martes, 29 de agosto de 2017

HOMILÍA DOMINGO VIGESIMOSEGUNDO

Domingo vigesimosegundo del TIEMPO ORDINARIO cA (03 de septiembre de 2017)
Primera: Jeremías 20, 7-9; Salmo: Sal 62, 2-6.8-9; Segunda: Romanos 12, 1-2; Evangelio: Mateo 16, 21-27
Nexo entre las LECTURAS
La Voluntad de Dios es la suprema norma del profeta Jeremías, de Jesucristo y de los cristianos. Jeremías siente el aguijón de la rebelión, de tirar todo por la borda; pero "(la Palabra de Dios) era dentro de mí como un fuego devorador encerrado en mis huesos; me esforzaba en contenerlo, pero no podía" (Primera lectura). El Evangelio de hoy sigue a la proclamación que Pedro hace de Jesús como Mesías e Hijo de Dios (Domingo anterior). Jesús quiere dejar bien sentado cuál es el sentido de su mesianismo según el designio de Dios: "Ir a Jerusalén y sufrir mucho por causa de los ancianos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley; morir y al tercer día resucitar" (Evangelio). San Pablo nos enseña que el auténtico culto consiste en ofrecerse como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios (segunda lectura).
Temas...
La Voluntad de Dios es para salvación de los hombres. Este ordenamiento, siendo divino, tiene una lógica diversa de la humana, puede incluso llegar a parecer contradictorio y hostil. El profeta Jeremías sabe algo de esto. Él era un hombre pacífico, pero Dios le llamó a una vocación opuesta a su inclinación natural: tiene que gritar "ruina, destrucción". A pesar de todo, es tal la fuerza con que la Voluntad divina le sacude interiormente y le devora, que siente que no puede decirle que no. La "pasión" de Jeremías, como él nos la cuenta en sus "confesiones" es la expresión más fiel de su fidelidad al plan misterioso de Dios sobre la historia humana.
En el relato evangélico, Jesús anuncia por primera vez cuál es la voluntad de Dios para Él: "Comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y que tenía que sufrir mucho" (Evangelio). Pedro, movido quizás por afán de protagonismo y por amor mal entendido a Jesús, quiere apartar a éste del camino de Dios, camino de pasión y de cruz. Jesús conoce cuál es la Voluntad de su Padre, y no puede permitir que nadie se interponga en su relación personal con Dios. Como DIOS hecho hombre, le cuesta muchísimo aceptar este camino de Dios, tan duro y penoso, pero la adhesión al Padre tiene tal peso en su vida que nada ni nadie le podrá apartar de su Voluntad. Es tal la pasión por la Voluntad del Padre que no tiene reparos en llamar a Pedro "Satanás", pues ante sus ojos es el tentador el que pretende apartarle del designio de Dios sobre Él.
Jeremías y sobre todo Jesús nos muestran la necesidad e importancia de conocer la voluntad de Dios y, consiguientemente, de adherirse a ella con todo el corazón y con todas las fuerzas del alma, sin titubeos, sin complicidad, aunque sea pequeña, con el maligno. Del conocimiento y del amor a la Voluntad divina se ha de pasar a la Vida: hacer la Voluntad de Dios, con las dificultades, sufrimientos y penalidades que esto implique. Por eso, Jesús es muy claro: "Si alguno quiere venir detrás de mí (es decir, si alguien quiere hacer en todo, como yo, la Voluntad de mi Padre), que renuncie a sí mismo (es decir, a su propio pensar y querer, tan humanos, y tan lejos del pensar y querer de Dios), cargue con su cruz y me siga" (Evangelio).
San Pablo, por su parte, pide a los cristianos de Roma ofrecerse "como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios" (segunda lectura). Conocer, amar y hacer la Voluntad de Dios es una tarea para "hombres nuevos", que trabajamos para deshacernos de los criterios de este mundo, y sobre todo nos dedicamos a renovarnos y transformarnos interiormente. Sólo estos hombres renovados "podemos descubrir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto" (segunda lectura).
Sugerencias...
Las huellas de la Voluntad de Dios. Las grandes huellas de la Voluntad de Dios están inscritas primeramente en nuestra misma naturaleza, luego en nuestra vocación cristiana, y finalmente en nuestro estado y condición de vida. Por eso, hace la voluntad divina aquel que se comporta conforme a su condición de ser racional y espiritual, vive como fiel seguidor de Jesucristo dentro de la comunidad eclesial, cumple bien con sus deberes de estado y con su trabajo o profesión. La mayoría de los hombres percibimos con relativa facilidad estas huellas, pero caminar por ellas y seguirlas ya es otra cosa. Encontramos muchas cosas atractivas que nos distraen, muchos obstáculos que no siempre estamos dispuestos a superar, muchas resistencias a comportarnos según nos dicta nuestra conciencia. ¿Cuáles son las distracciones, obstáculos, resistencias que hay en nuestro ambiente, en nuestra parroquia, en nuestra comunidad, en nosotros mismos?
La cruz y la gloria. En la Pascua, cima del plan de Dios para Jesucristo, se entretejen la cruz y la gloria. En la vida del cristiano, en el proyecto de Dios para cada uno de nosotros, no es diferente. La voluntad de Dios no es que sea primero cruz y luego gloria, o viceversa. Es cruz y gloria (al mismo tiempo). Conocer, adherirse, hacer la voluntad de Dios comporta un tanto por ciento de cruz y otro tanto por ciento de gloria, distinta pero inseparablemente. Quien hace la voluntad de Dios ofrece un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. Quien hace la voluntad de Dios percibe, en medio del dolor, un canto interior de gozo y de paz, que preludia la gloria de la que participará con Cristo en el reino de los cielos. Hay quienes sólo ven la cruz, y hay quienes sólo quisieran ver la gloria. El auténtico cristiano anuda entrambas en la misma voluntad de Dios, y las acepta con amor y gozo, ayudado por Aquella a la que llamamos ‘Desatanudos’ (cfr.: Papa Francisco)
 Gentileza P. Beto

