lunes, 31 de enero de 2022

HOMILIA P. ANGEL Domingo Quinto del TIEMPO ORDINARIO cC (06 de febrero de 2022)

Primera: Isaías 6, 1-2a. 3-8; Salmo: Sal 137, 1-5. 7c-8; Segunda: 1Corintios 15, 1-11; Evangelio: Lucas 5, 1-11 Nexo entre las LECTURAS El misterio de la libre y gratuita elección de Dios está presente en las tres lecturas litúrgicas. Isaías es elegido durante una acción litúrgica en el templo de Jerusalén: “Oí la voz del Señor que me decía: ¿A quién enviaré?” (primera lectura). Pedro, por su parte, percibe la elección divina en el misterio de su oficio de pescador: “No temas, desde ahora serás pescador de hombres” (evangelio). Finalmente, Pablo evoca la aparición de Jesús resucitado, camino de Damasco, a él, “el menor de los apóstoles... pero por la gracia de Dios soy lo que soy”, aparición que sigue siendo viva y cierta en cada celebración de la Eucaristía (segunda lectura). Con el salmista la Iglesia nos invita a cantar y alabar a Dios por su “amor y fidelidad” acompañando a los que Él llama. Temas... Historias de Envío. El tema central de las lecturas de hoy es el envío, que literalmente significa: ser puesto en el camino. Tres cosas conviene reflexionar en este Domingo: quién envía, a quiénes envía, y qué caminos los envía. Empecemos sin embargo por los enviados. En la primera lectura se trata de Isaías, que se reconoce como "hombre de labios impuros", en el evangelio los llamados son unos pescadores sin mucho éxito. En esos personajes quedan bien representadas las dos grandes limitaciones humanas: el pecado y la insuficiencia o impotencia. Isaías se ve obligado a reconocer su situación de pecado ante la luz deslumbrante de Dios que lo llama. Los pescadores de Galilea, en cambio, no han obrado mal, sino que sencillamente no han sabido o no han podido lograr lo que querían. Solemos decir: no se les dieron las cosas. Si uno lo piensa bien, también el pecado es una clase de insuficiencia, aunque interna. Pecamos porque no soportamos el peso del camino. Queremos encontrar un atajo hacia la felicidad o asegurar que sí valemos, que nuestras cosas importan, que nuestras fuerzas y deseos pueden imponerse. Todas estas limitaciones de los que son enviados terminan por producir extrañeza: ¿por qué el Dios que todo lo puede quiere valerse de instrumentos tan frágiles, tan chatos, tan proclives al error y tan capaces de traición? La pregunta se hace más aguda si uno piensa en las historias vocacionales, a veces de final triste, que uno conoce en la Iglesia. Dios, que envía. Esa pregunta que Dios se hace en el pasaje que oímos de Isaías tiene una tensión y una profundidad inmensas. He aquí a Dios que pregunta: "¿A quién enviaré?" No le falta amor, pero sí le falta quién le ayude. Todos necesitan y es tanta su necesidad, que pocos están dispuestos para aliviar la necesidad de otros. El resultado es que Dios se queda como sin ayuda. Bueno, ¿y no podría Dios resolverlo todo, sanarlo todo, completarlo todo por sí mismo? Sí podría, pero a precio de negar uno de los rasgos que Él mismo quiso imprimir en su creatura racional, a saber, su dimensión social. Dios mismo nos creó capaces de interactuar unos con otros. Si Dios, sin intervención de ninguna otra causa, atendiera Él mismo a todas las necesidades y dolencias de cada ser humano, habría una dolencia y carencia que se quedaría sin atender, a saber, la carencia de amor y servicio entre nosotros. Esa parte nuestra quedaría enferma o atrofiada si nunca se diera el caso de que un ser humano sirve con genuina caridad a otro. Así pues, al crearnos como seres en sociedad, Dios en parte eligió tener que buscar "ayuda" en el ser humano para levantar y redimir al mismo ser humano. El Camino al que somos Enviados. Isaías grita: "¡Envíame a mí!" Sus labios han sido purificados por una brasa del santuario y por el ministerio de un Ángel, y siente en su corazón urgencia de servir. Quiere ser puesto en camino, aunque todavía no conoce ese camino. Algo parecido sucede en el evangelio de hoy: aquellos pescadores lo dejaron "todo", y lo siguieron. Quizá sabían lo que dejaban, pero en todo caso no parece que supieran exactamente lo que encontrarían. Parece ser ésta una ley del llamado que Dios hace. También Abraham, en Génesis 12, es llamado por Dios, y es puesto en camino, aunque de ese camino lo único que sabe es que Dios se lo mostrará (Génesis 12,1). Y en realidad eso es lo único que importa del camino: que Dios lo conoce bien. No interesa tanto saber por dónde voy sino con quién voy. Sugerencias... En la historia de la salvación aparece claro que Dios ha querido salvar a los hombres por medio (con la ayuda) de otros hombres. El único Salvador es Dios, pero los hombres somos sus manos para distribuir la salvación a todos los que la pidan, somos sus labios para predicar (la salvación) en las miles de lenguas de nuestro planeta, somos sus pies para llevarla a todos los rincones de la tierra, sobre todo allí donde todavía no la conocen, aunque la anhelen vivamente. ¡Es un gesto inmenso de la misericordia de Dios para con la humanidad… un gesto de su infinito amor hasta hacerse mendigo del hombre! Dios mendiga de ti, sacerdote o laico, religioso o voluntario, misionero o misionera, quiere que le ayudes: ¿vas a ayudar? ¿eh? Dios mendiga de ti, joven, tu juventud para ofrecer su salvación a los jóvenes del mundo, y quizás no sólo tu juventud, sino toda tu vida para salvar al hombre, para liberarlo de sí mismo, para ennoblecer su vida de hijo de Dios. Dios mendiga de ti, adulto, tu adultez, en el estado de vida en que te halles, para que colabores con Él en la salvación de ti mismo, en la salvación de quienes viven en tu entorno familiar, profesional, social, cultural. Dios mendiga de ti, jubilado, anciano, tu tiempo, tu experiencia humana y espiritual, tu sabiduría de la vida, para que la transmitas a los demás, para que contribuyas a construir un mundo más humano y más cristiano. ¿Escucharemos los hombres el grito de Dios que pide nuestra ayuda? Recemos especialmente por el aumento de las vocaciones. Nuestra Señora del SI, ruega por nosotros.

