lunes, 25 de septiembre de 2017

Película "Las Apariciones de la Virgen de Fátima"

HOMILIA DEL Domingo vigesimosexto del TIEMPO ORDINARIO cA (01 de octubre de 2017)

Domingo vigesimosexto del TIEMPO ORDINARIO cA (01 de octubre de 2017)
Primera: Ezequiel 18, 24-28; Salmo: Sal 24, 4-9; Segunda: Filipenses 2, 1-11; Evangelio: Mateo 21, 28-32.
Nexo entre las LECTURAS
La conciencia de la responsabilidad personal es el tema predominante en esta liturgia. A los exiliados que culpan a Dios de injusticia porque se comporta de modo desigual con el honrado que comete maldad y con el malvado que se comporta honradamente, Dios les dice: ¿acaso no es el proceder de ustedes, y no el mío, el que no es correcto? El honrado que ha cometido la maldad, muere por la maldad que ha cometido, y el malvado que practica la justicia vivirá porque se aparta de la maldad. Tanto uno como otro son responsables de sus obras. La verdadera responsabilidad personal, nos enseña Jesús en el Evangelio, se manifiesta no tanto en el decir sino en el obrar, como resulta claro de la parábola. San Pablo pone, ante los ojos de los Filipenses, como ejemplo de responsabilidad y coherencia, a Jesucristo: El sí de Cristo es un sí operativo, encarnado en las obras para realizar la redención (segunda lectura).
La responsabilidad de que se habla en los textos litúrgicos tiene por objeto las relaciones del hombre con Dios. En esas relaciones, la persona responsable es aquella que se convierte y cree. En este sentido, los exiliados de Babilonia no se comportan responsablemente cuando, en lugar de convertirse a Dios, se quejan de Él y le culpan de un proceder injusto (primera lectura). Tampoco actuaron de modo responsable los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo (las autoridades político-religiosas de Israel), pues vino Juan mostrándoles el camino de la salvación y no le creyeron ni se convirtieron. En cambio, los publicanos y las prostitutas, aunque tenían un pasado de maldad y pecado, respondieron a la predicación de Juan con arrepentimiento y con fe. A los ojos de Dios, EN ESTA PARÁBOLA, no cuenta el pasado, aunque sea importante y merezca consideración, sino el presente: el SI responsable en el hoy de cada día.
La responsabilidad se mide por las obras del presente. Dios, mediante el profeta Ezequiel, no nos permite dudar de ello: Si el honrado se aparta de su honradez, comete la maldad y muere, muere por la maldad que ha cometido. Jesucristo lo explicita con la parábola de los dos hijos. El primer hijo, que representa a los sumos sacerdotes y a los ancianos, tiene un historial de conducta impecable, pero ahora que Dios le hace una llamada nueva a la conversión y a la fe para encontrar la salvación dice "sí" de palabra y "no" con las obras. Su responsabilidad pasada no le vale, pues se ha desvanecido, y ahora su comportamiento es irresponsable. El segundo hijo, figura de los publicanos y prostitutas, vivió de modo irresponsable su relación con Dios en el pasado, pero, aunque hasta ahora ha dicho "no" con sus palabras, con sus obras de conversión ha comenzado a responder "sí" a Dios. Su irresponsabilidad pasada ha sido lavada y purificada por su responsabilidad presente.
La segunda lectura supera la incoherencia entre pasado y presente, entre "sí" y "no", mostrándonos en Jesucristo un ejemplo de total coherencia y responsabilidad ante Dios, su Padre. El pasado de Jesucristo no difiere de su actitud presente, ni el sí de las palabras es diverso del sí de las obras. Por este motivo, san Pablo nos exhorta: Tengan los mismos sentimientos y comportamientos que corresponden a Cristo Jesús. Él no jugó con el "sí" y el "no", sino que su vida fue únicamente un "sí". Él no jugó a la libertad entre el pasado y el presente, sino que cada día la voluntad del Padre era su alimento, la fuerza y sostén en sus actividades.
Sugerencias...
En la parroquia, el barrio, están los cristianos auténticos, que han vivido y continúan viviendo en actitud de fe y conversión permanentes. ¡Magnífico, y que sean muchos! Hay también posiblemente cristianos "de antes", que son cristianos por tradición y herencia, y a veces con esa fe “de los de siempre”. Dan un "sí" a la liturgia y a la vidriera y un "no" a ciertas exigencias de la vida apostólica; o viceversa, un "sí" a ciertas conductas morales y un "no" al ejercicio de la fe. ¿Cuántos son estos "viejos" cristianos? No faltan quienes han sido religiosamente fríos, han pertenecido a otra religión, incluso han sido laicistas y hasta ateos, pero se han convertido y ahora tratan de ser fervientes cristianos. ¿Son muchos los que pertenecen a este grupo? Y están, muy probablemente, quienes han dicho y continúan diciendo "no" a la fe y a la conversión interior, con las palabras y con las obras. Es una descripción elemental, tal vez real, en nuestro entorno. ¿Qué PUEDO hacer ante esta situación? Haz todo lo que el Espíritu de Dios te inspire, deja hacer a otros lo que el mismo Espíritu les está pidiendo, y mantente siempre con la esperanza muy alta (cfr.: Evangelii Gaudium).
Necesidad de testigos. A ser responsables, aprendemos viendo el modo responsable de comportarse de otros. A permanecer en actitud responsable, nos ayuda e impulsa el ejemplo de los demás. El Papa Francisco vuelve a decir que en la Iglesia son más necesarios los predicadores-testigos que los solo predicadores. ¡He aquí una hermosa tarea para llevar a cabo en nuestra responsabilidad pastoral! Hemos de trabajar por ser nosotros mismos TESTIGOS… hemos de interesarnos activamente por formar testigos creyentes, por crear entre los cristianos la conciencia de que ser cristiano y ser testigo son una misma cosa (Aparecida). Con un grupo de testigos es grande el bien que se puede hacer en una parroquia, en una comunidad, en una diócesis. Ser testigos, discípulos-misioneros, es un modo de realizar la nueva evangelización.