martes, 22 de agosto de 2017

ORACION PARA EL ESTRES

Salmo 121

Levanto mis ojos a las montañas:
¿de dónde me vendrá la ayuda?
La ayuda me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
Él no dejará que resbale tu pie:
¡tu guardián no duerme!
No, no duerme ni dormita
él guardián de Israel.
El Señor es tu guardián,
es la sombra protectora a tu derecha:
de día, no te dañará el sol,
ni la luna de noche.
El Señor te protegerá de todo mal
y cuidará tu vida.
Él te protegerá en la partida y el regreso,
ahora y para siempre.

HOMILIA PARA EL 27 DE AGOSTO DE 2017

Domingo vigesimoprimero del TIEMPO ORDINARIO cA (27 de agosto de 2017)
Primera: Isaías 22, 19-23; Salmo: Sal 137, 1-3. 6. 8bc; Segunda: Romanos 11, 33-36; Evangelio: Mateo 16, 13-20
Nexo entre las LECTURAS
La figura de Pedro, que confiesa a Jesús Mesías e Hijo de Dios, llena la escena litúrgica de este Domingo. Jesús lo constituye ‘Roca’ de la Iglesia, le da las llaves del Reino y le otorga el poder de atar y desatar (Evangelio). La primera lectura nos habla de Eliaquín, elegido por Dios para ser mayordomo de palacio, en tiempos del rey Ezequías, y que prefigura a Pedro: "El será padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá. Pondré en sus manos las llaves del palacio de David". San Pablo, en la segunda lectura, se asombra de las decisiones insondables de Dios y de sus inescrutables caminos respecto al pueblo de Israel. La liturgia nos permite maravillarnos y sobrecogernos ante el gran misterio de la elección de Pedro para ser Roca y Mayordomo de su Iglesia y desde él, poder pensar y rezar nuestra vocación. Recemos por el Papa Francisco, sus intenciones y necesidades, su salud y santidad.
Temas...
En el Antiguo Testamento, el símbolo de la Roca se aplica a Yahveh: "Sólo Dios es mi Roca" (Sal 62,3). En el Nuevo Testamento, Pablo lo atribuye a Cristo: "No puede haber otro cimiento del que ya está puesto, y este cimiento es Cristo" (1Cor 3,11). En los labios de Jesús, según el Evangelio de Mateo, el símbolo es adjudicado a Pedro. No hay contradicción en la pluralidad de símbolos: Dios es el único fundamento sólido de nuestra seguridad y de nuestra fe; para revelársenos como tal a lo largo del tiempo instituyó la Iglesia, cuyo fundamento invisible es Jesucristo. Pedro en sus sucesores es, por misteriosa voluntad de Cristo, el fundamento visible sobre el que se yergue el edificio de la Iglesia. Siendo Pedro sólo representación de un fundamento divino, se entiende la promesa del Señor: "El poder de la Muerte no prevalecerá contra ella" (Mt 16,19). Ningún poder, por oscuro y tenebroso que sea, puede destruir a Dios y, por tanto, a la Iglesia, de la que Dios es el verdadero fundamento.
Pedro recibe de Cristo el poder y la autoridad sobre la Iglesia, como Eliaquín recibió las llaves del palacio de David. Mayordomo sólo hay uno, por eso su autoridad es única y exclusiva: "Cuando abra, nadie podrá cerrar; cuando cierre, nadie podrá abrir" (Is 22,22). Es mayordomo, pero a la vez es padre: "El será un padre para los habitantes de Jerusalén y la casa de Judá" (Is 22,21), que debe imitar la paternidad de Dios: "Sean perfectos como lo es el Padre celestial" (Mt 5,48). Por consiguiente, es un mayordomo cuya autoridad está orientada a servir lo mejor posible a la familia de Dios, está presidida por el amor y dirigida a ofrecer a todos el mejor servicio al bien y a la verdad.
Pedro es el intérprete autorizado del designio de Dios sobre los hombres en las vicisitudes, con no poca frecuencia embrolladas, de la historia. Lo que "ata y desata" responde, no a inclinación natural o pasional, sino a una voluntad extraordinaria de fidelidad y obediencia a Dios que le ha dado tal encargo. Esto es un gran misterio, como nos recuerda la segunda lectura, pues son decisiones de un hombre, que afectan a la vida de los hombres, pero decisiones cuyo origen y proveniencia es Dios mismo. Por eso, maduran, sobre todo, en la escucha de la Palabra de Dios y en la plegaria constante y humilde.
