Y si dentro de pocas horas la muerte le arrebatará de la tierra, en la Eucaristía, sin embargo, se perpetuará su presencia viva y real hasta el fin de los siglos. Pero juntamente con el sacramento del amor, Jesús deja a la Iglesia el testamento del amor: su «mandato nuevo». De repente, los Doce ven que el Maestro se arrodilla delante de ellos en la actitud de un siervo: «echa agua en la palangana y se pone a lavarles los pies a los discípulos». La escena se concluye con una advertencia: «Pues si yo, el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros». No se trata tanto de imitar el gesto material, cuanto la actitud de humildad sincera en las relaciones recíprocas, considerándose y comportándose los unos como siervos de los demás. Sólo esta humildad hace posible el cumplimiento del precepto que Jesús está a punto de dar; «Les doy el mandato nuevo: que se amen entre ustedes (mutuamente) como yo los he amado» (ib 34), El lavatorio de los pies, la institución de la Eucaristía, la muerte de cruz, indican cómo y hasta qué punto hay que amar a los hermanos para realizar y hacer verdad el precepto del Señor.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...