martes, 17 de diciembre de 2013

77 niños felicitan al Papa Francisco en su primer cumpleaños como Pontífice

FELIZ CUMPLEAÑOS PAPA FRANCISCO!!!

"Antes que te formaras dentro del vientre de tu madre, antes que tu nacieras, te conocía y te consagre" Ciertamente antes que tu Nacieras Dios te habia elegido, te habia destinado para que tu vida sea una constante entrega, GRacias por tu Sí. Gracias por tu entrega cotidiana, por cada gesto que moviliza nuestro interior, gracias por mostrarnos un CRISTO VIVO, que nos anima  a entregarnos diariamente en favor de los demás. Tu testimonio constante nos hace caminar en la alegria de Ser Testigos del Reino. Por eso en este dia tan especial doy gracias a Dios por el Don de Tu Vida. Que Dios y nuestra Madrecita de Luján guien cada uno de tus pasos. Un abrazo en Cristo. Silvina

Pd: ORO POR VOS, ORA POR MI.

lunes, 11 de noviembre de 2013

jueves, 7 de noviembre de 2013

UN HOMBRE DE CORAZON GRANDE

Le rematan la casa, la compra un hombre y se la devuelve Comentarios 20 Claudio Del Valle adquirió el inmueble por 71 mil pesos y se lo cedió a la antigua propietaria y sus dos hijos que se estaban por quedar en la calle. Le rematan la casa, la compra un hombre y se la devuelve Un hombre llamado Claudio Del Valle compró en un remate en Bahía Blanca la casa de una mujer que se estaba por quedar en la calle con sus dos hijos y se las cedió. Silvina Corzo y sus dos hijos estaban a un paso de quedarse en la calle. La habían estafado con la escritura de su casa y el Banco de La Pampa había dispuesto el remate de la vivienda que ocupaban en Enrique Julio 1647. Sin embargo, segundos después de que el martillero aceptara la oferta de 71 mil pesos de Claudio Del Valle, el mismo comprador, se acercó a Silvina y le dijo: "Quédese tranquila, yo compré esta casa para ustedes". "Es un enviado de Dios. Nadie hace algo así hoy en día. Le voy a estar agradecida de por vida", contó Silvina, emocionada, con sus hijos en brazos, al informativo de Canal Siete. "Me dijo que nos quedemos tranquilos, que podemos ir devolviéndole la plata de a poco, como podamos. Antes de irse a su ciudad, vino a mi casa a tomar mates y ver como estaba mi mamá, que se descompuso en el Colegio de Martilleros por la situación", mencionó la mujer. De Del Valle, además de su nombre, se sabe que vive en la localidad de Puán y es un asiduo concurrente a las subastas. Silvina salvó su vida de milagro el pasado 2 de julio, cuando un tren la embistió y le rompió ocho costillas y le perforó un pulmón.

martes, 5 de noviembre de 2013

Franco De Vita - Te Pienso Sin Querer ft. Gloria Trevi

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viernes, 1 de noviembre de 2013

jueves, 31 de octubre de 2013

PODEMOS COMUNICARNOS CON NUESTROS MUERTOS- ARTICULO DE OLEADA JOVEN

Podemos comunicarnos con nuestros muertos, ellos nos conocen y, aunque estén ahora en el cielo junto a Dios, conocen el mundo que dejaron, conocen ante todo su relación con Dios y con sus planes eternos que ahora pueden contemplar. A partir de Dios, por tanto, conocen nuestras cosas, nuestros problemas y hablan de ellos entre sí y con Dios. Ellos no sólo nos conocen, sino que nos están cerca. Es cierto que han dejado el mundo para vivir en donde están los cuerpos gloriosos de Jesús y de María, es decir, fuera y más allá de todo el universo y de su espacio. Pero todavía intervienen en el mundo y están presentes en él con su oración, con la fuerza de su amor, con las inspiraciones que nos ofrecen, con los ejemplos que nos recuerdan, con los efectos de su intercesión. El amor que tuvieron con las personas queridas, con nosotros, conmigo, con ustedes, no lo han perdido. Lo conservan en el cielo, transfigurado y no abolido por la gloria. La expresión de santa Teresa de Lisieux: “Quiero pasar mi cielo haciendo el bien sobre la tierra”, no vale sólo para la Santa carmelita. Vale para todos aquellos que piadosamente creemos acogidos por la misericordia de Dios. https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjSyph9dcQwPGi9DskN2yR2aiZEG74k11gz_fnZQoCTIUMoqUy7r4T0LSR_OOwqHwf0Lr1RFr84x9m_Hgo3LaE-6znPJR48ZvhrEKoQMci2Pu792lzrY9iBKJyIrym7B9G5lkpqKh24BrbM/s1600/abuelo.jpg Padres, familiares y amigos queridos, hablan a Dios de nosotros y le presentan nuestras intenciones y nuestras dificultades. Ellos conservan, ciertamente, en el cielo, las intenciones, los afectos, los intereses por los grandes valores de esta vida, esos intereses que son también nuestros, que ellos nos dejaron en herencia en los cuales nos educaron. Oran en favor nuestro para que estos intereses, intenciones y valores, crezcan en nosotros y sean llevados a esa perfección que nos permitirá gozar, un día, el rostro de Dios con ellos y como ellos. Quiero subrayar un modo de presencia de nuestros muertos. Ellos están presentes en todo tabernáculo y en todo altar en donde se celebra la Eucaristía (La Santa Misa). En la Eucaristía está Jesús Resucitado, está la fuerza de su Resurrección y, con Jesús Resucitado, están presentes todos los Santos, todos los que murieron en el Señor. Están presentes con su adoración y con su amor por Jesús, que es también amor por nosotros que estamos alrededor de la Eucaristía. Y están presentes, en particular, los que nos aman más, que nos son queridos y que con nosotros adoran a Jesús. Claro que permanece un terrible velo entre el mundo visible y el invisible. Sin embargo, también es cierto que el amor es más fuerte que la muerte, y el amor de Cristo Resucitado llena el corazón y la vida de nuestros queridos difuntos. El mismo amor de caridad que está en nosotros, en ellos está en plenitud. Y precisamente partiendo de esta plenitud de ellos, nos alcanzan y nosotros también nos unimos a ellos con nuestro amor y con nuestra oración. Por el contrario, no lo podremos alcanzar y correríamos el riesgo de abrazar un vano fantasma, fruto de excitación y de falsa credulidad, si pretendiéramos comunicarnos con ellos a través de medios extraordinarios que nada tienen que ver con la fe y que no se basan en la oración. Ciertamente se puede comprender que, a veces, personas probadas ante el dolor por la pérdida repentina de una persona queridísima, traten de ponerse en contacto con ella. Pero para esto no sirven los medios supersticiosos.Tenemos en la fe, en la oración y en la Eucaristía, el medio, el lugar y el ambiente para una comunicación real de amor con los difuntos. Cardenal Carlos María Martini, arzobispo de Milán, Itali