Sugerencias... (Lectio)
La roca. Dos imágenes dominan en el evangelio la respuesta de Jesús a la confesión de fe de Simón Pedro: la imagen de la roca y la de las llaves. Ambas tienen su origen en el Antiguo Testamento, se retoman en el Nuevo y finalmente, como muestra el evangelio, se aplican a la fundación de Jesucristo. Primero la roca: en los Salmos se designa a Dios constantemente como la roca, es decir, el fundamento sobre el que puede uno apoyarse incondicionalmente: «Sólo él es mi roca y mi salvación» (Sal 62,3). Su divina palabra es perfectamente fidedigna, absolutamente segura, incluso cuando esa palabra se hace hombre y como tal se convierte en salvador del pueblo: «Y la roca era Cristo» (1 Co 10,4). Sin renunciar a esta su propiedad, Jesús hace partícipe de ella a Simón Pedro: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». También la Iglesia participará de esa propiedad de la fiabilidad, de la seguridad total: «El poder del infierno no la derrotará». La transmisión de esta propiedad sólo puede realizarse mediante la fe perfecta, que se debe a la gracia del Padre celeste, y no mediante una buena inspiración humana de Pedro. La fe en Dios y en Cristo, que nos lleva a apoyarnos en ellos con la firmeza y la seguridad que da una roca, se convierte ella misma en firme como la roca sólo gracias a Dios y a Cristo, un fundamento sobre el que Cristo, y no el hombre, edifica su Iglesia.
La llave. En realidad la propiedad de ser roca y fundamento contiene ya la segunda cosa: los plenos poderes, simbolizados en la entrega de las llaves a un seguro servidor del rey y del pueblo; las llaves eran entonces muy grandes, por lo que el Señor puede cargar sobre las espaldas de Eliaquín «la llave del palacio de David» casi como una cruz y en todo caso como una grave responsabilidad. Estos son los plenos poderes: «Lo que él abra nadie lo cerrará, lo que el cierre nadie lo abrirá» (Is 22,22). En la Nueva Alianza es Jesús «el que tiene la llave de David, el que abre y nadie cierra, el que cierra y nadie abre» (Ap 3,7). Es la llave principal de la vida eterna, a la que pertenecen también «las llaves de la muerte y del infierno» (Ap 1,18). Y ahora Cristo hace partícipe a un hombre, a Pedro, sobre el que se edifica su Iglesia, de este poder de las llaves que llega hasta el más allá: lo que él ate o desate en la tierra, quedará atado o desatado en el cielo. Adviértase que tanto en la Antigua Alianza como en los casos de Jesús y de Pedro es siempre una persona muy concreta la que recibe estas llaves. No se trata de una función impersonal como ocurre por ejemplo en una presidencia, donde en lugar del titular de la misma puede elegirse a otro. En la Iglesia fundada por Cristo es siempre una persona muy determinada la que tiene la llave. Ninguna otra persona puede procurarse una ganzúa o una copia de la llave que pudiera también abrir o cerrar. Esto vale asimismo para todos aquellos que participan del ministerio sacerdotal derivado de los apóstoles: en una comunidad o parroquia sólo los discípulos-misioneros, colaboradores en la evangelización, tienen las llaves, y no puede ceder sino compartir para anunciar el Reino. El párroco, por el sacramento de la Reconciliación tiene la llave, pero debe distribuir tareas y «ministerios», para que todos anunciemos responsablemente el Evangelio. La Iglesia, está edificada sobre la roca de Pedro, del que participan todos los ministerios: recemos por el aumento de las vocaciones sacerdotales y por las vocaciones laicales.
Lo mejor posible. Ahora la alabanza de Dios en la segunda lectura puede sonar a conclusión: ¡qué ricas y sin embargo insondables son las decisiones de Dios también con respecto a la Iglesia! «¿Quién fue su consejero?». ¿Cómo hubiera podido construirse mejor su Iglesia, de un modo más moderno, más adaptado al mundo de hoy? La Iglesia edificada sobre la roca de Pedro y sobre su poder de las llaves se manifiesta siempre, y también hoy, como la mejor posible.

