lunes, 24 de febrero de 2020

HOMILÍA MIÉRCOLES DE CENIZA

MIÉRCOLES DE CENIZA (26 de febrero de 2020) Primera: Joel 2, 12-18; Salmo: Sal 50, 3-6a. 12-14. 17; Segunda: 2Corintios 5, 20–6, 2; Evangelio: Mt 6,1-6.16-18 Nexo entre las LECTURAS Iniciamos la cuaresma, tiempo de penitencia y reconciliación, tiempo para descubrir que “La Palabra es un don. Y, el otro es un don” dice el Papa Francisco. Las lecturas del Miércoles de Ceniza insisten sobre todo en la interioridad, en el corazón arrepentido y reconciliado y que se refleja en la manera nueva de vivir. En la liturgia penitencial de la primera lectura Dios, por medio del profeta Joel, nos dice: "Vuelvan a mí de todo corazón, ... Desgarren su corazón y no sus vestiduras". Jesús en el Evangelio nos invita a librarnos de toda exterioridad/superficialidad y a orar, ayunar y dar limosna "en secreto", es decir, en el interior del corazón. La reconciliación, en la segunda lectura, nos compromete, a "dejarnos reconciliar con Dios". La Cuaresma tenemos que vivirla como don de Dios y tarea nuestra, no permitamos que el pecado nos deje ciegos (mensaje del Papa), pidamos con el salmista un corazón puro, que se alegre de ver a Dios y a los hermanos (Sal 50). Temas... La grandeza o miseria del hombre se mide por la grandeza o miseria de su corazón. Es en el interior/corazón donde se fragua el hombre: sus buenos o malos pensamientos, sus decisiones rectas o malvadas, sus comportamientos justos o injustos, sus palabras verdaderas o engañosas. Jesucristo ha venido al mundo para cambiar al hombre, de modo que sus obras sean expresión de un buen corazón, con rectitud interior. Ante el comportamiento de sus contemporáneos, muy marcado por alardes de ostentación, Jesús nos pide una actitud -manera de vivir- en comunión con su conducta y con su enseñanza. No seguimos normas o prácticas, sino a una Persona e imitamos su manera de vivir, de amar y de servir. La Cuaresma, de alguna manera, es ir a la escuela de Jesús. Las obras/enseñanzas que Jesús menciona son buenas y laudables, la ostentación es reprobable, porque no busca a Dios, sino la recompensa humana. "Dar limosna" es una acción benéfica, pero hacerlo para ser apreciado por los demás, para que se alabe nuestra 'generosidad', no es propiamente cristiano. "Que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha", nos amonesta Jesucristo. Hagamos el bien por amor a Dios Padre, cuyo rostro vemos reflejado en el pobre y necesitado de nuestro dinero y de nuestro amor fraterno. "La oración" al igual que el "ayuno" son dos obras estupendas, cuando se hacen con rectitud de intención, sin querer llamar la atención, con el deseo de agradar a Dios Padre y de servir a nuestros hermanos. La verdadera conversión no consiste en ayunar, orar o dar limosna, sino en hacer esas obras, imitando a Jesús, con un corazón renovado, libre de egoísmo y de intereses personales. La actitud de Jesús se muestra en continuidad con el profetismo (Isaías, Jeremías, Ezequiel...), particularmente con el texto del profeta Joel proclamado en la primera lectura… los penitentes de aquellos tiempos se rasgaban las vestiduras para mostrar su dolor y arrepentimiento. Joel les dice que mucho más importante es rasgar el corazón, dolerse en el alma por los propios pecados. Por su parte, la Iglesia primitiva, según nos lo indica san Pablo en la segunda lectura, continúa la postura y enseñanza de Jesucristo. La nueva creatura, surgida del bautismo, es la reconciliada con Dios por medio de Jesucristo. Y los apóstoles, continuadores de la obra de Cristo, son los ministros de la reconciliación y nos exhorta, san Pablo: "No reciban en vano la gracia de Dios". Sugerencias... El Papa Francisco no muestra que debe ser característico, en el discípulo-misionero: “el gozo espiritual por los grandes bienes del misterio de la Revelación”, contenido en la Palabra de Dios... y ahí, Cristo nos dice que el Padre es “misericordioso” y que debemos ser “misericordiosos como el Padre”. Y sabemos que previo al gozo espiritual está necesariamente la conversión, la purificación de nuestra vida, rozada al menos, si no es que hundida, por la oscuridad y tristeza del pecado. Para expresar la conversión y obtener realmente la purificación interior, la Iglesia nos recordaba algunos medios: la lectura y meditación de las Bienaventuranzas y la práctica de las obras de misericordia. La confesión sacramental, la Comunión, la oración... Nos comprometemos, especialmente, a peregrinar, ponernos nuevamente en camino hacia la casa del Padre, a crecer en el "ejercicio de ascesis laboriosa, de arrepentimiento por nuestros pecados y fortalecimiento por debilidades, ser perseverantes en la vigilancia de nuestra propia fragilidad, para obrar como nos pide Jesús" (cfr.: Misericordiae Vultus). Peregrinar es reconocernos necesitados de un Padre que nos sale al encuentro, nos perdona y nos restablece en nuestra dignidad de hijos suyos. Meditemos profundamente, también, la parábola del pobre Lázaro para seguir avanzando en nuestro camino hacia la Jerusalén Celestial. También nos pide la Iglesia, para la Cuaresma, que demos "el paso del pecado a la