lunes, 30 de septiembre de 2019

HOMILIA Domingo Vigesimoséptimo del TIEMPO ORDINARIO cC (06 de octubre de 2019).

Domingo Vigesimoséptimo del TIEMPO ORDINARIO cC (06 de octubre de 2019). Primera: Habacuc 1, 2-3; 2, 2-4; Salmo: Sal 94, 1-2. 6-9; Segunda: 2Timoteo 1, 6-8. 13-14; Evangelio: Lucas 17, 3b-10 Nexo entre las LECTURAS… El tema sobresaliente, en este Domingo, es la fe. La historia de Habacuc es muy ilustrativa, y la buena voluntad de los discípulos de Jesús también, aunque en otro sentido: ¡ellos se dan cuenta que no confían suficientemente y querrían confiar más! Para nosotros, saldrían dos preguntas: la primera, sobre si nuestra confianza está puesta en Dios o en otras cosas, como lo es nuestro dinero, nuestras capacidades personales, nuestras buenas obras; la segunda, sobre si nuestra confianza en Dios es suficientemente fuerte como para lanzarnos de verdad al servicio de su reino (si tenemos suficiente fe como para hacer que las moreras se planten en el mar, como dice Jesús). Ciertamente crecer en la fe es un camino que hemos de ir haciendo continuamente, que nunca termina y por eso hay que orar cada día como hacían los apóstoles: "Auméntanos la fe". Jesús en el evangelio se fija en la eficacia de la fe, incluso de la fe pequeña como un grano de mostaza. Y, san Pablo exhorta a Timoteo a dar testimonio de su fe en Cristo Jesús y a aceptar con fe y con amor el mensaje transmitido por Pablo (Segunda lectura). El segundo tema posible, está en el evangelio y es: ante Dios no podemos alegar méritos ni derechos que nos obtengan gracia ni salvación: hacemos lo que hacemos, la distancia entre nuestras actuaciones y su amor infinito es inmensa, y nunca estaremos a "su altura". Ciertamente que con nuestra manera de vivir y de actuar nosotros respondemos a su llamada y nos acercamos a Él; pero la salvación no nos la obtenemos nosotros, sino que nos es dada. Y eso tiene consecuencias. Porque la hipocresía del fariseo practicante, que no falla en ningún mandamiento, es una hipocresía que también se da entre nosotros, y sirve para mirar a los demás por encima del hombro como el trabajar mucho por la Iglesia y exhibirlo, e incluso cerrar el paso a los demás. Nos pide el Señor que podamos rezar con fe: "somos unos pobres (simples) siervos". Temas... Dijimos que el tema principal en este pasaje de hoy, es la fe; eso se nota, por supuesto, en la primera parte del Evangelio que hemos escuchado, allí donde los apóstoles le dicen al Señor: “Auméntanos la fe” (Lc 17,5). Es evidente que el tema central va a ser “creer”, va a ser la “fe”; pero, resulta menos evidente que también la fe es protagonista en la segunda parte. La segunda parte del pasaje de hoy, es la que Cristo describe con el ejemplo de los trabajadores que al final de su jornada, simplemente, pueden decir: “Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber” (Lc 17,10). Y tal vez, la pregunta que uno puede hacerse, es: ¿cuál es la relación entre “la súplica de fe de los discípulos” y luego aquello de “los siervos inútiles que no esperan un aplauso o un agradecimiento por haber hecho, simplemente, lo que tenían que hacer”? Me parece que la relación está en lo que podríamos llamar “la lógica de la fe”; lo voy a expresar de esta manera: en la primera parte, Cristo nos cuenta que si tenemos verdadera fe, vamos a realizar grandes cosas; y en la segunda parte, Cristo nos dice: “Cuando ustedes realicen grandes cosas, no piensen que es mérito de ustedes; es simplemente, la obra que Dios, a través de ustedes, está realizando”. Así que, sí hay una unidad en las dos partes del Evangelio de hoy: por una parte, las grandes obras que se pueden realizar con la fe; y en la segunda parte, que jamás le robemos la gloria a Dios, cuando esas grandes obras las veamos realizarse sepamos que solo Él merece honor y gloria (San José Gabriel, beato Enrique Angelelli…). Podemos preguntarnos entonces: Bueno, y hoy, en las circunstancias en que vivimos, ¿para qué es tan necesaria esa fe?, ¿cuáles son las grandes obras que necesitamos ver hoy, y que quizá el Señor quiere realizar y está realizando hoy? Muchas de esas obras tienen que ver con cosas extraordinarias; tienen que ver por ejemplo, con la sanación, tienen que ver con la transformación de vidas humanas. Es un hecho –sé que esto le cuesta trabajo creer a algunas personas– que Dios sigue haciendo milagros maravillosos