Sugerencias...
¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? Jesús pregunta qué opinión tienen los hombres de Él. El interrogante que Jesús abre en esta ocasión sigue abierto para todos los hombres de todos los tiempos. ¿Y ustedes, quién dicen que Soy Yo? La respuesta solamente puede darse desde dos puntos de vista.
El punto de vista de los hombres, la apreciación humana sobre este personaje de la Historia, y el punto de vista de Dios, el de la revelación y el conocimiento sobrenatural. Pedro personifica la confesión cristiano-católica de la fe; el Mesías, el Hijo de Dios.
Pero esta confesión de fe "no procede de la carne ni de la sangre", es decir, no es posible llegar a través de la lógica y de la razón humana, Se hace posible únicamente gracias a la revelación del Padre. Sí, la fe viene de fuera. El hombre, por muy inteligente que sea, es radicalmente incapaz de acceder a lo que es dominio ‘misterioso’ de Dios.
"Mi Padre te lo ha revelado." Mi Padre: esa relación fundamental de Jesús con el Padre, esa unión esencial con el Padre: "mi Padre y Yo somos uno", y al mismo tiempo esa distinción. Nos deja entrever el abismo infinito de su persona.
Cuando Pedro supo quién es Jesús, solo ahí supo quién es él. ¿Hablamos con Jesús para aprender quien soy?

