lunes, 19 de abril de 2021

HOMILIA DOMINGO CUARTO DE PASCUA cB (25 de abril 2021)

DOMINGO CUARTO DE PASCUA cB (25 de abril 2021) Primera: Hechos 4, 8-12; Salmo: Sal 117, 1. 8-9. 21-23. 26. 28-29; Segunda: 1Juan 3,1-2; Evangelio: Juan 10, 11-18 Nexo entre las LECTURAS Hoy se celebra en la Iglesia la 58 Jornada Mundial por las Vocaciones. Los textos litúrgicos nos delinean a Jesús como Buen Pastor, llamando primordialmente a Obispos y Sacerdotes a imitarlo en el ejercicio del ministerio de la Caridad Pastoral. En primer lugar, el sacerdote -como Jesús- debe ser buen pastor, dispuesto a entregar su vida por sus ovejas (Evangelio). El sacerdote, al igual que Jesús, debe ser para los hombres como una piedra angular que sostiene todo el edificio de sus convicciones y valores espirituales, morales y humanos (primera lectura). Finalmente, el sacerdote, como Jesús, ha aceptado la llamada a ser elegido para ser hijo de Dios Sacerdote y para vivir la experiencia de un amor tierno y filial a Dios, su Padre (segunda lectura). Temas... Cristo mismo, el que guía, cuida, defiende y alimenta. El cuarto domingo de Pascua es conocido como el Domingo del Buen Pastor. Uno de los temas más bellos, durante la Pascua, es Cristo mismo que cuida de nosotros, nos guía, nos alimenta, nos defiende… todo ello presentado a través de la figura del Pastor. Efectivamente estas son las tareas del Pastor: cuidar; defender; alimentar y guiar al rebaño. La relación estrecha (palabra que se nos hizo familiar en la pandemia/cuarentena) y no solamente funcional es la relación de amor que llega a establecerse entre el Pastor y el rebaño y sirve para que nosotros nos sintamos también amados por aquel que nos guía, nos cuida, nos defiende, y nos alimenta. Atención a esos cuatro verbos “nos guía; cuida; defiende y alimenta” tomados del Evangelio proclamado hoy. Un pequeño detalle que me parece bueno destacar… es porque -muchas veces- hay perlas en esos detalles pequeños… el detalle es hacer/meditar/reflexionar acerca del contraste entre el asalariado y el lobo. Cristo mismo, al presentar la comparación, comparación que es una especie de parábola viva, Él hace la comparación entre el asalariado y el Pastor… pero podemos hacer, guiados por el Espíritu Santo, la comparación entre el asalariado y el lobo. Asalariado, es el que trabaja con las ovejas, pero no las quiere. En el fondo, no le importan. A él le importa su dinero, su ganancia, su provecho, su interés, su salario. Así que hay bastante parecido entre el asalariado y el lobo. Porque, al lobo, también lo que le interesa es su hambre, su alimento, su provecho, su ganancia… ¡Sorpresa! la comparación nos muestra que, aunque el lobo está afuera y el asalariado está adentro del rebaño, en el fondo ambos son enemigos del rebaño; esto significa que no solo hay enemigos afuera, sino también los hay ADENTRO… Por eso, cuando pensamos en el misterio de la Iglesia, esta observación es bien importante: hay enemigos afuera, por ejemplo, los que se muestran como ateos, los que se muestran como miembros de otras confesiones cristianas que se burlan del catolicismo, los que sufren de cristianofobia… esos, podemos decir, que aparecen como enemigos de afuera. También, por supuesto, son de este grupo los muchos pecados que nos tientan. Pero, cuidado… que es que hay también enemigos adentro, son como lobos: porque también les interesa únicamente lo suyo. Hay otro punto que es importante, dice nuestro Señor Jesucristo, que el asalariado se va y las ovejas se pierden y que luego llega y las ovejas se dispersan… pensemos en lo que es el “aprisco”, ese lugar donde están las ovejas y nos damos cuenta de que el asalariado deja sin ovejas el aprisco y el lobo deja sin ovejas el aprisco. El aprisco es la Iglesia y la Iglesia gime y la Iglesia sufre por el peso y por el daño que causan los asalariados, los que solamente miran por su provecho, aunque estén dentro de la Iglesia. Así como la Iglesia sufre por aquellos que la atacan desde fuera, pidamos a Cristo Buen Pastor que nos envíe pastores según su corazón y que nos guíen, nos cuiden, nos defiendan, y nos alimenten… llevándonos al CIELO PROMETIDO. Sugerencias... El misterio pascual se nos presenta hoy bajo la figura de Jesús buen Pastor y piedra angular de la Iglesia. El buen Pastor no abandona el rebaño en la hora del peligro, como hace el mercenario, sino que, para ponerlo a salvo, se