lunes, 9 de septiembre de 2019

HOMILIA Domingo Vigesimocuarto del TIEMPO ORDINARIO cC (15 de septiembre de 2019).

Domingo Vigesimocuarto del TIEMPO ORDINARIO cC (15 de septiembre de 2019). Primera: Éxodo 32, 7-11. 13-14; Salmo: Sal 50, 3-4. 12-13. 17.19; Segunda: 1Timoteo 1, 12-17; Evangelio: Lucas 15, 1-32 Nexo entre las LECTURAS… La misericordia de Dios Padre resuena en el conjunto de la liturgia, ayudándonos a vivir con renovado entusiasmo la entrega de cada día, especialmente con los pobres, débiles y sufrientes. En los textos, la nota más elevada la tiene el evangelio, que recoge tres magníficas parábolas de la misericordia divina. En la primera lectura escuchamos la ‘música’ de la misericordia de Dios para con su pueblo, gracias a la intervención intercesora de Moisés y nos hace descubrir que la intercesión en favor de los demás es otro nombre del AMOR. En la primera carta de Pablo -a Timoteo- sentimos mucha alegría al oír la confesión que Pablo hace de la misericordia de Jesucristo hacia él: "Jesucristo ha querido demostrar en mí, en primer lugar, toda su magnanimidad" (Segunda lectura). “Sintamos disgusto de nosotros mismos cuando pecamos, ya que el pecado disgusta a Dios. Y, ya que no estamos libres de pecado, por lo menos asemejémonos a Dios en nuestro disgusto por lo que a él le disgusta. Así nuestra voluntad coincide en algo con la de Dios, en cuanto que nos disgusta lo mismo que odia tu Hacedor” dice San Agustín ayudándonos a rezar el salmo. Temas... Amor y perdón: las dos caras de la misericordia. El Dios que Jesucristo nos "pinta" en las tres parábolas evangélicas es Dios Amor. Dios ama a los hombres, y muy especialmente a los que se reconocen pecadores y por eso los busca… como el buen pastor -en busca de la oveja-; como un ama de casa que busca la ‘dracma’, como Padre que busca a sus hijos que nos pinta al "fresco" que se le va de casa pidiéndole por adelantado su herencia, y al cómodo y seguro que se queda en casa, pero se comporta con él de modo distante y tal vez huraño. La Liturgia nos muestra que Dios ama y no puede hacer otra cosa que amar: Él perdona, comunica amor, invita a celebrar, hace fiesta, invita a todos a compartir su alegría. Este retrato de Dios, ‘pintado por Jesucristo’, nos conmueve y nos infunde nuevos y verdaderos ánimos para vivir dignamente como hijos y hermanos. Este retrato resalta todavía más si lo ponemos al lado del retrato que nos ofrece la primera lectura, tomada de la historia del Éxodo… el autor nos narra lo que se podría denominar "el pecado primordial" del pueblo de Israel: apenas acaba de "firmar" el pacto de alianza con Yahvé, cuando la rompen, se construyen un toro de metal fundido y lo convierten en su "dios" en lugar de Yahvé. Dios se llena de ira y quiere exterminarlo… intercede Moisés y logra que Dios se "arrepienta" y abra la puerta de su corazón a la misericordia. ¡Indudablemente hay un progreso en la revelación del amor de Dios! Con Pablo conocemos que la misericordia de Dios tiene nombre: es "Jesucristo". En efecto, no sólo se le ha mostrado misericordioso sacándole de su dureza de corazón en el camino de Damasco, sino que además le ha tenido confianza, tanta que le ha llamado a predicar el evangelio de la misericordia en todo el mundo. ¡Cómo no sentir profundo agradecimiento ante tanta magnanimidad de Jesucristo! Características de la misericordia divina. Ante todo, habrá que subrayar que la misericordia de Dios no está sometida a las leyes del tiempo. Y esto en un doble sentido: primero, cualquier momento es bueno para que el Buen Pastor busque la oveja, como también lo es para que el hijo se ponga en camino hacia la casa del padre; en segundo lugar, la puerta del corazón del Padre está abierta las veinticuatro horas del día, no tiene horarios. Nadie podrá decir a Dios: "Cuando te busqué, Tú no estabas". La misericordia divina no se agota jamás, está marcada por la eternidad que Él es y en la que Él vive. Mientras exista la vida, siempre habrá la posibilidad de acudir a Él y ser acogido en sus brazos de Padre. No mira Dios el comportamiento indigno que se haya tenido, ni el número de veces que se le ha abandonado y despreciado; mira únicamente los movimientos interiores del alma que anhela el perdón y el abrazo paterno… mira los ojos húmedos como una esmeralda en la que brilla el arrepentimiento… mira los pasos indecisos de quien se acerca a Él para decirle: "He pecado. Perdóname. ¿Qué quieres que haga?". Dios no se fija en la categoría del pecado, sino en el corazón del hombre. La misericordia de Dios transforma a todos, ‘revoluciona’ en cierta manera la vida del hombre. El pueblo de Israel, en medio de tantas dificultades y a pesar de sus caídas e infidelidades, experimentó