gracia"; puesto que todos somos pecadores, todos estamos llamados a dar ese paso, a entrar en el misterio de la gracia y la misericordia especialmente con el sacramento de la Reconciliación y la práctica de las obras de Caridad… recordando el urgente llamado del Papa a trabajar (don y tarea) especialmente por la unidad y la paz, desterrando toda violencia y actitudes de división (Mensaje para la jornada mundial de oración por la paz, 1.01.17). Temas... (otra posibilidad) La llamada a la conversión y a un tiempo de penitencia parte (en la segunda lectura) de la Iglesia; su portavoz es san Pablo con sus colaboradores: «Somos embajadores de Cristo; se lo pedimos por Cristo: déjense reconciliar con Dios». Esto significa dos cosas: dejémonos reconciliar con Dios personalmente, cada uno en obras de conversión, y dejémonos reconciliar con Dios por medio del sacramento de la Reconciliación. La Iglesia, por medio de sus ministros -colaboradores de Dios- es la que nos exhorta y se permite llamar nuestra atención: «Ahora es el tiempo de la gracia; ahora es el día de la salvación». Aunque ciertamente somos libres para hacer penitencia cuando queramos, forma parte de ‘nuestra obediencia’ a la Iglesia hacerla precisamente ahora en el marco del Año Litúrgico. El motivo que la Iglesia nos da es la acción de Dios, que «por nosotros hizo pecado al que no conocía el pecado, para que por Él llegáramos a ser justicia de Dios». Esta enorme acción misericordiosa de Dios (la Encarnación y la Glorificación) debe impulsarnos a participar en Su pasión y ser partícipes de la resurrección. Ya la Antigua Alianza invitaba al pueblo (en la primera lectura) a entrar en un tiempo general de «conversión» y expiación. También aquí hay que hacer penitencia, no como obra externa, sino como actitud interior: «Rasguen los corazones, no las vestiduras» … esto, para convertirnos al Dios de la gracia y de la misericordia. También en este caso como un acto litúrgico común: el «ayuno sagrado» se entiende como «servicio a Dios» de toda la comunidad. Aquí tampoco se trata de un querer influir mágicamente sobre Dios, sino de una oración sencilla e intensa para implorar la compasión divina. Jesús no suprime, en el evangelio, esta penitencia, sino que la preserva, definitivamente, del fariseísmo y de cualquier devaluación mediante la propia justicia: si queremos que esta penitencia tenga algún sentido y algún valor ante Dios, debemos trasladarla al interior, a lo invisible. Si Jesús, en los tres consejos que nos da -sobre cómo hacer limosna, cómo rezar y cómo ayunar-, insiste en la conveniencia de la discreción para que nuestra acción conserve todo su sentido cristiano, al enfatizar esta invisibilidad hacia fuera nada dice contra la necesidad de tales obras, sino que subraya que esas obras son agradables a los ojos del Padre celestial, que sabe valorarlas y recompensarlas adecuadamente. Pero que quede claro: si hacemos penitencia no es para ser recompensados por Dios, sino ante todo simplemente porque queremos seguir a Cristo con reconocimiento y agradecimiento, y después porque percibimos claramente que la mejor manera de ayudar al mundo en que vivimos es hacer penitencia. Jesús nos sugiere tres formas eficaces para ello: limosna, oración y ayuno… como enseña la Iglesia en el Prefacio: Porque con nuestras privaciones voluntarias nos enseñas a reconocer y agradecer tus dones, a dominar nuestro orgullo, e imitar así tu generosidad compartiendo nuestros bienes con los necesitados. María, Madre de gracia y misericordia, ruega por nosotros.

HOMILIA Primer Domingo de CUARESMA cA (01 de marzo de 2020)

Primer Domingo de CUARESMA cA (01 de marzo de 2020) Primera: Génesis 2, 7-9; 3, 1-7; Salmo: Sal 50, 3-6a.12-14.17; Segunda: Romanos 5, 12-19; Evangelio: Mateo 4, 1-11 Nexo entre las LECTURAS Podemos ver la dinámica de las lecturas: Génesis: en aquel tiempo / Adán / conducido al jardín / tentado por la serpiente / no escuchó la Palabra / comió del fruto prohibido / y se dio cuenta que estaba desnudo / y fue arrojado del paraíso. Evangelio: en aquel tiempo/ Cristo /conducido al desierto / tentado por el demonio /escuchó a Dios / no comió, ayunó / y venció / y los ángeles le servían. San Pablo: la muerte reinó desde Adán / pero donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia / y si por culpa de uno todos fueron pecadores / por la obediencia de uno todos son justos. Temas... 