El vídeo del niño que consiguió distraer al Papa rompe récords

El vídeo del niño que consiguió distraer al Papa rompe récords

martes, 29 de octubre de 2013

MENSAJE DEL PAPA A LAS FAMILIAS

No hay comentarios 70 Encuentro de las Familias con el Papa Francisco en la Plaza de San Pedro. Foto: ACI Prensa Encuentro de las Familias con el Papa Francisco en la Plaza de San Pedro. Foto: ACI Prensa VATICANO, 27 Oct. 13 / 10:55 am (ACI).- Al recibir ayer en la plaza de San Pedro a la Peregrinación de las Familias a la tumba de San Pedro con ocasión del Año de la Fe, que ha reunido a más de 150 mil personas de todo el mundo en Roma, el Papa Francisco les exhortó a quedarse siempre “unidos a Jesús y llévenlo a todos con su testimonio”. A continuación, ACI Prensa ofrece a sus lectores el texto completo de las palabras del Santo Padre: "Queridas Familias, ¡Buenas tardes y bienvenidos a Roma! Vinieron como peregrinos desde tantas partes del mundo para poder profesar su fe delante del Sepulcro de San Pedro. Esta plaza los recibe y los abraza. Somos un solo Pueblo con una sola Alma, convocados por el Señor que nos ama y nos sostiene. Saludo a todas las familias que se unen por la televisión y por Internet. ¡Una plaza que se agranda sin confines! Han querido llamar a este momento “Familia, vive la alegría de la fe”. ¡Me gusta este título! Escuché sus experiencias, las historias que han contado. He visto tantos niños y tantos abuelos. He sentido el dolor de tantas familias que viven en situación de pobreza y de guerra. Escuché a los jóvenes que quieren casarse, a pesar de miles de dificultades, y entonces nos preguntamos: ¿Cómo es posible hoy vivir la alegría de la fe en familia? Yo me pregunto. ¿Es posible vivir esta alegría o no es posible? Hay una palabra de Jesús en el Evangelio de Mateo que nos viene al encuentro: “Vengan a mí, todos ustedes que están cansados y agobiados y yo los aliviaré”. Frecuentemente la vida es agotadora. También, tantas veces trágica. Lo hemos escuchado recientemente. El trabajo es un esfuerzo. Buscar trabajo es una fatiga, y encontrar trabajo hoy, requiere tanta fatiga. Pero aquello que pesa más en la vida no es esto. Aquello que pesa más de todas las cosas es la falta de amor. Pesa no recibir una sonrisa, no ser recibidos. Pesan ciertos silencios. A veces, también en familia, entre marido y mujer, entre padres e hijos, entre hermanos. Sin amor el esfuerzo se hace más pesado, intolerable. Pienso en los ancianos solos, en las familias que tienen que fatigar porque no reciben ayuda para sostener a quien en casa tiene necesidad de atención especial y cuidados. “Vengan a mí, todos ustedes que están cansados y oprimidos” dice Jesús. Queridas familias, el Señor conoce nuestras fatigas, las conoce; y conoce los pesos de nuestra vida. Pero el Señor conoce también nuestro profundo deseo de encontrar la alegría del descanso. Recuerden, Jesús dijo “Que su alegría sea plena”. Jesús quiere que nuestra alegría sea plena. Lo dijo a los Apóstoles y lo repite hoy a nosotros. Entonces, ésta es la primera cosa que quiero compartir con ustedes, y es una palabra de Jesús “Vengan a mí, familias de todo el mundo –dice Jesús- y Yo les daré alivio”, para que su alegría sea plena. Y esta palabra de Jesús, llévenla a casa, llévenla en el corazón, compártanla en la familia. Nos invita a ir hacia Él para darnos y darles a todos la alegría. Nos invita a ir hacia él para tener la alegría. La segunda palabra la tomo del rito del matrimonio. Quien se casa, en el sacramento, dice: “prometo serte fiel siempre, en la alegría y en el dolor, en la salud y en la enfermedad, y de amarte y honrarte todos los días de mi vida”. Los esposos en ese momento no saben qué ocurrirá. No saben qué alegrías y qué dolores les esperan. Parten como Abraham. Parten en camino juntos, y esto es el matrimonio. Partir y caminar juntos, de la mano, confiándose a la gran mano del Señor, de la mano siempre y para toda la vida, sin hacer caso a esta cultura del provisorio, que nos corta la vida en pedazos. Con esta confianza en la fidelidad de Dios se afronta todo, sin miedo, con responsabilidad. Los esposos cristianos no son ingenuos, conocen los problemas y peligros de la vida, pero no tienen miedo de asumir su responsabilidad delante de Dios y de la sociedad. Sin escaparse, sin aislarnos, sin renunciar a la misión de formar una familia y traer al mundo a los hijos. “Pero hoy, padre, es difícil”. Cierto, es difícil, por eso es necesaria la gracia, la gracia que nos da el Sacramento. Los sacramentos no están para adornar una vida. “Que bonito matrimonio, que linda la ceremonia, la fiesta” Pero eso no es el sacramento, no es la gracia del sacramento, aquello es una decoración, y la gracia no es para decorar la vida, es para hacernos fuertes, para hacernos valientes, ¡para poder ir hacia delante! Sin aislarnos, siempre juntos Los cristianos se casan en el sacramento porque son conscientes de tener necesidad. Tienen necesidad para estar unidos entre ellos y para cumplir la misión de los padres. En la alegría y en el dolor, en la salud y en la enfermedad, así dicen los esposos en el sacramento. En su matrimonio rezan juntos, y con la comunidad. ¿Por qué? ¿Porque se acostumbra hacerlo? ¡No! Lo hacen porque tienen necesidad para el largo viaje que tienen que hacer juntos. Un largo viaje que no es por partes, que dura toda la vida, y necesitan la ayuda de Jesús para caminar juntos, con confianza, para acogerse, uno al otro cada día, y perdonarse cada día, y esto es importante en las familias, saber perdonarse. Porque todos nosotros tenemos defectos. ¡Todos! Y a veces hacemos cosas que no son buenas, hacen mal a los demás. Tener el coraje de pedir perdón cuando en la familia nos equivocamos. Algunas semanas atrás, en esta plaza, dije que para llevar adelante una familia es necesario usar tres palabras. Quiero repetirlo, tres palabras: permiso, gracias, y perdón. Tres palabras claves. Pedimos permiso para no ser invasivos. En familia: ¿puedo hacer esto? ¿te gusta que haga esto? Aquél lenguaje del pedir permiso. Damos gracias: gracias por el amor, pero dime, ¿cuántas veces al día le das las gracias a tu esposa? ¿Y tú a tu marido? ¿Cuántos días pasan sin decir esta palabra? ¡Gracias! Y la última, perdón. Todos nos equivocamos, y a veces alguno se ofende en la familia, en la pareja; fuerte algunas veces… Yo digo “vuelan los platos”, ¿eh? Se dicen palabras fuertes, pero escuchen este consejo: no terminen el día sin hacer las paces. La paz se rehace cada día en la familia. Pidiendo perdón: “perdóname” y se recomienza de nuevo. Permiso, gracias y perdón. ¿Las decimos todos juntos? Permiso, gracias y perdón. Bien, hagamos estas tres palabras en familia, perdonarse cada día. En la vida la familia experimenta tantos momentos bellos. El descanso, los almuerzos juntos, las salidas al parque, al campo, la visita a los abuelos, la visita a una persona enferma, pero si falta el amor, falta la alegría, la fiesta, y el amor siempre nos los da Jesús. Él es la fuente inacabable. Allí, Él en el sacramento, nos da su Palabra y nos da el Pan de su vida para que nuestra alegría sea plena. Y para terminar, aquí, delante de nosotros, éste ícono de la presentación de Jesús al Templo es un ícono de verdad bello e importante. Contemplémoslo, y hagámonos ayudar por esta imagen. Como todos ustedes, también los protagonistas de la escena tienen su camino. María y José se pusieron en marcha, peregrinos a Jerusalén, en obediencia a la Ley del Señor. También el viejo Simeón y la profetiza Ana, muy anciana, llegan al Templo, guiados por el Espíritu Santo. La escena nos muestra este encuentro de tres generaciones. Simeón tiene en brazos al niño Jesús, en el cual reconoce al Mesías; y Ana, está retratada en el gesto de alabar a Dios y anunciar la Salvación a quien esperaba la redención de Israel. Estos dos ancianos representan la fe como memoria. Pero me pregunto, ¿ustedes escuchan a los abuelos? ¿Ustedes abren su corazón a la memoria que nos dan los abuelos? ¡Los abuelos son la sabiduría de la familia, son la sabiduría de un pueblo! ¡Y un pueblo que no escucha a los abuelos, es un pueblo que muere! ¡Escuchen a los abuelos! María y José son la familia santificada por la presencia de Jesús, que es el cumplimiento de todas las promesas. Cada familia, como aquella de Nazaret, está insertada en la historia de un pueblo, que no puede existir sin las generaciones precedentes. Por eso hoy tenemos a los abuelos y a los niños. Los niños aprenden de los abuelos, de la generación precedente. Querida familia, también ustedes son parte del Pueblo de Dios. Caminen con alegría juntos a este Pueblo. ¡Quédense siempre unidos a Jesús y llévenlo a todos con su testimonio! Les agradezco que hayan venido. Juntos hagamos nuestras las palabras de San Pedro que nos darán fuerza. Nos darán fuerza en los momentos difíciles. “Señor, ¿a quién iremos? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna”. Con la gracia de Cristo, vivan la alegría de la fe. Que el Señor los bendiga y que María nuestra Madre los custodie y los acompañe. Gracias".