viernes, 28 de enero de 2022

HOMILIA Domingo Cuarto del TIEMPO ORDINARIO cC (30 de enero de 2022) P ANGEL

Primera: Jeremías 1, 4-5.17-19; Salmo: Sal 70, 1-4a. 5-6ab. 15ab. 17; Segunda: 1Corintios 12, 31 - 13, 13; Evangelio: Lucas 4, 21-30 Nexo entre las LECTURAS Jesucristo, Jeremías, Pablo: Tres relatos cuya cumbre es Jesucristo, plenitud de la revelación y de la misión salvífica de Dios. Jesús es el ENVIADO del Padre para la salvación de los hombres, sin distinción alguna entre judíos y gentiles (evangelio). La misión profética de Jesús está prefigurada en Jeremías, el gran profeta de Anatot durante el primer cuarto del siglo VI a C, de cuya vocación y misión, en tiempos de la reforma religiosa del rey Josías y luego durante el asedio y la caída de Jerusalén, trata la primera lectura. Pablo, segregado desde el seno de su madre, prolonga en el tiempo la misión profética de Jesús, poniendo el acento en el amor cristiano, como el carisma que da plenitud a todos los demás. Con el salmista pedimos auxilio al Señor: “Porque Tú, Señor, eres mi esperanza y mi seguridad desde mi juventud. En ti me apoyé desde las entrañas de mi madre; desde el seno materno fuiste mi protector” y nos comprometemos: “Mi boca, Señor, anunciará tu salvación”. Temas... Características de la misión. Son varias las que hoy se resaltan… 1. La misión viene de Dios. Es Dios quien dice a Jeremías: "Antes de formarte en el vientre te conocí; antes que salieras del seno te consagré, te constituí profeta de las naciones" (Jer 1,5). Jesús en la sinagoga de Nazaret no se atribuye a sí mismo la misión, sino que la lee ya profetizada en las Escrituras, es decir, ya prevista por el mismo Dios. San Pablo, por su parte, sabe muy bien que todo carisma proviene del Espíritu de Dios, máxime el carisma por excelencia que es el amor. 2. Una misión en doble dirección. Por un lado destruir, por otro edificar (Jer 1, 10). Por un lado, el anuncio: proclamar la Buena Nueva a los pobres, por otro, la denuncia: ningún profeta es bien acogido en su tierra (evangelio). Por un lado, la devaluación de todo sin la caridad, por otro, la caridad como virtud suprema (segunda lectura). Así será nuestra vida cristiana, desde sus inicios hasta nuestros días, morir al pecado y vivir para la gracia, para la gloria de Dios, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia (Misa). 3. Una misión universal. Jeremías es llamado por Dios a ser "profeta de las naciones"; Jesucristo ha sido ungido por el Espíritu para ayudar a los pobres, a los cautivos, a los ciegos, a los oprimidos, y para proclamar a todos un año de gracia del Señor, es decir, un jubileo... ¡qué bien viene recordarlo ahora que estamos en el Año Jubileo de la Misericordia! Si Dios es Creador y Padre de todos, todos somos, por igual, destinatarios de su amor y de su redención. 4. Una misión con riesgos. El riesgo principal de que los hombres no escuchen ni acepten el mensaje de Dios, comunicado por el profeta. El riesgo también está en ser maltratado, considerado enemigo público, tenido por aguafiestas y profeta de desventuras. La biografía de Jeremías está entretejida con episodios de este género. Jesús estuvo a punto de ser apedreado por los nazarenos, y Pablo vivió unas relaciones ‘tensas’ con los cristianos de Corinto, cuando les escribió su primera carta. 5. Una misión con la fuerza de Dios. Dios dice a Jeremías: "No les tengas miedo... Yo te constituyo hoy en plaza fuerte, en columna de hierro y muralla de bronce frente a todo el país". Jesús, ante los nazarenos que quieren despeñarle, nos dice san Lucas que, "abriéndose paso entre ellos, se marchó". ¡Qué valentía sobrehumana y qué poder de Dios en la actitud de Jesús! ¿Y acaso no muestra Pablo una fuerza sobrenatural cuando antepone el amor cristiano a la ciencia, a la pobreza total, a las llamas, y a la misma fe? 6. Una misión que exige una respuesta. Pueden responder con rechazo, como en el caso de Jeremías: "Ellos lucharán contra ti" (primera lectura). Pueden responder con ambigüedades, como en el caso de Jesús: por un lado, asentimiento y admiración, por otro, indignación y deseo de despeñarlo por un precipicio (evangelio). Y Pablo, en la segunda lectura, al proponer a los corintios el carisma de la caridad, no hace sino pedirles que respondan con generosidad a dicho carisma. Sugerencias... Hoy se trata del valor del enviado por Dios a los obstinados, o sea: a los que se escandalizan. La primera lectura muestra toda la dureza de la situación de un hombre que debe representar y soportar la dureza de la resistencia de los hombres contra Dios. Por eso el propio Dios es inexorable con él: no debe tener miedo a nadie -ni a «reyes, príncipes o sacerdotes», ni a la «gente del campo»-, sino el mismo Dios le meterá miedo de todos ellos. Debe representar la oposición de Dios contra todos los que se oponen a Él; y esta oposición de Dios es tan fuerte que el que la representa será como una «muralla de bronce» inexpugnable, pero por eso mismo ha de endurecer «su rostro como pedernal» (Is 50,7). «Yo estoy contigo», le dice Dios: por eso no podrán vencerte. Pero lo que una misión semejante le cuesta al hombre débil quedará claro en las pruebas exteriores e interiores experimentadas por Jeremías. Jesús adopta en el evangelio la actitud del profeta; comienza provocando abiertamente a sus oyentes: les ha dicho que Él es el cumplimiento de toda profecía; para evitar toda eventual adulación por sus «palabras de gracia», Jesús declara enseguida que su lenguaje profético no sería reconocido «en su tierra»; pues la gente dice ya: «¿No es éste el hijo de José?»; es decir: ¿qué puede decirnos de nuevo? Entonces Jesús suministra las pruebas: el profeta Elías sólo pudo hacer su milagro en un territorio extranjero, y su discípulo Eliseo sólo pudo curar a un leproso sirio. Esta provocación de Jesús a sus parientes y paisanos tal vez nos parezca una imprudencia. ¿No habría sido preferible que Jesús hubiera comenzado diciéndoles cosas que ellos pudieran soportar y digerir para pasar después poco a poco a cosas más difíciles? ¿No fue el propio Jesús culpable de que sus paisanos se pusieran «furiosos» y lo empujaran fuera del pueblo con la intención de matarlo? Pero también posteriormente la predicación cristiana imitará la técnica de Jesús; Pedro dirá a los judíos en su discurso del templo: «Rechazaron al santo, al justo y pidieron el indulto de un asesino; mataron al autor de la vida». La prudencia diplomática llega muy pronto a un punto muerto, y entonces sólo el salto hacia la verdad ayuda a progresar. Pablo puede citar a poetas paganos ante los sabios de Atenas, pero enseguida, bruscamente, debe hablar de Jesús, de la resurrección de los muertos y del juicio. Ninguna «inculturación» puede obviar estas verdades. Entre el texto de Jeremías (primera lectura) y el evangelio aparece como segunda lectura el himno a la caridad: el «camino mejor», el único que conduce a la meta. Todo lo demás, incluso nuestro saber más profundo y nuestra ética más heroica («repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo»), no basta. Cuando Dios provoca a los hombres, primero por medio de sus profetas y finalmente por medio de Cristo y de la Iglesia, está realizando únicamente una obra de su amor. Y a todos los que se les confía la tarea de vivir y proclamar ante el mundo este amor de Dios de una manera provocativa, deben hacerlo por amor y con amor; de lo contrario no son mensajeros de Dios y hablan no en nombre de Dios, sino sólo en nombre propio, llevados de su desprecio de sus semejantes, de sus errores, de su cultura del bienestar, de su abuso del poder y de la naturaleza. Estos motivos no llegan al nivel de la predicación cristiana. El amor «no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia». Nuestros hermanos tienen que percibir el amor de Dios que actúa en nosotros incluso en las palabras más duras que hayamos de pronunciar en nombre de Dios. Nuestra Señora del SI, ruega por nosotros.

