lunes, 10 de diciembre de 2018

HOMILIA Tercer Domingo de ADVIENTO cC (16 de diciembre 2018)

Tercer Domingo de ADVIENTO cC (16 de diciembre 2018) Primera: Sofonías 3, 14-18a; Salmo: Is 12, 2-3 4abc. 5-6; Segunda: Filipenses 4, 4-7; Evangelio: Lucas 3, 2b-3.10-18 Nexo entre las LECTURAS En la inminencia de la Navidad la liturgia nos invita a la alegría por el grande acontecimiento salvífico que se dispone a celebrar, mientras continúa exhortándonos a la conversión. La alegría es el tema de las dos primeras lecturas. «¡Exulta, hija de Sión! ¡Da voces jubilosas, Israel! ¡Regocíjate con todo el corazón, hija de Jerusalén!» (Sf 3, 14). Y es la alegría que comunica Juan el Bautista al pueblo mediante la predicación de la Buena Nueva del Mesías salvador que instaurará, con su venida, la justicia y la paz entre los hombres (evangelio). La alegría está unida a la conversión… digamos a todos, feliz Domingo… que la alegría del Señor esté en ustedes. Temas... El motivo de tanta alegría no es solamente la restauración de Jerusalén, sino la promesa mesiánica que hace ya gustar al profeta la presencia de Dios entre su pueblo: «Aquel día se dirá… ¡El Señor, tu Dios, está en medio de ti, es un guerrero victorioso!» (ib 16-17). «Aquel día» tan lleno de gozo será el día del nacimiento de Jesús en Belén; pues entonces el Señor se hará presente en el mundo de la manera más concreta, hecho hombre entre los hombres nacido para ser el Salvador poderoso de todos. Si Jerusalén se alboroza con la esperanza de «aquel día», la Iglesia cada año lo conmemora con alegría inmensamente más grande. Allí era sólo promesa y esperanza, aquí es realidad y un hecho ya cumplido. Y sin embargo tampoco esto excluye la esperanza porque el hombre está siempre en camino hacia el Señor, el cual, aunque venido ya en la carne, debe volver glorioso al final de los tiempos. El itinerario de la Iglesia se extiende entre estos dos acontecimientos y del mismo modo que se alegra por el primero, también se alegra por el último y exhorta a sus hijos a que se regocijen con ella: «Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alégrense. El Señor está cerca.» (Fp 4, 4-5). Cerca, porque ya ha venido; cerca, porque volverá; cerca, porque a quien le busca con el amor y la entrega de todos los días, cada fiesta de Navidad trae una nueva gracia para descubrir al Señor y unirse a Él de un modo nuevo y más profundo. Como preparación a la venida del Señor, San Pablo nos recomienda, con alegría, la bondad: «Que la bondad de ustedes sea conocida por todos los hombres» (ib 5). Sobre este tema insiste el Evangelio a través de la predicación del Bautista enderezada a preparar las almas a la venida del Mesías. «¿Qué debemos hacer entonces?» (Lc 3, 10), le preguntaban las muchedumbres venidas a oírle. Y él respondía: «El que tiene dos túnicas, dé una al que no la tiene, y el que tiene alimentos, haga lo mismo» (ib 11). La caridad para con el prójimo, unida a la de Dios, es el punto central de la conversión; el hombre egoísta preocupado sólo de sus intereses debe cambiar ruta preocupándose de las necesidades y del bien de los hermanos. También a los publícanos y a los soldados que le preguntaban, Juan propone un programa de justicia y de caridad: no exigir más de lo debido, no cometer atropellos, no explotar al prójimo, contentarse con la propia paga. El Bautista no pedía grandes gestos, sino el amor del prójimo concretizado en la generosidad hacia los menesterosos (los de la periferia) y en la honradez en el cumplimento de la propia profesión. Era como el preludio del mandamiento del amor sobre el cual tanto había de insistir más tarde Jesús. Bastaría orientarse con plenitud en esta dirección para prepararse dignamente a la Navidad. Jesús en su Natividad quiere ser acogido no sólo personalmente, sino también en cada uno de los hombres, sobre todo en los pobres, débiles, sufrientes… en los atribulados, con los cuales gusta identificarse: «Tuve hambre, y me dieron de comer..., estaba desnudo, y me vistieron» (Mt 25, 35-36). En resumen, el evangelio de la alegría se implanta y produce frutos magníficos allí donde se vive el mandamiento del amor, cada uno según su profesión y su condición de vida… para nosotros es dar frutos en la práctica de las obras de misericordia y dar los pasos a la Misericordia: “No juzgar”; “No condenar”; “Perdonar”; “Dar”, Papa Francisco. Sugerencias... Alegrarse ya del futuro. Sofonías anuncia la liberación de Jerusalén y Judá, pero todavía no ha llegado. Con todo, ya el mismo anuncio debe ser causa de alegría. Juan Bautista goza ya por anticipado de la venida del Mesías, aunque todavía no se haya hecho presente. Los cristianos vivimos con alegría este período de Adviento, aun a sabiendas que la ‘Navidad 2018’ no ha llegado todavía. Los cristianos estamos practicando el bien en el presente, pero con la mirada puesta en el futuro, que ha de ser siempre fuente de alegría. El cristiano, hombre de la esperanza, dirá con su vida: "Todo tiempo futuro será mejor" y esto le infunde una grande alegría. Mejor, más alegría por la acción misteriosa y eficaz del Espíritu santo en la historia de los hombres que favorece el verdadero progreso de los pueblos, en la verdad y en la justicia y contribuye de buena manera al reinado de Dios. Y ¿cómo no alegrarnos del futuro?... si estamos convencidos de que está en manos de Dios, incluso en medio de la prueba y de la tribulación. Alegría y paz. Amor, alegría y paz son dones-frutos del Espíritu Santo. En cuanto dones del Espíritu santo sería un error identificar el amor con el sentimiento amoroso o con los amoríos, la alegría con los jolgorios y la paz con la ausencia de guerra, destrucción y muerte. Siendo frutos del Espíritu Santo, la alegría y la paz, únicamente quien las ha recibido por la fe, está en condiciones de experimentarlas, conocerlas, poseerlas, disfrutarlas, transmitirlas... vivamos así el Año 2019 que nos disponemos a vivir de la mano del Señor. La paz que habita en el alma del creyente inspira una alegría interior atrayente, que se manifiesta en la manera de vivir de la persona, y contagia hasta con la sola presencia. Por su parte, la alegría de la que el Espíritu dota, transmite paz y orden en la vida, serenidad y armonía, y sobre todo una especie de imperturbabilidad espiritual, que ayuda a los demás. ¿Por qué no pedir al Espíritu Santo que nos conceda más abundantemente sus dones para prepararnos a la Navidad y para vivir mejor en espera del Cielo? Alegrémonos en el Señor. Vivamos la Paz de Dios. La Navidad está ya a las puertas. Nuestra Señora de la alegría, Reina de la paz, ruega por nosotros.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...