1. En torno a las ‘tentaciones’ La primera tentación (manda que estas piedras se conviertan en panes) es la de querer organizar la vida desde el solo acontecer humano, contar únicamente con la dimensión inmanente, prescindiendo de toda referencia a la trascendencia ("no sólo de pan..."). Es la tentación del ateísmo existencial, real, práctico. No es una tentación que nos llame a negar los artículos del Credo, ni de la Palabra, sino a llevar una existencia cómoda, indolente, incomprometida, sin complicaciones..., sin Dios, sin el Dios Padre de Jesucristo, pues otros serán quienes ocupen su lugar y se asienten en nuestro corazón como ‘dioses’. Así puede darse el caso de un bautizado que, diciéndose creyente, e incluso realizando "prácticas religiosas", en realidad no han edificado su vida en torno a Jesús, no han puesto al Mesías sobre todo lo demás, y tienen, en la práctica, como dios -o dioses- el dinero, el lujo, el bienestar, la posición social, la fama, el sexo desordenado... las adicciones. Estos podrán declararse creyentes, pero no lo son y, más bien, en la práctica, son ateos. La segunda forma de tentación (lo puso en la parte más alta del Templo, diciéndole… tírate abajo) es la de querer ver a Dios como un sistema del cual dispongo al propio antojo. Es una tentación de lo más frecuente y que responde a una determinada imagen de Dios. Parece hacernos creer que Dios es como un objeto para utilizar según me parece, o -con otra imagen- como un gran mago, capaz de hacer los "milagritos" que yo necesite o me gusten… todo ello a cambio de que yo ‘rece’ unas jaculatorias o ‘haga una serie de ritos’ que no buscan más que eso, dar órdenes a Dios a mi antojo. Ante un examen, una operación quirúrgica, un concurso, un viaje..., se corre en busca de la ayuda de Dios como si fuese un ‘amuleto mágico’ que nos da el éxito seguro. Muchas veces, antes de estas situaciones, no nos acordamos de Dios para nada; y si el asunto sale bien, después tampoco; y si sale mal se protesta contra Dios para pasar, también rápidamente, a otra cuestión. La tercera forma de tentación (Te daré todo esto, si te postras para adorarme) es la que se hace realidad con mucha frecuencia: rechazar existencialmente a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo para -tomando otra escala de valores fundamentales- edificar la propia vida alrededor de esa escala desordenada. Estos valores estimulados por el relativismo, convertidos en ídolos, totalizan la vida del idólatra y la desplazan de su auténtico centro de interés. Ya hemos visto algo de esto, mas arriba, al meditar acerca de la primera tentación. Vemos, pues, que la tentación es algo viejo, que "ataca" al hombre por uno de sus puntos más débiles: el egoísmo. Lo que hemos de intentar es conseguir rechazar las tentaciones con el mismo estilo que nos enseñó Jesús a lo largo de toda su vida: con elegancia y con firmeza, con serenidad y con decisión apoyados en la Palabra de Dios y en la comunión con el Espíritu Santo. El modelo que tenemos en Él es, sin lugar a dudas, perfecto; nunca nos podrá servir como excusa el no saber cómo actuar; el evangelio de hoy nos previene, avisa y enseña magistralmente… amemos, a Dios y al prójimo, como Jesús lo hizo y nos enseñó, con la fuerza y asistencia del Espíritu Santo Paráclito. 2. En torno a las ‘Lecturas’ - En el primer domingo de Cuaresma la Liturgia presenta los dos polos entre los que se desarrolla la historia de la salvación: el pecado del hombre y la redención de Cristo. El hombre acaba de ser creado por Dios (1a lectura: Gn 2, 7-9; 3, 1-7); ha salido de las manos de Dios puro e íntegro, plasmado a su imagen y semejanza; vive en la inocencia, en la alegría, en la amistad con su Creador. Pero el Maligno, envidioso del bien del hombre, está al acecho y lo hiere con tres tentaciones contra el orden establecido por Dios: «del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieras de él, morirás sin remedio» (Gn 2, 17). Tentación de incredulidad en la palabra de Dios: «de ninguna manera morirás» (Gn 3, 4); tentación de soberbia: «seréis como dioses» (ib 5); y finalmente tentación de desobediencia. Las dos primeras abren el camino a la última, y el hombre cae trasgrediendo el mandamiento divino. Atraído por las palabras engañosas que no supo rechazar, el hombre no resistió a la ilusión de levantarse a la categoría de Dios, y por buscar su propia grandeza fuera del plan divino se precipitó en la ruina arrastrando consigo a toda su descendencia. Pero Dios sabe que el hombre fue engañado; por eso, aunque lo castiga, le promete un salvador que le liberará del error y del pecado. - Para cumplir esta obra, el Hijo de Dios acepta hacerse en todo semejante al hombre menos en el pecado, sin descartar incluso que le tentase el Maligno, como se lee en el Evangelio del día (Mt 4, 1-11). Es impresionante la frase que introduce este relato: «Entonces Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo» (ib 1). Para Jesús el desierto no es sólo el lugar de retiro y de la oración tú a tú con el Padre; es el campo de batalla donde, antes de comenzar la Vida apostólica, toma posiciones contra el perpetuo enemigo de Dios y del hombre. También aquí, lo mismo que en el Paraíso, el diablo se presenta con tres tentaciones: contra Ia sumisión, la obediencia y la adoración que sólo a Dios se tributa. «Si eres Hijo de Dios di que estas piedras se conviertan en panes... Si eres Hijo de Dios, tírate abajo porque está escrito: a sus ángeles te encomendará... Todo esto te daré si te postras y me adoras» (ib 3.6.9). Verdaderamente Jesús es el Hijo de Dios, su poder es infinito, pero el Padre no quiere que lo use en beneficio propio. El Mesías no ha de ser un triunfador, sino «el siervo de Yahvé», que es enviado a salvar a los hombres con la humildad, Ia pobreza, la obediencia, la cruz. Y Jesús no se aparta ni un ápice del camino que