lunes, 17 de enero de 2022

HOMILIA Domingo Tercero del TIEMPO ORDINARIO cC (23 de enero de 2022) P. ANGEL AR

Domingo de la PALABRA DE DIOS El 23 de enero la Iglesia celebrará por tercer año el Domingo de la Palabra de Dios, instituido por el Papa Francisco en 2019 para que se celebre todos los años cada tercer domingo del Tiempo Ordinario. https://www.aciprensa.com/noticias/hoy-se-celebra-el-domingo-de-la-palabra-de-dios-58160 Primera: Nehemías 8, 2-4a.5-6.8-10; Salmo: Sal 18, 8. 9. 10. 15; Segunda: 1Corintios 12, 12-31a; Evangelio: Lucas 1, 1-4; 4, 14-21 Nexo entre las LECTURAS Los textos de este Domingo descubren nuestra vocación de ‘pueblo atento’ a la Palabra de Dios (primera lectura y evangelio) y también nuestra condición de ‘discípulos-misioneros’ llamados a ser amigos de Dios, como nos llama san Lucas, Theófilos, que debemos conocer la solidez de las enseñanzas de la fe que hemos recibido. Por eso el clima de nuestra meditación lo ofrece el Salmo de la Misa: "tus palabras, Señor, son espíritu y vida". Una oración que, aprendida en el corazón, puede ayudarnos a hablar con este Dios amigo, siempre cercano, y que con sus Palabras nos infunde verdadera vida, nos da la liberación. Conviene, hoy, considerar el valor que otorgamos a las Sagradas Escrituras. Su desconocimiento, en frase de san Jerónimo, es desconocimiento de Jesucristo. Para crecer en la lectura de la Escritura y hacerla vida en la entrega diaria, Dios hizo a algunos apóstoles, a otros profetas, a otros maestros, y a otros les dio el don de lenguas, y el don de interpretación a otros..., de modo que la Palabra de Dios sea viva, vivifique y permanezca para siempre (segunda lectura). Temas... «Hoy es un día consagrado a nuestro Dios». Este «hoy» de la lectura solemne de la ley a cargo de Esdras ante todo el pueblo reunido en asamblea (primera lectura) es un preludio veterotestamentario del «hoy» que pronuncia Jesús en el evangelio. Esta solemne lectura de la ley en tiempos de Esdras se describe de forma impresionante, añadiéndose algunas explicaciones al respecto; el pueblo está visiblemente emocionado: se inclina y se postra rostro en tierra en señal de adoración; llora porque desconocía lo que acaba de escuchar, pero se le invita a regocijarse y a celebrar un banquete porque su acogida de la Palabra de Dios hace que este episodio sea un acontecimiento gozoso: «Pues el gozo del Señor es la fortaleza de ustedes». Por eso nos extraña tanto más que “un «hoy»” mucho más importante salido de la boca de Jesús (en el evangelio) provoque entre sus oyentes reacciones totalmente diversas. «Hoy se cumple esta Escritura». En el evangelio escuchamos solamente la parte introductoria de la escena, cuando Jesús, en la sinagoga de Nazaret, el pueblo donde se había criado lee también la Escritura y pronuncia unas palabras “incomprensibles y blasfemas” para sus oyentes: que hoy se ha cumplido la profecía de Isaías, que «el Espíritu del Señor está sobre mí, que me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar la libertad a los oprimidos». Jesús aplica estas palabras a su persona: sale de la oscuridad de sus años de juventud y aparece ante todos sus conocidos con una luz nueva e inaudita, asumiendo precisamente la realidad de ser el Mesías. Se nos muestra (revela): la fortaleza del Señor para asumir su misión, y la humildad de Él, al designar su actividad como obediencia al «Espíritu del Señor» que está sobre Él. Ambas cosas unidas caracterizan su convicción más profunda y muestran su singularidad: su misión es el cumplimiento de todas las promesas más excelsas de Dios, pero Él la lleva a cabo como el verdadero «Siervo de Dios», en el espíritu del Siervo de Yahvé proclamado por Isaías. «Todos hemos bebido de un solo Espíritu». Pero ¿qué significa para nosotros el hoy? Algo completamente distinto de lo que significaba para el antiguo pueblo de Israel. La segunda lectura lo describe: nosotros somos un cuerpo, asumido en el HOY de Cristo. Los judíos no eran miembros de un cuerpo, sino individuos dentro de