jueves, 22 de junio de 2017

" NO TENGAN MIEDO" HOMILÍA PARA EL PRÓXIMO DOMINGO

Domingo decimosegundo del TIEMPO ORDINARIO cA (25 de junio de 2017)
PrimeraJeremías 20, 10-13; Salmo: Sal Sal 68, 8-10.14 y 17.33-35; Segunda: Romanos 5, 12-15; Evangelio: Mateo 10, 26-33
Nexo entre las LECTURAS
La primera lectura, tomada del profeta Jeremías, y el texto del evangelio de san Mateo insisten en dos aspectos característicos de la existencia cristiana: Por un lado, las persecuciones y dificultades, y por otro la confianza en Dios, que aleja todo temor. "He escuchado las calumnias de la gente... Pero el Señor está conmigo como un héroe poderoso", confiesa Jeremías. "No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden quitar la vida... No teman, ustedes valen más que todos los pájaros", exhorta Jesús a sus discípulos. ¿Por qué no temer? Porque con palabras de la segunda lectura "no hay comparación entre el delito y el don", entre el poder de los perseguidores y el poder de Dios.
También nos ayuda en este camino de confianza en el Señor el salmista: El grito de lamentación que sube de este salmo, para alguno de nosotros, puede ser de candente actualidad: "Sálvame, Dios mío... Me hundo... Me agoto... Mis ojos están cansados... mis detractores son numerosos... Lloro... Los insultos llueven sobre mí"... Es la oración de los enfermos… de los sufrientes… es oración de los migrantes, de los marginados, de los pobres y débiles y la Iglesia nos enseña, este Domingo, la paternidad misericordiosa de Dios y la fraternidad humana (Papa Francisco).
Temas...
No es mayor el discípulo que el Maestro. Si a Jesús han criticado (y antes de Él a los grandes profetas como Jeremías), le han llamado borracho y amigo de la buena mesa, le han atribuido el poder de Beelzebú, a nosotros los cristianos no nos debe extrañar que nos critiquen e incluso nos calumnien... para hacernos más discípulos de Jesucristo y misioneros de su misericordia. Ciertamente no es agradable leer en los periódicos y revistas o escuchar en la televisión críticas sobre nuestra fe en la Encarnación del Verbo o explicaciones ingeniosas, tendientes a no afirmar la resurrección de Jesucristo, hasta quitar grandeza y dignidad a la Virgen Santísima. Puede resultarnos difícil e indigno que se critique la moral católica sobre diversos temas, que contradicen la moral relativista y la mentalidad común. Nos duele y nos parece indigno, pero no debe quitar en lo más mínimo, por un lado, nuestras certezas en el campo de la fe y de la moral y por otro nuestra confianza y total seguridad en la victoria de la gracia sobre el pecado, del don sobre el delito. En un mundo que va perdiendo la solidez de la fe, que se lanza en brazos del "subjetivismo religioso", que se siente libre para opinar sobre lo que sea, incluso aunque no se conozca, los cristianos somos testigos misioneros de valores y actitudes, de verdades y comportamientos que no se comprenden, que se malinterpretan consciente o inconscientemente, que se rechazan por obsoletos y retrógrados, que se consideran fuera del carro de la historia y de la actualidad. Cristo nos dice: "No tengan miedo". La firmeza de nuestra fe nos dará, a corto o largo plazo, la victoria. Incluso hablarán mal del Papa y de cuanto sea necesario para debilitar a quienes queremos vivir en el amor y servicio, como discípulos misioneros del Reino y de la Misericordia. Sigamos… no tengamos miedo… lo mejor está por venir… la comunión definitiva. Testigos de esto son todos los santos, en especial podemos recordar a aquellos de cuales tenemos más devoción.
