martes, 29 de julio de 2014

DECALOGO PARA SER FELIZ (PAPA FRANCISCO)


1)." Viví y dejá vivir " : Acá los romanos tienen un dicho y podríamos tomarlo como un hilo para tirar de la fórmula esa que dice: ‘Anda adelante y deja que la gente vaya adelante’. Viví y dejá vivir, es el primer paso de la paz y la felicidad.
2)." Darse a los demás ": “Si uno se estanca, corre el riesgo de ser egoísta. Y el agua estancada es la primera que se corrompe.”
3)." Moverse remansadamente": “En Don Segundo Sombra hay una cosa muy linda, de alguien que relee su vida. El protagonista. Dice que de joven era un arroyo pedregoso que se llevaba por delante todo; que de adulto era un río que andaba adelante y que en la vejez se sentía en movimiento, pero lentamente remansado. Yo utilizaría esta imagen del poeta y novelista Ricardo Güiraldes, ese último adjetivo, remansado. La capacidad de moverse con benevolencia y humildad, el remanso de la vida. Los ancianos tienen esa sabiduría,son la memoria de un pueblo. Y un pueblo que no cuida a sus ancianos no tiene futuro.”
4)." Jugar con los chicos": “El consumismo nos llevó a esa ansiedad de perder la sana cultura del ocio, leer, disfrutar del arte. Ahora confieso poco, pero en Buenos Aires confesaba mucho y cuando venía una mamá joven le preguntaba: ‘¿Cuántos hijos tenés? ¿Jugás con tus hijos?’ Y era una pregunta que no se esperaba, pero yo le decía que jugar con los chicos es clave, es una cultura sana. Es difícil, los padres se van a trabajar temprano y vuelven a veces cuando sus hijos duermen, es difícil, pero hay que hacerlo.”
5)." Compartir los domingos con la familia ": “El otro día, en Campobasso, fui a una reunión entre el mundo de la universidad y el mundo obrero, todos reclamaban el domingo no laborable. El domingo es para la familia.”
6)." Ayudar a los jóvenes a conseguir empleo ": “Hay que ser creativos con esta franja. Si faltan oportunidades, caen en la droga. Y está muy alto el índice de suicidios entre los jóvenes sin trabajo. El otro día leí, pero no me fío porque no es un dato científico, que había 75 millones de jóvenes de 25 años para abajo desocupados. No alcanza con darles de comer: hay que inventarles cursos de un año de plomero, electricista, costurero. La dignidad te la da el llevar el
7) " Cuidar la naturaleza ": “Hay que cuidar la creación y no lo estamos haciendo. Es uno de los desafíos más grandes que tenemos.”
8)." Olvidarse rápido de lo negativo ":“La necesidad de hablar mal del otro indica una baja autoestima, es decir: yo me siento tan abajo que en vez de subir, bajo al otro. Olvidarse rápido de lo negativo es sano.”
9)." Respetar al que piensa distinto ": “Podemos inquietar al otro desde el testimonio, para que ambos progresen en esa comunicación, pero lo peor que
puede haber es el proselitismo religioso, que paraliza: ‘Yo dialogo contigo para convencerte’, no. Cada uno dialoga desde su identidad. La Iglesia crece
por atracción, no por proselitismo.”
10)." Buscar activamente la paz ": “Estamos viviendo en una época de mucha guerra. En Africa parecen guerras tribales, pero son algo más. La guerra destruye. Y el clamor por la paz hay que gritarlo. La paz a veces da la idea de quietud, pero nunca es quietud, siempre es una paz activa.”

miércoles, 16 de julio de 2014

SE VALIENTE VE A CONFESARTE!!