la comunidad del pueblo; nosotros somos los unos para los otros, miembros dentro del cuerpo de Cristo. Pablo describe esto detalladamente. Ya no hay individuos, sino “órganos”, cada uno de los cuales actúa para el todo vivo del organismo, que es el Cuerpo Místico de Cristo, Cristo y nosotros: en el siempre-hoy de Cristo nosotros vivimos para Él y los unos para los otros. Por eso cada uno tiene una tarea personal, insustituible, pero no para sí mismo, sino para el todo vivo; una tarea que cada cual debe cumplir en el Espíritu Santo, que es el que le ha conferido su singularidad. Y como todos «han bebido de un solo Espíritu», todo el que posee el Espíritu ha de vivir también fuera de sí mismo, en el amor a los otros, en los otros. Este es el hoy que resulta del hoy plenificador de Cristo. Sugerencias... -con el Papa Benedicto XVI-. La liturgia de hoy nos presenta, juntos, dos pasajes distintos del Evangelio de Lucas. El primero (1, 1-4) es el prólogo, dirigido a un tal «Teófilo»; dado que este nombre en griego significa «amigo de Dios», podemos ver en él a cada creyente que se abre a Dios y quiere conocer el Evangelio. El segundo pasaje (4, 14-21) nos presenta en cambio a Jesús, que «con la fuerza del Espíritu» entra el sábado en la sinagoga de Nazaret. Como buen observante, el Señor no se sustrae al ritmo litúrgico semanal y se une a la asamblea de sus paisanos en la oración y en la escucha de las Escrituras. El rito prevé la lectura de un texto de la Torah o de los Profetas, seguida de un comentario. Aquel día Jesús se puso en pie para hacer la lectura y encontró un pasaje del profeta Isaías que empieza así: «El Espíritu del Señor está sobre mí, / porque el Señor me ha ungido. / Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres» (61, 1-2). Comenta Orígenes: «No es casualidad que Él abriera el rollo y encontrara el capítulo de la lectura que profetiza sobre Él, sino que también esto fue obra de la providencia de Dios» (Homilías sobre el Evangelio de Lucas, 32, 3). De hecho, Jesús, terminada la lectura, en un silencio lleno de atención, dijo: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acaban de oír» (Lc 4, 21). San Cirilo de Alejandría afirma que el «hoy», situado entre la primera y la última venida de Cristo, está ligado a la capacidad del creyente de escuchar y enmendarse (cf. pg 69, 1241). Pero en un sentido aún más radical, es Jesús mismo «el hoy» de la salvación en la historia, porque lleva a cumplimiento la plenitud de la redención. El término «hoy», muy querido para san Lucas (cf. 19, 9; 23, 43), nos remite al título cristológico preferido por el mismo evangelista, esto es, «salvador» (sōtēr). Ya en los relatos de la infancia, éste es presentado en las palabras del ángel a los pastores: «Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor» (Lc 2, 11). Este pasaje «hoy» nos interpela también a nosotros. Ante todo, nos hace pensar en nuestro modo de vivir el Domingo: día de descanso y de la familia, pero antes aún día para dedicar al Señor, participando en la Eucaristía, en la que nos alimentamos del Cuerpo y Sangre de Cristo y de su Palabra de vida. En segundo lugar, en nuestro tiempo dispersivo y distraído, este Evangelio nos invita a interrogarnos sobre nuestra capacidad de escucha. Antes de poder hablar de Dios y con Dios, es necesario escucharle, y la liturgia de la Iglesia es la «escuela» de esta escucha del Señor que nos habla. Finalmente, nos dice que cada momento puede convertirse en un «hoy» propicio para nuestra conversión. Cada día (kathēmeran) puede convertirse en el hoy salvífico, porque la salvación es historia que continúa para la Iglesia y para cada discípulo de Cristo. Este es el sentido cristiano del «carpe diem»: aprovecha el hoy en el que Dios te llama para darte la salvación. Que la Virgen María sea siempre nuestro modelo y nuestra guía para saber reconocer y acoger, cada día de nuestra vida, la presencia de Dios, Salvador nuestro y de toda la humanidad. Nuestra Señora, Madre del Amor Hermoso, ruega por nosotros