en el cuerpo, en la mente, en el alma de muchas personas. Ese es un ámbito donde se experimenta el poder de la fe; pero, hay otro ámbito donde también aparece la fe, y es que en muchas de las batallas que hoy tenemos nosotros los creyentes, necesitamos una gran dosis de fe, porque muchas veces tenemos que ir –como nos han dicho varias veces el Papa Francisco– ‘contra corriente’. Cuando todo mundo te está diciendo que algo es normal, pero tú sabes que no es normal, y tú intentas vivir con coherencia lo que sabes y crees, ¡de verdad necesitas fe! porque necesitas navegar un río que va en contra, y la evidencia exterior se opone a lo que tú interiormente sabes; ¡ahí necesitas fe!. Necesitas fe, también, para presentar tu testimonio a otras personas; hablar de Aquel en quien creemos, no es fácil porque de algún modo es exponer fibras muy tiernas de nuestro corazón. El verdadero creyente sabe que al hablar de Cristo, está hablando del amor de su alma, pero hoy hay muchísimas ofensas contra Cristo; entonces, presentar nuestra testimonio, requiere bastante de ese don de la fe, porque sabes que probablemente vas a recibir burlas, vas a recibir ridículo, te van a aislar, y para permanecer con gozo y para servir con amor a los hermanos, ahí necesitarás grandes dosis de fe. Así que sigamos la invitación que nos hace el Señor: recibamos el don de la fe, preparémonos para experimentar su grandeza, y jamás le quitemos la gloria al Único que la merece. Sugerencias... Nos presentan las lecturas de hoy: LA FE. El “justo vivirá por la fe” nos dice la primera lectura… y el santo Evangelio nos presenta a Cristo en una actitud de maestro que corrige y a la vez anima. Quiere indudablemente despertar en nosotros el deseo cuando dice “si tuvieras fe como un granito de mostaza” (este es uno de los cantos carismáticos más conocidos) pero me parece que podemos sacar más del Evangelio de hoy… SÍ, se trata de la fe pero se trata de la fe unidad a otras dos virtudes: la obediencia y la humildad. Y es interesante el hecho de que esa exhortación de Cristo ‘si tuvieras fue moverían montañas’ y ‘si tuvieras fe arrancarías una higuera y la plantarías en el mar’… esa comparación esa enseñanza de Cristo y queda unida a la otra, la de que nosotros somos siervos… siervos que hacemos lo que Dios quiere. Somos llamados hacer la voluntad de Dios. Es bueno que nos preguntemos ¿cuál es la relación entre la fe y la obediencia? Fíjate pues, que cuando Cristo nos habla de esa fuerza de la fe, nos está diciendo que, esa higuera, por ejemplo: que esa higuera que se va a arrancar y se va a plantar en el mar… dice que nos obedecería… nos sería obediente, esa higuera nos haría caso… y luego, pasa Cristo a decirnos la importancia de que nosotros obedezcamos a Dios. ¿Vamos viendo la conexión? Esa fe potente es una fe que hace que las cosas en cierto sentido nos obedezcan. Pero esa fe está unida al hecho de que nosotros obedezcamos a Dios. O sea que la fe no es simplemente un poder, una especie de poder llamémoslo mágico o para lograr cosas extrañas o para lograr cosas a nuestro favor… más bien la fe es el canal que nos pone la sintonía del Dios poderoso… y en la medida en que mi corazón confía en ese Dios “altísimo y poderoso”, en la medida en que me abro a esa obediencia… ese Dios actúa en mí. Y aquí viene lo interesante: el Dios que actúa en mi porque yo soy obediente a Él, porque yo le creo a ese Dios que obra en mí, también empieza a obrar a través de mí… y es ahí donde suceden las cosas prodigiosas como esa higuera que se arrancada y plantada en el mar. Es decir en la medida en que me fe sintoniza en el querer de Dios… en esa misma medida el querer de Dios se vuelve poderoso en mí… y en esa misma medida el querer de Dios puede obrar a través de mí. De modo que en esa íntima relación entre la fe y la obediencia se iluminan estas dos virtudes: porque la obediencia no es caprichosa y la fe no es mágica… sino que la obediencia se ilumina con la luz de la fe y la fe adquiere su verdadero ‘poder’ en aquel que es obediente al querer de Dios. Hermosa enseñanza que nos deja Jesús para este Domingo. Pedimos a la Virgen, creyente y obediente, que nos proteja con su manto y que vivamos como ella, fieles y obedientes. Área de archivos adjuntos

lunes, 23 de septiembre de 2019

HOMILIA Domingo Vigesimosexto del TIEMPO ORDINARIO cC (29 de septiembre de 2019).