EL PESCADOR

EL PESCADOR Mensaje con Poder Para mensajeconpoder@yahoogrupos.com.mx Cuentan que un día, muy temprano, salió a pescar una persona con mucho ánimo y contento, ya que presentía que pescaría mucho. Tenía todas las condiciones perfectas para hacer una gran pesca. Se monta en su bote, comenzó a remar y llegando no muy lejos de la orilla, allí lanzó el ancla. Prepara el hilo, prepara la carnada, pero antes de comenzar a pescar se puso en pie y comenzó a hacer una oración a Dios dando gracias por un día tan precioso y declarando la gran pesca de ese día. Acto seguido, comenzó a pescar. Mientras el pescaba, a pocos metros de distancia había una persona observándolo con mucha atención. Esta persona notaba que cuando el pescador cogía un pez, lo media y decía: “Este mide 15 centímetros”; lo sacaba y lo colocaba en una cesta donde acomodaría toda la pesca del día, y continuaba pescando. Luego saca otro pez, y haciendo lo mismo dijo: “Este mide 16 cm.”; lo echa en la cesta y continúa su pesca. El observador nota que el próximo pez que el pescador saca era bien grande, más del triple de los que había sacado anteriormente, y se sorprende cuando le oye decir: “Este mide mucho”, al tiempo que lo devuelve al agua. Este patrón fue repetido en varias ocasiones, lo que llamó la atención de tal manera al observador, que decidido, comenzó a remar acercándose sutilmente al bote; saludando al pescador le pregunta: -”He visto que ha tenido muy buena pesca, pero he notado que los peces bien grandes los devuelve al agua. Porque siendo tan grandes los devuelve y no hace esto con los de menor medida? -El pescador contesto:” Lo que sucede es que los peces grandes no caben en mi sartén que solo mide 16 centímetros”. A veces pedimos a Dios grandes bendiciones y no estamos preparados para recibir todo lo bueno que Él tiene para nosotros. Debemos expandir nuestra mente para poder recibir las cosas grandes que Dios nos tiene preparadas. ¿Cuánto mide tu sartén? Pide con fe, se fiel al Señor, y espera con la certeza de que Dios te escucha… y que eres su hijo muy amado. Recuerda que nada es mucho para el que AMA. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Mateo 25,21 No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Mateo 6, 31,

jueves, 3 de octubre de 2013

La Iglesia está abierta a todos

Catequesis del Papa: La Iglesia está abierta a todos Ciudad del Vaticano, 2 Oct 2013 (AICA): La santidad de la Iglesia fue el tema elegido por el papa Francisco para la catequesis de la audiencia general de los miércoles, que tuvo lugar en la Plaza de San Pedro y contó con la presencia de más de 50.000 personas. En el Credo, después de profesar que la Iglesia es “una”, dijo el Papa, “también decimos que es “santa”; afirmamos la santidad de la Iglesia, una característica que estuvo presente desde el principio en la conciencia de los primeros cristianos, que se llamaban sencillamente 'los santos' porque tenían la certeza de que es la acción de Dios, el Espíritu Santo que santifica la Iglesia”. Pero, se preguntó, “¿Cómo podemos decir que la Iglesia es santa, si vemos que la Iglesia histórica, en su camino durante los siglos, atravesó tantos momentos de oscuridad? ¿Cómo puede ser santa una Iglesia hecha de seres humanos, de pecadores, hombres pecadores, mujeres pecadoras, sacerdotes pecadores, monjas pecadoras, obispos pecadores, cardenales pecadores, papas pecadores? Todos. ¿Cómo puede ser santa una Iglesia así? La Iglesia es santa porque “procede de Dios que es santo, es fiel y no la abandona nunca al poder de la muerte y del mal; es santa porque Jesucristo, el Santo de Dios, se ha unido a ella indisolublemente; es santa porque la guía el Espíritu Santo que la purifica, y la renueva. No es santa por nuestros méritos, sino porque Dios la hace santa”. “Podrán decirme: Pero la Iglesia está formada por pecadores; lo vemos todos los días. Es verdad: somos una Iglesia de pecadores; y nosotros, los pecadores, estamos llamados a dejarnos transformar por Dios”. “En la historia de la Iglesia hubo la tentación por parte de algunos de afirmar: la Iglesia es solo la Iglesia de los puros, de los que son totalmente coherentes, y a los otros hay que alejarlos. ¡No es verdad! Esto es una herejía. La Iglesia, que es santa, no rechaza a los pecadores: los recibe y está abierta también a los más lejanos, llama a todos a dejarse envolver por la misericordia, la ternura y el perdón del Padre que da a todos la posibilidad de encontrarlo, de caminar hacia la santidad. ¿Alguno de los que está aquí ha venido sin sus pecados? No, todos llevamos nuestros pecados con nosotros”. En la Iglesia, el Dios que encontramos “no es un juez despiadado, es como el Padre de la parábola evangélica. El Señor quiere que seamos parte de una Iglesia que sabe abrir los brazos para recibir a todos, que no es la casa de unos pocos, sino de todos, donde todos pueden ser renovados, transformados y santificados por su amor; los más fuertes y los más débiles, los pecadores, los indiferentes, los que se sienten abandonados y perdidos. La Iglesia brinda a todos la posibilidad de recorrer el camino de la santidad que es el camino del cristiano”. “No tengan miedo de la santidad -concluyó Francisco- de dejarse amar y purificar por Dios. Dejemos que la santidad de Dios nos contagie. Cada cristiano está llamado a la santidad; y la santidad no consiste, ante todo, en hacer cosas extraordinarias, sino en dejar que Dios actúe. Es el encuentro de nuestra debilidad con la fuerza de su gracia”. +

lunes, 16 de septiembre de 2013

ANGELUS DEL PAPA 14 DE SEPTIEMBRE

Queridos hermanos y hermanas. ¡Buenos días! En la Liturgia de hoy se lee el capítulo 15 del Evangelio de Lucas, que contiene las tres parábolas de la misericordia: la de la oveja perdida, la de la moneda perdida, y después la más amplia de todas las parábolas, típica de san Lucas, la del padre de los dos hijos, el hijo “pródigo” y el hijo que se cree justo. Que se cree santo. Todas estas tres parábolas hablan de la alegría de Dios. Dios es gozoso, es interesante esto, Dios es gozoso, y ¿cuál es la alegría de Dios? La alegría de Dios es perdonar, ¡la alegría de Dios es perdonar! Es la alegría de un pastor que encuentra a su ovejita; la alegría de una mujer que encuentra su moneda; es la alegría de un padre que vuelve a recibir en casa al hijo que se había perdido, que estaba como muerto y ha vuelto a la vida. Ha vuelto a casa. ¡Aquí está todo el Evangelio, aquí, eh, aquí está todo el Evangelio, está el Cristianismo! ¡Pero miren que no es sentimiento, no es “ostentación de buenos sentimientos”! Al contrario, la misericordia es la verdadera fuerza que puede salvar al hombre y al mundo del “cáncer” que es el pecado, el mal moral, el mal espiritual. Sólo el amor llena los vacíos, los abismos negativos que el mal abre en el corazón y en la historia. Sólo el amor puede hacer esto. Y ésta es la alegría de Dios. Jesús es todo misericordia, Jesús es todo amor: es Dios hecho hombre. Cada uno de nosotros, cada uno de nosotros es esa oveja perdida, esa moneda perdida, cada uno de nosotros es ese hijo que ha desperdiciado su propia libertad siguiendo ídolos falsos, espejismos de felicidad, y ha perdido todo. Pero Dios no nos olvida, el Padre no nos abandona jamás. Pero es un Padre paciente, nos espera siempre. Respeta nuestra libertad, pero permanece siempre fiel. Y cuando volvemos a Él, nos acoge como hijos, en su casa, porque no deja jamás, ni siquiera por un momento, de esperarnos, con amor. Y su corazón está de fiesta por cada hijo que vuelve. Está de fiesta porque es alegría. Dios tiene esta alegría, cuando uno de nosotros, pecadores, va a Él y pide su perdón. ¿Cuál es el peligro? Es que nosotros presumimos que somos justos, y juzgamos a los demás. Juzgamos también a Dios, porque pensamos que debería castigar a los pecadores, condenarlos a muerte, en lugar de perdonar. ¡Entonces sí que corremos el riesgo de permanecer fuera de la casa del Padre! Como ese hermano mayor de la parábola, que en lugar de estar contento porque su hermano ha vuelto, se enoja con el padre que lo ha recibido y hace fiesta. Si en nuestro corazón no hay misericordia, la alegría del perdón, no estamos en comunión con Dios, incluso si observamos todos los preceptos, porque es el amor el que salva, no la sola práctica de los preceptos. Es el amor por Dios y por el prójimo lo que da cumplimiento a todos los mandamientos. Y esto es el amor de Dios, su alegría, perdonar. Nos espera siempre. Quizá alguien tiene en su corazón algo grave, pero he hecho esto, he hecho aquello, Él te espera, Él es Padre. Siempre nos espera. Si nosotros vivimos según la ley del “ojo por ojo, diente por diente”, jamás salimos de la espiral del mal. El Maligno es astuto, y nos hace creer que con nuestra justicia humana podemos salvarnos y salvar al mundo. En realidad, ¡sólo la justicia de Dios nos puede salvar! Y la justicia de Dios se ha revelado en la Cruz: la Cruz es el juicio de Dios sobre todos nosotros y sobre este mundo. ¿Pero cómo nos juzga Dios? ¡Dando la vida por nosotros! He aquí el acto supremo de justicia que ha vencido de una vez para siempre al Príncipe de este mundo; y este acto supremo de justicia es precisamente también el acto supremo de misericordia. Jesús nos llama a todos a seguir este camino: “Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso” (Lc 6, 36). Yo les pido una cosa ahora. En silencio, todos, pensemos, cada uno piense, en una persona con la que no estamos bien, con la cual estamos enojados y que no la queremos. Pensemos en esa persona y en silencio en este momento oremos por esta persona. Y seamos misericordiosos con esta persona. Invoquemos ahora la intercesión de María, Mater Misericordiae. radio vaticana