el Padre le ha trazado. La Victoria que el diablo consiguiera en el Paraíso se cambia ahora, en el desierto de Palestina, en una total derrota: «Apártate, Satanás, porque está escrito: AI Señor tu Dios adorarás, sólo a él darás culto» (ib 10). - En la segunda lectura (Rm 5, 12-19) San Pablo resume en una síntesis fuerte y precisa toda la historia de la salvación: «Así como por la desobediencia de un solo hombre, todos los hombres fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos» (ib 19). La desobediencia, la falta de fe en la palabra de Dios, la soberbia de los primeros padres ha sido reparada por la obediencia de Jesús, por su fidelidad a la palabra y a la voluntad del Padre, por la humildad con que rechazó toda insinuación de un mesianismo glorioso y con que por el contrario se sometió a la vergüenza de la cruz. La reparación, es cierto, se cumplirá en el Calvario, pero se inicia ya en el desierto cuando Jesús rechaza a Satanás. Así «donde abundo el pecado, sobreabundó la gracia» (ib 20), y la salvación se ofreció a todo el género humano. Mediante la fe, la humildad y la obediencia puede todo hombre vencer las tentaciones del enemigo y entrar en la órbita de Jesús Salvador. Sugerencias... a. Las formas en que el hombre es tentado dependen mucho de su personalidad, del medio ambiente en que se mueve, de las fases de la misma vida, del estado de vida, de las situaciones y circunstancias de su existencia concreta. Con todo, la tentación nos acecha a todos a la vuelta de la esquina y en el momento en que menos se espera. En este Domingo es importante volver a afirmar -con vigor- que somos tentados, y esto en cualquier período de la vida. No hay que pensar que las tentaciones son cosas de alguna edad o un estado de vida o condición social... b. La cuaresma ofrece una buena ocasión para tratar el tema de la tentación y del pecado en muchos de los campos del obrar humano: la tentación de "otra religión" más complaciente y fácil, la tentación de la idolatría para con dioses hechos por manos humanas, la tentación de la rebelión y de la desobediencia civil o eclesial, la tentación del disenso por el disenso, la tentación de la mentira, de la corrupción, del adulterio, del aborto haciendo pensar que el debate público es bueno, del ‘sexo’ sin amor... de las ‘drogas’, como estilo de evasión y de alegría desenfrenada. Estas y otras muchas tentaciones, según sean los ámbitos de nuestra vida y comunidad, nos acechan a nosotros y a nuestros hermanos. c. Una catequesis sobre la tentación en el fondo es una catequesis sobre la libertad y la responsabilidad ante Dios, ante la propia conciencia y ante los demás. Precisamente en la tentación el hombre, ayudado por la gracia, muestra si es realmente libre, si sabe usar rectamente de su libertad. Hoy quizá se tiende a quitar responsabilidad a las acciones del hombre, achacándolas al ambiente, a la debilidad o anormalidad psicológicas, a muchachadas 'inocentes'... se quiere hacer pensar que la culpa es de los demás y siempre está en los otros. Sin quitar el debido peso a todo esto, parece que la sociedad debe reaccionar, y en lugar de disminuir la responsabilidad, esforzarnos por “edificar/educar” y hacer crecer hombres verdaderamente libres y responsables de sus acciones. De lo contrario, en lugar de mejorar la sociedad, la iremos dejando caer, más o menos culpablemente, en la inconciencia y en la irresponsabilidad… busquemos en esta Cuaresma descubrir a la Palabra como don… al Otro como don… y que, reconciliados y en gracia tengamos el corazón puro para ver a Dios y amar a los demás, practicando las obras de misericordia. Virgen María, Madre de Cristo y de la Iglesia, ruega por nosotros.

miércoles, 19 de febrero de 2020

HOMILÍA Domingo Séptimo del TIEMPO ORDINARIO cA (23 de febrero de 2020)

Domingo Séptimo del TIEMPO ORDINARIO cA (23 de febrero de 2020) Primera: Levítico 19, 1-2. 17-18; Salmo: Sal 102, 1-4.8. 10.12-13; Segunda: 1Corintios 3, 16-23; Evangelio: Mateo 5, 38-48 Nexo entre las LECTURAS En nuestro itinerario continuamos escuchando el sermón de la Montaña, que hoy nos habla de responder al mal con BIEN (nunca con mal) y que la ley nueva consiste en amar… amar a los enemigos. Jesús lleva a plenitud los mandamientos del Antiguo Testamento introduciéndolos en la lógica de la caridad (amor y servicio). Santo Tomás de Aquino muestra que la ley nueva es más exigente en lo interior, pero más liviana en lo exterior -que la ley antigua-. El drama es que, en ocasiones, los cristianos hemos acogido con facilidad la parte liviana, y nos hemos olvidado de la exigente, por eso san Pablo nos pone en atención: “¡Que nadie se engañe! Si alguno de ustedes se tiene por sabio en este mundo, que se haga insensato para ser realmente sabio. Porque la sabiduría de este mundo es locura delante de Dios”. Debería notársenos, a los discípulos misioneros, que lo somos porque verdaderamente tratamos de orientar nuestra vida -desde la exigencia del amor- imitando a Dios… Temas... Sugerencias... Cada Domingo, todos los Domingos, somos invitados a mirarnos en el espejo que es CRISTO: tenemos que escuchar y aceptar su Palabra