Compartimos las palabras del Papa Francisco en la audiencia general de hoy miércoles 19 de febrero:

Queridos hermanos y hermanas ¡Buenos días!
A través de la iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, el hombre recibe la vida nueva en Cristo. Ahora, todos lo sabemos, llevamos esta vida en “vasos de barro” (2 Cor 4,7),estamos todavía sometidos a la tentación, al sufrimiento, a la muerte y, a causa del pecado, podemos incluso perder la vida nueva. Por esto el Señor Jesús ha querido que la Iglesia continúe su obra de salvación también a través de sus propios miembros, en especial con el Sacramento de la Reconciliación y el de la Unción de los enfermos, que pueden unirse bajo el nombre de “Sacramentos de curación”.

El Sacramento de la Reconciliación es un sacramento de curación, cuando yo voy a confesarme es para curarme, curarme el corazón, el alma, de algo que he hecho que no está bien. La imagen bíblica que lo expresa mejor, en su profundo vínculo, es el episodio del perdón y de la curación del paralítico, donde el Señor Jesús se revela al mismo tiempo médico de las almas y de los cuerpos (cfr Mc 2,1-12 //Mt 9,1-8; Lc 5,17-26).

1. El Sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación surge directamente del misterio pascual. De hecho, la misma noche de Pascua el Señor se apareció a los discípulos, encerrados en el cenáculo y, después de haberles dirigido el saludo: ‘¡Paz a vosotros!’, sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo. A los que perdonéis los pecados, les serán perdonados (Jn 20, 21-23). Esta cita desvela la dinámica tan profunda que se contiene dentro de este Sacramento. Antes que nada, el hecho de que el perdón de nuestros pecados no es algo que podamos darnos a nosotros mismos. Yo no puedo decir: yo me perdono los pecados.


El perdón se pide, se pide a Otro. En la Confesión pedimos perdón a Jesús. El perdón no es fruto de nuestros esfuerzos, es un regalo. Es un don del Espíritu Santo, que nos llena con el baño de misericordia y de gracia que surge incesantemente del corazón abierto del Cristo crucifijo y resucitado. En segundo lugar, nos recuerda que solo si nos dejamos reconciliar en el Señor Jesús con el Padre y con los hermanos podamos estar verdaderamente en la paz. Y esto lo hemos sentido todos en el corazón cuando nos vamos a confesar, con un peso en el alma, un poco de tristeza y cuando recibimos el perdón de Jesús estamos en paz, con esa paz en el alma tan bella que solo Jesús nos puede dar. ¡Sólo Él!

2. Al mismo tiempo, la celebración de este Sacramento pasa de una forma pública, porque al principio se hacía públicamente, pasó de la pública a la personal y reservada de la Confesión. Esto, sin embargo, no debe hacer perder la matriz eclesial, que constituye el contexto vital. De hecho, es la comunidad cristiana el lugar en el que se hace presente el Espíritu, el cual renueva los corazones en el amor de Dios y hace de todos los hermanos una cosa sola, en Cristo Jesús. He aquí la razón por la que no basta pedir perdón al Señor en la propia mente y en el propio corazón, pero es necesario confesar humildemente y con confianza los propios pecados al ministro de la Iglesia. En la celebración de este Sacramento, el sacerdote no representa solo a Dios, pero toda la comunidad, que se reconoce en la fragilidad de todos sus miembros, que escucha conmovida su arrepentimiento, que se reconcilia con él, que lo anima y lo acompaña en el camino de conversión y de maduración humana y cristiana.


Uno puede decir: ‘Yo solo me confieso con Dios’. Bueno tú puedes decirlo, puedes decirle tus pecados, pero tus pecados son también contra los hermanos, contra la Iglesia. Por eso es necesario pedir perdón a los demás y a la Iglesia en la persona del sacerdote. ‘Pero Padre me da vergüenza!’ Pues la vergüenza es buena, es saludable tener un poco de vergüenza. Avergonzarse es saludable. Cuando una persona no tiene vergüenza en mi país se dice que es un sinvergüenza. La vergüenza hace bien porque nos hace más humildes. Y el sacerdote recibe con amor y con ternura esta confesión y en nombre de Dios perdona. También desde el punto de vista humano, para desahogarse es bueno hablar con el hermano y decir al sacerdote las cosas pesadas de mi corazón, uno siente que se desahoga ante Dios, con la Iglesia, con el hermano.