martes, 10 de septiembre de 2013

BUEN SAMARITANO

GRACIAS SITIO RELIGION EN LIBERTAD

VIDEO

GRACIAS AL SITIO RELIGION EN LIBERTAD

UN CORO DE MONJES QUE NO CANTAN

ACERCATE

Cada uno de nosotros somos como el Peter [Pedro] del vídeo, trasunto del Apóstol que negó a Cristo y fue luego confirmado por Él. «Tengo que irme por un tiempo. ¿Puedes esperar por mí? Cuando vuelva, puede que yo te resulte extraño. Aun así, ¿vendrás a Mí?», le dice Jesús al pequeño. Cuando asiente, le pide que se esconda tras una valla porque vienen a prenderle. «Le conoces. Estabas con Él», le dice el soldado al chico, quien niega tres veces y luego llora desolado. Al cabo de un tiempo Jesús regresa y, efectivamente, le resulta extraño: lleva una corona de espinas, está ensangrentado y deja un charco en el suelo. El Maestro desaparece, pero luego se siente su voz: «Niño, ¿me amas?», le pregunta tres veces, y con tres síes, como San Pedro, lava sus tres negaciones. «Acércate», oye Pedro entonces. Porque todo consiste en eso: en acercarse y tocar su sangre redentora para ser limpiado por ella. «Señor», reza la frase final, «en el pasado te negué y caminé lejos de ti muchas veces. Pero ahora sé que dejaste en mi corazón la marca indeleble de la cruz. A partir de ahora, la llevaré contigo». FUENTE RELIGION EN LIBERTAD

miércoles, 4 de septiembre de 2013

LA CURACION DEL BEBE DE MANUEL Y NATALIA

La curación del bebé de Manuel y Natalia deja sin palabras a los especialistas: fue la oración La curación del bebé de Manuel y Natalia deja sin palabras a los especialistas: fue la oración El pequeño Santiago con sus padres, Manuel y Natalia - la enfermedad los acercó a Dios Actualizado 3 septiembre 2013 Compartir: Acceder al RSS Añadir a Facebook Añadir a Twitter Añadir a del.icio.us Buscar en Technorati Añadir a Yahoo Enviar a Meneamé | Imprimir | Corregir | Enviar | Comentar 2 PortaLuz/ReL La bebé argentina rescatada de la morgue sigue viva porque actuó «la mano de Dios», dice la madre Una bebé pasa 3 horas muerta, está en la capilla del hospital: cuando vienen con el ataúd ¡vive! ¡Feliz nacimiento! 10 partos con milagros modernos oficialmente aprobados por la Iglesia En el mundo, de cada 10.000 seres humanos creciendo en el vientre materno, 2 desarrollan un tumor en el sistema linfático conocido como “Higroma Quístico Congénito”. Una evolución invasiva de este tumor, puede incluso ser causa de muerte. Ese era el riesgo al que se enfrentaba el pequeño Santiago, en Rancagua (Chile). Chile es el segundo país de América con mejores tasas de salud maternal, sólo por detrás de Canadá. Es un papel donde no se practica ningún aborto legal, y el ilegal es también escaso. Es un país de medicina perinatal avanzada y eficaz. Pero no sería suficiente. Padres devastados Los padres de Santiago recibieron la terrible noticia tras la ecografía practicada a Natalia entre el tercer y cuarto mes de embarazo. La madre, profesora de historia, y Manuel, el padre, profesor de Educación Física y microempresario, quedaron devastados. “Con Natalia, cuando nos casamos, nuestro gran anhelo era tener un hijo y lo intentamos en reiteradas oportunidades hasta que ella logró quedar embarazada”, cuenta Manuel Soto, el padre de Santiago. “Nos informaron -precisa Manuel-, que mi hijo tenía dos Higromas Quísticos Cervicales. Era como si tuviera dos cabezas en su espaldita. Ante tamaño diagnóstico se nos derrumbó el mundo. ¡No sabíamos qué hacer! ¡Nuestro hijo era completamente deseado, gestado en el amor!”. Diagnóstico ratificado varias veces Transcurría el año 2011 y ambos padres, residentes en la ciudad de Rancagua (Chile) iniciaron un periplo por clínicas privadas en la capital del país sudamericano. Pero la ciencia no tenía solución. “Hicimos muchos exámenes que los doctores nos solicitaron y en todos arrojaba que nuestro hijo nacería enfermo”, señala Manuel. Los jóvenes padres, ambos entonces de 26 años, retornaron a Rancagua con su médico de control, el doctor Hernán Mellafe, especialista ginecólogo y oncólogo, quien a la luz de los antecedentes terminó por ratificar el diagnóstico, recuerda Manuel. Santiago nacería con esta enfermedad. ¿Abortar en un país sin aborto? Como si el panorama no fuere lo bastante desolador “la guinda de la torta llegó cuando a alguien se le ocurrió decirnos una barbaridad… que si hubiere aborto terapéutico podríamos haber considerado ese camino”, recuerda con enfado el padre. Esto desbordó las resistencias de ambos progenitores y teniendo claro que la ciencia ya no tenía soluciones para su hijo, se aferraron a la única esperanza en la que sí podían confiar. Confortados por un sacerdote Retornando su voz a la calma, Manuel recuerda que “cuando estábamos más desolados nos acercamos a Dios y a la Iglesia”. Alguien les habló dice, de “Padre Luis”, y se fueron a buscarlo a la Parroquia Santísima Trinidad donde hasta hoy presta servicios como párroco [AQUÍ el Facebook de la parroquia, un poco desatendido; el sacerdote al que se refieren es el párroco, Luis Escobar Torrealba, que también es capellán en la cárcel]. “Tuvimos varios encuentros con él –señala el padre de Santiago- y nos confortaba diciéndonos que este tremendo dolor era una invitación a dar algo más de nosotros, que tuviéremos fe, que Dios algo nos iba a mostrar. Nos invitaba a rezar, a orar, a encomendarnos a Dios. Y eso fue lo que hicimos.”. Misas frecuentes, y oración de sanación Natalia avanzaba en su embarazo, sin faltar a los controles y exámenes de rigor. Manuel ocultando su angustia, dice, estaba siempre a su lado y así ambos, precisa, se aferraban a Dios, única esperanza. “Empezamos a ir siempre a misa, también a las eucaristías donde, al finalizar, el Padre Luis hace oración de sanación… nos reuníamos luego con él y siempre tenía para nosotros una palabra de aliento y bendición. También participábamos y recibíamos las gracias de personas generosas, conocidas y anónimas, que hacían cadenas de oración”. La ciencia del s.XXI asombrada El 4 de julio de 2011 es un día donde signos de vida y muerte se cruzarían dejando en silencio a la ciencia… “Fue un impacto maravilloso el nacimiento de Santiago… ¡porque nuestro hijo nació completamente sano, sin ningún problema! Al instante nos miramos con Natalia y sabíamos que esto era obra de Dios”, dice el emocionado y orgulloso padre. Luego del impacto inicial los esposos tomaron conciencia y hoy no dudan en proclamar su gratitud. “Esto que nos sucedió –dice Manuel– fue realmente un milagro. A quien le contamos llega a la misma conclusión”. Contrastando con expertos internacionales Pero su certeza no está sólo bien fundada en la evidencia de los exámenes durante el embarazo y la prueba irrefutable de salud al nacer el niño, quien hoy, en 2013, a sus dos años es un varón vigoroso, sano y feliz, “lleno de amor, encantador”, al decir de Manuel. Agrega este padre que hace algunos meses Natalia quedó embarazada nuevamente y acudieron donde el mismo doctor Hernán Mellafe. Al encontrarse en la consulta, el facultativo ratificó a estos padres su certeza del extraordinario acontecimiento ocurrido con Santiago. “Este médico –confidencia Manuel- nos dijo que había ido a un Congreso en Estados Unidos, donde se encontró con ginecólogos oncólogos, especialistas de casos como el que padeció mi hijo. Agregó que había llevado toda la información del caso de nuestro hijo y que junto a sus colegas concluyeron que la ciencia no podía explicar el cómo nuestro hijo podía haber nacido sano”. Por ello no sorprende la arenga final con que este dichoso padre finaliza su testimonio… “A quienes estén sumidos en el dolor por diagnósticos médicos devastadores o a quienes alguna vez les propongan abortar a sus bebés por favor opten por la vida… tengan esperanza, tengan fe, aférrense a Dios. Él es la única persona que nos puede sacar de nuestro dolor, de nuestra angustia. Perseveren, no se den por vencidos, oren; es la mejor medicina para nuestras vidas y familias.”

