miércoles, 21 de marzo de 2018

HOMILIA Domingo de RAMOS en la PASIÓN DEL SEÑOR cB (26 de marzo 2018)

Domingo de RAMOS en la PASIÓN DEL SEÑOR cB (26 de marzo 2018)
PrimeraIsaías 50, 4-7; Salmo: Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24; Segunda: Filipenses 2, 6-11; Evangelio: Marcos 14, 1 – 15, 47
Nexo entre las LECTURAS
La liturgia de hoy nos ayuda a ‘entrar’ en el misterio de la entrega y sufrimiento de Jesucristo por la salvación de muchos. “En su condición de hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz” (segunda lectura). En los labios de Jesús hemos escuchado: "Abba, Padre. Todo te es posible. Aparta de mí esta copa de amargura. Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres Tú" (Evangelio). Siglos antes, el siervo de Yahvéh, figura de Jesucristo, había pronunciado proféticamente estas palabras: “El Señor me ha abierto el oído, y yo no me he resistido ni me he echado atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, mi mejilla a los que mesaban mi barba; no volví la cara ante los insultos y salivazos” (primera lectura).
Temas...
El realismo de la pasión. La profecía del Siervo de Yahvéh se ha quedado ‘corta’, por más que sus expresiones impresionan al escucharlas: golpes a la espalda, burlas tirándole de la barba, insultos y salivazos. Jesús realiza y vive una pasión física, que sacude todo su cuerpo; y una pasión moral, una pasión del corazón, un dolor inexplicable porque los hombres, sus íntimos, eligen el pecado. En Getsemaní Jesús sufre pavor, angustia, tristeza mortal, y es prendido y maniatado con violencia por la gente que vino a Él con espadas y palos (14,33-34.46). En el sanedrín, después de ser considerado blasfemo, algunos comenzaron a escupirle y a darle de bofetadas (14,65). En el pretorio, los soldados romanos trenzaron una corona de espinas y se la ciñeron (15,17). Ahí mismo, le golpeaban en la cabeza con una caña, le escupían y, poniéndose de rodillas, le rendían homenaje (15,19). Marcos escuetamente escribe: Después le crucificaron (15,24). El evangelista termina el relato diciendo: Jesús, lanzando un fuerte grito, expiró (15,37). Grito de dolor, grito en que resume toda la pasión. Al lado de la pasión corporal, entrelazada con ella, la pasión del corazón. ¿Cómo se comportan los suyos? Judas le traiciona (14,10), Pedro miente -de Él- (14,66-72), todos los discípulos le abandonan y huyen (14,50). ¿Cómo se comportan las autoridades? Las autoridades buscaban el modo de prenderle con engaño y darle muerte (14,1), pagan a Judas para que traicione a su Maestro (14,11), envían un tropel de gente armada para que prenda a Jesús (14,43), buscan una acusación para darle muerte (14,55), lo condenan como blasfemo (14,63-64), azuzan a la gente para que Pilato suelte a Barrabás y mande a Jesús al suplicio de la cruz (15,11-13), sobre el Gólgota triunfantes se burlan de él (15,31-32). Él, el inocente, es juzgado y condenado. Él, el Señor, es abofeteado por un siervo, escarnecido por los soldados, objeto de burla y escarnio de la gente. Y sobre todo, Él, el Hijo de Dios, siente en lo más íntimo, el abandono del Padre (15,34). Este realismo de la pasión recobra un brillo particular, inédito, si lo observamos con la certeza de que Jesús lo hubiese podido evitar, pero no quiso. Asumió todo el dolor de la pasión voluntariamente, en pleno ejercicio de su libertad, como expresión suprema de su libertad entregada al amor a su Padre y a sus hermanos, nosotros, los hombres.
Los frutos del sufrimiento. El primer fruto (si se pudieran enumerar) se produce en la humanidad del mismo Jesús: “Dios lo exaltó y le dio el nombre sobre todo nombre” (segunda lectura); es decir, su humanidad volvió a la vida, a una nueva vida, y el Padre glorificó su humanidad haciéndola partícipe de la misma vida de Dios. El segundo fruto que los textos nos indican es la salvación obtenida mediante el amor del que sufre hasta el heroísmo de la muerte en una cruz. Ese amor doliente salva al que implora misericordia; ese amor que culmina en un grito impresionante y salva al que cree (centurión que reconoce en el crucificado al Hijo de Dios). Salva a Pedro que, enseguida después de haberle negado, rompió a llorar como un niño. En Cristo, Siervo Sufriente, la humanidad es recreada -tocada- por el dedo de Cristo salvador.
Sugerencias...
Una soledad acompañada. En la actual sociedad no son pocas las personas que viven en soledad y la sienten como una pesada losa sobre sus vidas, a pesar de la multiplicación increíble de los medios de comunicación que se ha desarrollado. Los ancianos que se sienten solos, abandonados quizás por su misma familia. Los niños huérfanos, y los abandonados por sus padres a la puerta de un hospital o en el atrio de una Iglesia. Los mendigos que carecen de familia y de techo bajo el cual cobijarse. Los jóvenes que viven "solos" y no pocas veces con angustia los primeros problemas de la existencia: el vacío de sentido, la imposibilidad de un trabajo, la angustia ante el futuro, el escape fugaz y engañoso de la droga, el sexo, el alcohol... La soledad de los inmigrantes, arrancados de sus raíces culturales, de su patria y familia, y no pocas veces maltratados (Catequesis del Papa en las audiencias de los miércoles). Estos solitarios forzados, y todos los demás que pueda haber en nuestro ambiente, tienen que hallar en los cristianos una compañía buena y sincera, una acogida fraterna, una ayuda eficaz, una solidaridad abierta e incluso contra corriente, una compasión verdaderamente cordial. Sepan además éstos solitarios forzados que Jesucristo les acompaña en su soledad y en cierta manera la vive y comparte con ellos; no sólo eso, sino que también Cristo asume y redime su soledad con la suya propia a lo largo de la pasión y muerte en la cruz. Cristo en su gran soledad desde la Cruz se supo acompañado misteriosamente por el Padre, por su madre María, por las santas mujeres... En la más inclemente soledad el hombre ha de saber que alguien le acompaña y reza por él, que Alguien está a su lado.
Confianza en el dolor. Es una de las maravillosas enseñanzas que Jesucristo nos deja sobre el Gólgota. Él ha sufrido y en medio del sufrimiento, ha confiado. A quien cree, el dolor no le hace perder la confianza. Cuando sufres, ¿cómo reaccionas? Dime cómo sufres, y te diré quién eres. A quienes somos cristianos, nos ilumine la actitud confiada de Cristo en su Padre celestial y de cara al futuro. Nos sostenga la Santísima Virgen María, que estuvo de pie al pie de la Cruz.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...