No tengáis miedo de la Confesión. Uno, cuando está en la cola para confesarse, siente todas estas cosas incluso la vergüenza. Pero cuando termina la confesión sale libre, bello, grande, perdonado, blanco, feliz. ¡Esta es la belleza de la confesión! Yo quisiera preguntaros, pero no me contestéis en voz alta, contestaos cada uno en vuestro corazón: ¿Cuándo fue la última vez que te confesaste? Que cada uno piense… ¿Dos días, dos semanas, dos años, veinte años, cuarenta años? Que cada uno haga su cuenta. Que cada uno se pregunte: ¿Cuándo fue la última vez que me confesaste? Y si ha pasado mucho tiempo, no pierdas otro día, ve hacia delante que el sacerdote será bueno, y Jesús es más bueno que el sacerdote y Él te recibe con mucho amor ¡sé valiente y ve a confesarte!


3. Queridos amigos, celebrar el Sacramento de la Reconciliación significa ser envueltos por un abrazo cálido: es el abrazo de la infinita misericordia del Padre. Recordemos esa bella Parábola del hijo que se ha ido de su casa con el dinero de la herencia, ha malgastado todo ese dinero y cuando no tenía nada, decide volver a casa pero no como hijo sino como siervo, con mucha culpa y vergüenza en el corazón. La sorpresa es que cuando comenzó a hablar para pedirle perdón el Padre no le dejó hablar sino que lo abrazó, lo besó e hizo fiesta. Yo os digo: Cada vez que nos confesamos Dios nos abraza y hace fiesta. Vayamos adelante en este camino, ¡qué Dios os bendiga!




Fuente: Aleteia

Etiquetas #Papa Francisco #perdón #reconciliación #sacramento 
Compartimos las palabras del Papa Francisco en la audiencia general de hoy miércoles 19 de febrero:

Queridos hermanos y hermanas ¡Buenos días!
A través de la iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, el hombre recibe la vida nueva en Cristo. Ahora, todos lo sabemos, llevamos esta vida en “vasos de barro” (2 Cor 4,7),estamos todavía sometidos a la tentación, al sufrimiento, a la muerte y, a causa del pecado, podemos incluso perder la vida nueva. Por esto el Señor Jesús ha querido que la Iglesia continúe su obra de salvación también a través de sus propios miembros, en especial con el Sacramento de la Reconciliación y el de la Unción de los enfermos, que pueden unirse bajo el nombre de “Sacramentos de curación”.

El Sacramento de la Reconciliación es un sacramento de curación, cuando yo voy a confesarme es para curarme, curarme el corazón, el alma, de algo que he hecho que no está bien. La imagen bíblica que lo expresa mejor, en su profundo vínculo, es el episodio del perdón y de la curación del paralítico, donde el Señor Jesús se revela al mismo tiempo médico de las almas y de los cuerpos (cfr Mc 2,1-12 //Mt 9,1-8; Lc 5,17-26).

1. El Sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación surge directamente del misterio pascual. De hecho, la misma noche de Pascua el Señor se apareció a los discípulos, encerrados en el cenáculo y, después de haberles dirigido el saludo: ‘¡Paz a vosotros!’, sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo. A los que perdonéis los pecados, les serán perdonados (Jn 20, 21-23). Esta cita desvela la dinámica tan profunda que se contiene dentro de este Sacramento. Antes que nada, el hecho de que el perdón de nuestros pecados no es algo que podamos darnos a nosotros mismos. Yo no puedo decir: yo me perdono los pecados.