martes, 3 de septiembre de 2013

'No asesinemos al prójimo con chismes y habladurías "

El papa en Santa Marta: 'No asesinemos al prójimo con chismes y habladurías Donde está Dios no hay odio, envidia, celos ni tampoco los chismes o habladurías que 'asesinan' a los hermanos. Lo dijo hoy el papa Francisco en la homilía de su misa cotidiana en la residencia de Santa Marta, al retomar después de la pausa del verano europeo, la celebración de la santa misa con la presencia de grupos de personas y peregrinos. El encuentro de Jesús con sus compatriotas de Nazaret, como lo narra el evangelio de hoy, estuvo en el centro de la homilía. Francisco consideró que es una de las partes más dramáticas del evangelio en donde se puede ver cómo es nuestra alma, y como el viento puede hacerla girar hacia una parte o hacia otra. El santo padre recuerda que en Nazaret “todos esperaban a Jesús. Querían encontrarlo” porque “habían escuchado lo que Jesús había hecho en Cafarnaún y los milagros”. Y cuando inicia la ceremonia “le piden al huésped que lea el libro. Jesús lo hace y lee el libro del profeta Isaías que era un poco la profecía sobre Él y por ello concluye la lectura diciendo: «Hoy se cumple esta escritura que ustedes han escuchado»”. El papa recordó que después de una primera reacción positiva alguno movido por la polilla de la envidia comenzó a decir: “¿Dónde estudió éste? ¿No es el hijo de José? Y nosotros conocemos a toda su familia, ¿y en qué universidad estudió?”. Entonces pretendían que le hiciera un milagro: solamente después habrían creído. “Ellos querían el espectáculo”, pero “Jesús no era un artista”. Jesús no hizo milagros en Nazaret y subrayó la poca fe de quien pedía el “espectáculo”. Entonces comenzaron a empujarlo para tirarlo por un barranco “por celos, por envidia”. Pero no se trató de un evento de hace dos mil años atrás, evidenció el santo padre: “Esto sucede cada día, cada vez que se acoge a alguien hablando bien el primer día y después siempre menos hasta llegar a la habladuría, casi hasta “desollarlo”. Quien en una comunidad habla contra un hermano acaba por “querer asesinarlo” indicó el papa. “El apóstol Juan” recordó el santo padre “nos dice esto: quien en su corazón odia a su hermano es un homicida” y añadió: “Nosotros estamos acostumbrados a los chismes, a las habladurías” y muchas veces transformamos a nuestras comunidades y también a nuestra familia en un “infierno” en donde se manifiesta esta forma de criminalidad que lleva a “asesinar al hermano y a la hermana con la lengua”. “Para que haya paz en una comunidad -prosigue el papa- en una familia o en un país, en el mundo, tenemos que empezar a estar con el Señor. Porque donde está el Señor no hay envidia, no hay criminalidad, no hay celos, hay hermandad. Pidamos esto al Señor: nunca asesinar al prójimo con nuestra lengua y estar con el Señor, como estaremos todos nosotros en el cielo”. (fuentes Radio Vaticano y L'Osservatore Romano)

"Allí estaba Él"