La gracia de Dios sobreabundó para todos. Aquí está la base de nuestra seguridad y confianza. No es en nuestras fuerzas ni en nuestra moralidad en que nos apoyamos ante las persecuciones, críticas, rechazos, calumnias, incomprensiones, indiferencias. La roca de nuestra seguridad es la gracia de Dios, hecha don gratuito en Jesucristo. Nosotros confiamos en que la gracia divina iluminará las mentes de quienes ahora critican o rechazan la fe de la Iglesia; nosotros confiamos en que la gracia divina moverá los corazones a amar la verdad de Jesucristo que la Iglesia nos transmite, y moverá las voluntades para vivir conforme al decálogo cristiano, sintetizado en el sermón de la montaña y muy bien mostrado en el catecismo (que deberíamos rezarlo con mucha frecuencia). Nosotros confiamos en que el Señor nos dará fuerza para soportar las dificultades que nos sobrevengan de los demás, y para luchar celosamente y con perseverancia por la verdad y el bien. Dios cuida de los pajarillos del cielo, ¿cómo no va a cuidar de nosotros, sus hijos, que valemos más que todos los pajarillos?
Sugerencias...
Tres veces aparece en el evangelio de hoy el «No tengan miedo», y una vez se añade aquello de lo que realmente hay que tener miedo. No hay que tener miedo de todo lo que acontece en el espíritu de la misión de Jesús. En primer lugar, los apóstoles no han de tener miedo a pregonar abiertamente desde los «techos» lo que el Señor les ha «dicho al oído», porque eso está destinado a ser conocido por el mundo entero y nada ni nadie impedirá que se conozca. Naturalmente el predicador se pone con ello en peligro; es como oveja en medio de lobos, tiene que contar con el martirio a causa de su predicación. Pero tampoco en ese caso debe tener miedo, pues sus enemigos no pueden matar su alma. En realidad, sólo habría que temer al que puede destruir con fuego alma y cuerpo; pero esto no sucederá si el discípulo permanece fiel a su misión. Y en tercer lugar el apóstol cristiano no debe tener miedo porque en las manos del Padre está mucho más seguro de lo que él cree: el Padre, que se ocupa hasta de los animales más pequeños y del cabello más insignificante, se preocupa infinitamente más de sus hijos. Jesús habla aquí de «el Padre de ustedes». Pero el contexto indica claramente que el hombre está seguro en tanto en cuanto cumple su misión cristiana, aunque externamente pueda parecer un tanto temerario.
Jeremías expresa en la primera lectura la medida de la amenaza. Se delibera con cuchicheos cómo se le podría denunciar. La peor venganza sería que el profeta se dejará seducir por una palabra imprudente, y entonces se le podría detener. Sus amigos más íntimos están entre sus adversarios, aunque en realidad hay «pavor por todas partes». Esta situación puede llegar a ser también la del cristiano, en cuyo caso éste tendrá que recordar el triple «No tengáis miedo» de Jesús. El profeta sabe que está seguro en medio del terror: el Señor está con él «como fuerte soldado»; «le ha encomendado su causa», y esto le basta para estar seguro de que Él, el «pobre», el indefenso, escapará de las manos de los impíos. Su seguridad se expresa negativamente, con fórmulas típicamente veterotestamentarias: sus enemigos «tropezarán», «no podrán con él», «se avergonzarán de su fracaso con sonrojo eterno». Pero en la Nueva Alianza el terror llega hasta la cruz; el canto de victoria, que Jeremías entona al final, es ahora Pascua y la Ascensión.
De ahí saca Pablo, en la segunda lectura, su confianza inaudita. Por un lado, no sólo hay algunos enemigos personales, sino que está el ‘mundo entero’, sometido todo él al pecado y con ello a la muerte lejos de Dios. Correlativamente, su canto de victoria adquiere dimensiones cósmicas. Por la acción redentora de Jesús, la gracia ha conseguido definitivamente la supremacía sobre el pecado y sus consecuencias, y con ello también la esperanza ha conseguido su victoria sobre el temor. También Pablo experimentará más de una vez el mismo sentimiento de abandono que experimentó Jeremías (2 Co 1,8-9; 2 Tm 4,9-16). Pero, como el profeta, añade: «El Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas... Me librará de toda acción malvada» (2 Tm 4,17-18). Y sabe aún más: que sus sufrimientos son incorporados a los del Redentor y reciben en ellos una significación salvífica para su comunidad.

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