entrega a sí mismo a los enemigos y a la muerte: «El buen pastor da su vida por las ovejas» (Jn 10, 11). Es el gesto espontáneo del amor de Cristo por los hombres: «Nadie me quita la vida, soy yo quien la doy de mí mismo» (ib 18). En este misterio de misericordia infinita el amor de Jesús se entrelaza y se confunde con el amor del Padre. El Padre es quien lo ha enviado para que los hombres tengan en Él al Pastor que los guarde y les asegure la verdadera vida: «¡Miren cómo nos amó el Padre! —dice San Juan en la segunda lectura— Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente» (1 Jn 3, 1). Este amor el Padre nos lo ha dado en el Hijo, que por medio de su sacrificio ha librado a los hombres del pecado y los ha hecho participantes no sólo de un nombre, sino de un nuevo modo de ser, de una nueva vida: el ser y la vida de hijos de Dios. En virtud de la obra redentora de Cristo todo hombre está llamado a formar parte de una única familia que tiene a Dios por Padre, de un único rebaño que tiene a Cristo por pastor. Esta familia y este rebaño se identifican con la Iglesia, de la cual, como dice Pedro en la primera lectura, Jesús es la piedra fundamental. «Él es la piedra rechazada por vosotros los constructores, que ha venido a ser piedra angular» (Hch 4, 11). La Sinagoga lo ha rechazado, pero por el misterio de su muerte y resurrección Jesús se ha convertido en el puntal de un nuevo edificio: la Iglesia. Cristo buen Pastor, Cristo piedra angular son dos figuras diversas pero que expresan una misma realidad: Él es la única esperanza de salvación para todo el género humano. «… no existe bajo el cielo otro Nombre dado a los hombres, por el cual podamos salvarnos» (ib 12). Rezamos por el Papa y por la Iglesia para que seamos instrumentos eficaces en las manos del Señor que quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad… también somos invitados por Jesús a tener un corazón abierto a todos: «Tengo otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir» (Jn 10, 16). De hecho, son innumerables todavía las ovejas lejanas del ‘aprisco’, y sin embargo de ellas ha dicho expresamente Jesús: «oirán mi voz» (ib). Pero ¿cómo pueden escuchar la voz del Pastor si no hay quien se la anuncie (con palabras y con obras que confirman las palabras)? Todo creyente está comprometido en esta misión: con la oración, el sacrificio, la palabra debe trabajar para conducir al redil de Cristo a las ovejas olvidadizas y lejanas, a las extraviadas y errantes, para que de todas se haga «un solo rebaño» y todas tengan «un solo pastor» (ib). El Evangelio del día nos sugiere aún una última reflexión: «Conozco a mis ovejas —dice Jesús— y las mías me conocen a mí, como el Padre me conoce y yo conozco a mi Padre» (ib 14-15). No se trata de un simple conocimiento teórico, sino de un conocimiento vital que lleva consigo relaciones de amor y de amistad entre el buen Pastor y sus ovejas, relaciones que Jesús no duda en parangonar a las que existen entre Él y el Padre, De la humilde comparación campestre del pastor y de las ovejas, Jesús se levanta a proponer la de la vida de comunión que lo une al Padre insertando en tal perspectiva sus relaciones con los hombres. Esta es la verdadera vida de los hijos de Dios, que comienza en la tierra con la fe y el amor y culminará en el cielo, donde «seremos semejantes a Dios, porque le veremos tal cual es». del Mensaje del Santo Padre Francisco, para la 58 jornada mundial, de oración por las vocaciones San José: el sueño de la vocación Dios ve el corazón (cf. 1 Sam 16,7) y en san José reconoció un corazón de padre, capaz de dar y generar vida en lo cotidiano. Las vocaciones tienden a esto: a generar y regenerar la vida cada día. El Señor quiere forjar corazones de padres, corazones de madres; corazones abiertos, capaces de grandes impulsos, generosos en la entrega, compasivos en el consuelo de la angustia y firmes en el fortalecimiento de la esperanza. Esto es lo que el sacerdocio y la vida consagrada necesitan, especialmente hoy, en tiempos marcados por la fragilidad y los sufrimientos causados también por la pandemia, que ha suscitado incertidumbre y miedo sobre el futuro y el mismo sentido de la vida. San José viene a nuestro encuentro con su mansedumbre, como santo de la puerta de al lado; al mismo tiempo, su fuerte testimonio puede orientarnos en el camino.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...