lunes, 26 de noviembre de 2018

HOMILIA DE HOY DEL PAPA FRANCISCO

Homilía del Papa Francisco en Santa Marta Lunes 26 de noviembre de 2018 Muchas veces en el Evangelio Jesús hace el contraste entre ricos y pobres, basta pensar en el rico Epulón y en Lázaro o en el joven rico. Un contraste que hace decir al Señor: “Es muy difícil que un rico entre en el reino de los cielos”. Alguno puede etiquetar a Cristo como “comunista”, pero el Señor, cuando decía esas cosas, sabía que detrás de las riquezas está siempre el mal espíritu: el señor del mundo”. Por eso dijo una vez: “No se puede servir a dos señor: servir a Dios y servir a las riquezas”. También en el texto del Evangelio de hoy (Lc 21,1-4) hay un contraste entre los ricos que echaban sus ofrendas en el tesoro y una viuda pobre que echaba dos moneditas. Esos ricos son diferentes al rico Epulón: no son malos. Parece ser gente buena que va al Templo y hace la ofrenda. Se trata, pues, de un contraste diferente. El Señor quiere decirnos otra cosa cuando afirma que la viuda ha echado más que todos porque ha dado todo lo que tenía para vivir. La viuda, el huérfano y el inmigrante, el extranjero, eran los más pobres en la vida de Israel, tanto que cuando se quería hablar de los más pobres se hacía referencia a ellos. Esta mujer ha dado lo poco que tenía para vivir porque tenía confianza en Dios, era una mujer de las Bienaventuranzas, era muy generosa: da todo porque el Señor es más que todo. El mensaje de este Evangelio es una invitación a la generosidad. Ante las estadísticas de la pobreza en el mundo, los niños que mueren de hambre, porque no tienen qué comer, ni tienen medicinas…, tanta pobreza –que se ve todos los días en los telediarios y en los periódicos– es una buena actitud preguntarse: “¿Y cómo puedo resolver esto?”, que nace de la preocupación de hacer el bien. Y cuando una persona que tiene un poco de dinero, se pregunta si lo poco que hace sirve, sí sirve, como las dos moneditas de la viuda. Es una llamada a la generosidad. Y la generosidad es algo de todos los días, es algo que debemos pensar: ¿cómo puedo ser más generoso con los pobres, con los necesitados…, cómo puedo ayudar más? “Pero usted sabe, Padre, que apenas llegamos a fin de mes”. “¿Pero no te sobran algunas moneditas? Piensa: se puede ser generoso con esas”. Piensa. Las cosas pequeñas: hagamos, por ejemplo, un viaje a nuestra habitación, un viaje a nuestro armario. ¿Cuántos pares de zapatos tengo? Uno, dos, tres, cuatro, quince, veinte…, cada uno lo sabe. Quizá demasiados… ¡Conocí a un monseñor que tenía 40! Pues, si tienes tantos zapatos, da la mitad. ¿Cuántos vestidos que no uso o uso una vez al año? Es un modo de ser generoso, de dar lo que tenemos, de compartir. También conocí a una señora que cuando hacía la compra en el supermercado, siempre compraba para los pobres el diez por ciento de lo que gastaba: daba “el diezmo” a los pobres. Podemos hacer milagros con la generosidad. La generosidad de las cosas pequeñas, pocas cosas. Quizá no lo hacemos porque no se nos ocurre. El mensaje del Evangelio nos hace pensar: ¿cómo puedo ser yo más generoso? Un poco más, no mucho… “Es verdad, Padre, es así pero… no sé porqué pero siempre me da miedo”. Y hay otra enfermedad hoy contra la generosidad: el consumismo, que consiste en comprar siempre cosas. Cuando vivía en Buenos Aires, cada fin de semana había un programa de turismo de compras: se llenaba un avión el viernes por la tarde e iba a un país a casi diez horas de vuelo, y todo el sábado y parte del domingo lo pasaban comprando en los supermercados, y luego regresaban. Es una enfermedad grave. Yo no digo que todos los hagamos, no. Pero el consumismo, ese gastar más de lo que necesitamos, es una falta de austeridad: es un enemigo de la generosidad. Y la generosidad material –pensar en los pobres: “a este le puedo dar para que pueda comer, para que se vista”– esas cosas, tiene otra consecuencia: agranda el corazón y te lleva a la magnanimidad. Se trata, pues, de tener un corazón magnánimo donde todos caben. Esos ricos que daban dinero eran buenos; aquella viejecita era santa. En definitiva, debemos recorrer el camino de la generosidad, iniciando con una inspección en casa, o sea, pensando en qué no me sirve, y qué servirá a otro, por un poco de austeridad. Hay que rezar al Señor para que nos libere de ese mal tan peligroso que es el consumismo, que vuelve esclavos, una dependencia de gastar: es una enfermedad psiquiátrica. Pidamos esta gracia al Señor: la generosidad que nos ensanche el corazón y nos lleve a la magnanimidad.

