miércoles, 26 de mayo de 2021

Solemnidad de la SANTÍSIMA TRINIDAD cB (30 de mayo 2021) de la IGLESIA para la IGLESIA

Solemnidad de la SANTÍSIMA TRINIDAD cB (30 de mayo 2021) Primera: Deut 4, 32-34.39-40; Salmo: Sal 32, 4-5. 6 y 9. 18-19. 20 y 22; Segunda: Romanos 8, 14-17; Evangelio: Mateo Mt 28, 16-20 Nexo entre las LECTURAS Es bien mostrado en las lecturas de esta liturgia que Dios es Dios-Amor e interviene con mano fuerte y brazo poderoso para sacar a su pueblo de Egipto, símbolo de servidumbre y opresión (primera lectura). Es Dios-Amor que regala a sus discípulos una misión maravillosa y les asegura su compañía a lo largo de los siglos (evangelio). Es Dios-Amor que hace a los hombres sus hijos adoptivos para que puedan clamar con Jesucristo: "abba", es decir, "Padre". Temas... La Gloria de la Trinidad en la Historia. Cosas del Papa san Juan Pablo II. Trataremos de ilustrar esta presencia de Dios en la historia, a la luz de la revelación trinitaria, que, aunque se realizó plenamente en el Nuevo Testamento, ya se halla anticipada y bosquejada en el Antiguo. Así pues, comenzaremos con el Padre, cuyas características ya se pueden entrever en la acción de Dios que interviene en la historia como Padre tierno y solícito con respecto a los justos que acuden a él. Él es "padre de los huérfanos y defensor de las viudas" (Sal 68, 6); también es padre en relación con el pueblo rebelde y pecador. Dos páginas proféticas de extraordinaria belleza e intensidad presentan un delicado diálogo de Dios con respecto a sus "hijos descarriados" (Dt 32, 5). Dios manifiesta en él su presencia constante y amorosa en el entramado de la historia humana. En Jeremías el Señor exclama: "Yo soy para Israel un padre (...) ¿No es mi hijo predilecto, mi niño mimado? Pues cuantas veces trato de amenazarlo, me acuerdo de él; por eso se conmueven mis entrañas por él, y siento por él una profunda ternura" (Jr 31, 9. 20). La otra estupenda confesión de Dios se halla en Oseas: "Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo. (...) Yo le enseñé a caminar, tomándolo por los brazos, pero no reconoció mis desvelos por curarlo. Los atraía con vínculos de bondad, con lazos de amor, y era para ellos como quien alza a un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia él y le daba de comer. (...) Mi corazón está en mí trastornado, y se han conmovido mis entrañas" (Os 11, 1. 3-4. 8). Junto a nosotros. Continuamos iluminados por el papa san Juan Pablo II. De los anteriores pasajes de la Biblia debemos sacar como conclusión que Dios Padre de ninguna manera es indiferente frente a nuestras vicisitudes. Más aún, llega incluso a enviar a su Hijo unigénito, precisamente en el centro de la historia, como lo atestigua el mismo Cristo en el diálogo nocturno con Nicodemo: "Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él" (Jn 3, 16-17). El Hijo se inserta dentro del tiempo y del espacio como el centro vivo y vivificante que da sentido definitivo al flujo (olas) de la historia, salvándola de la dispersión y de la banalidad. Especialmente hacia la cruz de Cristo, fuente de salvación y de vida eterna, converge toda la humanidad con sus alegrías y sus lágrimas, con su atormentada historia de bien y mal: "Cuando sea levando de la tierra, atraeré a todos hacia mí" (Jn 12, 32). Con una frase lapidaria la carta a los Hebreos proclamará la presencia perenne de Cristo en la historia: "Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre" (Hb 13, 8). Para descubrir debajo del fluir de los acontecimientos esta presencia secreta y eficaz, para intuir el reino de Dios, que ya se encuentra entre nosotros (cf. Lc 17, 21), es necesario ir más allá de la superficie de las fechas y los eventos históricos. Aquí entra en acción el Espíritu Santo. Aunque el Antiguo Testamento no presenta aún una revelación explícita de su persona, se le pueden "atribuir" ciertas iniciativas salvíficas. Es él quien mueve a los jueces de Israel (cf. Jc 3, 10), a David (cf. 1 S 16, 13), al rey Mesías (cf. Is 11, 1-2; 42, 1), pero sobre todo es él quien se derrama sobre los profetas, los cuales tienen la misión de revelar la gloria divina velada en la historia, el designio del Señor encerrado en nuestras vicisitudes. El profeta Isaías presenta una página de gran eficacia, que recogerá Cristo en su discurso programático en la sinagoga de Nazaret: "El Espíritu del Señor Yahveh está sobre mí, pues Yahveh me ha ungido, me ha enviado a predicar la buena nueva a los pobres, a sanar los corazones quebrantados, a anunciar a los cautivos la liberación, y a los reclusos la libertad, y a promulgar el año de gracia de Yahveh" (Is 61, 1-2; cf. Lc 4, 18-19). El Espíritu de Dios no sólo revela el sentido de la historia, sino que también da fuerza para colaborar en el proyecto divino que se realiza en ella. A la luz del Padre, del Hijo y del Espíritu, la historia deja de ser una sucesión de acontecimientos que se disuelven en el abismo de la muerte; se transforma en un terreno fecundado por la semilla de la eternidad, un camino que lleva a la meta sublime en la que "Dios será todo en todos" (1 Co 15, 28). El jubileo, que evoca "el año de gracia" anunciado por Isaías e inaugurado por Cristo, quiere ser la