Domingo Vigesimosexto del TIEMPO ORDINARIO cC (29 de septiembre de 2019). Primera: Amós 6, 1a. 4-7; Salmo: Sal 145, 7-10; Segunda: 1Timoteo 6, 11-16; Evangelio: Lucas 16, 19-31 Nexo entre las LECTURAS… Tiempo y eternidad son como los dos polos que nos pueden servir para la meditación de los textos de este Domingo. Y también Dios-el prójimo o YO. Esto es evidente en el texto evangélico que sitúa al rico, sentado a su mesa y haciendo alarde de su opulencia hasta el extremo de desentenderse de los de alrededor... y a Lázaro… a estos dos en dos escenarios que cambian la situación de cada uno: primero en este mundo y luego en la eternidad. Implícitamente se halla también en la primera lectura, según la cual los ricos samaritanos viven en orgías y lujo, olvidados del futuro juicio de Dios. Para vivir dignamente en el tiempo y alcanzar la eternidad con Dios, la fe viva en Cristo ofrece una garantía segura (Segunda lectura) y es muy bueno el consejo de san Pablo… te recomiendo leer pausadamente ese pasaje. Temas... Jugarse la eternidad en el tiempo. Para quienes tenemos fe y creemos en la resurrección de la carne (la eternidad), el tiempo es un tesoro, una verdadera riqueza, porque en él se pone en juego nuestra situación de ahora y en el ‘más allá’ del tiempo. La parábola del ‘rico y del pobre Lázaro’ no subraya el problema de la diferencia entre ricos y pobres. Acentúa -más bien- el juicio de Dios sobre la actitud acerca de la riqueza y de la pobreza. El rico que en este mundo se dedica a descansar y a pasárselo bien, despreocupándose de los pobres, verá duramente cambiada su situación en el más allá. Así le sucedió al rico de la parábola. El pobre, que en esta vida acepta serenamente su condición, sin quejas y sin odios, amando y sirviendo, será recompensado en la eternidad con la gran Riqueza que es Dios mismo. Esto es lo que aconteció al pobre Lázaro. Jesús dice que hay algunos, para su desgracia, que viven como si el Cielo -la eternidad- no existiese. Y hay quienes, los santos, que, para su bien y gloria de Dios, son pobres delante de Dios y de los demás, y tienen puesta su confianza en la recompensa que Dios le dará en la vida venidera. A los primeros (rico de la parábola) no se le recrimina el ser rico, sino el no ser misericordioso, el no tener corazón para quien yace llagado a su puerta. A Lázaro no se le retribuye por su condición de pobreza, sino por su paciencia y esperanza confiada, al estilo de Job. El rico pone su riqueza al servicio de su sensualidad e intemperancia, el pobre vive en esperanza, como mendigo. Jesucristo en la parábola enseña que, en un momento, Dios hará justicia y retribuirá a cada uno según sus obras. Esta enseñanza ha de iluminar también nuestra vida presente, de manera que podemos hablar también de ‘jugarnos’ la eternidad en el día a día. Es decir, el pensamiento del mundo futuro nos conducirá a ser justos y solidarios en el mundo presente. Lo contrario les sucede a los ricachones de Samaria (1 lectura), que, despreocupados del futuro y olvidados de la suerte de su patria, viven "Acostados en lechos de marfil y apoltronados en sus divanes, comen los corderos del rebaño y los terneros sacados del establo y beben el vino en grandes copas, hasta se ungen con los mejores aceites". El Papa Francisco manifestó que mientras el dinero puede servir para realizar cosas buenas, la avaricia "destruye a las personas, a las familias y la sociedad", así como a "la fraternidad humana"… (3 de octubre, 2013). Fe – tiempo – eternidad. Pablo exhorta a Timoteo, el hombre de Dios, creyente y cristiano auténtico, a de huir de estas cosas. ¿Cuáles son esas cosas? La avaricia, el afán de riquezas, el apetito de dinero. Debe huir porque "nosotros no hemos traído nada al mundo y nada podemos llevarnos de él" (cf. 1Tim 6,7 y ss.). Le exhorta después "a combatir el buen combate de la fe" en esta vida para poder alcanzar la eterna, en la que reina Jesucristo, el Rey de los reyes y el Señor de los señores. La fe es como la morada en la que el cristiano vive ya la eternidad en el tiempo y el tiempo en la eternidad. Porque vive la eternidad en el tiempo "corre tras la justicia, la piedad, la fe, la caridad, la paciencia en el sufrimiento, la dulzura" (Segunda lectura). Porque vive el tiempo en la eternidad busca con sinceridad de corazón honrar y dar gloria a Dios. Amós, por su parte, nos enseña que existe una fe equivocada, una falsa confianza en el culto y en la religión, simbolizados en el monte Garizín y en el