miércoles, 6 de septiembre de 2017

HOMILIA Domingo vigesimotercero del TIEMPO ORDINARIO cA (10 de septiembre de 2017)

Domingo vigesimotercero del TIEMPO ORDINARIO cA (10 de septiembre de 2017)
Primera: Ezequiel 33, 7-9; Salmo: Sal 94, 1-2. 6-9; Segunda: Rom 13, 8-10; Evangelio: Mateo 18, 15-20
Nexo entre las LECTURAS
El catecismo, basándose en el Concilio Vaticano II, presenta varios símbolos de la Iglesia: Redil, Labranza, Construcción, Templo, Familia, Cuerpo Místico de Cristo, Pueblo de Dios (cf. 753-757). La celebración litúrgica de hoy muestra una: la Iglesia-comunión. El texto evangélico elegido para este Domingo, está tomado del llamado discurso eclesial, cuyo núcleo es el amor fraterno. En la primera lectura, Ezequiel, constituido centinela del pueblo de Israel, siente la responsabilidad de corregir al hermano extraviado, para ser fiel a su vocación de vigía de la comunidad. San Pablo, dirigiéndose a los cristianos de Roma, no duda en afirmar rotundamente: "El amor es la plenitud de la ley".
Temas...
La Iglesia-comunión es ante todo el sacramento de la unión íntima de los hombres con Dios. La comunión de los hombres con Dios es el primer fin de la Iglesia (LG). En el evangelio Jesús nos dice: "donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos ". La voz de Ezequiel debe resonar en medio del pueblo para que el malvado se corrija de su conducta y se convierta a Dios (primera lectura). La Iglesia, por tanto, es responsable de invitar a los hombres a la unión con Dios, y habrá de usar para ello de todos los medios legítimos y eficaces. Dejaría de ser Iglesia-comunión si olvidase esta dimensión vertical, que pone de relieve el carácter instrumental de la Iglesia, a la vez que su vocación universal (ningún hombre está excluido del llamado de la Iglesia a la comunión con Dios). La Iglesia ha tomado mayor conciencia de su vocación de instrumento de comunión de los hombres con Dios: primero en relación a sus hijos, a quienes ofrece la revelación de Dios en Jesucristo y los medios para dar una respuesta adecuada y generosa; luego, mediante el diálogo ecuménico y el diálogo interreligioso, que constituyen dos formas actuales de esta conciencia eclesial, para quienes no pertenecen visiblemente a ella (cfr. Papa Francisco).
La comunión de los hombres con Dios desemboca, casi espontáneamente, en la unión fraterna. Es la unión de todos en el amor, en cuanto que somos hermanos de fe, pero en la que cada uno cumple con su función (ministerio) propia. Quien es centinela y guía expresará su amor dirigiendo y, si es necesario, corrigiendo a quien se desvía, en un clima de responsabilidad y de libertad. En la Iglesia-comunión todos nos sentimos obligados a fomentar la unión y el amor, a buscar el bien de los demás, a amarlos deseándoles lo mejor. La corrección fraterna, de la que nos habla el Evangelio, tiene aquí su aplicación, si bien el modo de llevarla a cabo reviste formas de realización muy diversas, según las circunstancias de tiempos y lugares, y según las tradiciones religiosas significativas o ancestrales y las culturas propias.
La Iglesia-comunión habrá de procurar el evitar la excomunión de alguno de sus miembros, pero ésta puede llegar a ser, en ocasiones, necesaria como exigencia de la misma comunión, para preservar la unidad y la paz entre los hermanos y para evangelizar a aquel que de alguna manera hemos conocido con actitudes o comportamientos contrarios al Evangelio. "Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano", nos enseña Jesús. Propiamente hablando, no es la Iglesia quien excomulga a uno de sus miembros, es más bien él quien libremente se autoexcluye de la comunión y la Iglesia se lo avisa y se compromete a buscarlo más intensamente. En efecto, son bien sabidos todos los esfuerzos de la Iglesia para salvar la comunión y la salvación de todos cuando surgen posiciones de disenso en puntos esenciales del dogma o de la moral. En todo caso, la Iglesia-comunión siempre tiene los brazos abiertos para acoger de nuevo al hermano e integrarlo en la familia eclesial. Todos estamos llamados a ser, en la Iglesia, testigos alegres de la misericordia de Dios y tenemos la necesidad de experimentar la misericordia de Dios.
Sugerencias...
El amor es la plenitud de la ley. Cada parroquia, cada comunidad eclesial, cada familia, es auténtica si hay entre sus miembros verdadero amor a Dios y verdadero amor recíproco. Debemos ser, ante todo, un proyecto visible de la respuesta de amor de los hombres a Dios y mostrar el amor de Dios al hombre. La primera ocupación del párroco y de los parroquianos, de un padre de familia, de un empleador cristiano habrá de ser, no que funcionen bien ‘las actividades’, sino que cada uno abra su mente y su corazón a Dios y lo escuche en el interior de su conciencia. Después vendrá todo lo demás, como por añadidura: asistencia a la Misa dominical, recepción de los sacramentos, amor sincero a los hermanos e interés por su bien y felicidad, organización de actividades, acción benéfica y solidaridad con los necesitados, beneficencia, espíritu de colaboración, buen salario, servicio entre todos, buen descanso, las obras de misericordia, etcétera.
La corrección fraterna. En la enseñanza de Cristo, la corrección fraterna hace concreto el amor a los hermanos. En una diócesis, en una parroquia, en una comunidad religiosa, en un barrio –entre cristianos– no todo ni todos/todas serán perfectos y siempre habrá cosas y comportamientos que se puedan mejorar. La corrección fraterna tiene aquí su razón de ser: responder, como individuos y como comunidad, lo mejor posible a la vocación cristiana y eclesial que hemos recibido. ¿Cómo? No parece acertado el camino de la murmuración, de la maledicencia o de la rebeldía, (Papa Francisco) que ciertamente no es nada cristiano. La respuesta al cómo admite muchísimas variaciones, que serán todas buenas si se realizan con respeto, prudencia y caridad sincera. "El amor no hace mal al prójimo. Por lo tanto, el amor es la plenitud de la Ley"
P. Beto

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...