sábado, 15 de enero de 2022

HOMILIA Domingo Segundo del TIEMPO ORDINARIO cC (16 de enero de 2022) P. ANGEL

Domingo Segundo del TIEMPO ORDINARIO cC (16 de enero de 2022) Primera: Isaías 62, 1-5; Salmo: Sal 95, 1-2a.2b-3.7-8a.9-10ac; Segunda: 1Corintios 12, 4-11; Evangelio: Juan 2, 1-12
Nexo entre las LECTURAS La imagen de las bodas es uno de los temas que ocupa un puesto central en la liturgia de hoy y de la Historia de la Salvación. En el evangelio se habla de las bodas de Caná, pero sobre todo se anuncia a Jesús como Esposo. Jerusalén ya no será llamada "Abandonada" ni "Devastada", sino que será llamada "Desposada" y su tierra tendrá "Marido" (primera lectura). La comunidad cristiana, esposa de Cristo, goza de la diversidad de carismas que el único y mismo Espíritu derrama sobre ella para ponerlos al servicio de todos, y que constituyen las garantías de Cristo–Esposo (segunda lectura). La alegría se contagia también al salmista, que quiere cantar las maravillas del Señor, su victoria y su gloria. Este Domingo no parece todavía del todo del ‘Tiempo Ordinario’: es un eco de la Navidad, en línea con la Epifanía y el Bautismo: "el Segundo Domingo del Tiempo Ordinario se refiere todavía a la manifestación del Señor celebrada en la solemnidad de la Epifanía, "con lecturas evangélicas tomadas de san Juan: este año, las bodas de Caná (cfr. "Ordenación de las lecturas de la Misa", OLM 105). A lo largo de los Domingos y Fiestas siguientes, guiados este año por san Lucas, iremos escuchando y acogiendo las enseñanzas de Jesús Maestro, enviado por Dios, a quien hoy vemos haciendo su primer signo, para que crezca la fe de los discípulos en Él. Temas... El "amor de Dios": Como es sabido, uno de los temas preferidos en toda la literatura mística es el de los desposorios del alma con Dios. Sin embargo, la Biblia no reconoce otra esposa del Señor que no sea el pueblo elegido. A este pueblo, Israel, dirige su palabra y envía sus mensajeros. Porque ese es el «amor» de Dios. Con ese pueblo contrae su “alianza”. Y lo que hemos llamado revelación bien podría llamarse también “declaración de amor” de Dios a su pueblo. La historia de la salvación es, por tanto, una historia de amor. Aunque no ciertamente un idilio entre Dios y su pueblo. En esta historia hay infidelidades, pero el amor de Dios es más fuerte que las infidelidades de Israel. Hay en ella reconciliaciones, renovaciones de la alianza rota. A veces la esposa recibe el nombre de “Abandonada”, otras “Mi favorita”. A veces parece como si el pueblo estuviera dejado de la mano de Dios, otras se describe a Israel como una corona en las palmas del Señor. Por último, Jesucristo es el «amén» de Dios a su pueblo, el «sí quiero» que tiene un grado excelso en el SI de la Virgen María y en el de San José (que tomó a María y la llevó a su casa, en un SI a la voluntad de Dios), la alianza nueva y eterna, el matrimonio verdaderamente indisoluble. Pero en Jesucristo y a partir de Jesucristo, la esposa ya no serán los descendientes de Abrahán según el espíritu sino los que crean con la fe de Abrahán, el nuevo Israel. Todos estos se incorporan a Cristo para llegar a ser como una sola carne, como un solo cuerpo animado por el mismo espíritu, que es el Espíritu Santo. "En Caná... manifestó su gloria". La liturgia de la Iglesia ve en la festividad de la Epifanía una triple manifestación de la gloria de Dios en Jesús: ante los Magos, en la teofanía del Jordán (que se celebró el Domingo pasado) y en el primer milagro de Jesús en Caná, donde Jesús «manifestó su gloria». Una pareja de novios celebra su boda; Jesús, su Madre y sus discípulos están también invitados a la boda; pero en medio del banquete los novios se quedan sin vino. María, imagen ya de la Iglesia que ora e intercede, se dirige al Hijo: algo ciertamente extraño, pues todavía no le ha visto hacer ningún milagro externo. Pero a María le basta con saber que su Hijo lleva dentro, interiormente, un ‘misterioso poder’. Jesús, consciente de que el único milagro que el Padre le encargará será la cruz, no ve bien verse obligado a ejercer el papel de taumaturgo, papel que el pueblo insaciable le impondrá a partir de ahora. Entonces interviene la Madre, cuyas palabras, hermosas donde las haya, dejan todo en manos del Hijo a la vez que instan a los servidores a obedecerle: «Hagan lo que él les diga». En realidad, aunque nadie lo advierta, aquí brilla ya en todo su esplendor la gloria de María. Jesús no se resiste, como que no puede resistirse: las palabras de la Madre le llegan al corazón porque son muy familiares a lo que él lleva dentro, en lo más íntimo de sí mismo. En el evangelio no se nos dice si se notó la transformación de lo inútil en algo precioso, si Jesús fue ovacionado como taumaturgo, algo que él siempre procuró evitar. Se nos dice simplemente que «creció la fe de sus discípulos en él»; esto constituye el único ‘éxito’ que él valora como tal. Muchos de los milagros que realizará después, aunque él siempre mandó no decir nada, serán pregonados con cierto sensacionalismo y dificultarán no poco su verdadera misión. «Como la alegría que encuentra el marido con su esposa». La primera