monte Sión, como si el culto, aisladamente, fuese suficiente para obtener la salvación. Nunca la fe religiosa producirá automáticamente la salvación, cuando con ella se cubren indignamente toda clase de injusticias y de desórdenes de la vida. En definitiva, la eternidad está asegurada únicamente para aquellos que viven una vida de fe, que actúa por medio de la caridad (amor y servicio) ... un ejemplo claro de este modo de vivir es la vida y ministerio de san José Brochero, beatos Angelelli, Artémides, Tránsito, Catalina.... Sugerencias... La riqueza, objeto de servicio. En el catecismo leemos: "Los bienes de la creación están destinados a todo el género humano". Esta afirmación es "absoluta" y no está sometida al cambio de épocas o de mentalidad, al progreso técnico o a la globalización económica. Por otra parte, siempre ha habido, en la historia humana, diferencias en la posesión de bienes y recursos, tanto que misteriosamente, siempre han existido y seguirán existiendo "ricos y pobres". Y, finalmente, no en pocas ocasiones estas diferencias provienen a causa de grandes injusticias que han atravesado toda la geografía de nuestro planeta. Ante estos factores, nosotros los cristianos tenemos una gran obra y misión que realizar entre nuestros hermanos, los hombres. La primera tarea, sin duda, es la de no divinizar la riqueza. No es un dios, al que tengamos que rendir culto a expensas del pobre y del necesitado. Es un bien, pero no es el único ni el supremo. Un bien que está en nuestras manos, que nos ha sido dado por Dios a cada uno, pero que no es enteramente nuestro, es decir, que no podemos hacer con él lo que quisieramos, porque su destino es universal. La segunda tarea: "La riqueza nos ha sido dada para servir, no para dominar", comprendiendo que muchas veces es más libre quién carecen de bienes materiales. La inclinación del hombre a dominar sobre los demás es ancestral y potentísima. Por eso, la riqueza –entre otras muchas cosas– puede ser peligrosa, porque posee el encanto del dominio y del poder. Como discípulos misioneros, seremos los primeros en vivir el evangelio de la pobreza. Seremos para todos un ejemplo y un reclamo de que el dinero o sirve al hombre o no sirve ‘para nada’. La avaricia, pecado contra la eternidad. "La avaricia es un instrumento de la idolatría, porque avanza por el camino contrario al que hizo Dios con nosotros", aseveró Francisco. El avaricioso sólo tiene ojos para el tiempo presente, que se imagina largo como los siglos. Quisiera meter la eternidad en el tiempo, al mismo tiempo se da cuenta de que es imposible… y reacciona, haciendo caso omiso de ella, aferrándose más a la roca arenosa del presente. La avaricia, se puede afirmar sin lugar a dudas, es una pasión que anida en todo corazón humano. Acumular, querer poseer más, tener hambre de bienes y de medios, vivir con mayores comodidades, etc., no es ajeno a ningún mortal: cristianos o no cristianos, creyentes o ateos, sacerdotes, religiosos y laicos. No es que todo eso en sí mismo sea pecado, pero cuando la tendencia se convierte en pasión absorbente y la vida entera se cifra sólo en acumular, tener, vivir cómodamente, entonces el pecado de la avaricia ya te ha esclavizado y lleva a la corrupción (Papa Francisco). En efecto, por la avaricia el hombre peca, porque su corazón, en vez de estar puesto en Dios su Bien supremo, se postra ante el dios ‘insaciable y efímero’ del dinero… así, sus riquezas no le sirven para servir, sino para satisfacer una pasión, no sale hacia los demás, sino que se vuelve sobre sí mismo enarbolándose como dios. Así, el avaro, peca, pues va contra el designio de Dios que ha dado a todos los bienes de este mundo un destino universal y ha dejado a los hombres de cada época y generación que lo lleven a cabo (Laudato Si). ¿No tendremos, los cristianos, que realizar una verdadera "conversión" de pobreza evangélica? ¿No tendremos que librarnos de muchas ataduras y cadenas económicas, que nos quitan libertad, para vivir la autenticidad del Evangelio? ¿Lograremos comprender que la pobreza de corazón es el corazón de la pobreza, y ‘en Cristo’ es manantial de paz y de fraternidad? ¡Pobre de corazón, y de vida!, como santa (Madre) Teresa de Calcuta, a fin de ser una bendición de Dios para los hombres. Podemos imaginarnos cada uno el santo de devoción personal en la oración de esta semana para comprometernos mas cada día en el bien de los demás. Virgen de Banneux o Nuestra Señora de los Pobres, ruega por nosotros.

