lunes, 16 de diciembre de 2019

HOMILIA Cuarto Domingo de ADVIENTO cA (22 de diciembre 2019)

Cuarto Domingo de ADVIENTO cA (22 de diciembre 2019) Primera: Isaías 7, 10-14; Salmo: Sal 23, 1-6; Segunda: Romanos 1, 1-7; Evangelio: Mateo 1, 18-24 Nexo entre las LECTURAS Los “padres” (en la eternidad y en el tiempo) de Jesús es el punto de encuentro de las lecturas de hoy… Mateo, en el Evangelio, es quien claramente lo hace ver: “su madre María estaba prometida a José”; “no temas recibir a María, tu esposa… dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús”. Se trata de unos "padres" enrolados en la acción misteriosa de Dios en la historia. María, siendo virgen, concibe por obra del Espíritu, cumpliendo así la profecía mesiánica de Is 7,10-14 (Primera lectura). José es justo, discierne, acepta y respeta el misterio de Dios, se pregunta sobre lo que Dios quiere para él en todo este asunto. Dios, por medio del ángel lo invita a no temer, no tener miedo... le avisa que Él está acompañando… De esta manera, por medio de José, Jesús nacerá de la estirpe de David en cuanto hombre (Segunda lectura). Temas... La liturgia del último domingo de Adviento se orienta toda hacia el nacimiento del Salvador. En primer lugar se presenta la famosa profecía sobre el EMANUEL, pronunciada en un momento particularmente difícil para el reino de Judá. Al rey Acaz (modelo de hombre impío) que rehúsa creer que Dios puede “salvar” la situación, responde Isaías con un duro reproche, y como para mostrarle que Dios puede hacer cosas mucho más grandes, añade: «(…) el Señor mismo les dará un signo. Miren, la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emanuel» (7, 14). Aun en el caso que la profecía pudiese aludir al nacimiento del heredero del trono, su plena realización se cumplirá sólo siete siglos más tarde con el nacimiento milagroso de Jesús; sólo Él agotó todo su contenido y alcance. El Evangelio de San Mateo confirma esta interpretación, cuando concluyendo la narración del nacimiento virginal de Jesús, dice: «Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: «Dios con nosotros» (1, 22-23). Al trazar la genealogía de Jesús, Mateo demuestra que es verdadero hombre, «hijo de David, hijo de Abrahán» (ib 1); al narrar su nacimiento de María Virgen hecha madre «por obra del Espíritu Santo» (ib 18), afirma que es verdadero Dios; y al citar finalmente la profecía de Isaías, declara que Él es el Salvador prometido por los profetas, el Emanuel, el Dios con nosotros. En este cuadro tan esencial, Mateo levanta el velo sobre una de las circunstancias más humanas y delicadas del nacimiento de Jesús: la duda penosa de José y su comportamiento en aceptar la misión que le es confiada por Dios. Frente a la maternidad misteriosa de María, queda fuertemente perplejo y piensa despedirla en secreto. Pero cuando el ángel del Señor lo asegura y le ordena tomarla consigo «pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo» (ib 20), José -hombre justo que vive de fe obedece aceptando con humilde sencillez la consigna sumamente comprometedora de esposo de la Virgen-madre y de padre virginal del Hijo de Dios. En este ambiente la vida del Salvador brota como protegida por la fe, la obediencia, la humildad y la entrega del carpintero de Nazaret. Estas son las virtudes con que debemos recibir al Señor que está para llegar. En la segunda lectura san Pablo se alinea con los profetas y con san Mateo al proclamar a Jesús «nacido de la descendencia de David según la carne» (Rm 1, 3), y con Mateo al declararlo «Hijo de Dios» (ib 4). El Apóstol que se define a sí mismo «siervo de Cristo Jesús» (ib 1), elegido para anunciar el Evangelio, resume toda la vida y la obra del Salvador en este doble momento y dimensión: desde su nacimiento en carne humana, hasta su resurrección gloriosa y a su poder de santificar a los hombres. En efecto, la encarnación, pasión, muerte y resurrección del Señor constituyen un solo misterio que tiene su principio en Belén y su vértice en la Pascua. Sin embargo la Navidad ilumina la Pascua en cuanto nos revela los orígenes y la naturaleza de Aquel que morirá en la cruz para la salvación del mundo: Él es el Hijo de Dios, el Verbo encarnado… y por eso saludamos en plural: ¡FELICES FIESTAS!. Sugerencias... En la sociedad actual existen situaciones dignas de discernimiento a la luz de la liturgia de hoy: mujeres solteras que son madres, padres separados cuyos hijos sufren no raras veces los conflictos de los padres, padres divorciados con hijos y vueltos a casar, adopción de un niño por parte de uno, sea hombre o mujer, adopción de niños por parte de parejas homosexuales (masculinas o femeninas) y hasta niños concebidos, como si fuera un derecho, de manera “artificial” y en muchos casos agravados por ser mujeres solas ... Son situaciones difíciles y muy complejas. Son situaciones en que la Iglesia está de nuevo llamada a tener un corazón misericordioso para todos, en especial para aquellos que se acercan en busca de: ayuda, de consuelo y de consejo. Son situaciones, también, sobre las que la Iglesia, el obispo, el sacerdote, en la secretaria parroquial, el consejero matrimonial, deben hablar claro y con firmeza para que conozcan el amor misericordioso de Dios, la bondad de la Iglesia como pueblo llamado por Dios para proclamar al mundo las maravillas del Reino y, entre otras cosas, defender el derecho natural de los hijos a tener unos padres: un padre y una madre. En el desarrollo psicodinámico y en la educación humana y espiritual de los niños sea el padre sea la madre tienen una misión que llevar a cabo, y la carencia de uno de ellos perjudica y daña el desarrollo armónico e integral del niño (Papa Francisco en Amoris Laetitia). Somos llamados por Dios a la vida para realizar una misión. Es de gran importancia que los discípulos misioneros concibamos así nuestra vida. Existe la vocación al matrimonio y a la virginidad, al Sacerdocio, a la vida laical consagrada. Y dentro de cada vocación existe una misión común: ser santos, amar y servir, y colaborar con la misión de la Iglesia. Son numerosas y variadas las formas de conseguir la realización de esta misión (San Pablo VI, Civilización del Amor). En la familia, los padres tienen como primera misión la vida: amar la vida, ‘traer’ nuevas vidas, promover la vida y defenderla, educar para la vida, formar las nuevas vidas en la fe y en el amor, organizarse en favor de la vida, favorecer todo lo que contribuya a mejorar la vida humana, oponerse con los medios legítimos, y con la oración, a los diferentes atentados contra la vida. Los padres tienen la misión de ser testigos para sus hijos de coherencia, responsabilidad en su familia, en su trabajo, en la vivencia práctica de su fe cristiana. Los hijos requieren más de padres testigos que de padres que les dicen… mejor, padres que dicen las cosas del Reino siendo testigos, ellos mismos, del Reino que anuncian a sus hijos. Sagrada Familia de Jesús, María y José, protege nuestra familia y nuestra entrega.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...