jueves, 10 de agosto de 2017

HOMILIA PARA EL 15 DE AGOSTO-

Solemnidad de la Asunción de la VIRGEN MARÍA (15 de agosto de 2017)
PrimeraApocalipsis 11, 19a; 12, 1-6a. 10ab; Salmo: Sal 44, 10bc. 11-12. 15b-16; Segunda: 1Corintios 15, 20-26;Evangelio: Lucas 1, 39-56
Nexo entre las LECTURAS
Toda la celebración de hoy tiene un color de victoria y de esperanza que nos va muy bien: en medio de un mundo sin demasiadas perspectivas, cuando, confuso en muchos aspectos y especialmente por la dictadura del relativismo reinante, los cristianos celebramos la victoria de María, la Madre de Jesús y de la Iglesia, y nos dejamos contagiar de su alegría, nexo de las lecturas y centro de la Solemnidad. Teniendo en cuenta que ésta es una de las fiestas más grandes de la Virgen, todo el estilo de la celebración, de las moniciones y de la homilía y las actividades de los cristianos el 15, deberían mostrar nuestra alegría por la obra que Dios ha hecho en la Virgen y por lo que esto supone de esperanza para nosotros. ¡Vivamos de manera muy festiva esta Liturgia y este día!
Temas...
La victoria de Cristo Jesús: Cristo Resucitado, tal como nos lo presenta Pablo, es el punto culminante de la Historia de la Salvación, del plan salvador de Dios. Él es la "primicia", el primero que triunfa plenamente de la muerte y del mal, pasando a la nueva existencia. El segundo y definitivo Adán que corrige la culpa del primero.
La Virgen María, como primera cristiana, como la primera salvada por Cristo, participa de la victoria de su Hijo: es elevada también Ella a la gloria en cuerpo y alma. Ella, que supo decir su "sí" fundamental a Dios, que creyó en Él y le fue plenamente obediente en su vida ("hágase en mí según tu Palabra"), es glorificada, como primer fruto de la Pascua de Jesús, asociada a su victoria. En verdad "ha hecho obras grandes" en Ella el Señor.
La fiesta de hoy presenta el triunfo de Cristo y de su Madre en su proyección a todos nosotrosa la Iglesia y en cierto modo a toda la humanidad. María, como miembro entrañable de la familia eclesial, condensa en sí misma nuestro destino. Su "sí" a Dios fue, en cierto modo, en nombre de todos nosotros. El "sí" de Dios a Ella, glorificándola, es también un "sí" a todos nosotros: nos señala el destino que Dios nos prepara a todos. La Iglesia es una comunidad en marcha, en entrega constante contra el mal: pero la Mujer del Apocalipsis, aunque directamente sea la Iglesia misma, es también de modo eminente la Virgen María, la Madre del Mesías y auxilio constante para la Iglesia contra todos los "dragones" que luchan contra ella y la quieren hacer callar. Al celebrar la victoria de María, celebramos nuestra propia esperanza, porque como diremos en el prefacio: "ella es figura y primicia de la Iglesia que un día será glorificada; ella es consuelo y esperanza de tu pueblo, todavía peregrino en la tierra".
Fiesta mayor de esperanza en tiempos difíciles. La imagen de comunidad en lucha que aparece en el Apocalipsis la estamos viviendo también en nuestra generación. En su encíclica ("Señor y dador de vida") san Juan Pablo II se extraña de que el mundo pueda prescindir sistemáticamente de la presencia de Dios en su vida y condena la insensatez del ateísmo, del materialismo, o sea, de la cerrazón a las verdades y valores trascendentes que afectan a la realización misma del hombre. Los tiempos que vivimos son difíciles. El evangelio de Jesús no sólo es no apreciado, sino muchas veces explícitamente marginado o perseguido. Hoy, y mirando a la Virgen, celebramos la victoria. La Asunción nos muestra que el plan de Dios es plan de vida y salvación para todos y que se cumple, en Cristo, en nuestra familia, la Iglesia y en la humanidad ¡Gracias, Madre por animarnos y alegrarnos y cuidarnos en la entrega!
Sugerencias...
La Asunción es un grito de fe en que es posible esta salvación. Es una respuesta a los pesimistas y a los perezosos. Es una respuesta de Dios al hombre materialista y secularizado que no ve más que los valores económicos o humanos: algo está presente en nuestro mundo, que trasciende de nuestras fuerzas y que lleva más allá. El destino del hombre es la glorificación en Cristo y con Cristo.
El hombre, cuerpo y alma, está destinado a la vida. Esa es la dignidad y futuro del hombre. Por eso en la Misa de hoy pedimos repetidamente que también a nosotros, como a la Virgen María, nos conceda "el premio de la gloria" (oración de la vigilia), que "lleguemos a participar con ella de su misma gloria en el cielo" (oración del día). Estamos celebrando nuestro propio futuro (optimistas) realizado ya en María.
Nuestro Magníficat: la Eucaristía. Los Domingos, y también otros días (preceptos) como hoy que la Iglesia considera muy importantes, la comunidad cristiana se reúne y entona a Dios su alabanza y su acción de gracias. Como la Virgen prorrumpió en el canto del Magníficat, así nosotros expresamos nuestra alegría, con fe y esperanza, por lo que Dios hace, en cantos, en aclamaciones y, sobre todo, en la Plegaria Eucarística. Es nuestra respuesta a la acción de Dios: nuestro "Magníficat" continuado. Y no sólo damos gracias, sino que en la Eucaristía participamos del misterio pascual, la Muerte y Resurrección de Cristo, del que la Virgen ha participado en cuerpo y alma, y así tenemos la garantía de la vida: "quien come mi Carne y bebe mi Sangre tendrá la vida eterna, y yo le resucitaré el último día" (Jn 6.). La Eucaristía nos invita a mirar y a caminar en la misma dirección en la que nos alegra hoy la fiesta de la Asunción.
María, Hija de Sión, Madre de misericordia, ruega por nosotros.
HOMILIA DE UN SACERDOTE AMIGO