jueves, 19 de septiembre de 2019

HOMILIA Domingo Vigesimoquinto del TIEMPO ORDINARIO cC (22 de septiembre de 2019).

Domingo Vigesimoquinto del TIEMPO ORDINARIO cC (22 de septiembre de 2019). Primera: Amós 8, 4-7; Salmo: Sal 112, 1-2. 4-8; Segunda: 1Timoteo 2, 1-8; Evangelio: Lucas 16, 1-13 Nexo entre las LECTURAS… En el fondo de los textos litúrgicos se plantea la pregunta sobre dónde está la verdadera riqueza, como hace unos Domingos: ¿cuál es la verdadera sabiduría? La verdadera riqueza no puede coincidir con la ambición y la avaricia en perjuicio de los más pobres y necesitados, nos responde la primera lectura… tampoco reside en la habilidad para hacerse "amigos" con las riquezas de otros, por mera conveniencia como quien ‘negocia’ con la verdad. La verdadera riqueza es la riqueza de la fe, que poseen los hijos de la luz (Evangelio). Esta manera de ver las cosas no nos resulta natural, sino que la conseguimos sólo en el ámbito de la oración (Segunda lectura). Temas... ¿Qué pasa con los hijos de la luz? La expresión "hijos de la luz" parece referirse a los primeros cristianos, que habían sido iluminados por Cristo glorificado a la Derecha del Padre mediante el bautismo. A esa expresión se contrapone la de "hijos de este mundo", con la que se quiere señalar a todos aquellos cuya vida está regida por una mentalidad mundana, materialista, "económica", y no religiosa. La sentencia evangélica impresiona fuertemente y hasta nos pone ‘piel de gallina’: "Los hijos de este mundo son más sagaces, más hábiles con su propia gente que los hijos de la luz". ¿Por qué este fenómeno que no es únicamente de un ayer lejano, sino que tiene visos de ser de una tremenda actualidad? ¿Qué es lo que pasa con los hijos de la luz? Los hijos de este mundo saben hacer uso extraordinario de sus habilidades y de su ambición para manipular injustamente las balanzas y para engañar manifiestamente a los pobres, para incluso reducir a otros hombres a esclavitud por falta de solvencia económica (Primera lectura). Los hijos de este mundo, en circunstancias adversas, ponen inmediatamente en juego todas sus capacidades para salir de la situación en forma ventajosa (Evangelio). A los hijos de la luz Jesús les manda que tengan la sana búsqueda de recurrir a todos los medios virtuosos-lícitos para difundir la fe y la luz del Evangelio. Que pongan todas sus capacidades para inventar modos de vencer las adversidades, de superar los obstáculos, y sobre todo de llevar la luz a otros muchos hombres. Jesucristo Dios y el "dios dinero" no pueden dividirse el señorío de la persona, pues, éste último es solo humo y apariencia. Dios Jesucristo es Creador, Redentor, Misericordioso y el "dios dinero", no es, no existe. La misión de mostrar al verdadero Dios, al Supremo Bien y Riqueza del hombre, y alejarse del ídolo de la riqueza, es propia de los hijos de la luz, de los discípulos misioneros, de los cristianos. En la sociedad relativista el ídolo del dinero y del consumismo se propone aumentar adoradores… somos llamados, como hijos de la luz, para adorar al Dios vivo y verdadero en espíritu y en verdad. La oración, lugar del verdadero encuentro con uno mismo, con los demás y con Dios. La luz y la fuerza para trabajar por la verdadera riqueza del hombre se nos da de la mano de la oración. El discípulo-misionero ora por todos, por los gobernantes, por los que detentan el poder y por los débiles, pobres y enfermos… con todos y por todos. El hecho mismo de orar por-con todos nos ayuda a ponernos a todos bajo la amorosa mirada del Dios vivo y a su gobierno providente. Todas las demás cosas, pasan y acaban. La oración, el ayuno y la limosna nos enseñan que Dios es Dios y nosotros su pueblo y que en el mundo estamos para ayudarnos, cuidarnos y encaminarnos como peregrinos de la Jerusalén Celestial. En la oración comprendemos que Dios juzgará la prepotencia del soberbio (rico), cuyos abusos gritan justicia al Dios del cielo (Primera lectura). En la oración es más fácil entender