Autor: P. Fernando Pascual "Allí estaba Él" La conversión de Manuel García Morente "Allí estaba Él" La conversión de Manuel García Morente Manuel García Morente nace el 22 de abril de 1886 en un pueblo de Andalucía. Su familia es profundamente católica. Llegado a la adolescencia, Manuel se niega a acompañar a los suyos a misa. Como explicación, dice simplemente que ha dejado de creer. Tiene una inteligencia profunda y viva. Le encanta la música. Aprende con rapidez a tocar el piano. Sus gustos intelectuales lo llevan a estudiar filosofía, en España, en Francia, en Alemania. En Francia le ofrecen una cátedra, pero prefiere volver a Madrid, donde inicia su carrera como profesor universitario. Su tema preferido es la ética. Dios, mientras tanto, parece haber quedado lejos, muy lejos... En 1913 se casa con Carmen García del Cid. Ella es profundamente religiosa, lo contrario de su esposo, pero logran un buen acuerdo matrimonial. Nacen dos hijas, María José y Carmen. Don Manuel no pone obstáculos para que su esposa pueda impartir la educación religiosa que desee a las hijas. Por su parte, él se mantiene lejos de la fe, y ella le respeta. Quizá en el fondo de su corazón espera que un día su marido cambie, pero ese día se retrasa muchos años. Llega una primera prueba para el famoso filósofo: en 1923 muere su esposa. García Morente lleva a María José, su hija mayor, al cementerio y la deja rezando junto a la tumba. Él se queda atrás, serio, absorto en sus ideas. Si la niña se distrae, su padre le dice: anda, reza por tu madre. España, en esos años, vive en un momento de turbulencia política. El profesor García Morente participa como subsecretario de educación en el gobierno del general Berenguer (1930). En 1931 inicia la República española, con sus tensiones y sus conflictos. María José se casa en 1934 con Ernesto Bonelli, un joven profundamente católico. Nacen dos hijos. Pero en agosto de 1936, un mes después de iniciar la guerra civil, Ernesto es asesinado, simplemente por ser católico. García Morente se encuentra en Madrid. Siente terror por la suerte de su hija y por sus dos nietos de 1 y 2 años. Consigue que traigan a la familia a Madrid. En su casa viven horas de angustia. Grupos de milicianos registran los edificios para llevarse a personas que luego son encarceladas o fusiladas. Los García Morente miran por la ventana, tiemblan cuando escuchan pasos por las escaleras, suspiran de alivio cuando los milicianos se detienen un piso abajo o un piso arriba. Las mujeres de la casa rezan con frecuencia en un cuarto, a escondidas. Don Manuel todavía no puede ni quiere rezar. ¿Y Dios? El 2 de octubre de 1936 un amigo avisa a García Morente de que van a asesinarle, y le pide que escape inmediatamente, sin la familia. García Morente consigue salir de Madrid y pasar a Francia. Se dirige a París, donde conoce a varios amigos. Pero está sin dinero, sin trabajo, sin la familia, lleno de dudas, de zozobras. En algún momento se asoma la idea de Dios por su cabeza, pero la rechaza: la vida es algo dirigido por fuerzas físicas ciegas, inconscientes. No existe ninguna providencia, ningún sentido a todo lo que ocurre. Morente busca trabajo. Llama a una y otra puerta. Nada. De repente, el trabajo llega a través de un amigo. Intenta, al mismo tiempo, tramitar el traslado de sus hijas y nietos de España a Francia. Nada. Todos sus esfuerzos fracasan una y otra vez. De nuevo, por sorpresa, un encuentro fortuito con una persona abre la posibilidad de sacar a la familia de Madrid. Morente intenta reflexionar sobre todo lo que está pasando. Su cabeza da vueltas y vueltas. Llega a la conclusión de que la vida es algo que no hacemos nosotros, que algo o alguien “nos la hace”. Sin embargo, esa vida nos pertenece, es algo nuestro, algo que cada uno vive intensamente. Pero Dios, ¿qué tiene que ver Dios con todo lo que pasa? Morente lleva más de 30 años rechazando cualquier religión. A lo sumo, sería posible pensar en un Dios filosófico, siempre lejano: un Dios que no tiene nada que ver con nuestras vidas. Si algún momento se le viene a la mente que tiene que rezar, que tiene que confiar en Dios, rechaza esta idea como pueril, como absurda: sus convicciones filosóficas cierran el paso a cualquier atisbo de fe. Llega el mes de abril de 1937. El día 29. Es de noche. En París. Ocurre algo especial. Morente llamará más tarde a esa experiencia como “El hecho extraordinario”. ¿Qué ocurre? Nos acercamos de puntillas a esa noche, desde un texto escrito en septiembre de 1940 por el mismo Morente a un sacerdote de confianza, Don José María García Lahiguera. El texto es bastante largo. García Morente explica primero la serie de acontecimientos que se suceden desde agosto de 1936 (asesinato de su yerno) hasta abril de 1937. Cuenta sus reflexiones, sus dudas, su angustia. Llega, por fin, a la noche del 29 de abril. Han pasado por su cabeza un cúmulo inmenso de reflexiones. Reconoce, por fin, que existe una providencia que da sentido a su vida, pero la ve, todavía, como una providencia fría, casi anónima. Dios sigue siendo un Dios filosófico, extraño. Don Manuel está sumamente tenso. Necesita relajarse, quiere estar un momento tranquilo. Enciende la radio y escucha algunas piezas de música francesa. No sabe que ese gesto será el inicio de un cambio radical. No sospecha todo lo que se va a producir en su corazón en unos momentos. Pero Alguien está cerca, muy cerca, y deja a Manuel encender la radio. Primero será su fantasía la que trabaje. Luego, ocurrirá algo extraordinario, inexplicable. Vamos por partes. Acaba la transmisión. Un cúmulo de imágenes pasan por la mente y el corazón de García Morente. Leemos su escrito para que sea él quien nos cuente qué le pasó en esos momentos. “Estaban radiando música francesa: final de una sinfonía de César Frank; luego, al piano, la Pavane pour une infante défunte, de Ravel; luego, en orquesta, un trozo de Berlioz intitulado L´enfance de Jesus. No puede usted imaginarse lo que es esto, si no lo conoce: algo exquisito, suavísimo, de una delicadeza y ternura tales que nadie puede escucharlo con ojos secos. Cantábalo un tenor magnífico de voz dulce, aterciopelada, flexible y suave, que matizaba incomparablemente la melodía pura, ingenua, verdaderamente divina. Cuando terminó, cerré la radio para no perturbar el estado de deliciosa paz en que esa música me había sumergido. Y por mi mente empezaron a desfilar -sin que yo pudiera oponer resistencia- imágenes de la niñez de Nuestro Señor Jesucristo. Vile, en la imaginación, caminando de la mano de la Santísima Virgen, o sentado en un banquillo y mirando con grandes ojos atónitos a San José y María. Seguí representándome otros periodos de la vida del Señor: el perdón que concede a la mujer adúltera, la Magdalena lavando y secando con sus cabellos los pies del Salvador, Jesús atado a la columna, el Cirineo ayudando al Señor a llevar la Cruz, las santas mujeres al pie de la Cruz. Y así, poco a poco, fuese agrandando en mi alma la visión de Cristo, de Cristo hombre, clavado en la Cruz, en una eminencia dominando un paisaje de inmensidad, una infinita llanura pululante de hombres, mujeres, niños, sobre los cuales se extendían los brazos de Nuestro Señor Crucificado. Y los brazos de Cristo crecían, crecían y parecían abrazar a toda aquella humanidad doliente y cubrirla con la inmensidad de su amor; y la Cruz subía, subía hasta el Cielo y llenaba el ámbito todo y tras de ella subían muchos, muchos hombres y mujeres y niños; subían todos, ninguno se quedaba atrás; sólo yo, clavado en el suelo, veía desaparecer en lo alto a Cristo, rodeado por el enjambre inacabable de los que subían con Él; sólo yo me veía a mí mismo, en aquel paisaje ya desierto, arrodillado y con los ojos puestos en lo alto y viendo desvanecerse los últimos resplandores de aquella gloria infinita, que se alejaba de mí [...]. No me cabe la menor duda de que esta especie de visión no fue sino producto de la fantasía excitada por la dulce y penetrante música de Berlioz. Pero tuvo un efecto fulminante en mi alma. «Ése es Dios, ése es el verdadero Dios, Dios Vivo, ésa es la Providencia viva» -me dije a mí mismo-. Ése es Dios, que entiende a los hombres, que vive con los hombres, que sufre con ellos, que los consuela, que les trae la salvación. Si Dios no hubiera venido al mundo, si Dios no se hubiera hecho carne de hombre en el mundo, el hombre no tendría salvación, porque entre Dios y el hombre habría siempre una distancia infinita que jamás podría el hombre franquear. Yo lo había experimentado por mí mismo hacía pocas horas. Yo había querido con toda sinceridad y devoción abrazarme a Dios, a la Providencia de Dios; yo había querido entregarme a esa Providencia, que hace y deshace la vida de los hombres. ¿Y qué me había sucedido? Pues que la distancia entre mi pobre humanidad y ese Dios teórico de la filosofía me había resultado infranqueable. Demasiado lejos, demasiado ajeno, demasiado abstracto, demasiado geométrico e inhumano. Pero Cristo, pero Dios hecho hombre, Cristo sufriendo como yo, más que yo, muchísimo más que yo, a ése sí que lo entiendo y ése sí que me entiende. A ése sí que puedo entregarle fielmente mi voluntad entera, tras de la vida. A ése sí que puedo pedirle, porque sé de cierto que sabe lo que es pedir y sé de cierto que da y dará siempre, puesto que se ha dado entero a nosotros los hombres. ¡A rezar, a rezar! Y puesto de rodillas empecé a balbucir el Padrenuestro. Y ¡horror!, Don José María, ¡se me había olvidado! Permanecí de rodillas un gran rato, ofreciéndome mentalmente a Nuestro Señor Jesucristo con las palabras que se me ocurrían buenamente. Recordé mi niñez; recordé a mi madre, a quien perdí cuando yo contaba nueve años de edad; me representé claramente su cara, el regazo en que me recostaba, estando de rodillas para rezar con ella; lentamente, con paciencia, fui recordando trozos del Padrenuestro; algunos se me ocurrieron en francés, pero al traducirlos restituí fielmente el texto español”. Termina el primer momento. García Morente acaba de rezar. Ha comprendido que Dios está cerca, que ha entrado en la historia humana, que es posible confiar en Él. Pero algo más sorprendente, más profundo, más íntimo, está por llegar. Seguimos con la lectura del manuscrito donde narra lo que ocurrió esa noche del 29 al 30 de abril de 1937. “En el relojito de pared sonaron las doce de la noche. La noche estaba serena y muy clara. En mi alma reinaba una paz extraordinaria. [...] Aquí hay un hueco en mis recuerdos tan minuciosos. Debí quedarme dormido. Mi memoria recoge el hilo de los sucesos en el momento en que me despertaba bajo la impresión de un sobresalto inexplicable. No puedo decir exactamente lo que sentía: miedo, angustia, aprensión, turbación, presentimiento de algo inmenso, formidable, inenarrable, que iba a suceder ya mismo, en ese mismo momento, sin tardar. Me puse de pie todo tembloroso y abrí de par en par la ventana. Una bocanada de aire fresco me azotó el rostro. Volví la cara hacia el interior de la habitación y me quedé petrificado. Allí estaba Él. Yo no lo veía, no lo oía, yo no lo tocaba. Pero Él estaba allí. En la habitación no había más luz que la de una lámpara eléctrica de esas diminutas, de una o dos bujías, en un rincón. Yo no veía nada, no oía nada, no tocaba nada. No tenía la menor sensación. Pero Él estaba allí. Yo permanecía inmóvil, agarrotado por la emoción. Y le percibía; percibía su presencia con la misma claridad con que percibo el papel en que estoy escribiendo y las letras -negro sobre blanco- que estoy trazando. Pero no tenía ninguna sensación ni en la vista, ni en el oído, ni en el tacto, ni en el olfato, ni en el gusto. Sin embargo, le percibía allí presente con entera claridad. Y no podía caberme la menor duda de que era Él, puesto que le percibía aunque sin sensación. ¿Cómo es esto posible? Yo no lo sé, pero sé que Él estaba allí presente y que yo, sin ver, ni oír, ni oler, ni gustar, ni tocar nada, le percibía con absoluta e indiscutible evidencia. Si se me demuestra que no era Él o que yo deliraba, podré no tener nada que contestar a la demostración, pero tan pronto como en mi memoria se actualice el recuerdo, resurgirá en mí la convicción inquebrantable de que era Él, porque lo he percibido. No sé cuánto tiempo permanecí inmóvil y como hipnotizado ante su presencia. Sí sé que no me atrevía a moverme y que hubiera deseado que todo aquello -Él allí- durara eternamente, porque su presencia me inundaba de tal y tan íntimo gozo, que nada es comparable al deleite sobrehumano que yo sentía. Era como una suspensión de todo lo que en el cuerpo pesa y gravita, una sutileza tan delicada de toda mi materia, que dijérase no tenía corporeidad, como si yo todo hubiese sido transformado en un suspiro o céfiro o hálito. Era una caricia infinitamente suave, impalpable, incorpórea, que emanaba de Él y que me envolvía y me sustentaba en vilo, como la madre que tiene en sus brazos al niño. Pero sin ninguna sensación concreta de tacto. ¿Cuándo terminó la estancia de Él allí? Tampoco lo sé. Terminó. En un instante desapareció. Una milésima de segundo antes, estaba Él aún allí, y yo le percibía y me sentía inundado de ese gozo sobrehumano que he dicho. Una milésima de segundo después, ya Él no estaba allí, ya no había nadie en la habitación, ya estaba yo pesadamente gravitando sobre el suelo y sentía mis miembros y mi cuerpo sosteniéndose por el esfuerzo natural de los músculos”. El resto de la narración es un esfuerzo de Morente por explicarse lo que había ocurrido aquella noche. Está convencido de que ha llegado a percibir a Dios, de un modo similar a como se expresa santa Teresa de Jesús respecto de algunas de sus experiencias místicas. Pero no comprende por qué Dios le ha concedido ese regalo tan particular, cuando no había hecho nada, absolutamente nada, para merecerlo... Una noche de abril. Un filósofo llega a experimentar a Dios. Su vida, desde ese momento, cambia. Decide que será sacerdote. Mientras, Dios, que guía la historia, le permite volver a abrazar a sus hijas y nietos. Va a Sudamérica y puede dar una serie de conferencias. Asiste, con sus hijas, a misa. Vuelve a España, y después de una larga confesión general con un obispo, recibe la comunión. ¡Después de más de 30 años! Luego, pasa un tiempo en un monasterio. Varios meses después ingresa en el seminario. El famoso profesor de filosofía que no creía en Cristo se ordena sacerdote en diciembre de 1940. Dios quiere encontrarse nuevamente con Él, de un modo definitivo, eterno. El 7 de diciembre de 1942, cuando apenas lleva dos años de sacerdote, amanece muerto. Alguno no habrá comprendido por qué Dios lo llamó tan pronto, por qué no dejó que el filósofo, ahora convertido en sacerdote, diese conferencias y hablase a los jóvenes de su fe fresca, sincera, experimental. Desde el cielo García Morente sonreirá. Está con Dios, con el Dios de la historia, con el Dios de la providencia llena de amor y de ternura. Desde allí nos espera y nos toca el corazón, no sólo con la narración del “hecho extraordinario”, sino también con esa vida que se genera gracias a la comunión de los santos. CATHOLIC NET

