martes, 22 de agosto de 2017

ORACION PARA EL ESTRES

Salmo 121

Levanto mis ojos a las montañas:
¿de dónde me vendrá la ayuda?
La ayuda me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
Él no dejará que resbale tu pie:
¡tu guardián no duerme!
No, no duerme ni dormita
él guardián de Israel.
El Señor es tu guardián,
es la sombra protectora a tu derecha:
de día, no te dañará el sol,
ni la luna de noche.
El Señor te protegerá de todo mal
y cuidará tu vida.
Él te protegerá en la partida y el regreso,
ahora y para siempre.

HOMILIA PARA EL 27 DE AGOSTO DE 2017

Domingo vigesimoprimero del TIEMPO ORDINARIO cA (27 de agosto de 2017)
Primera: Isaías 22, 19-23; Salmo: Sal 137, 1-3. 6. 8bc; Segunda: Romanos 11, 33-36; Evangelio: Mateo 16, 13-20
Nexo entre las LECTURAS
La figura de Pedro, que confiesa a Jesús Mesías e Hijo de Dios, llena la escena litúrgica de este Domingo. Jesús lo constituye ‘Roca’ de la Iglesia, le da las llaves del Reino y le otorga el poder de atar y desatar (Evangelio). La primera lectura nos habla de Eliaquín, elegido por Dios para ser mayordomo de palacio, en tiempos del rey Ezequías, y que prefigura a Pedro: "El será padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá. Pondré en sus manos las llaves del palacio de David". San Pablo, en la segunda lectura, se asombra de las decisiones insondables de Dios y de sus inescrutables caminos respecto al pueblo de Israel. La liturgia nos permite maravillarnos y sobrecogernos ante el gran misterio de la elección de Pedro para ser Roca y Mayordomo de su Iglesia y desde él, poder pensar y rezar nuestra vocación. Recemos por el Papa Francisco, sus intenciones y necesidades, su salud y santidad.
Temas...
En el Antiguo Testamento, el símbolo de la Roca se aplica a Yahveh: "Sólo Dios es mi Roca" (Sal 62,3). En el Nuevo Testamento, Pablo lo atribuye a Cristo: "No puede haber otro cimiento del que ya está puesto, y este cimiento es Cristo" (1Cor 3,11). En los labios de Jesús, según el Evangelio de Mateo, el símbolo es adjudicado a Pedro. No hay contradicción en la pluralidad de símbolos: Dios es el único fundamento sólido de nuestra seguridad y de nuestra fe; para revelársenos como tal a lo largo del tiempo instituyó la Iglesia, cuyo fundamento invisible es Jesucristo. Pedro en sus sucesores es, por misteriosa voluntad de Cristo, el fundamento visible sobre el que se yergue el edificio de la Iglesia. Siendo Pedro sólo representación de un fundamento divino, se entiende la promesa del Señor: "El poder de la Muerte no prevalecerá contra ella" (Mt 16,19). Ningún poder, por oscuro y tenebroso que sea, puede destruir a Dios y, por tanto, a la Iglesia, de la que Dios es el verdadero fundamento.
Pedro recibe de Cristo el poder y la autoridad sobre la Iglesia, como Eliaquín recibió las llaves del palacio de David. Mayordomo sólo hay uno, por eso su autoridad es única y exclusiva: "Cuando abra, nadie podrá cerrar; cuando cierre, nadie podrá abrir" (Is 22,22). Es mayordomo, pero a la vez es padre: "El será un padre para los habitantes de Jerusalén y la casa de Judá" (Is 22,21), que debe imitar la paternidad de Dios: "Sean perfectos como lo es el Padre celestial" (Mt 5,48). Por consiguiente, es un mayordomo cuya autoridad está orientada a servir lo mejor posible a la familia de Dios, está presidida por el amor y dirigida a ofrecer a todos el mejor servicio al bien y a la verdad.
Pedro es el intérprete autorizado del designio de Dios sobre los hombres en las vicisitudes, con no poca frecuencia embrolladas, de la historia. Lo que "ata y desata" responde, no a inclinación natural o pasional, sino a una voluntad extraordinaria de fidelidad y obediencia a Dios que le ha dado tal encargo. Esto es un gran misterio, como nos recuerda la segunda lectura, pues son decisiones de un hombre, que afectan a la vida de los hombres, pero decisiones cuyo origen y proveniencia es Dios mismo. Por eso, maduran, sobre todo, en la escucha de la Palabra de Dios y en la plegaria constante y humilde.
Sugerencias... (Lectio)
La roca. Dos imágenes dominan en el evangelio la respuesta de Jesús a la confesión de fe de Simón Pedro: la imagen de la roca y la de las llaves. Ambas tienen su origen en el Antiguo Testamento, se retoman en el Nuevo y finalmente, como muestra el evangelio, se aplican a la fundación de Jesucristo. Primero la roca: en los Salmos se designa a Dios constantemente como la roca, es decir, el fundamento sobre el que puede uno apoyarse incondicionalmente: «Sólo él es mi roca y mi salvación» (Sal 62,3). Su divina palabra es perfectamente fidedigna, absolutamente segura, incluso cuando esa palabra se hace hombre y como tal se convierte en salvador del pueblo: «Y la roca era Cristo» (1 Co 10,4). Sin renunciar a esta su propiedad, Jesús hace partícipe de ella a Simón Pedro: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». También la Iglesia participará de esa propiedad de la fiabilidad, de la seguridad total: «El poder del infierno no la derrotará». La transmisión de esta propiedad sólo puede realizarse mediante la fe perfecta, que se debe a la gracia del Padre celeste, y no mediante una buena inspiración humana de Pedro. La fe en Dios y en Cristo, que nos lleva a apoyarnos en ellos con la firmeza y la seguridad que da una roca, se convierte ella misma en firme como la roca sólo gracias a Dios y a Cristo, un fundamento sobre el que Cristo, y no el hombre, edifica su Iglesia.
La llave. En realidad la propiedad de ser roca y fundamento contiene ya la segunda cosa: los plenos poderes, simbolizados en la entrega de las llaves a un seguro servidor del rey y del pueblo; las llaves eran entonces muy grandes, por lo que el Señor puede cargar sobre las espaldas de Eliaquín «la llave del palacio de David» casi como una cruz y en todo caso como una grave responsabilidad. Estos son los plenos poderes: «Lo que él abra nadie lo cerrará, lo que el cierre nadie lo abrirá» (Is 22,22). En la Nueva Alianza es Jesús «el que tiene la llave de David, el que abre y nadie cierra, el que cierra y nadie abre» (Ap 3,7). Es la llave principal de la vida eterna, a la que pertenecen también «las llaves de la muerte y del infierno» (Ap 1,18). Y ahora Cristo hace partícipe a un hombre, a Pedro, sobre el que se edifica su Iglesia, de este poder de las llaves que llega hasta el más allá: lo que él ate o desate en la tierra, quedará atado o desatado en el cielo. Adviértase que tanto en la Antigua Alianza como en los casos de Jesús y de Pedro es siempre una persona muy concreta la que recibe estas llaves. No se trata de una función impersonal como ocurre por ejemplo en una presidencia, donde en lugar del titular de la misma puede elegirse a otro. En la Iglesia fundada por Cristo es siempre una persona muy determinada la que tiene la llave. Ninguna otra persona puede procurarse una ganzúa o una copia de la llave que pudiera también abrir o cerrar. Esto vale asimismo para todos aquellos que participan del ministerio sacerdotal derivado de los apóstoles: en una comunidad o parroquia sólo los discípulos-misioneros, colaboradores en la evangelización, tienen las llaves, y no puede ceder sino compartir para anunciar el Reino. El párroco, por el sacramento de la Reconciliación tiene la llave, pero debe distribuir tareas y «ministerios», para que todos anunciemos responsablemente el Evangelio. La Iglesia, está edificada sobre la roca de Pedro, del que participan todos los ministerios: recemos por el aumento de las vocaciones sacerdotales y por las vocaciones laicales.
Lo mejor posible. Ahora la alabanza de Dios en la segunda lectura puede sonar a conclusión: ¡qué ricas y sin embargo insondables son las decisiones de Dios también con respecto a la Iglesia! «¿Quién fue su consejero?». ¿Cómo hubiera podido construirse mejor su Iglesia, de un modo más moderno, más adaptado al mundo de hoy? La Iglesia edificada sobre la roca de Pedro y sobre su poder de las llaves se manifiesta siempre, y también hoy, como la mejor posible.