que la riqueza del hombre consiste en la riqueza de su fe. Es efectivamente en el “horno” de la oración donde se cuece diariamente el pan de la fe, de la esperanza, de la caridad y de la solidaridad fraterna. El orador que alza al cielo manos puras, sin ira y sin rivalidades, descubre la riqueza de la salvación y de la gracia, que Jesucristo Mediador nos regala, comprendiendo, con mayor facilidad, que cualquier otra riqueza de este mundo es humo y vanidad. Somos iluminados para comprender que todos los bienes terrenos vienen de Dios, que el hombre es únicamente su administrador, y que –con la ayuda de la gracia– debemos administrarlos bien. ¿Podrá acaso el hombre orador, dador de toda riqueza, estafar a Dios, mostrarse prepotente con los que carecen de bienes y riquezas? En la escuela de la oración llegamos a percibir que las riquezas y bienes mundanos son un medio, una herramienta posible, para servir mejor a los demás; un medio para que, cuando dejemos la administración de este mundo y nos presentemos ante el juicio de Dios, seamos bien acogidos en las moradas eternas. Sugerencias... La llamada al REINO del amor y de la adoración. En una sociedad, en gran parte consumista y materialista, como lo es la que origina el pecado y su instigador, el ‘dios dinero’ intenta encandilar incluso a los mejores cristianos. Si vamos hasta el fondo de las cosas, ¿no es el culto al dios dinero la causa principal de la persistencia en la producción de la droga… del aborto… de la ideología de género?, ¿no es el culto al dólar el motor más determinante de la producción y venta de armamentos a países que deberían utilizar esos fondos para la creación de infraestructuras, y para el desarrollo social y cultural de la población?, ¿acaso no es el dios dinero el incentivo más poderoso de algunas de las guerras étnicas en varios países de África?, ¿cómo explicar la corrupción en no pocos gobernantes, sino porque han levantado un altar a este dios insaciable? El dinero seduce, encandila, provoca divisiones fratricidas, divide a las familias, separa a cónyuges, despierta instintos de ambición, hace sucumbir hasta los principios más sacrosantos y nobles, endurece el corazón, deshumaniza y hasta hace olvidarse de Dios, favorece la distancia entre amigos, y todo esto para que no sea adorado EL VERDADERO DIOS POR QUIEN SE VIVE en la Santa Eucaristía (aparición en Guadalupe). El dios-dinero hasta considera inútil la vocación sacerdotal o promueve la vagancia en los mismos sacerdotes para que sea menos celebrada la Eucaristía y con el decoro que el Señor y la Iglesias nos piden (cfr.: santo Cura de Ars). Como discípulos-misioneros hemos de tener ante nuestros ojos esta realidad y conocer esta tentación, no fácil de vencer, para asirnos más del Señor en el ayuno, oración y limosna y pedir la asistencia del Espíritu Santo, Padre de los pobres, que Él venga en ayuda de nuestra debilidad y multiplique en el mundo verdaderos adoradores y fomente la verdadera adoración y devoción. Con espíritu vigilante y con la asiduidad en la oración, hemos de ejercitarnos en desprendernos el dinero, en ponerlo en el lugar que le corresponde en los planes de Dios, en servirnos de los bienes como medio para vivir dignamente, para hacer el bien a los necesitados, para ponerlo al servicio de la fe y del Reino de Cristo. Vivamos nuestra vida diaria procurando valorar más y más la riqueza de la fe, la riqueza que es Dios. ¿Por qué no contrarrestamos la seducción del dinero con la llamada de Dios? ¿O es que Dios es tan solo un objeto de fe que ya no nos seduce? El Dios vivo y personal es el mejor ‘antídoto’ contra todos los ídolos que puedan llamar a la puerta de nuestro corazón. Recemos por el aumento de las vocaciones sacerdotales y por el aumento de los verdaderos adoradores. María, Madre del amor hermoso, verdadero Dios por quien se vive… Ruega por nosotros.

lunes, 9 de septiembre de 2019

HOMILIA Domingo Vigesimocuarto del TIEMPO ORDINARIO cC (15 de septiembre de 2019).