viva, orientadora. Hoy, su palabra, es sobre nuestra relación con el prójimo imitando al Padre que está en el Cielo. La ley del amor: Ya desde el A.T., como hemos escuchado en la primera lectura, se nos urge a que amemos: a que evitemos el odio, o el silencio cuando es cómplice del amor fraterno, o la venganza, o el rencor. Se nos da ya una buena "medida" de amor: amar al prójimo como a ti mismo... Se nos dice que así imitamos a Dios y somos santos como Él. ¿Cuál es la actitud de Dios que debemos imitar? Nos lo ha hecho repetir el salmo responsorial: "el Señor es compasivo y misericordioso". No podemos decir que honramos a Dios si luego no imitamos su manera de actuar con nosotros: lento a la ira, comprensivo, perdonador, rico en clemencia... La caridad con el hermano aparece como una consecuencia ligada a nuestra fe en Dios. Jesús, en el evangelio, ha concretado más esta ley del amor. Ya no debe regir para los suyos la ley del talión, aunque todavía hoy sea lo más espontáneo: ojo por ojo (no me habla, pues yo no le hablo; me critica, pues yo le critico a él). Los seguidores de Jesús debemos aprender la nueva ley, la ley del amor. No vengarse, del mal que me hace, con el mal, sino intentar vencerlo con el bien (San Ireneo de Lyon). Poner la otra mejilla, regalarle también la túnica, recorrer con él no sólo un kilómetro, sino dos, son expresiones muy plásticas del nuevo estilo. El amor es dar gratuitamente. Lo otro (saludar al que ya nos saluda, tratar bien al que ya nos trata bien o para que nos trate bien) es más bien negocio. Cristo no nos enseña sólo un estilo civilizado de convivencia, sino uno claramente superior: un estilo basado en el amor gratuito, desinteresado, cosa que no nos enseña precisamente este mundo. Un amor bien entendido: Amar no significa siempre callar. El silencio a veces sería colaboración con el mal. A veces el amor incluye, como ya nos dice la primera lectura, la corrección fraterna: unos padres no pueden consentir los malos caminos de sus hijos, los hijos deben saber decir también una palabra oportuna a sus padres, y lo mismo en la comunidad parroquial o en la religiosa. Igual examen habrán de hacer los Sacerdotes y los Obispos (Papa Francisco, 13 de febrero de 2017). Amar no debe significar cruzarse de brazos y renunciar a una posible acción comprometida en la lucha contra las situaciones injustas… amar tiene que ver con discernir delante de Dios (y a veces con muchas horas de rodillas) para conocer, manifestado por Él, qué haría en esta situación y qué debo hacer para imitarlo bien. Pues este nuevo estilo comporta en hacer todo desde una actitud de amor, y no de rencor o de venganza o sólo servilismo. Lo de la mejilla o lo de la túnica no hay que tomarlo, necesariamente, al pie de la letra, sino desde su urgencia de actitud pacífica, no violenta ni vengativa. Cuando a Jesús le dieron una bofetada, en la Pasión, no puso la otra mejilla, sino que preguntó serenamente por qué le golpeaban, qué mal había hecho. Tenemos buenos maestros de esta Nueva ley: El modelo primero, que nos proponen las lecturas de hoy, es Dios mismo. "Sean santos como yo", -primera lectura-. Y ya hemos visto qué retrato de santidad de Dios nos ofrecía el salmo: el Dios lleno de misericordia. También en el evangelio se motiva nuestra actitud fraterna con los demás mirando a Dios: "así serán hijos del Padre que está en el cielo": Dios, al hacer llover o salir el sol sobre todos, nos da ejemplo de un corazón universal y no vengativo. El que mejor nos ha podido enseñar esta doctrina es Cristo Jesús, que con su modo de actuar y sus palabras nos ha dado este mensaje de perdón y de amor. En Él es donde mejor podemos experimentar de verdad que Dios es amor. Es Él el que ha cumplido en plenitud la nueva ley del amor. Y no porque ‘no luchara’ contra el mal, ni se callara ante las situaciones que quería corregir. Cristo denunció el mal. Pero perdonó. Murió pidiendo a Dios que perdonara a los que le mataban. Dios nos enseña a superar la ofensa con el amor, no con otra ofensa justiciera. También es modelo y maestra de este amor hasta el fin la santísima Virgen María… yendo al pesebre, a Egipto, estando en Caná y encontrando al Señor en el camino de la Cruz y al pie de la Cruz y en el Cenáculo en espera del Espíritu Prometido, y siempre con corazón bueno, amable, tierno, dulce... Cada uno en su corazón podría, durante la semana, considerar como modelo el santo o la santa del que tenemos especial devoción… ellos (los santos) amaron hasta el fin. La novedad y la audacia de esta ley del amor: Conviene expresar que el estilo de vida que nos enseña Jesús para que sea nuestro, aparece ante el mundo y la cultura relativista como contra corriente, difícil, cuesta arriba. Esto de Jesús es muy ‘solo de Jesús’ y porque sabe cómo nos hizo y para qué nos hizo, es por eso que no sólo nos dice que no odiemos… nos pide más: que amemos incluso al "enemigo", que luchemos contra el mal HACIENDO el bien. La gran fuerza que transformaría el mundo, si los cristianos la creyéramos en la práctica, es el amor, don que recibimos del Espíritu Santo, que le decimos Espíritu de Amor. Cuando, antes de ir a comulgar con Cristo en la Eucaristía, nos damos el gesto de paz con los de al lado, éste es un gesto amable, pero serio: es nuestro compromiso de que comprendemos el "amén" que damos a Cristo como íntimamente relacionado con el "amén" que en la vida le vamos a decir a nuestros hermanos. María, Madre del Amor Hermoso y Reina de los santos, ruega por nosotros