jueves, 1 de agosto de 2013

Papa Francisco: El legado que nos ha dejado No es fácil resumir en pocas palabras los puntos relevantes de las intervenciones del Papa Francisco en Brasil. Destaco algunos con el riesgo de omitir otros importantes. El legado mayor fue la figura del Papa Francisco: un humilde servidor de la fe, despojado de todo aparato, tocando y dejándose tocar, hablando el lenguaje de los jóvenes y diciendo las verdades con sinceridad. Representó al más noble de los líderes, el líder servidor que no hace referencia a sí mismo sino a los demás, con cariño y cuidado, evocando esperanza y confianza en el futuro. En el campo político encontró un país perturbado por las multitudinarias manifestaciones de los jóvenes. Defendió su utopía y el derecho a ser escuchados. Presentó una visión humanística en la política, en la economía y en la erradicación de la pobreza. Criticó duramente un sistema financiero que descarta los dos polos: a las personas mayores, porque ya no producen, y a los jóvenes, no creándoles puestos de trabajo. Las personas mayores no pueden trasmitir su experiencia y a los jóvenes se les priva de construir su futuro. Una sociedad así puede colapsar. El tema de la ética, fundada en la dignidad transcendente de la persona, era recurrente. Con referencia a la democracia acuñó la expresión “humildad social”, que es hablar cara a cara, entre iguales y no desde arriba hacia abajo. Entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta apuntó una opción siempre posible: el diálogo constructivo. Tres categorías volvían una y otra vez: el diálogo como mediación para los conflictos, la proximidad a las personas más allá de todas las burocracias y la cultura del encuentro. Todo el mundo tiene algo que dar y algo que recibir. “Hoy o se apuesta por la cultura del encuentro o perdemos todos”. En el campo religioso fue más fecundo y directo. Reconoció que ha habido “jóvenes que perdieron la fe en la Iglesia e incluso en Dios por la incoherencia de muchos cristianos y ministros del evangelio”. El discurso más severo lo reservó para los obispos y cardenales latinoamericanos (CELAM). Reconoció que la Iglesia ̶ y él se incluía ̶ , está atrasada en lo que se refiere a la reforma de sus estructuras. Y les instó no solo abrir las puertas a todos, sino a salir al mundo y a las “periferias existenciales”. Criticó la “psicología principesca” de algunos miembros da jerarquía. Tienen que ser pobres interior y exteriormente. Dos ejes deben estructurar la pastoral: la proximidad al pueblo, más allá de las preocupaciones organizativas, y el encuentro, marcado de cariño y ternura. Habla incluso de la necesaria “revolución de la ternura”, cosa que él demostró vivir personalmente. Entiende la Iglesia como madre que abraza, acaricia y besa. Los pastores deben cultivar esta actitud materna para con sus fieles. La Iglesia no puede ser controladora y administradora sino servidora y facilitadora. Enfáticamente afirma que la posición del pastor no es la del centro sino la de la periferia. Esta afirmación es de destacar: el puesto de los obispos debe ser o “al frente para indicar el camino, o en el medio para mantenerlo unido y neutralizar las desbandadas, o atrás para evitar que alguien se extravíe”, y debe darse cuenta de que “el rebaño tiene su propio olfato para encontrar nuevos caminos”. Además, da centralidad a los laicos para decidir junto con los pastores los caminos de la comunidad. El diálogo con el mundo moderno y la diversidad religiosa: el Papa Francisco no mostró ningún miedo ante el mundo moderno; desea intercambiar y ser parte de un profundo movimiento de solidaridad con los privados de comida y de educación. Todas las confesiones deben trabajar juntas en favor de las víctimas. Poco importa que la atención la preste un cristiano, un judío, un musulmán u otro. Lo decisivo es que el pobre tenga acceso a la comida y a la educación. Ninguna confesión puede dormir tranquila mientras los desheredados de este mundo estén gritando. Aquí se impone un ecumenismo de misión, todos juntos al servicio de los demás. A los jóvenes les dedicó palabras de entusiasmo y de esperanza. Contra una cultura de consumismo y de deshumanización les pidió ser “revolucionarios” y “rebeldes”. Por la ventana de los jóvenes entra el futuro. Criticó el restauracionismo de algunos grupos y el utopismo de otros. Puso el acento en la actualidad: “en el hoy se juega la vida eterna”. Los invitó siempre al entusiasmo, a la creatividad, a ir por el mundo difundiendo el mensaje generoso y humanitario de Jesús, el Dios que se hizo cercano y se encontró con los seres humanos. En la celebración final había más de tres millones de personas, alegres, festivas, en el más absoluto orden. Un aura de benevolencia, de paz y de felicidad descendió sobre Río de Janeiro y sobre Brasil que sólo podía ser la irradiación del tierno y fraterno Papa Francisco y del Sentimiento Divino que supo transmitir. P. José Ricardo de Sales.

jueves, 11 de julio de 2013

EL DIA MAS FELIZ DE ESTE AÑO

GRACIAS DIOS POR FRANCISCO, GRACIAS POR SU ENTREGA Y DEDICACION. OREMOS POR EL PARA QUE SIGA SIENDO UN INSTRUMENTO DE DIOS