Domingo Vigesimocuarto del TIEMPO ORDINARIO cC (15 de septiembre de 2019). Primera: Éxodo 32, 7-11. 13-14; Salmo: Sal 50, 3-4. 12-13. 17.19; Segunda: 1Timoteo 1, 12-17; Evangelio: Lucas 15, 1-32 Nexo entre las LECTURAS… La misericordia de Dios Padre resuena en el conjunto de la liturgia, ayudándonos a vivir con renovado entusiasmo la entrega de cada día, especialmente con los pobres, débiles y sufrientes. En los textos, la nota más elevada la tiene el evangelio, que recoge tres magníficas parábolas de la misericordia divina. En la primera lectura escuchamos la ‘música’ de la misericordia de Dios para con su pueblo, gracias a la intervención intercesora de Moisés y nos hace descubrir que la intercesión en favor de los demás es otro nombre del AMOR. En la primera carta de Pablo -a Timoteo- sentimos mucha alegría al oír la confesión que Pablo hace de la misericordia de Jesucristo hacia él: "Jesucristo ha querido demostrar en mí, en primer lugar, toda su magnanimidad" (Segunda lectura). “Sintamos disgusto de nosotros mismos cuando pecamos, ya que el pecado disgusta a Dios. Y, ya que no estamos libres de pecado, por lo menos asemejémonos a Dios en nuestro disgusto por lo que a él le disgusta. Así nuestra voluntad coincide en algo con la de Dios, en cuanto que nos disgusta lo mismo que odia tu Hacedor” dice San Agustín ayudándonos a rezar el salmo. Temas... Amor y perdón: las dos caras de la misericordia. El Dios que Jesucristo nos "pinta" en las tres parábolas evangélicas es Dios Amor. Dios ama a los hombres, y muy especialmente a los que se reconocen pecadores y por eso los busca… como el buen pastor -en busca de la oveja-; como un ama de casa que busca la ‘dracma’, como Padre que busca a sus hijos que nos pinta al "fresco" que se le va de casa pidiéndole por adelantado su herencia, y al cómodo y seguro que se queda en casa, pero se comporta con él de modo distante y tal vez huraño. La Liturgia nos muestra que Dios ama y no puede hacer otra cosa que amar: Él perdona, comunica amor, invita a celebrar, hace fiesta, invita a todos a compartir su alegría. Este retrato de Dios, ‘pintado por Jesucristo’, nos conmueve y nos infunde nuevos y verdaderos ánimos para vivir dignamente como hijos y hermanos. Este retrato resalta todavía más si lo ponemos al lado del retrato que nos ofrece la primera lectura, tomada de la historia del Éxodo… el autor nos narra lo que se podría denominar "el pecado primordial" del pueblo de Israel: apenas acaba de "firmar" el pacto de alianza con Yahvé, cuando la rompen, se construyen un toro de metal fundido y lo convierten en su "dios" en lugar de Yahvé. Dios se llena de ira y quiere exterminarlo… intercede Moisés y logra que Dios se "arrepienta" y abra la puerta de su corazón a la misericordia. ¡Indudablemente hay un progreso en la revelación del amor de Dios! Con Pablo conocemos que la misericordia de Dios tiene nombre: es "Jesucristo". En efecto, no sólo se le ha mostrado misericordioso sacándole de su dureza de corazón en el camino de Damasco, sino que además le ha tenido confianza, tanta que le ha llamado a predicar el evangelio de la misericordia en todo el mundo. ¡Cómo no sentir profundo agradecimiento ante tanta magnanimidad de Jesucristo! Características de la misericordia divina. Ante todo, habrá que subrayar que la misericordia de Dios no está sometida a las leyes del tiempo. Y esto en un doble sentido: primero, cualquier momento es bueno para que el Buen Pastor busque la oveja, como también lo es para que el hijo se ponga en camino hacia la casa del padre; en segundo lugar, la puerta del corazón del Padre está abierta las veinticuatro horas del día, no tiene horarios. Nadie podrá decir a Dios: "Cuando te busqué, Tú no estabas". La misericordia divina no se agota jamás, está marcada por la eternidad que Él es y en la que Él vive. Mientras exista la vida, siempre habrá la posibilidad de acudir a Él y ser acogido en sus brazos de Padre. No mira Dios el comportamiento indigno que se haya tenido, ni el número de veces que se le ha abandonado y despreciado; mira únicamente los movimientos interiores del alma que anhela el perdón y el abrazo paterno… mira los ojos húmedos como una esmeralda en la que brilla el arrepentimiento… mira los pasos indecisos de quien se acerca a Él para decirle: "He pecado. Perdóname. ¿Qué quieres que haga?". Dios no se fija en la categoría del pecado, sino en el corazón del hombre. La misericordia de Dios transforma a todos, ‘revoluciona’ en cierta manera la vida del hombre. El pueblo de Israel, en medio de tantas dificultades y a pesar de sus caídas e infidelidades, experimentó el amor de Dios y creyó siempre en ese amor… que