lunes, 7 de octubre de 2019

HOMILIA Domingo Vigesimoctavo del TIEMPO ORDINARIO cC (13 de octubre de 2019).

Domingo Vigesimoctavo del TIEMPO ORDINARIO cC (13 de octubre de 2019). Primera: 2Reyes 5, 10. 14-17; Salmo: Sal 97, 1-4; Segunda: 2Timoteo 2, 8-13; Evangelio: Lucas 17, 11-19 Nexo entre las LECTURAS… "La obediencia de la fe" nos ayuda a leer unitariamente los textos de este Domingo. Los diez leprosos se fían de la palabra de Jesús y se ponen en camino para presentarse a los sacerdotes, a fin de ser curados de la lepra (Evangelio)… lo nuevo -de otras veces que han ido a los sacerdotes- es que ahora van en el nombre del Señor Jesús y por eso alcanzan la salud. Naamán el sirio obedece las palabras de Eliseo, a instancias de sus siervos, sumergiéndose siete veces en el Jordán, con lo que quedó curado (Primera lectura). La obediencia de la fe hace que Pablo termine en cadenas y tenga que sufrir no pocos padecimientos (Segunda lectura). Una maravilla la oración que la Iglesia nos hace rezar con el Salmista: "Canten al Señor un canto nuevo, porque Él hizo maravillas: su mano derecha y su santo brazo le obtuvieron la victoria"… ¡¡¡a rezarla con gozo!!! Temas... El poder de la obediencia. Los dos milagros de que nos hablan los textos destacan el lugar maravilloso de la obediencia en la vida de la fe. No hay gestos curativos ni de Eliseo ni de Jesús. No se mencionan fórmulas terapéuticas, dirigidas al enfermo, como sucede en otros relatos de milagros. Hay solamente un mandato. El de Eliseo a Naamán suena así: "Ve y báñate siete veces en el Jordán". A los leprosos Jesús les dice: "Vayan y preséntense a los sacerdotes". Tanto Naamán como los diez leprosos todavía no han sido curados, ni siquiera saben si lo serán. Pero se fían y obedecen. Y la fuerza de su confianza y de su obediencia fue la disposición necesaria para la actuación extraordinaria de Dios de favor de cada uno y de su pueblo. La obediencia es un grado de fe-confianza en la persona a la que se obedece. La fe que no está exenta de tropiezos y dificultades: Esto es patente en la historia de Naamán. Él tenía otra concepción y otras expectativas sobre el milagro y sobre el modo de realizarse: "¡Saldrá seguramente a mi encuentro, se detendrá, invocará el nombre de su Dios, frotará con su mano mi parte enferma, y sanaré de la lepra!". Nada de esto ocurrió. Ni siquiera vio a Eliseo, pues el mensaje del profeta le llegó por un intermediario… por la expectativa no cumplida Naamán estaba hecho una furia, y regresaba a su casa, habiendo perdida toda esperanza de curación… en el camino, persuadido por sus siervos, obedeció, se bañó en el Jordán y "su carne volvió a ser como la de un niño pequeño, y quedó curado". Naamán, por fin, se dio cuenta de que no son las aguas las que curan la lepra, sino el Espíritu de Dios que se sirve del Jordán, como de otros muchos medios, para hacer el bien y salvar al hombre. Los diez leprosos, ante el mandato de Jesús, se pusieron en camino hacia el templo de Jerusalén. Tenían que caminar unos buenos kilómetros. Seguían siendo leprosos y... ¿cómo subir así hasta Jerusalén y presentarse a los sacerdotes? ¿No sería mejor esperar hasta constatar que estaban realmente curados? Vencieron estas dificultades y, en el camino sintieron que su carne se renovaba y quedaba sanada. La obediencia de la fe dispone lo necesario para el milagro. ¿No es acaso también la obediencia de la fe la que hace que Pablo esté encarcelado por el Evangelio? ¿La que permite a Pablo soportar cualquier sufrimiento para que la salvación llegue a todos? Puede ayudarnos a meditar aquello que dicen los testigos de la vida y del ministerio de san José Gabriel del Rosario Brochero: “Vivía según la fe” … de ahí su caridad pastoral y su muerte en cruz (cieguito y leproso) y por eso pudo decir antes de morir: “Yo me fío de la misericordia de Dios”. La "curación" total. Naamán quedó curado de lepra, pero