miércoles, 9 de agosto de 2017

Hildegard von Bingen - heaven and earth

HOMILIA DOMINGO decimonoveno del TIEMPO ORDINARIO cA

Nexo entre las LECTURAS
Dios se revela a Elías en el suave susurro de la brisa sobre el monte Horeb (primera lectura); Jesucristo se revela a los discípulos como Hijo de Dios mediante su señorío sobre las aguas agitadas del mar y sus misteriosas palabras: "Yo soy, no tengan miedo" (Evangelio). Por su parte, Pablo es muy consciente de que Dios se ha revelado al pueblo de Israel: "Les pertenecen la adopción filial, la presencia gloriosa de Dios, la alianza, las leyes, el culto y las promesas" (Rom 9,4). La respuesta de Elías es de temor sagrado ante la presencia del Señor: "Se cubrió el rostro con su manto" (1Re 19,13). La respuesta-actitud de Pedro es de duda y surge el: "Señor, sálvame" (Mt 14,31), mientras que la del conjunto de los discípulos es de fe: "Verdaderamente eres Hijo de Dios" (Mt 14,33). Pablo sabe muy bien que el pueblo de Israel ha dado una respuesta desacertada y no ha sido fiel a la revelación divina, por eso le invade una gran tristeza y un continuo dolor del corazón (segunda lectura). Revelación de Dios, respuestas del hombre, he aquí en síntesis el mensaje de la liturgia.
Temas...
Dios se revela a los hombres no por conceptos sino mediante acciones simbólicas o en una relación dialogal. A Elías que huyó del monte Carmelo para no ser asesinado por Jezabel (1Re 19,1-3), Dios le hace atravesar la tierra de Palestina de norte a sur, para llevarle hasta el monte Horeb, el monte santo de las revelaciones divinas. En el ámbito sagrado de la montaña, en soledad y oración, Dios se revela a Elías. A Moisés se le reveló entre relámpagos, fuego y truenos (cf. Ex 19,16-19), como señor de las fuerzas de la naturaleza. A Elías, sobre el mismo monte, siglos más tarde, se le revelará como el susurro de una suave brisa, con la suavidad de un beso de madre o de una caricia de mujer.
Jesucristo ha pasado largas horas de oración, en diálogo con el Padre. Los discípulos luchan casi impotentes contra las olas embravecidas del lago de Tiberíades. De repente ven que viene hacia ellos una figura humana, semejante a la de Jesús. Se asustan. Creen ver un fantasma. Jesús aprovecha esta circunstancia para revelárseles en su identidad más íntima, mediante un gesto simbólico. Como YO SOY (Job 9,8; cf Sal 77,20), Él camina sobre las ondas del mar, mostrando así que es el señor del mar y de la naturaleza. Como YO SOY a Moisés (cf. Ex 3,15), Él revela a los discípulos su nombre divino: "YO SOY". Jesús muestra su ser divino, pero sobre todo revela a los suyos su filiación divina, es el Hijo de Dios y quiere que lo seamos nosotros.
Pablo nos recuerda las prerrogativas extraordinarias de Dios para con Israel, subrayando que "suyos son los patriarcas y de ellos, en cuanto hombre, procede Cristo" (Rom 9,5). Con los patriarcas comienza la revelación histórica de Dios, con Cristo dicha revelación culmina y llega a su plenitud; y este misterio de revelación se lleva a cabo en el ámbito del pueblo elegido. Así es como Dios se nos revela “el fiel” por excelencia, que no se arrepiente de su elección ni de sus promesas. La