es fiel y redentor. El caso de Pablo es luminoso: puso todas sus cualidades al servicio del Evangelio de Jesucristo y por Él se gastó y desgastó hasta dar la vida. De los dos hijos no sabemos cómo continuaría la historia, pero... ¿por qué no hemos de pensar que se comportarían en el futuro como hijos fieles y cariñosos?... ¿vivimos la práctica de las obras de misericordia? Sugerencias... La "difícil" ciencia del perdón cristiano. La Biblia (Antiguo y Nuevo Testamento) es la cátedra desde la que Dios enseña a los cristianos, y a todos los hombres, la ciencia de la misericordia, del amor y del perdón. Es una ciencia cuyo aprendizaje dura toda la vida, porque en cualquier momento de la vida nos puede acechar la tentación del odio… de la desesperación… de los vicios. ¿Cómo amar a quien te ha difamado o calumniado, sea privada o públicamente? ¿Cómo perdonar a quien, en tu ausencia, ha entrado en tu casa y te ha robado? ¿Cómo amar a… (cada uno pongamos ejemplos de situaciones difíciles vividas)? ¿Cómo perdonar a quien ha metido a otro por el negro túnel de la drogadicción, destruyendo así toda la familia? ¿te das cuenta que debes amar a quien quiere el mal, tu mal… hasta el gran mal de desear -hasta el colmo- el aborto? Estas preguntas, y otras semejantes, muestran cuán difícil es la ciencia del perdón cristiano. Pero el ideal está claro: debemos dejarnos amar por Dios en tal magnitud que elijamos ser gratos al Señor y amemos como Él ama y aborrezcamos el mal que Él aborrece (invitación del Papa Francisco a dar frutos buenos en el Jubileo de la Misericordia ¿lo recuerdan?). Sin embargo, no nos desalentemos, si todavía estamos lejos de este camino marcado por Jesucristo... mantengamos el firme propósito de la decisión y la voluntad de aprender esta misteriosa ciencia, a pesar de nosotros y de todos los obstáculos que encontremos. Procuremos ejercitarnos, todavía más, en la práctica de las obras de misericordia, especialmente la de perdonar a otros las pequeñas faltas de respeto o de atención, las bromas pesadas que alguien nos pueda hacer, etc., para ir creciendo y ensanchando nuestra capacidad mediante el ejercicio. Leamos, también, con frecuencia la Biblia, sobre todo estas parábolas de la misericordia, los salmos en los que reluce de modo admirable la misericordia divina, y tantos otros textos en los que aparece la misericordia de Dios en acción. En último término, levantemos nuestra mirada y nuestro corazón hacia Jesucristo, hacia toda su vida -desde la encarnación hasta la cruz y la resurrección- para que, en el contacto asiduo y orante con la vida y en el misterio de Él vayamos asimilando poco a poco, paso a paso, la maravillosa ciencia del perdón cristiano. ¡Difícil ciencia! ¡Difícil y apasionante catecismo de Jesucristo! (San Agustín). Todo nuestro ser se rebela ante ciertos casos y situaciones… ¡maravillosa ciencia la de la misericordia! Con el perdón de la ofensa, toda la humanidad en cierto modo se mejora y dignifica… (San Pablo VI, Papa, Jubileo Año 1975) El poder de la intercesión. La intercesión es otro nombre posible del amor. Quien intercede se sitúa como un puente de amor entre el ofensor y la persona ofendida. Ama al ofendido, y por ello comparte su pena, pero tiene la confianza suficiente para suplicarle en favor del ofensor. Ama al ofensor, trata de acercarle al arrepentimiento de lo que ha hecho, e incluso le induce a pedir perdón a la persona ofendida (sabiduría de los Padres de la Iglesia). Y así, mediante la intercesión, se logra la reconciliación y se establece incluso la amistad. La intercesión cristiana no excluye ningún ámbito de la vida: interceder por un familiar ante otro que ha sido ofendido; interceder por un condenado a muerte para que no sea ejecutado; interceder por los presos políticos para que sean liberados, etc. Pero la intercesión cristiana es primordialmente religiosa: interceder ante Dios por los pecadores. Es lo que hace Moisés ante el pecado de los israelitas, como nos narra la primera lectura. Es sobre todo lo que hace Jesucristo, pues toda su vida se puede resumir como una constante intercesión ante el Padre para lograr la redención de la humanidad pecadora. En el catecismo se nos enseña que "la intercesión es una oración de petición que nos conforma muy de cerca con la oración de Jesús, el único intercesor ante el Padre" (CIC 2634). Especialmente recemos por los Sacerdotes, por el aumento de las vocaciones y para que sean santos intercesores entre Dios y los hombres… por todos. María, Madre de Misericordia, Madre de los Sacerdotes, ruega por nosotros. Área de archivos adjuntos

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...