lectura, que compara la alegría de Dios por el pueblo convertido y purificado con la alegría que experimenta el marido con su esposa, remite ciertamente al evangelio, donde Jesús, con su milagro en la boda de Caná, bendice el matrimonio humano y lo eleva a la categoría de imagen de una alegría nupcial totalmente distinta. «Como un joven se casa con su novia», así hace Dios con su pueblo; el amor entre nosotros no es un símbolo rebajado o lejano del amor que Dios siente por la tierra que él llama ahora la «Desposada», «mi favorita». El amor natural, conocido por el hombre, debe ser para él un punto de partida para conjeturar cuánto le ama Dios. De este modo la unión carnal del hombre y la mujer será una imagen insuficiente, pero buena, para representar la intimidad de la unión entre Cristo y nosotros en la Eucaristía y en la eternidad (Bodas del Cordero, Apocalipsis). «En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común». La segunda lectura nos lleva en otra dirección: el milagro de Caná fue un milagro realizado, al parecer, para gozo y utilidad de algunos. Pero ahora, en la Iglesia, el Espíritu Santo dispensa un don de gracia a cada creyente «para el bien común». Estos carismas se pueden comparar, pues son dones sobrenaturales, con el poder de hacer milagros espirituales, aunque vistos desde fuera sean insignificantes. Pablo enumera en esta lista también los dones extraordinarios, mientras que en otras series (Rm 12) habla de carismas mucho más modestos. Cuando Jesús dice con una imagen que la fe puede mover montañas, se refiere a su fuerza espiritual, que ciertamente puede «mover», trasladar grandes pesos en el corazón de los hombres: no mediante técnicas psicológicas, sino en virtud del poder divino del que todo verdadero creyente participa. Muchos santos han hecho también milagros materiales, pero los milagros espirituales que han realizado son mucho más grandes y significativos. Sugerencias... Entre ellos… La generosidad, virtud cristiana. Dar y darse, entregar y entregarse, donación, generosidad... son palabras frecuentes en el vocabulario de los cristianos. Las escuchamos varias veces en las homilías, en la catequesis, en la conversación cotidiana. Gracias a Dios, no son sólo palabras, sino una verdadera realidad en la Iglesia. a) Está la generosidad en dar parte de los bienes propios. Hay cristianos que entregan notables cantidades de dinero y otros bienes económicos a los cristianos y no cristianos de los países más necesitados, o que sufren el flagelo de la guerra o de las calamidades naturales. Es inmenso el bien que hace Caritas internacional, Adveniat, Kirche in Not, Missio, la llamada ‘rifa del Papa’, y tantas otras instituciones benéficas de carácter nacional o internacional. También en la colecta/ofertorio en la Misa dominical y de muchas otras maneras. b) Está la generosidad del darse a sí mismo. ¡Cuántos misioneros y misioneras, cuántas voluntarias y voluntarios, que entregan su vida, fuera de su patria, en países lejanos, en medio de grandes dificultades, con posibilidad, incluso, de acabar la vida acribillado! Todos ellos marchan a sus misiones dispuestos a entregar (perder) la vida para ganarla en Cristo. También la generosidad de los distintos colaboradores parroquiales, catequistas, animadores de pastoral, el ministerio de recibirnos en las entradas de los Templos, animación en la Liturgia. c) Está la generosidad interior, la generosidad del corazón para con Dios, para con el vecino, para con el hijo enfermo de HIV o drogadicto, o COVID, muchas más… para con aquel que está en estado terminal, para con alguien anciano y que ya no puede valerse por sí misma. Tantas personas que quizá no dan dinero o dan poco, porque no tienen, ni tampoco se van de misioneras o voluntariado a otros países, pero que se dan a sí mismas, su cariño, su paciencia, su disponibilidad, su tiempo, su virtud, su ciencia... La Iglesia es la Esposa de Cristo. Cada vez que celebramos la Eucaristía festejamos las bodas de Cristo con la Iglesia. Por eso no tiene nada de extraño que Jesús, en Caná de Galilea, cuando todavía no había llegado «la hora», anticipara misteriosamente el banquete eucarístico en medio de la celebración de una boda: ¿Qué otra cosa puede significar la abundante conversión del agua en vino que aquella otra conversión del vino en su propia sangre...? En las bodas que Cristo contrae con la Iglesia nos ofrece a todos abundantemente el mejor vino, su propia sangre derramada por todos los hombres. Cada vez que celebramos la Eucaristía, la comunidad reunida en torno a una mesa (altar), que representa a toda la Iglesia, actualiza y ratifica las bodas de Cristo con la Iglesia, la Nueva Alianza. Cristo alimenta y purifica a su Esposa, la une entrañablemente a sí mismo, que es su Cabeza, para llegar a ser con ella un solo cuerpo completo. Todos los que comen de un mismo pan, son reunidos en un solo cuerpo, recapitulados, encabezados, en Cristo. Es así como, según dice San Pablo, un esposo cristiano ha de tratar a su esposa: «como Cristo trata a la Iglesia». Nuestra Señora de Caná, atiende nuestras necesidades y ruega por nosotros que recurrimos a vos. ...