el amor de Dios y creyó siempre en ese amor… que es fiel y redentor. El caso de Pablo es luminoso: puso todas sus cualidades al servicio del Evangelio de Jesucristo y por Él se gastó y desgastó hasta dar la vida. De los dos hijos no sabemos cómo continuaría la historia, pero... ¿por qué no hemos de pensar que se comportarían en el futuro como hijos fieles y cariñosos?... ¿vivimos la práctica de las obras de misericordia? Sugerencias... La "difícil" ciencia del perdón cristiano. La Biblia (Antiguo y Nuevo Testamento) es la cátedra desde la que Dios enseña a los cristianos, y a todos los hombres, la ciencia de la misericordia, del amor y del perdón. Es una ciencia cuyo aprendizaje dura toda la vida, porque en cualquier momento de la vida nos puede acechar la tentación del odio… de la desesperación… de los vicios. ¿Cómo amar a quien te ha difamado o calumniado, sea privada o públicamente? ¿Cómo perdonar a quien, en tu ausencia, ha entrado en tu casa y te ha robado? ¿Cómo amar a… (cada uno pongamos ejemplos de situaciones difíciles vividas)? ¿Cómo perdonar a quien ha metido a otro por el negro túnel de la drogadicción, destruyendo así toda la familia? ¿te das cuenta que debes amar a quien quiere el mal, tu mal… hasta el gran mal de desear -hasta el colmo- el aborto? Estas preguntas, y otras semejantes, muestran cuán difícil es la ciencia del perdón cristiano. Pero el ideal está claro: debemos dejarnos amar por Dios en tal magnitud que elijamos ser gratos al Señor y amemos como Él ama y aborrezcamos el mal que Él aborrece (invitación del Papa Francisco a dar frutos buenos en el Jubileo de la Misericordia ¿lo recuerdan?). Sin embargo, no nos desalentemos, si todavía estamos lejos de este camino marcado por Jesucristo... mantengamos el firme propósito de la decisión y la voluntad de aprender esta misteriosa ciencia, a pesar de nosotros y de todos los obstáculos que encontremos. Procuremos ejercitarnos, todavía más, en la práctica de las obras de misericordia, especialmente la de perdonar a otros las pequeñas faltas de respeto o de atención, las bromas pesadas que alguien nos pueda hacer, etc., para ir creciendo y ensanchando nuestra capacidad mediante el ejercicio. Leamos, también, con frecuencia la Biblia, sobre todo estas parábolas de la misericordia, los salmos en los que reluce de modo admirable la misericordia divina, y tantos otros textos en los que aparece la misericordia de Dios en acción. En último término, levantemos nuestra mirada y nuestro corazón hacia Jesucristo, hacia toda su vida -desde la encarnación hasta la cruz y la resurrección- para que, en el contacto asiduo y orante con la vida y en el misterio de Él vayamos asimilando poco a poco, paso a paso, la maravillosa ciencia del perdón cristiano. ¡Difícil ciencia! ¡Difícil y apasionante catecismo de Jesucristo! (San Agustín). Todo nuestro ser se rebela ante ciertos casos y situaciones… ¡maravillosa ciencia la de la misericordia! Con el perdón de la ofensa, toda la humanidad en cierto modo se mejora y dignifica… (San Pablo VI, Papa, Jubileo Año 1975) El poder de la intercesión. La intercesión es otro nombre posible del amor. Quien intercede se sitúa como un puente de amor entre el ofensor y la persona ofendida. Ama al ofendido, y por ello comparte su pena, pero tiene la confianza suficiente para suplicarle en favor del ofensor. Ama al ofensor, trata de acercarle al arrepentimiento de lo que ha hecho, e incluso le induce a pedir perdón a la persona ofendida (sabiduría de los Padres de la Iglesia). Y así, mediante la intercesión, se logra la reconciliación y se establece incluso la amistad. La intercesión cristiana no excluye ningún ámbito de la vida: interceder por un familiar ante otro que ha sido ofendido; interceder por un condenado a muerte para que no sea ejecutado; interceder por los presos políticos para que sean liberados, etc. Pero la intercesión cristiana es primordialmente religiosa: interceder ante Dios por los pecadores. Es lo que hace Moisés ante el pecado de los israelitas, como nos narra la primera lectura. Es sobre todo lo que hace Jesucristo, pues toda su vida se puede resumir como una constante intercesión ante el Padre para lograr la redención de la humanidad pecadora. En el catecismo se nos enseña que "la intercesión es una oración de petición que nos conforma muy de cerca con la oración de Jesús, el único intercesor ante el Padre" (CIC 2634). Especialmente recemos por los Sacerdotes, por el aumento de las vocaciones y para que sean santos intercesores entre Dios y los hombres… por todos. María, Madre de Misericordia, Madre de los Sacerdotes, ruega por nosotros. Área de archivos adjuntos

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...