lunes, 10 de febrero de 2020

HOMILIA Domingo Sexto del TIEMPO ORDINARIO cA (16 de febrero de 2020)

Domingo Sexto del TIEMPO ORDINARIO cA (16 de febrero de 2020) Primera: Eclesiástico 15, 15-20; Salmo: Sal 118, 1-2.4-5.17-18.33-34; Segunda: 1Corintios 2, 6-10; Evangelio: Mateo 5, 17-37 Nexo entre las LECTURAS Las lecturas de hoy se centran en la libertad auténtica. En la primera lectura el autor del Eclesiástico recurre a imágenes para mostrar la responsabilidad del hombre en su obrar: "Él puso ante ti el fuego y el agua: hacia lo que quieras, extenderás tu mano. Ante los hombres están la vida y la muerte: a cada uno se le dará lo que prefiera". Jesucristo, en el Evangelio, desafía la libertad con la elección: "Han oído que se dijo...pero Yo les digo...". Se nos pide que elijamos libremente hacer el bien… nos liberó Cristo no de algo, sino para algo, para practicar el amor (obras de misericordia) y el servicio. Finalmente, san Pablo exhorta a los cristianos de Corinto a elegir una sabiduría superior: divina, misteriosa, escondida, que Dios nos ha revelado por medio de su Espíritu (segunda lectura). Dice el autor del Salmo que son felices los que siguen la Ley del Señor y termina con una súplica humilde: Muéstrame, Señor, el camino de tus preceptos, y yo los cumpliré a la perfección. Temas... El sentido de la ley: Al comienzo del evangelio, Jesús subraya que no ha venido a abolir la ley dada por Dios en la Antigua Alianza, sino a darle plenitud: a cumplirla en su sentido original, tal y como Dios quiere. Y esto hasta en lo más pequeño, es decir, hasta el sentido más íntimo que Dios le ha dado. Este sentido fue indicado en el Sinaí: «Santifíquense y sean santos, porque yo soy santo» (Lv 11, 44). Jesús lo reitera en el sermón de la montaña: «Sean buenos del todo, como es bueno el Padre del cielo» (Mt 5, 48). Tal es el sentido de los mandamientos: quien quiere estar en alianza con Dios, debe corresponder a su actitud y a sus sentimientos; esto es lo que pretenden los mandamientos. Y Jesús nos mostrará que este cumplimiento de la ley es posible: Él vivirá ante nosotros, a lo largo de su vida, el sentido último de la ley, hasta que «todo (lo que ha sido profetizado) se cumpla», hasta la cruz y la resurrección. No se nos pide nada imposible, la primera lectura lo dice literalmente: «Si quieres, guardarás sus mandatos». «Cumplir la voluntad de Dios» no es sino «fidelidad» «nobleza», es decir: nuestro deseo de corresponder a su oferta con gratitud. «El precepto que yo te mando hoy no es cosa que te exceda ni inalcanzable... El mandamiento está a tu alcance; en tu corazón y en tu boca. Cúmplelo» (Dt 30, 11.14). Jesús dice…: Ciertamente parece que en todas estas antítesis («Han oído que se dijo a los antiguos... Pero Yo les digo») Jesús quiere llevar a plenitud la ley de la Antigua Alianza. Pero la “nueva Ley” no es más que la que desvela las intenciones y las consecuencias últimas de la antigua. Jesús, además, la purifica de la herrumbre que se ha ido depositando sobre ella a causa de la negligencia y de la comodidad minimalista de los hombres, y muestra el sentido límpido que Dios le había dado desde siempre. Para Dios jamás hubo oposición entre la ley del Sinaí y la fe de Abrahán: guardar los mandamientos de Dios es lo mismo que la obediencia de la fe. Esto es lo que los «letrados y fariseos» no habían comprendido en su propia justicia, y por eso su «justicia» debe ser superada en dirección a Abrahán y, más profundamente aún, en dirección a Cristo. La alianza es la oferta de la reconciliación de Dios con los hombres, por lo que el hombre debe reconciliarse primero con su prójimo antes de presentarse ante Dios. Dios es eternamente fiel en su alianza, por eso el matrimonio entre hombre y mujer debe ser una imagen de esta fidelidad. Dios es veraz en su fidelidad, por lo que el hombre debe atenerse a un sí y a un no verdaderos. En todo esto se trata de una decisión definitiva (libertad): o me busco a mí mismo y mi propia promoción, o busco a Dios y me pongo enteramente a su servicio; es decir, escojo la muerte o la vida: «Delante del hombre están muerte y vida: a cada uno le darán lo que cada uno escoja» (primera lectura). La profundidad con la que Jesús conoce y comprende la ley de Dios conduce a la ganancia del Reino de los cielos (Mt 5,20) o a su pérdida, el infierno, el fuego (Mt 5, 22.29.30). El que sigue a Dios, le encuentra y entra en su Reino; quien sólo busca en la ley su perfección personal, le pierde y, si persiste en su actitud, le pierde definitivamente. El mundo (dice Pablo en la segunda lectura) no conoce este radicalismo; sin el Espíritu revelador de Dios «ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar» lo que Dios da cuando se corresponde a su exigencia. Pero a nosotros