El perdón se pide, se pide a Otro. En la Confesión pedimos perdón a Jesús. El perdón no es fruto de nuestros esfuerzos, es un regalo. Es un don del Espíritu Santo, que nos llena con el baño de misericordia y de gracia que surge incesantemente del corazón abierto del Cristo crucifijo y resucitado. En segundo lugar, nos recuerda que solo si nos dejamos reconciliar en el Señor Jesús con el Padre y con los hermanos podamos estar verdaderamente en la paz. Y esto lo hemos sentido todos en el corazón cuando nos vamos a confesar, con un peso en el alma, un poco de tristeza y cuando recibimos el perdón de Jesús estamos en paz, con esa paz en el alma tan bella que solo Jesús nos puede dar. ¡Sólo Él!

2. Al mismo tiempo, la celebración de este Sacramento pasa de una forma pública, porque al principio se hacía públicamente, pasó de la pública a la personal y reservada de la Confesión. Esto, sin embargo, no debe hacer perder la matriz eclesial, que constituye el contexto vital. De hecho, es la comunidad cristiana el lugar en el que se hace presente el Espíritu, el cual renueva los corazones en el amor de Dios y hace de todos los hermanos una cosa sola, en Cristo Jesús. He aquí la razón por la que no basta pedir perdón al Señor en la propia mente y en el propio corazón, pero es necesario confesar humildemente y con confianza los propios pecados al ministro de la Iglesia. En la celebración de este Sacramento, el sacerdote no representa solo a Dios, pero toda la comunidad, que se reconoce en la fragilidad de todos sus miembros, que escucha conmovida su arrepentimiento, que se reconcilia con él, que lo anima y lo acompaña en el camino de conversión y de maduración humana y cristiana.


Uno puede decir: ‘Yo solo me confieso con Dios’. Bueno tú puedes decirlo, puedes decirle tus pecados, pero tus pecados son también contra los hermanos, contra la Iglesia. Por eso es necesario pedir perdón a los demás y a la Iglesia en la persona del sacerdote. ‘Pero Padre me da vergüenza!’ Pues la vergüenza es buena, es saludable tener un poco de vergüenza. Avergonzarse es saludable. Cuando una persona no tiene vergüenza en mi país se dice que es un sinvergüenza. La vergüenza hace bien porque nos hace más humildes. Y el sacerdote recibe con amor y con ternura esta confesión y en nombre de Dios perdona. También desde el punto de vista humano, para desahogarse es bueno hablar con el hermano y decir al sacerdote las cosas pesadas de mi corazón, uno siente que se desahoga ante Dios, con la Iglesia, con el hermano.

No tengáis miedo de la Confesión. Uno, cuando está en la cola para confesarse, siente todas estas cosas incluso la vergüenza. Pero cuando termina la confesión sale libre, bello, grande, perdonado, blanco, feliz. ¡Esta es la belleza de la confesión! Yo quisiera preguntaros, pero no me contestéis en voz alta, contestaos cada uno en vuestro corazón: ¿Cuándo fue la última vez que te confesaste? Que cada uno piense… ¿Dos días, dos semanas, dos años, veinte años, cuarenta años? Que cada uno haga su cuenta. Que cada uno se pregunte: ¿Cuándo fue la última vez que me confesaste? Y si ha pasado mucho tiempo, no pierdas otro día, ve hacia delante que el sacerdote será bueno, y Jesús es más bueno que el sacerdote y Él te recibe con mucho amor ¡sé valiente y ve a confesarte!


3. Queridos amigos, celebrar el Sacramento de la Reconciliación significa ser envueltos por un abrazo cálido: es el abrazo de la infinita misericordia del Padre. Recordemos esa bella Parábola del hijo que se ha ido de su casa con el dinero de la herencia, ha malgastado todo ese dinero y cuando no tenía nada, decide volver a casa pero no como hijo sino como siervo, con mucha culpa y vergüenza en el corazón. La sorpresa es que cuando comenzó a hablar para pedirle perdón el Padre no le dejó hablar sino que lo abrazó, lo besó e hizo fiesta. Yo os digo: Cada vez que nos confesamos Dios nos abraza y hace fiesta. Vayamos adelante en este camino, ¡qué Dios os bendiga!



Fuente: Aleteia

Etiquetas #Papa Francisco #perdón #reconciliación #sacramento 

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...