lunes, 3 de enero de 2022

HOMILIA EL BAUTISMO DEL SEÑOR. Fiesta (9 de enero 2022). P. ANGEL

Primera: Isaías 40, 1-5.9-11; Salmo: Sal 103, 1b-4. 24-25. 27-30; Segunda: Tito 2, 11-14; 3, 4-7; Evangelio: Lucas 3, 15-16.21-22 Nexo entre las LECTURAS… Sin que aparezca la palabra novedad en los textos litúrgicos, todos ellos se refieren, en cierta manera, a la novedad de la acción de Dios en la historia. Es nuevo el lenguaje de Dios en Isaías: "ha terminado la esclavitud..., que todo valle sea elevado y todo monte y cerro rebajado..., ahí viene el Señor Yahvéh con poder y su brazo lo juzga todo". Es absolutamente nuevo que Jesús sea bautizado por Juan, que el cielo se abra, que el Espíritu descienda en forma de paloma, que se oiga una voz del cielo: "Tú eres mi hijo predilecto". Es nueva la realidad del hombre que ha recibido el bautismo: "un baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo, que derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro Señor". En virtud de esta novedad es que le decimos al Señor con el Salmista: ¡Bendice al Señor, alma mía! Temas… La novedad viene de Dios. El hombre, desde el inicio, lleva en sí el deterioro y la vejez del pecado, del que es imposible salir por sí mismo. En este Tiempo litúrgico lo que se nos muestra con nitidez es que sólo Dios puede salvarnos. Sólo Él puede cambiar nuestra vieja situación de pecado en novedad de gracia y misericordia. También se nos muestra que Dios quiere intervenir y actuar para salvar al hombre, que lo "ha creado a imagen y semejanza suya". La liturgia presenta tres momentos históricos de la intervención de Dios: primero interviene para liberar al pueblo israelita de la esclavitud de Babilonia (primera lectura), luego para revelar al mundo la filiación divina de Jesús (evangelio), finalmente para manifestar a los hombres la nueva situación creada en quienes han recibido el bautismo (segunda lectura). La consecuencia es ‘lógica’: Si Dios ha intervenido en el pasado con una irrupción de vida y esperanza nuevas, Dios interviene en el presente e intervendrá en el futuro, porque es propio de Dios la fidelidad. La novedad es desde dentro. La novedad que Dios infunde en el corazón de los hombres incide y repercute en la historia, pero en sí es invisible, interior, netamente espiritual. Primero hace nuevo el corazón, luego desde el corazón del hombre y con la ayuda del hombre, cambia también la realidad histórica. En los exiliados de Babilonia primero forjó en sus corazones la añoranza de Sión, el deseo y la decisión del retorno, luego dispuso los hilos de la historia para que tal deseo y decisión llegase a cumplimiento. En el caso de la teofanía del bautismo en el Jordán nos hace descubrir una novedad inicial, que se irá desplegando a lo largo de toda su vida pública y sobre todo en el misterio de su muerte y resurrección. La novedad del bautizado sólo se irá percibiendo con el tiempo, en la medida en que exista una coherencia vital entre la novedad infundida por Dios y la existencia concreta y diaria del cristiano. Para nosotros no pocas veces resulta difícil desvelar la relación entre la novedad interior y sus manifestaciones históricas en la vida ordinaria de cada uno, pues, a veces parece que todo es igual y nada cambia para bien… y Él ¡está haciendo nuevas todas las cosas! La novedad es eficaz. A la iniciativa de Dios, el hombre debe responder libremente, lo meditamos en la Virgen María muy especialmente en los Tiempos de Adviento y Navidad… y lo seguiremos meditando a lo largo del Año Litúrgico… sigamos mirando a María, Madre de Dios y de la Iglesia para imitar su sí generoso. Sugerencias... El Bautismo, epifanía de Dios. En el evangelio, el bautismo de Jesús, es una epifanía… eso mismo debe ser el para el cristiano la vida sacramental y comprometida con la caridad, con las obras de misericordia: una epifanía de lo que Dios es y de lo que Dios hace en el hombre. El discípulo-misionero es un hombre en quien se manifiesta el Dios trinitario, en virtud de la relación personal que mantiene con cada una de las personas divinas. Como hijo del Padre vive una verdadera relación filial, sobretodo en la oración y adoración. Como redimido por el Hijo y sumergido en su misma vida, entabla con Él una relación principalmente de seguimiento e imitación. Como templo del Espíritu Santo, vive con la conciencia de una relación sagrada, santificante, vivificadora de su existir cotidiano, modelando en bien su vida familiar, profesional y social. El cristiano es al mismo tiempo epifanía de la acción de Dios en el hombre: una acción purificadora, que manifiesta el perdón de Dios; una acción transformante, que pone de relieve el poder de Dios; una acción unificadora de las energías y capacidades del cristiano, que subraya el misterio unitario de Dios; una acción vivificante, que revela, por medio del hombre, la extraordinaria vida de Dios uno y trino...