epifanía de esta semilla y de esta gloria, para que todos esperen, sostenidos por la presencia y la ayuda de Dios, en un mundo nuevo, más auténticamente cristiano y humano. Y cada año, estas fiestas, nos llaman a vivir en mística de Jubileo. Así pues, cada uno de nosotros, al balbucear algo del misterio de la Trinidad operante en nuestra historia, debe hacer suyo el asombro adorante de san Gregorio Nacianceno, teólogo y poeta, cuando canta: "Gloria a Dios Padre y al Hijo, rey del universo. Gloria al Espíritu, digno de alabanza y todo santo. La Trinidad es un solo Dios, que creó y llenó todas las cosas..., vivificándolo todo con su Espíritu, para que cada criatura rinda homenaje a su Creador, causa única del vivir y del durar. La criatura racional, más que cualquier otra, lo debe celebrar siempre como gran Rey y Padre bueno" (Poemas dogmáticos, XXI, Hymnus alias: PG 37, 510-511). Sugerencias... El libro del Deuteronomio presenta aquello que Israel consideraba su gran honor: tener un Dios cercano al pueblo. Un Dios que habló al pueblo y sobre todo un Dios que se comprometió personalmente en la acción histórica de librarlo de la esclavitud. Este es el contraste del Dios de Israel con el de los pueblos de su alrededor: Israel experimenta a Dios a través de su realidad histórica. Pero el honor de Israel también era más que preparación para lo que es el honor pleno, no de un pueblo solamente, sino de la humanidad entera: Dios no es ya solamente el Dios que se acerca, sino que es el Dios que se hace uno de los nuestros; Dios no libera ya al pueblo desde fuera, sino que libera a los hombres poniéndose junto a ellos; Dios no dice ya a los hombres qué es lo que tienen que hacer, sino que viene aquí a hacerlo para que lo veamos y lo sigamos haciendo como él hizo. Y Dios es esto, Dios no es solamente Dios-Padre que está en los Cielos (como allá, lejos), sino que es también Dios-Palabra que se nos revela. Y esta proximidad tiene aún un nuevo paso. Jesucristo, el Dios-Palabra, dice que "estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo" (evangelio). Pero no solamente como un recuerdo, sino como algo muy profundo que se nos ha metido en el interior de cada uno de nosotros. Su Espíritu ha entrado en nuestro interior y nos convierte en hijos como él, y nos hace herederos como él (segunda lectura): tenemos, también nosotros, aquel Espíritu que une a Jesús con el Padre, el Espíritu que no dejó que experimentara la corrupción del sepulcro. Y Dios es: Dios-Padre que está en los cielos, es Dios-Palabra que se nos revela, es Dios-Espíritu que continúa en nuestro interior la presencia de nuestro hermano Jesucristo y hace que, verdaderamente, Dios sea un Dios cercano. No dividido… sino un solo Dios y tres Personas divinas. "En nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" El evangelio de hoy contiene la invocación trinitaria que se nos ha hecho habitual. Y la contiene señalando la entrada de los hombres en la comunión de la fe, en el momento del bautismo. El bautismo "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" significa quedar situado en el interior de este misterio y que continúa en los hombres, en la Iglesia y en el mundo por medio del Espíritu. Por ello bueno será recordar HOY que el nombre de la Trinidad indica nuestro camino cristiano. Nos marca, sobre todo, su principio, en el bautismo. Lo marca también en las muchas ocasiones en que hacemos el gesto sencillo y lleno de sentido que es la señal de la cruz (podemos recordar y valorar aquí las ocasiones en que lo hacemos en la misa, al comenzar, en el evangelio, en la bendición... y también valorar el hacerlo en tantos otros momentos). Y lo indica, también y muy especialmente, la celebración de la Eucaristía, la plegaria eucarística. Podría ser interesante hoy contemplar mas detenidamente el sentido trinitario que la “plegaria eucarística” tiene, que nos indica también la misión de cada una de las tres personas en nuestra vida. La plegaria eucarística es una acción de gracias al Padre, que es el origen y el término de todo, la fuente y la plenitud de todo y de nuestra salvación. Es memorial de Jesucristo, el que vivió la vida de los hombres, siendo fiel a ella hasta la muerte, y resucitó, y está presente en medio de la asamblea. Y es invocación al Espíritu, que hacemos con las manos extendidas, como signo de su descenso sobre las ofrendas y sobre la Iglesia, porque es él quien hace que continúe entre nosotros la vida nueva de Jesucristo. Al pronunciarse sobre nosotros, en el bautismo y luego a lo largo de nuestra vida, la invocación trinitaria, se nos encomienda al mismo tiempo continuar su misión. Es lo que dice el evangelio: "Vayan...". Es lo que leíamos el pasado domingo: "Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo. Reciban el Espíritu Santo". Para continuar lo que dice la oración colecta de hoy: "Dios, Padre todopoderoso, que has enviado al mundo la palabra de la verdad y el Espíritu de la santificación". Y nos los ha enviado para convertirnos también a nosotros en enviados que continuemos su obra. María, Estrella de la Evangelización y causa de nuestra alegría, ruega por nosotros. ...

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...