lunes, 31 de julio de 2023

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HOMILIA 6 de agosto. LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR. Fiesta. Ciclo A. (2023)


 6 de agosto. LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR. Fiesta. Ciclo A. (2023)

Primera: Daniel 7, 9-10. 13-14; Salmo: Sal 96, 1-2. 5-6. 9; Segunda: 2 Pedro 1, 16-19; Evangelio: Mateo 17, 1-9 

CONTEMPLACIÓN Y ALABANZA

La celebración Dominical de hoy tiene un acento peculiar porque coincide con una fiesta del Señor: la que conmemora su transfiguración en la montaña como un anuncio –que precede a su pasión– de su resurrección gloriosa. El evangelio de hoy, que nos narra la escena de la Transfiguración y nos conduce más directamente a la contemplación de Cristo, que se nos muestra con el esplendor de su gloria, y a la alabanza de aquel que, en esta visión, nos ha querido manifestar cuál es la esperanza de la realidad a la que estamos llamados aquellos que en Él creemos.  

Unidad entre las LECTURAS

Las lecturas de hoy presentan una unidad que va creciendo a medida que se van sucediendo los textos. Nos hallamos ante un primer texto profético (Daniel) en el que la Iglesia nos descubre la gloria que Cristo había de alcanzar; y hace esto por medio de las afirmaciones del salmo ("El Señor reina, altísimo sobre toda la tierra"). El texto apostólico es una "catequesis" que nos dispone admirablemente para escuchar y comprender el alcance del relato evangélico, culminación de la liturgia de la Palabra. Sería bueno empezar la homilía recordando el itinerario seguido por los textos que se han escuchado, antes de centrarse en el mismo texto evangélico.

Temas… En este Domingo, la liturgia celebra la fiesta de la Transfiguración del Señor.

Hoy, en lugar del domingo, celebramos una fiesta antigua, venerable, que todos los años tiene lugar el 6 de agosto: la fiesta de la Transfiguración, que en algunos lugares se conoce también como la fiesta del Salvador. Se trata de recordar aquel momento glorioso en que tres discípulos tuvieron ocasión de ver al Señor resplandeciente, momento que ellos ya nunca más olvidarían. San Pedro, ya muy anciano, así lo recuerda en la segunda carta de hoy: "Esta voz traída del cielo la oímos nosotros estando con él en la montaña sagrada".

–Vivir la alegría y la luz de la fe.

La Transfiguración confirmó la fe de los apóstoles y fue para ellos la luz "que brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día y el lucero nazca en vuestros corazones".

La Transfiguración del Señor plantea una cuestión que es vital en el cristianismo: la fe es para los apóstoles algo luminoso, como una inmensa alegría, que nadie les podrá robar. Si una persona, joven o mayor, experimenta la alegría de la fe, ya no la pierde nunca jamás.

¿Cómo lograremos ayudar a descubrir este aspecto de la fe? Los apóstoles lo descubrieron: en un momento, que compensa los sufrimientos de toda una vida, los discípulos ven al Señor transfigurado. Esta escena acentúa el gozo de la fe, la alegría de saberse salvados y amados por Jesucristo. Buscar momentos de oración, de contemplación, de Eucaristía bien preparada y participada.

Hay un momento que debiera de ser determinante en este aspecto. Me refiero a la Misa de cada Domingo, que ha de ser luz viva que transfigure nuestras vidas. Hemos de prepararla bien. La gloria de Dios, aunque escondida, está presente en ella.

En medio de nuestra conflictiva e incierta historia humana se nos revela Dios. En este nuestro mundo tan complicado, en las preocupaciones de nuestra familia que tanto nos hacen sufrir, en los problemas cotidianos, en una sociedad tan a menudo enemistada, en el seno de una Iglesia que ha de pedir perdón para purificar su memoria histórica, tenemos que navegar con esperanza renovada, "aunque es de noche", como decía san Juan de la Cruz. O como expresaba un musulmán contemplativo: "En una noche oscura, bajo una negra piedra, hay una pequeña hormiga negra. Pero Dios no se ha olvidado de esta hormiguita".

– Mirar la vida con ojos nuevos.

La oración no sólo nos ayuda a amar a Dios sino que nos predispone a contemplar la naturaleza con ojos nuevos. El pintor Giovanni Bellini tiene un cuadro, que está ahora en el Museo Capodimonte en Nápoles, que nos muestra la figura de Cristo transfigurado ante sus discípulos. El Salvador resplandece en medio de la escena, flanqueado por Moisés y Elías, con los discípulos a sus pies. Pero toda la naturaleza se diría que despierta como atraída por la blancura de la túnica del transfigurado: montañas y valles, prados y flores, animalillos y personas humanas que en la perspectiva aparecen encaminándose hacia sus respectivos trabajos. Todo está iluminado por la luz de Cristo. Como san Francisco, cuando contemplaba la maravilla de la Umbría, región donde vivía, desde la terracita de San Damián, y componía su himno al hermano sol. Contemplar la naturaleza, sobre todo la persona humana, con la mirada penetrada de Dios. Mirar al mundo con la mirada de los santos.