http://www.youtube.com/watch?v=Te3Xl2DsUqw&feature=player_detailpage#t=612s

lunes, 8 de abril de 2013

Ni adivinos, ni cartas, ni brujos, solamente Jesús nos da la Salvación

Ni adivinos, ni cartas, ni brujos, solamente Jesús nos da la Salvación

Homilía del papa Francisco en su misa cotidiana

Ciudad del Vaticano, (Zenit.org) H. Sergio Mora | 1424 hitos

Solamente en el nombre de Jesús está la salvación. Lo subrayó el papa Francisco en la homilía de su misa cotidiana en la capilla de la Residencia Santa Martes. Entre los presentes estaban algunos colaboradores de la Curia Romana y un grupo de trabajadores de la Farmacia Vaticana.
El papa Francisco comentando las lecturas de viernes de la Octava de la Pascua, recordó con san Pedro que sólo en el nombre de Jesus seremos salvados.
El Evangelio recuerda a Pedro que había renegado a Jesús, y que en la prisión dió su testimonio ante los jefes judíos, explicando que gracias a la invocación del nombre de Jesús un hombre cojo fue milagrosamente curado.
“Es ese nombre el que nos salva”. Entretanto Pedro no pronuncia ese nombre así, sino “lleno del Espíritu Santo”. De hecho --precisó el papa Francisco- nosotros no podemos dar testimonio de Jesús, no podemos hablar de Jesús, no podemos decir nada sin el Espíritu Santo”.Y recordó que “es el Espirito Santo que nos empuja a confesar Jesus y a tener confianza en Jesus”.
Y el Papa contó una pequeña anécdota sobre un humilde trabajador de la curia de Buenos Aires, con más de 30 años de servicio, padre de 8 hijos, que siempre que iniciaba un trabajo o salía para hacer uno cualquier servicio decía: ¡Jesus!
“Y yo le pregunté -dijo el papa- porqué siempre decía Jesús. Y el respondió: ¡Porque cuando digo Jesús me siento fuerte, y con más capacidad para trabajar, y porque sé que él está a mi lado y me protege”.
“Este hombre -prosiguió- no ha estudiado teología, tiene solamente la gracia del bautismo y la fuerza del Espíritu y a mi me hizo tanto bien: porque nos recordó que en este mundo que nos ofrece a tantos salvadores es solamente el nombre de Jesús que nos salva.
Muchos para resolver sus problemas hoy día recurren, a brujos, magos y videntes. Pero solamente Jesús nos salva “ ¡y debemos dar testimonio de esto! Él es el único”.
Y recordó a los presentes que “la Virgen siempre nos lleva a Jesús como cuando dijo en Caná: 'Hagan lo que Él les dirá'. Así confiémonos en el nombre de Jesús, dejando que el Espíritu Santo nos empuje a realizar esta oración llena de confianza en el nombre de Jesus… ¡Nos va a hacer bien!”

martes, 19 de marzo de 2013

BIENVENIDO PAPA FRANCISCO

Ya sé que se habla mucho de El, el Papa Francisco. Pero no puedo dejar de maravillarme. Que hayas parado para saludar a un niño, a un discapacitado, que tu auto no tenga blindex que te proteja de la gente, que tus zapatos no sean los costosos rojos de Prada, que hayas puesto en la primera fila de las autoridades a los curas villeros y a unos cartoneros de tu amada ciudad: WOW! Siento que renace la iglesia de Cristo, la de los pescadores de Galilea, la que fundo Jesús... Tengo esperanzas en Cristo en primer lugar y confío en Usted, Santo Padre Francisco. Aquí estamos en la barca de Pedro, esperando que fije el curso, con las manos dispuestas para comenzar a trabajar. Cuente conmigo!!! (GUSTAVO QUILODRAN SEMINARISTA ALTO VALLE)

martes, 22 de enero de 2013

Gloria - MARTIN VALVERDE (Música Católica)

clave de la felicidad

La clave de la felicidad

La felicidad verdadera y profunda es mucho más que solo aprender a
disfrutar las cosas pequeñas y cotidianas, o aceptar nuestras
cualidades y limitaciones.
La época que nos ha tocado vivir tiene una obsesión por el bienestar y
el placer, que a veces son confundidos con la felicidad. Podemos caer
fácilmente en la trampa de buscar la felicidad por medio de los bienes
materiales, o por el reconocimiento social.
Si creemos que está en nosotros mismos la solución para la felicidad,
por supuesto terminaremos solos en esta búsqueda.
La felicidad verdadera y profunda es mucho más que solo aprender a
disfrutar las cosas pequeñas y cotidianas, o aceptar nuestras
cualidades y limitaciones. Una actitud positiva ayuda, pero no es
necesariamente la llave para la felicidad.
Cuando volvemos la mirada a Dios, encontramos la única felicidad
verdadera. Desde el Antiguo Testamento las Sagradas Escrituras nos
dicen que es feliz quien ama a Dios, quien le busca y espera en Él
(Sal 2, 12; 34, 9; 40, 5; 84, 13; 112, 1; Prv 16,20;28, 14;Ec/34,
15;Is30, 18; Tob 13, 14.) La felicidad, en último término, reside en
la comunión con Dios y en Dios como persona (Sal 73, 25).
Jesús es una auténtica puerta a la felicidad y a la esperanza.
Recordemos sus palabras cuando nos explica que son felices “Quienes
escuchan la palabra de Dios” (Lc 11, 28), “Quienes creen sin haber
visto” (Jn 20, 29), “Quienes practican la caridad con los necesitados”
(Lc 14, 14), “Los humildes y serviciales con sus hermanos” (Jn 13, 17)
San Juan Crisóstomo decía que las riquezas no proporcionan felicidad
ninguna cuando el alma vive en la pobreza. La felicidad, la dicha, no
se tiene por las riquezas, ni por el poder, la autoridad o la
dignidad. Tampoco por la sabiduría. Estos atributos no contienen la
felicidad.
“El abandono en la Voluntad de Dios es el secreto para ser feliz en la tierra.—Di, pues: «meas cibus est, ut faciam voluntatem ejus»—mi alimento es hacer su Voluntad.”
Nunca debemos olvidar como cristianos, que la verdadera felicidad no
se encuentra en esta tierra ni en esta vida, sino en la salvación del
alma. Jesús nos ha mandado desear los bienes divinos más, querer el
cielo.
No podemos aspirar a la felicidad “en solitario”. Jesús es el amigo
que nunca olvida, el consuelo siempre presente. Él nos explicó cómo
podemos reconciliarnos con Dios y llenar nuestra vida de alegría. Con
Él podemos encontrar la auténtica felicidad.
Ligado al tema de la felicidad, siempre está el concepto del
sufrimiento. Jesús, es bueno recordarlo, era verdaderamente Dios y
verdaderamente hombre. Nuestro Señor Jesucristo conoció el hambre, la
sed, el cansancio. A Dios no le es ajeno nuestro sufrimiento. Sin
embargo no olvidemos que para los católicos, el sufrimiento y la
prueba tienen un sentido.
Cada vez que experimentamos contradicciones, tristezas, traiciones,
son momentos de gran valor en nuestras vidas en los que podemos
recordar a Simón de Cirene, que le ayudó a Jesús con el peso de la
cruz. Cuando experimentamos penas y dolor o enfermedad, tenemos la
oportunidad de convertirnos en Cirineos que ayudan a Jesús con la
cruz.
Si vemos el mundo con ojos humanos, terminaremos sin entender por qué
del sufrimiento. Pero si impregnamos nuestra vida de Dios,
comenzaremos a ver las cosas de un modo distinto. Por contradictorio
que pudiera parecernos, el sufrimiento es uno de los caminos de la
felicidad cristiana, porque el sufrimiento a la luz de la cruz nos
acerca a Jesús.
Dios espera que seamos cristianamente felices, y eso lo podemos lograr
en nuestra vida ordinaria. Acercarse a Dios es encontrar la felicidad,
y a Él se le puede encontrar en todos los momentos de nuestras vidas:
en el taller, en la oficina, en la escuela, en la casa. Si nos vamos
haciendo conscientes de la intervención permanente de Dios en nuestras
vidas, iremos conociéndolo. Conocer a Dios es amarlo, y no hay un
medio más seguro para la felicidad que amar a Dios, que cumplir Su
voluntad. ¿Cuántas veces hemos visto el sufrimiento de nuestra vida en
el pasado para finalmente entender que era necesario para obtener un
bien mayor?
La llave de la felicidad está sintetizada en los dos mandamientos
fundamentales: Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a
uno mismo.
Cuando toda nuestra atención está volcada hacia nosotros mismos,
encontraremos abundantes motivos de tristeza y contradicción. Quien es
egoísta y solo piensa en si mismo, va haciendo su vida solitaria y
deja de encontrar sentido en las contradicciones que le aquejan. En
cambio, quien vuelca su vida a los demás estará pendiente de auxiliar,
de solidarizarse con el dolor ajeno. Y, extraordinariamente, al dejar
de vernos a nosotros mismos sino de amar hacia fuera y volcarnos a los
demás, nuestros propios problemas y sufrimientos se vuelven menos
importantes. El gran antídoto contra el egoísmo es la caridad. Y la
caridad es un camino a la felicidad en la que vamos de la mano como
hermanos con quienes nos rodean.
Si queremos felicidad “instantánea” terminaremos llenos de
frustración. La felicidad “de aspirina” no existe. Solo Dios, Trino y
Uno es la felicidad verdadera. Conocerle y enamorarse de Él es un
proceso que no ocurre de la noche a la mañana. Pero si nos acercamos a
Jesús, Él nos abrirá las puertas del cielo. Conozcamos a Jesucristo
leyendo el Evangelio, reconozcamos cómo impregna nuestras vidas y
llevemos vidas rectas y apegadas a la voluntad de nuestro Padre.
Pidámosle a la Santísima Virgen, fiel intercesora nuestra, que nos
enseñe el camino de la cruz de esta vida para convertirlo en camino de
felicidad. Ella nos mostrará cómo un camino lleno de espinas puede
convertirse en un camino cubierto de pétalos cuando lo empecemos a
recorrer con Jesús.

fuente. encuentra.com

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...