miércoles, 23 de diciembre de 2020

HOMILIA Misa de La SAGRADA FAMILIA. Fiesta. cB (27 de diciembre 2020)

Primera: Génesis 15, 1-6; 17, 5; 21, 1-3; Salmo: Sal 104, 1b-6. 8-9; Segunda: Hebreos 11, 8. 11-12. 17-19; Evangelio: Lucas 2, 22-40 Nexo entre las LECTURAS Podemos rezar, como tema central de este Domingo, la fe y la familia. La primera lectura trata de la fe de Abraham, una fe inquebrantable, probada. Esta misma fe es objeto de la segunda lectura en la que el autor de la carta a los Hebreos nos hace una verdadera ponderación de los grandes hombres de fe en la historia de la salvación. Finalmente, el evangelio resalta la fe de la bienaventurada Virgen María, al escuchar las palabras que Simeón dirige a su niño: ‘gloria de Israel y luz de las naciones’, y a ella: “una espada te atravesará el corazón”. Temas... Una Familia Sagrada. A veces un sencillo cambio en el orden de las palabras nos ilumina un aspecto de las cosas que no habíamos visto. Hoy celebramos a una familia "sagrada", y, desde luego, lo primero que preguntamos es: "¿que no eran sagradas todas las familias?", a lo cual Dios nos respondería prontamente: "¡Por supuesto! Tal es mi designio, tal es mi deseo, tal es mi plan para el mundo". La familia es sagrada porque viene de Dios. Es anterior al Estado y a sus leyes, y por supuesto, va primero que los acuerdos entre los mismos Estados o las conveniencias de las empresas o asociaciones humanas. De Dios viene toda paternidad, nos enseña Pablo (Ef. 3,15). Dar origen a la vida humana es asemejarse a Dios, y por ello es preciso que la paz, la bondad y la sabiduría de Dios abunden allí donde ya se hizo presente su magnífico poder. Honra a tu Padre y a tu Madre. Este mandamiento realmente despierta muchas preguntas. ¿Cómo es posible honrar a un papá que ha sido irresponsable, o injusto, o cruel, o que simplemente ha desaparecido huyendo se sus responsabilidades mínimas? Para responder necesitamos algunos criterios bíblicos. Ante todo, la Escritura jamás nos invita o permite que sea honrado lo que ofende a Dios. Honrar al papá y a la mamá no es celebrar lo que él es simplemente porque él lo es. Este mandamiento, como todos, por lo demás, requiere de nosotros luz, y discernimiento. Así como la Iglesia ha sostenido que existe el principio de la "defensa propia" que da un matiz particular al mandamiento de no matar, así también en la honra al padre y a la madre se entiende el deber previo de descubrir qué hay en ellos que sea digno de honra. Esto no disminuye nuestro deber, sino que lo purifica, porque puesto como un enunciado general nos está indicando que siempre hay algo honorable, algo que pide reverencia y gratitud en aquellos que nos han dado algo que no podemos retornarles de ningún modo. Así que, aunque en varias ‘cosas’ fallaren (malograran su misión), es claro que en el misterio de ser instrumentos de la vida hay siempre un misterio de donación en que Dios se ha hecho presente, y por tanto requiere nuestra gratitud y honra. La Familia en la segunda lectura. San Pablo nos ayuda a situar la vida de familia en el conjunto del mensaje cristiano. Lo primero es que cada miembro de la familia se reconozca como "elegido" por Dios, sumergido en la gracia, bañado por el perdón, fortalecido en la paz, iluminado por la Palabra, lleno de motivos de gratitud y gozo. Sin esta base, la familia será pacto de intereses no santuario del amor divino. Otro modo de decir esto es: en la medida en que reconocemos que la gracia nos hermana en Dios y nos hace familia de Dios, llegamos a ser familia humana. No pensemos entonces que la sola intensidad de los sentimientos, así se trate de sentimientos muy poderosos de pareja o de paternidad, basta: todo lo humano necesita ser sanado, y todo lo que ha de ser sanado ha de serlo en Cristo Jesús. Sobre esta base se comprende que en la familia hay un misterio de complementariedad que es propio de la vida cristiana. Los deberes y derechos, aunque Pablo no utiliza esa terminología en su Carta, tienen un doble referente. En primer lugar, hacia adentro, lo que cada uno tiene de propio y característico, esto es: la mujer es mujer, y el hombre es hombre; el papá es papá, y el hijo es hijo. No son "seres humanos" abstractos, idealmente igualados por un concepto racional ni ideológico, sino historias particulares que Dios conoce bien y desde dentro. Lo que les hermana no es una naturaleza abstracta expresada en derechos ante una ley positiva, sino la condición de creaturas amadas, pecadoras y redimidas. El segundo referente en el pensamiento de Pablo es un destino común que sobrepasa lo que cada uno puede lograr por su lado. El gran criterio no es la felicidad de un hombre rodeado de despotismo y egoísmo; no es tampoco la complacencia de una mujer que ha logrado su realización como esposa y como madre, como mujer, y así se siente bien consigo misma. El criterio que, en últimas, da dirección