nos lo ha revelado el Espíritu Santo, «que penetra hasta la profundidad de Dios», y con ello también hasta las profundidades de la gracia que nos ofrece en la ley de su alianza: «ser como Él» en su amor y en su misericordia. Sugerencias... La libertad cristiana en una sociedad pluralista requiere de gran discernimiento. Los fieles cristianos vivimos en el pluralismo religioso, político, cultural. Un pluralismo que afecta al mismo modo de ver el bien y el mal y, consiguientemente, a opciones diversas en campos importantes de la vida humana o de la sociedad. Para un cristiano el aborto voluntario es siempre un mal, pero en la sociedad pluralista hay quienes -en algunos casos- lo consideran posible y hasta necesario. Para un cristiano la prostitución va contra la dignidad de la mujer, pero hay quienes la consideran como una "profesión", buena y legítima como otras... Este pluralismo no ha de debilitar nuestras convicciones, más bien las debe afianzar y nos llevará a dar razón de nuestra fe y de nuestra postura (San Juan Pablo II, jornada mundial de los jóvenes en Buenos Aires, Argentina). Pero tampoco nos ha de llevar al fanatismo y a la intransigencia con quienes no comparten nuestra fe y nuestra moral (Papa Francisco, E. Gaudium). El respeto a las diferencias y el diálogo ecuménico y más que nada el testimonio de coherencia cristiana, debe ser el camino preferido por nuestra libertad. El Espíritu de libertad. El cristiano, cada discípulo-misionero, en el buen ejercicio de su libertad, actúa bajo la acción del Espíritu. El discernimiento por obra del Espíritu y la docilidad a este mismo Espíritu permiten al cristiano el uso más pleno de su libertad, el paso de lo bueno a lo mejor, de lo no exigido por la sociedad o por el ambiente en que se vive a lo exigido por la conciencia, de la simple ayuda a los demás a la generosidad sin medida. Mientras más dócil sea cada cristiano a la acción del Espíritu Santo en su conciencia, más libre será en sus opciones fundamentales y en las decisiones grandes y pequeñas de todos los días. Con el Espíritu Santo y solo con Él, “comprendemos que Jesús no da importancia sencillamente a la observancia disciplinar y a la conducta exterior. Él va a la raíz de la Ley, apuntando sobre todo a la intención y, por lo tanto, al corazón del hombre, donde tienen origen nuestras acciones buenas y malas. Para tener comportamientos buenos y honestos no bastan las normas jurídicas, sino que son necesarias motivaciones profundas, expresiones de una sabiduría oculta, la Sabiduría de Dios, que se puede acoger gracias al Espíritu Santo. Y nosotros, a través de la fe en Cristo, podemos abrirnos a la acción del Espíritu, que nos hace capaces de vivir el amor divino. A la luz de esta enseñanza, cada precepto revela su pleno significado como exigencia de amor, y todos se unen en el más grande mandamiento: ama a Dios con todo el corazón y ama al prójimo como a ti mismo” (Francisco, 16 de feb de 2014). Nuestra Señora del SI, del HÁGASE, ruega por nosotros.

lunes, 3 de febrero de 2020

HOMILIA Domingo Quinto del TIEMPO ORDINARIO cA (09 de febrero de 2020)

Domingo Quinto del TIEMPO ORDINARIO cA (09 de febrero de 2020) Primera: Isaías 58, 7-10; Salmo: Sal 111, 4-9; Segunda: 1Corintios 2, 1-5; Evangelio: Mateo 5, 13-16 Nexo entre las LECTURAS “Obras, no palabras”, tal podría ser ‘el mensaje’ de la liturgia de este quinto Domingo del TO. "Comparte tu pan... alberga al pobre, viste al desnudo...", éste es el ayuno que agrada a Dios, según el profeta Isaías en la primera lectura. Jesús -en el Evangelio- dice a los discípulos: "Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo". San Pablo, muy consciente de la esencia de la fe cristiana, centra su predicación en la obra de Cristo y no en razonamientos humanos. Y por excelencia: en su muerte en la cruz por nuestra salvación… no en la elocuencia y capacidad de persuasión, sino en la acción y poder del Espíritu (segunda lectura). Recordamos, al rezar con el salmista, que "Para los buenos brilla una luz en las tinieblas" y que "El justo no vacilará jamás, su recuerdo permanecerá para siempre. No tendrá que temer malas noticias: su corazón está firme, confiado en el Señor". Temas... -La verdadera fe es la que está unida a la caridad. Ambas cosas (la sal y la luz) son imprescindibles e inseparables. Todo cristiano es sal de la tierra y luz del mundo y esto es posible gracias a la fe y gracias, con la ayuda de Dios, a sus obras (caridad). La sal es símbolo de la sabiduría, y el cristiano tiene la sabiduría del Evangelio. La sal además tiene la cualidad de preservar de la corrupción, y el cristiano -en cuanto sal- conseguirá preservar el medio en el que vive mediante el testimonio de sus obras (amor y servicio). La luz está hecha para iluminar, y el cristiano es luz que, con la Palabra de Dios (como señalaba el Papa el Domingo pasado) ilumina las mentes y las situaciones humanas. Pero, no se enciende una lámpara para taparla, y el cristiano ES esa lámpara cuyas buenas obras no pueden ocultarse, porque sería tanto como dejar al mundo en la oscuridad. Como luz en una ciudad sobre el monte, el cristiano