Quien reza no encuentra tan malos a los demás. Cada vez que salimos de Misa debiéramos mirar las cosas y, sobre todo las personas, con una mirada nueva. Como los discípulos al bajar de la montaña del Tabor.

Los discípulos en la cima de aquella montaña se desprendieron de sus envidias pero no prescindieron de los problemas de la vida, problemas penetrados de la tragedia que se les venía encima. Esto es, la plegaria no consiste en desentendernos de los problemas de la vida, sino que proyecta sobre ellos una luz nueva.

¿Acaso no os ha ocurrido alguna vez que ante una dificultad aparentemente insalvable, después de retiraros a rezar unos momentos, habéis encontrado una luz que os ha ayudado a superar aquella oscuridad? La oración nos abre unos ojos nuevos para empezar a descubrir el rostro escondido de Dios.

Sintámonos hoy unidos, de forma muy especial, a nuestros hermanos de la Iglesia ortodoxa, con quienes compartimos la luminosidad de esta fiesta. Ellos la celebran muy solemnemente. Este recuerdo nos mueve a rezar para que, muy pronto, podamos compartir con ellos el Pan sagrado y el Cáliz de la salvación.

Sugerencias...

El episodio evangélico de la transfiguración de Cristo nos invita también a fijarnos en un aspecto importante de toda la celebración litúrgica. Como los apóstoles, que reconocieron cuán bien estaban allí contemplando al Señor glorioso, pero que muy pronto tuvieron que bajar del monte y acompañar a Cristo hacia Jerusalén donde sufriría la pasión, también nosotros, al participar de la liturgia, gustamos por unos momentos cuán unidos estamos al Señor de la gloria y a los dones que son prenda de los bienes del cielo, pero muy pronto tendremos que volver al esfuerzo–entrega constante de la vida cristiana cotidiana.

La liturgia nos permite vivir momentos de intensa comunión con las realidades más santas y, al mismo tiempo, nos ayuda a vivir "mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo". Ojalá la fiesta de la Transfiguración nos ayude a valorar la importancia de estos dos aspectos de la vida litúrgica y nos impulse a vivir en el amor y servicio de la comunión diaria en la práctica de las obras de misericordia.

 

Temas…

a. La transfiguración de Jesús se sitúa evangélicamente en un momento crucial de su ministerio, a saber, después de la confesión mesiánica de Pedro en Cesárea de Filipo. Incomprendido por el pueblo y rechazado por las autoridades, Jesús se dedica en la segunda parte de su vida a revelar su persona al grupo de sus discípulos para confirmarlos en la fe. En la transfiguración se descubren las dos caras de la misión de Jesús: una, dolorosa: la marcha hacia Jerusalén en forma de subida, que para los discípulos es entrega incomprensible a la muerte; la otra, gloriosa: Jesús muestra en su transfiguración un anticipo de la gloria futura.

b. En el evangelio de la transfiguración hay una serie de imágenes escatológicas (choza, acampada, Moisés y Elías); cristológicas (Hijo de Dios, entronización mesiánica) y epifánicas (montaña, transfiguración, nube, voz) que describen a Jesús como Kyrios, con un señorío eminentemente pascual. La «montaña» es lugar de retiro y de oración; la «transfiguración» es una transformación profunda a partir de la desfiguración; «Moisés y Elías» son las Escrituras; la «tienda» es signo de la visita de Dios, unas veces oscura, otras luminosa, como lo indica la «nube». En definitiva, es relato de una teofanía o de una experiencia mística. Si nos fijamos en el itinerario del relato, vemos que tiene cuatro momentos: 1) la subida, que entraña una decisión; 2) la manifestación de Dios, que simboliza el encuentro personal; 3) la misión confiada, que es la vocación apostólica; y 4) el retorno a la tierra, que equivale a la misión en la sociedad.

c. La llamada de Dios a formar parte de una comunidad exige una conversión. Discípulos-misioneros de Jesús son quienes aceptan la llamada de una voz o la palabra de Dios decisiva y personal que incide en lo más profundo del ser humano. Escuchar a Jesús es una característica esencial del discípulo cristiano. Esto entraña «encarnarse», es decir, aceptar con seriedad la vida misma, con ráfagas de «visión» y torbellinos de «pasión», con la esperanza de salir victoriosos del combate de la misma vida, seguros de la fe en el Transfigurado. Jesús se hace prójimo de todos los hombres mediante la entrega de su propia vida.

d. ¿Tenemos experiencia personal de Dios?

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