a todo se condensa en expresiones como "eso lo quiere el Señor"; "eso es agradable al Señor." ¿Qué es la familia, según este profundo planteamiento del apóstol? Es la expresión del amor cristiano sanando, bendiciendo y fecundando los orígenes mismos de la vida humana. La infancia de Cristo. El evangelio nos invita a asomarnos, aunque como de lejos, a la vida de Nazareth. ¿Qué pasó con Jesús durante esos años? La curiosidad o también un sentimiento intenso de devoción nos llevan a preguntarlo. Y las respuestas no han faltado. Ya desde antiguo circularon manuscritos que contaban cosas llenas de ternura o de espectacularidad, y que pretendían dar detalles sobre la vida oculta del Hijo de Dios. Muchos hemos oído historias como la del niño Jesús haciendo pájaros de barro y convirtiéndolos luego en pájaros de verdad. La Iglesia Católica no ha sido muy entusiasta de esa clase de relatos, ni siquiera cuando parecen llenos de respeto y de piedad. En ellos suele destacarse un lenguaje que va negando más y más la humanidad de Cristo y que depende más de nuestra fantasía o de aquellos poderes que a nosotros nos hubiera gustado tener. Lo que nos salva, sin embargo, no es nuestra fantasía, ni la belleza que le queramos poner a Cristo. Más bien: fue su anonimato, su anonadarse, lo que mayor bien nos hizo, y así lo predica san Lucas, y así lo ha enseñado la gran tradición de la Iglesia. Sugerencias... La fe de Abrahán. Es muy significativo que toda la liturgia de esta fiesta esté bajo el signo de la fe. La familia, que se funda tanto en la Antigua como en la Nueva Alianza, es en las dos lecturas una nueva obra de Dios; el cuerpo de Abrahán está ya viejo, Sara, su mujer, es estéril y Abrahán ha designado ya como heredero a un criado de casa, al hijo de su esclava. Pero Dios interviene e ilumina el destino: Abrahán y Sara se vuelven fecundos milagrosamente y el hijo de la promesa será un puro don de Dios. Este episodio constituye por así decirlo el distintivo de todos los matrimonios de Israel: su fecundidad, orientada hacia el Mesías, recibirá siempre algo de la gracia sobrenatural de Dios: el hijo es un don de Dios, en el fondo le pertenece y sirve para que sus planes se cumplan; a la familia no le está permitido cerrase en sí misma, sino que, al igual que Dios la ha abierto en el origen, así también debe permanecer abierta a los designios de Dios. El sacrificio de Abrahán. Esto llega hasta lo incomprensible, raya en lo intolerable humanamente hablando, con la prueba a que se somete a Abrahán, cuando Dios le exige que le sacrifique al hijo de la promesa, a cuya existencia el propio Dios había vinculado sus promesas (descendencia tan numerosa como «las estrellas del cielo»). Israel ha considerado siempre este episodio como uno de los más importantes de su historia. Dios entra en la familia que Él mismo ha fundado milagrosamente ¿y la destruye? Humanamente hablando, Dios se contradice claramente a sí mismo; pero como se trata de Dios, Abrahán obedece y se dispone a devolver a Dios lo más precioso para él, lo que el mismo Dios le ha dado. La segunda lectura hace también participar a Sara en este acontecimiento; la familia, que se debe a Dios, se convierte ahora no solamente en una familia abierta sino también en una familia martirial/oferente. La espada en el alma de María. El acontecimiento sobre el que se funda Israel encuentra su pleno cumplimiento en la Sagrada Familia, que en el evangelio de hoy aparece en el templo. A José, el último patriarca, Dios no le hace carnalmente fecundo, sino que debe -¡suprema plenitud de la fecundidad humana!- retirarse para dejar su sitio a la única fuerza generadora de Dios. El sacrificio personal que José ofrece, lo oculta en lo litúrgico, en lo aparentemente insignificante: en el par de palomas, el sacrificio de los pobres. ¡Bendito sea San José! Y gracias sean dadas al Papa Francisco que nos regala el año de San José para el 2021. La bienaventurada Virgen Madre también se ofrece en sacrificio de entrega total a Dios con el espeso velo de la ceremonia de purificación prevista por la ley. Se produce entonces la profecía que establecerá la forma interna de esta familia: por un lado la suprema significación del Niño ofrecido, donde ya se puede ver que esta familia se dilatará mucho más allá de sus dimensiones terrenales; por otro lado la espada que traspasará el alma de la Madre, que será así introducida en una realidad más grande, en el destino de su Hijo: no solamente dejará que el Hijo se marche, con lo que esto supondrá de sacrificio para ella, sino que será incluida en el sacrificio del Hijo cuando llegue el momento, con lo que la antigua familia carnal se consumará en una familia espiritual en la que María -traspasada por la espada- se convertirá de nuevo en Madre de muchos. Jesús, María y José, intercedan y rueguen por nosotros

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...