Temas... (otro)
Decir y hacer. La parábola de los dos hijos en la que el primero de los cuales se niega a obedecer a su padre, pero luego se arrepiente y cumple su voluntad, mientras que el segundo promete obedecerle, pero no cumple su promesa -contiene en el fondo, si se la contempla a la luz de todo el evangelio (con su conclusión sobre los fariseos y los pecadores), dos enseñanzas.  La primera es que una conversión tardía es mejor que el fariseísmo que cree erróneamente no tener necesidad de conversión: Jesús no ha venido a invitar y a curar a los que creen tener buena salud, sino a los enfermos (Mt 9,12s). La segunda distingue claramente entre decir y hacer, entre los piadosos deseos con respecto a Dios, con los que uno puede engañarse a sí mismo porque piensa haber hecho ya bastante, y las obras efectivas que a menudo realizan personas cuyo comportamiento externo no permitiría sospechar que son capaces de realizar tales obras. Volvemos a encontrar aquí la enseñanza de Jesús a propósito de los que dicen «Señor, Señor» (al final del sermón de la montaña) y de la casa construida sobre arena y no sobre roca. Estas dos enseñanzas del evangelio se explican muy bien en las lecturas.
Conversión tardía. La primera lectura, del profeta Ezequiel, se refiere a la conversión tardía. Los caminos de la vida son confusos y no pocas veces inextricables. El hombre puede perderse primero en los dominios del pecado, lejos de Dios. Quizá dice, como el primer hijo del evangelio, un claro no al Padre. Pero para poder pronunciar este no es preciso haber oído antes la exigencia divina, y como ésta deja siempre un eco en el alma, el pecador se siente incómodo con su conducta. La mala conciencia le persigue y por así decirlo le estropea el placer que proporciona el pecado: murmura como Israel contra el Dios aguafiestas: «No es justo el proceder del Señor» (Ez 18,2S), pero sabe que Dios no puede ser injusto. Es lo que le sucedió a la pecadora arrepentida que regó con sus lágrimas los pies de Jesús en casa del fariseo (Lc 7). Una conversión, aunque sea tardía            -piénsese por ejemplo en la conversión del buen ladrón en la cruz-, es un acontecimiento tan esencial para Dios que éste lava todos los pecados anteriores en silencio y comienza una contabilidad totalmente nueva en la vida del pecador convertido. Los datos de esta vida no son agregados o sumados al final, en el juicio, sino que, cuando comienza la nueva vida, se produce un borrón y cuenta nueva. Por eso los publicanos y las prostitutas pueden llegar al reino de los cielos antes que los fariseos.
Lo valioso de hacer la voluntad del Padre. La segunda lectura muestra que lo realmente importante no es decir sino hacer. El ejemplo más eminente es el propio Jesucristo, que se despojó de su rango, tomó la condición de esclavo y se hizo obediente a Dios hasta la muerte de cruz. Aquí no se habla para nada de sus enseñanzas, sino únicamente de su acción, aunque ciertamente Cristo pronunciara ya todas sus palabras en obediencia al Padre. Y la gran exhortación de Pablo a la comunidad pretende únicamente lograr que todos sus miembros tengan los sentimientos que corresponden a una vida en Cristo Jesús. Al igual que Cristo no hizo alarde de su categoría divina, sino que murió en la cruz por todos sus hermanos y hermanas, así también el cristiano no debe pensar primero en sí mismo, sino considerar «superiores a los demás», algo que sólo es posible teniendo la humildad de Cristo, que se pone en último lugar y no hace nada por «envidia ni por ostentación». El sí del segundo hijo del evangelio era pura ostentación: quería aparecer como el hijo modelo, con lo que se convierte automáticamente en un falso miembro de la comunidad de Cristo.
P. BETO

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...