elección y la alianza de Dios con Israel, a pesar de su infidelidad, sigue en pie. Siendo la revelación de Dios la expresión de un diálogo con el hombre, requiere por su misma naturaleza de una respuesta. Elías responde con la obediencia de fe (1Re 19,15-18) a fin de que el monoteísmo se mantenga en la tierra de Israel. Pedro responde con el miedo y la duda, ante una situación que el mismo ha provocado, poniendo a prueba el poder de Jesús. El pueblo de Israel ha respondido rechazando la revelación de Jesús como Mesías y su filiación divina.
Los discípulos, finalmente, son los que han dado la respuesta mejor y más completa: "Verdaderamente tu eres Hijo de Dios". Nuestra respuesta a la revelación de Dios, que nos ha sido conservada y transmitida por la Iglesia, debe ser, en palabras del Vaticano II, "someterse con la fe. Por la fe, el hombre se entrega entera y libremente a Dios..., asintiendo libremente a lo que Dios revela" (DV 5).
Sugerencias...
Para poder dar una respuesta a un interlocutor, se debe conocer el contenido de sus palabras o de su propuesta. Si el hombre de hoy quiere dar una respuesta responsable y madura a la revelación de Dios, lo primero es que conozca esta revelación. Es bastante evidente que durante un período de años hubo un como "vacío doctrinal" en la catequesis (tal vez todavía exista en algunas partes), y que la revelación de Dios que la Iglesia nos transmite en parte se desconoce o se conoce mal o de modo incompleto. Hay aquí una gran labor formativa para realizar en las parroquias, en los grupos juveniles, en los movimientos de la Iglesia, en las familias, en las catequesis y en las Escuelas. Esta labor es dura, pero indispensable, para que la experiencia fuerte de conversión de unos o el entusiasmo religioso de otros no lleguen a ser una experiencia defraudante o una explosión temporal del sentimiento. Nunca se insistirá demasiado en la urgencia de buenos maestros testigos de la fe (Beato Papa Pablo VI y Francisco), numerosos y bien formados, formadores de niños, de jóvenes y de adultos, discípulos-misioneros (Aparecida) para que la respuesta de la fe sea auténtica y madura y en ese ‘terreno fértil’ germinen, además, las semillas de la vocación de especial consagración.
No basta conocer la revelación de Dios, la fe de la Iglesia. Sabemos por experiencia de los siglos y de nuestros días —y de ello da fe la liturgia de este Domingo— que el hombre, en virtud de su libertad, puede dar respuestas muy variadas, y de hecho las da. Está quien da la respuesta del rechazo, del desinterés o indiferencia, incluso de la hostilidad abierta al mensaje cristiano. Hay quienes creen, pero a su manera, dejándose guiar por criterios subjetivos ante el depósito de la fe objetiva de la Iglesia. Otros creen, pero tienen "agujeros o goteras" en su fe, pues les resulta "imposible" aceptar ciertas verdades de fe o de moral católicas. La verdadera respuesta, la que hemos de buscar para nosotros mismos y para quienes entrarán en contacto con nosotros, es la respuesta completa, segura, responsable: LA OBEDIENCIA DE LA FE.
Nuestra Señora del SI, ruega por nosotros

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...