HOMILIA Primer Domingo de ADVIENTO cC (02 de diciembre 2018)

Primer Domingo de ADVIENTO cC (02 de diciembre 2018) Primera: Jeremías 33, 14-16; Salmo: Sal 24, 4-5a 8-10. 14; Segunda: 1Tesalonicenses 3,12 - 4,2; Evangelio: Lucas 21, 25-28.34-36 Nexo entre las LECTURAS La venida del Señor está presente, como nexo, en los textos de la liturgia. Mediante esta expresión, VENIDA, la liturgia quiere mostrarnos el sentido cristiano del tiempo y de la historia. Vienen días, se nos dice en la primera lectura, en que haré brotar para David un Germen justo. Jesús, en el evangelio de san Lucas, dice que los hombres verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. En la segunda lectura, san Pablo, exhorta a estar preparados para la Venida de nuestro Señor Jesucristo, con todos sus santos… es buenísimo darnos cuenta que la venida del Señor es una realidad actual cada día… EL QUE VIENE, ESTÁ VINIENDO Y VENDRÁ. Es bueno rezar con san José Gabriel Brochero, por lo que fueron, los vienen y los que vendrán para que estén en comunión con el Señor. Temas... Memoria y profecía. En estas dos palabras se sintetiza la concepción cristiana del tiempo. Cuando habla del tiempo, el cristiano piensa en el tiempo presente con sus vicisitudes y circunstancias. Es el presente del tiempo de Jeremías (año 587 a. de C.) en que Jerusalén yacía bajo el asedio de Nabucodonosor; es el presente de la comunidad cristiana de Tesalónica o de los destinatarios del evangelio según san Lucas. Desde ese presente se lanza la mirada hacia atrás y se hace memoria: la promesa de Dios a David acerca de un reino hereditario, que ahora corre peligro; la venida histórica de Jesucristo que con su pasión, muerte y resurrección ha inaugurado el fin del tiempo, del que los cristianos participamos ya en cierta manera. Los discípulos misioneros no somos del pasado. Desde el presente miramos hacia el futuro, ese futuro que está contenido en la profecía, en el libro sellado con siete sellos y que sólo el Cordero de pie (resurrección) y degollado (pasión y muerte) puede abrir y leer (cf Ap. 5). La profecía tiene que ver con la última venida de Jesucristo, con su venida triunfante, rodeado de todos los santos, para proclamar definitivamente la justicia y la salvación; una profecía que conmoverá los cimientos del orbe y hará surgir un mundo nuevo. En seguimiento y fidelidad vivimos entre la memoria y la profecía, entre la primera venida de Cristo y su futura venida al final de la historia. Navidad y Juicio final de salvación, son las dos columnas sobre las que edificamos virtuosamente cada día, con decisión y responsabilidad. La Última venida es la prolongación y coronamiento de la primera, de la Encarnación y del Misterio Pascual. Jesucristo, el que viene. ¿Quién es el que viene? Ante todo, es un Retoño, un Germen justo. Es decir, un descendiente del tronco de David, que practicará el derecho y la justicia (virtudes propias de un buen rey). En una lectura cristiana, ese Germen es Jesucristo que ha venido al mundo para traer la justicia de Dios, es decir, la salvación por medio del amor (primera lectura). El que viene es el Hijo del hombre, en una nube, con gran poder y gloria, participa del poder de Dios y de su gloria. El que viene en Navidad y el que vendrá en el juicio final es el Verbo encarnado en el seno de María (evangelio). El que viene es nuestro Señor Jesucristo vencedor de la muerte y del pecado (segunda lectura). Actitud