seguía enfermo de ceguera espiritual. Como hombre bien educado retorna a casa de Eliseo y le ofrece, en señal de agradecimiento, ricos regalos. Eliseo los rehúsa. Ahora, ante el hombre de Dios, comienzan a abrírsele los ojos sobre el verdadero Dios, hasta el punto de llegar a decir: "Tu siervo no ofrecerá ya holocausto ni sacrificio a otros dioses más que a Yahvé". Algo semejante le sucede a uno de los leprosos al quedar curado. Nueve de ellos prosiguen su marcha hacia Jerusalén, se presentan al sacerdote y regresan felices a la casa familiar, olvidándose de Jesús e imposibilitando con ello el que Jesús les otorgue la salvación que Él ha venido a traer a los hombres. El último, un samaritano, al verse curado, siente interiormente el impulso de volver a Jesús para agradecérselo. Se postra a sus pies en adoración agradecida. Y Jesús le concede no sólo verse libre de la lepra, sino también del pecado, de todo aquello que le impedía obtener la salvación. "Vete, tu fe te ha salvado". A Pablo el encuentro con Jesús en el camino de Damasco le ha abierto los ojos a la fe en Cristo, liberándole de su mentalidad estrictamente farisaica, de su odio a los cristianos, incluso de las mismas debilidades humanas, hasta el punto de soportar serenamente las cadenas de la prisión y de mantenerse firme en el seguimiento y anuncio del mensaje evangélico. Jesucristo en verdad es el gran médico de cuerpos y almas. Sugerencias... Razones para obedecer. Todo hombre, desde el nacimiento hasta el fin de la vida temporal e ingreso a la pascua definitiva, está llamados a una vida de obediencia. Como hombres y como cristianos resulta provechoso que tengamos buenas razones para obedecer, como disposición necesaria para alcanzar la plenitud. - La obediencia agrada a Dios. Dios no es un extraño, es nuestro Padre. ¿Cómo no buscar agradarle? - Jesús, nuestro modelo, es un testigo supremo de obediencia. Obedeció a Dios en los largos años pasados en Nazaret, sometiéndose a sus padres. Obedeció a Dios durante su vida pública, teniendo como su alimento diario la voluntad de su Padre. Le obedeció hasta la muerte y tuvo una muerte de cruz. - El Espíritu Santo nos acompaña y fortalece interiormente, de modo que al obedecer no nos sintamos solos. - El "SI" de María nos impulsa, en nuestra obediencia solícita, sencilla y constante, a la vocación y misión que Dios nos ha confiado. El "hágase en mí según tu palabra" generoso de María, que recordamos tres veces cada día (Ángelus), es un aliento en la conciencia cristiana. Así lo comprendió san Juan Pablo II y en su lema pontificio lo dejó estampado con la expresión “Totus tuus” - El carácter social del hombre y el carácter comunitario de la fe hablan por sí mismos de la necesidad de una ‘organización’, de una autoridad, y, por consiguiente, de la necesidad de la obediencia para vivir la caridad y la justicia (cfr.: Benedicto XVI, 16 de dic, 2012). - La obediencia, cuando se hace con fe y con amor, infunde una gran paz en el que obedece. El lema episcopal del San Juan XXIII lo pone de manifiesto: “Oboedientia et pax”. - La obediencia creyente y amorosa contribuye poderosamente a la maduración de la personalidad cristiana, que tiene como programa, por encima de todo, la voluntad de Dios. "Ante todas las cosas, tu Voluntad, Señor", para la mayor gloria de Dios y salvación del género humano (San Ignacio de Loyola). - La eficacia que la obediencia proporciona a una institución civil o eclesiástica en la consecución de sus fines propios. De la unión y de la obediencia viene la fuerza… y si por Cristo y con Él hacemos las cosas de cada día, el mundo se irá transformando de fe en fe hasta alcanzar la plenitud y madurez en el tiempo y en la eternidad (cfr. León XIII, consagración del mundo al Sagrado Corazón de Jesús). Corazón Inmaculado de María, ruega por nosotros Área de archivos adjuntos

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...