orienta al viajero en su travesía, orienta a los hombres con sus palabras, con la doctrina de la fe. Un pequeño interrogante ¿lees la Palabra… lees el catecismo? En las ciudades, el hombre busca refugio, protección, seguridad, BUSCA felicidad… y, en lo temporal/material, muchas veces no lo consigue, al contrario paga costos altísimos y todo es pasajero, como el agua que se nos va entre los dedos de las manos… y a nosotros Dios nos puso para que con el ejemplo (sostenidos por la oración y la Eucaristía) seamos, para todos: un signo de seguridad, refugio y protección en medio de las penalidades e incertidumbres de la vida, SEAMOS causa de alegría. Recordemos el testimonio de vida de san José Gabriel, de beata Madre Teresa, beata Laura Vicuña, los beatos Ceferino y Artémides, beata Antula… los mártires de La Rioja, que ofrecieron sus vidas para que todos estén bien… - La primera lectura ejemplifica algunas de esas obras, por las que el cristiano será sal, luz y ciudad en lo alto para los hombres: satisfacer el hambre del necesitado, dar cobijo a quien no tiene techo, proporcionar ropa a quien sufre la inclemencia del frío, apartar del alma y de la conducta cualquier muestra de opresión, vencer la tentación de la calumnia y de la acusación gratuita, alejarnos del chismorreo... En definitiva, las obras cristianas son obras de justicia, de solidaridad, de respeto, de caridad hacia los demás… el Papa Francisco dice que tenemos que vivir mas intensamente las bienaventuranzas y practicar con entrega total las obras de misericordia. - Nadie tiene más amor que el que da la vida por el amado. Esta es la obra suprema del amor, esa es la obra de Cristo que Pablo presenta a los corintios como la verdaderamente eficaz, por encima de cualquier filosofía o de cualquier retórica persuasiva. Ellos abrazaron la fe justamente por la acción misteriosa de esta obra en el interior de sus corazones, y por el poder del Espíritu que hace eficaz la obra redentora de Jesucristo. Sugerencias... El lugar del cristiano en el HOY. Podrán darse acentuaciones, como en todo, pero nuestro papel es el de proclamar la fe en Jesucristo tanto con palabras como con obras (San Pablo VI). No basta creer, porque la fe sin obras es una fe muerta, y una fe muerta es como la sal que ha perdido su fuerza de salar (sosa e insípida), y no posee vigor de atracción ni de convencimiento. ¿Se da este tipo de creyentes entre nosotros? A veces hay gente (pueblo y ministros consagrados) que ‘va’ a Misa y no celebra, y luego habla mal de los demás -desde la misma celebración-. Hay algunos que se creen fervientes cristianos y soportan malamente y a disgusto a los pobres, débiles, enfermos y necesitados, no debe ser así. Los hay quienes conocen bien la doctrina cristiana sobre el sexto mandamiento, pero se han olvidado vivir el quinto no pagando los impuestos o sustrayendo una parte de los mismos... hasta a veces, hay cristianos con cara de velorio (cf: Papa Francisco). Tampoco es suficiente solo obrar, porque las obras sin la fe no pueden salvarnos. No es genuino espíritu cristiano trabajar por los demás, entregarse totalmente a obras de asistencia, y luego olvidarse de orar o de ir a Misa los Domingos, rezar el Rosario, orar con la Palabra. No lo es, quien da limosna al pobre, ayuda generosamente a obras sociales, pero le resulta "imposible" creer en la resurrección de la carne y en la vida futura... Hay que hacer lo uno, sin omitir lo otro, como nos enseña Jesucristo (Civilización del Amor, san Papa Pablo VI). Cultivar la fe, practicar las obras de caridad. Es necesario, en la situación actual de muchos fieles, que las parroquias directamente o con la ayuda de otras instituciones (congregaciones religiosas, movimientos eclesiales, asociaciones de fieles laicos... acompañamiento del Obispo) ofrezca y promueva cursos y actividades para crecer en la fe, para afianzarla, para defenderla ante los posibles peligros. Es también aconsejable que las mismas parroquias promuevan la "caridad organizada" (Benedicto XVI), a nivel parroquial y/o diocesano, para lograr mayor eficacia en el servicio a los necesitados. Las formas pueden ser variadísimas: recolección de ropa o de alimentos para damnificados y para necesitados, el teléfono de un amigo y llamarlo para sostenerlo en la entrega diaria… la visita a los ancianos y a los enfermos también para leerles la Palabra y rezar con ellos, etc… ayuda frente al flagelo de la droga y toda forma de Trata… y evitar los escándalos. «Todos deseamos la paz; muchas personas la construyen cada día con pequeños gestos; muchos sufren y soportan pacientemente la fatiga de intentar edificarla». En el 2020, comprometámonos con nuestra oración y acción a ser personas que aparten de su corazón, de sus palabras y de sus gestos la violencia, y a construir comunidades no violentas, que cuiden de la casa común. «Nada es imposible si nos dirigimos a Dios con nuestra oración. Todos podemos ser artesanos de la paz» (Francisco, mensaje para el 1 de enero de 2017). Nuestra Señora de la Merced, ruega por nosotros. Área de archivos adjuntos

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...