HOMILIA Solemnidad de la EPIFANÍA DEL SEÑOR (06 de enero 2022). P. ANGEL

Primera: Isaías 60, 1-6; Salmo: Sal 71, 1-2. 7-8. 10-13; Segunda: Efesios 3, 2-3.5; Evangelio: Mateo 2, 1-12 Nexo entre las LECTURAS… Epifanía representa el desarrollo completo del misterio de Navidad. "El que aquel día nació de la Virgen -dice San León-, hoy ha sido reconocido por todo el mundo". Dios ha aparecido en el mundo no solamente tomando carne mortal, sino manifestándose a los hombres, mostrando sus obras y su poder, y tomando posesión de su pueblo al modo que los antiguos reyes la tomaban solemnemente de sus ciudades. Todo esto ha significado en el decurso del tiempo la palabra epifanía y algo de esto se encuentra en la rica liturgia de esta festividad. En la adoración de los Magos han visto todos los Santos Padres la manifestación de Cristo a los paganos y al mundo en general. Jesucristo, para unos, como los sabios que vienen de Oriente (evangelio) o como para Pablo, proveniente de la diáspora, es epifanía, manifestación de su misterio (segunda lectura); epifanía prefigurada en la primera lectura, según la cual todos los pueblos se sentirán atraídos por la luz y la gloria de Jerusalén. Para otros, es un rival peligroso (para Herodes) o un simple objeto de ciencia sagrada, sobre el que informan con la objetividad del experto (sacerdotes, escribas). Temas… El Llamado de la Belleza. La solemnidad de la epifanía debería ir precedida de aquello que decimos en el prefacio de la Santa Misa: "¡levantemos el corazón!" Dios se manifiesta en Jesús: tal es el contenido maravilloso, inagotable, precioso sobre toda hermosura, de esta fiesta singular. Ahora pues que la Belleza Increada deja escuchar su voz, y somos convocados a gozarnos en la visión del Eterno, vengan a acompañarnos y sean guías nuestros: un corazón contemplativo, unos oídos capaces de escuchar y un corazón capaz de acoger. Jesús -toda su vida en carne mortal- puede llamarse como se llama esta fiesta: Epifanía. "Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre", dijo él una vez a Felipe (Jn 14,9), y muchas veces a nosotros. Nos lo repite cada vez que sentimos lo que sintió Felipe: "Muéstranos al Padre, y eso nos basta" (Jn 14,8). ¿Has conocido la punzante inquietud que sienten los niños que nunca han conocido a su papá, especialmente cuando llegan a la juventud? ¿Has visto con qué ansiedad buscan ese rostro, esa referencia existencial, esa primera clave de lectura que sólo un papá puede darles? Algo así tiene el alma humana, algo incisivo, que nada puede apagar, algo que nos dice gritar con Felipe. "¡muéstranos al Padre!". La respuesta a este clamor, el descanso de esta ocupación es Jesús: ver a Jesús, reposar en Jesús. Él es nuestra epifanía. El llamado de la humildad. Solemos imaginar lo más bello como más costoso. Los perfumes delicados, los vestidos finos, las joyas fastuosas significan siempre precios inalcanzables, dinero a montones, costos imposibles. No es así con Jesús. El más bello es también el más humilde; el más santo es también el más cercano; el más sabio es también el más comprensible; el más puro es también el más amigable y el más acogedor. Su grandeza no nos aplasta, sino que nos levanta; su pureza no nos humilla, sino que nos limpia. Eso es lo grande de esta Epifanía. Jesús es el llamado de la belleza sin límites, pero también de la humildad sin límites. Porque, en el fondo, la humildad es bella y la belleza es humilde. Un rostro hermoso y petulante puede halagar los sentidos, pero a precio de entristecer el alma, y eso en realidad no es hermosura. Sólo Jesús, en la dulce paz de su presencia sin escándalos, en la serena palabra de su corazón cargado de amor, puede manifestar al hombre esa belleza que no cansa, que no se repite, que siempre refresca. ¡Bendita Epifanía, cúbrenos de tu esplendor y enséñanos el camino a la Felicidad Perpetua! Sugerencias... ¡Atentos a los signos de Dios! Los Magos vieron una estrella nueva en el firmamento, y ésta suscitó su interés y su búsqueda. Fue un signo que Dios les envió y no lo dejaron pasar sin más, sino que descifraron su sentido y se pusieron en marcha, pues, se dijeron entre sí: “en Judea ha nacido el rey universal, en la plenitud de los tiempos”. ¡Atención, reflexión, acción! Hemos de estar atentos porque Dios va sembrando, día tras día, signos de su presencia y de su amor eficaz, en la pequeña realidad de nuestra vida y en los diversos acontecimientos de la historia local, nacional o internacional por ejemplo lo que vivimos con el COVID y también el llamado del Papa a ser una “Iglesia sinodal”… Hemos de rezar y discernir, pues se trata de signos, no de evidencias. Los signos -por su misma naturaleza- remiten a otra realidad más allá de ellos mismos. Una vez interpretado correctamente el signo, hemos de pasar a la acción, para que el Reino de Dios fructifique en la tierra en hechos concretos. Dios sigue hablando al hombre, hoy, con palabras y con acciones, quizás lo que suceda es que los hombres no estamos preparados o decididos para descifrar su lenguaje. Los mártires del siglo XX, ¿no son un signo de Dios? Los millones de jóvenes reunidos para las Jornadas Mundiales de la Juventud, ¿no es acaso una palabra significativa que Dios nos dirige? ¿Y los Movimientos eclesiales? ¿Y el renacer del espíritu religioso y del ansia de trascendencia?... en la riqueza de los Sínodos… Sigue Dios caminando con nosotros para que alcancemos la Patria… “a seguir andando, nomás”. El verdadero encuentro con Cristo ya no se puede olvidar jamás. Se le encuentra cuando no se tienen prisas en el corazón y cuando se vive la propia realidad como servicio de donación. Propiamente es el mismo Cristo quien se hace encontradizo desde lo íntimo de la realidad cotidiana. Ya no se puede prescindir de Él ni se puede dudar de su amor. Tempestades las habrá siempre, también sin lógica ni sentido aparente. Pero sentiremos la mano de Cristo presente que nos aprieta la nuestra, si escuchamos su Palabra y le acompañamos en la Eucaristía. Virgen de la Epifanía y del Buen Viaje… ruega por nosotros.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...