del discípulo. El evangelio nos indica dos actitudes: estar en vela y orar. La vigilancia es muy oportuna para que cuando llegue el Verbo a nosotros en la carne de un Niño (el Niño Dios), sepamos aceptar y vivir el misterio. La oración más oportuna y necesaria todavía, porque sólo mediante la oración se abre a la mente y al corazón humano el misterio de las acciones de Dios. Por su parte, san Pablo señala a los tesalonicenses otras dos actitudes: Crecer y abundar en el amor de unos con otros, y en el amor para con todos; comportarse de modo que se agrade a Dios. ¿Qué mejor manera de prepararse a la venida del Amor sino mediante el crecimiento en el amor? Jesucristo en su vida terrena buscó hacer lo que es del agrado de su Padre, por eso, una manera estupenda de prepararse para la Navidad es buscando agradar a Dios en todo. Sugerencias... El sentido del tiempo. Él, Jesucristo, es el centro de la historia y de los corazones. La historia tiene en Él su punto de partida (Cristo es el alfa) y su punto de llegada (Cristo es la omega). El tiempo y la historia culminan en Él, alcanzan en Él su plenitud y sentido pleno. Con Cristo, el tiempo y la historia son un designio de Dios, una historia de salvación, un lugar en el cual forjar nuestra decisión en la libertad y responsabilidad. Para nosotros el tiempo no es una sucesión de segundos, minutos y horas (lo explicitaremos el 1ero de enero, en la solemnidad de María, Madre de Dios); no es una cadena de días meses y años; una sucesión y cadena sin rumbo, para nosotros, el tiempo, con sus siglos y milenios, es una historia dirigida y timoneada por Dios; para nosotros, el tiempo tiene un principio de unidad y armonía, de coherencia y cohesión, no en los imperios o en las ideologías, tan caducos como los mismos hombres, sino en Jesucristo, que es Ayer, Hoy y Siempre. Nuestra vida diaria forma parte del proyecto divino, es una incrustación dentro del gran mosaico de la historia de la salvación conducida por Dios. En el sentido del tiempo está incluido inseparablemente el sentido de mi tiempo, el de cada uno. ¿No da esta realidad de nuestra fe un gran valor a la vida de cada cristiano, a tu vida? Crecer y abundar en el amor. San Juan de la Cruz concluía una de sus poesías: "Que sólo en el amor es mi destino". La venida primera de Cristo en la Navidad es una venida de amor, y es igualmente venida de amor su retorno al final de los siglos, su parusía (Última venida). Entre el amor de Cristo que viene y que vendrá se intercala la vida humana que, como en una sinfonía, desarrollará el tema del amor con el que comienza y concluye la pieza musical. Crecer, resalta el aspecto dinámico del amor: crecer en el amor a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; en el amor a María y a los santos. Crecer en el amor a la propia familia, a los parientes, a los amigos, a los desconocidos, a los necesitados, a los enfermos, a los pecadores... ¿Cómo? Discerniendo para conocer qué es lo que Dios te pide, que sin duda serán muchas cosas. Dios te llama a ser generoso en el amor, ese rasgo típico de la existencia cristiana. ¿Eres generoso en el amor o lo andas midiendo con el metro de tu egoísmo? Bienaventurados los generosos en el amor porque ellos tomarán parte en el cortejo al momento de la parusía de Jesucristo. Nuestra Señora del Adviento, ruega por nosotros. Área de archivos adjuntos

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...