Sugerencias...
¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? Jesús pregunta qué opinión tienen los hombres de Él. El interrogante que Jesús abre en esta ocasión sigue abierto para todos los hombres de todos los tiempos. ¿Y ustedes, quién dicen que Soy Yo? La respuesta solamente puede darse desde dos puntos de vista.
El punto de vista de los hombres, la apreciación humana sobre este personaje de la Historia, y el punto de vista de Dios, el de la revelación y el conocimiento sobrenatural. Pedro personifica la confesión cristiano-católica de la fe; el Mesías, el Hijo de Dios.
Pero esta confesión de fe "no procede de la carne ni de la sangre", es decir, no es posible llegar a través de la lógica y de la razón humana, Se hace posible únicamente gracias a la revelación del Padre. Sí, la fe viene de fuera. El hombre, por muy inteligente que sea, es radicalmente incapaz de acceder a lo que es dominio ‘misterioso’ de Dios.
"Mi Padre te lo ha revelado." Mi Padre: esa relación fundamental de Jesús con el Padre, esa unión esencial con el Padre: "mi Padre y Yo somos uno", y al mismo tiempo esa distinción. Nos deja entrever el abismo infinito de su persona.
Cuando Pedro supo quién es Jesús, solo ahí supo quién es él. ¿Hablamos con Jesús para aprender quien soy?

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...