lunes, 27 de julio de 2020

HOMILIA Domingo decimoctavo del TIEMPO ORDINARIO cA (02 de agosto de 2020)

Domingo decimoctavo del TIEMPO ORDINARIO cA (02 de agosto de 2020) INDULGENCIA PLENARIA de la PORCIÚNCULA Primera: Isaías 55, 1-3; Salmo: Sal 144, 8-9. 15-16. 17-18; Segunda: Rom 8, 35. 37-39; Evangelio: Mateo 14, 13-21 Nexo entre las LECTURAS Aunque la palabra no aparezca en los textos litúrgicos, la generosidad de Dios es tal vez la clave de los mismos. Generosidad de Dios que invita a participar gratuitamente en el banquete mesiánico: "Vengan, aunque no tengan dinero, compren trigo y coman sin pagar" (Is 55,1). Generosidad de Dios, revelada por Jesucristo al multiplicar los pocos panes y peces para miles de personas, saciar su hambre y todavía recoger doce canastos de sobras (Evangelio). Ante la generosidad de Dios, Pablo piensa que nada puede haber, ni en el cielo ni en la tierra, que pueda separarnos del amor del Padre manifestado en Cristo Jesús (cf. Rom 8, 38-39). Temas... 1. Abundancia, Regalo, Gracia - Las tres lecturas de hoy repican como campanas de pascua el tema del amor abundante de Dios. Nuestro Dios no es tacaño ni mezquino; es generoso, más allá de todo lo que podemos imaginar o afirmar. Y tal es su munificencia que a menudo da sin cobrar. La palabra clave del Nuevo Testamento y quizá de toda la Biblia lleva ese sello de lo gratis. Hablamos de la palabra gracia. - Esta idea del Dios dadivoso y magnánimo contrasta mucho con la idea del Dios de mente estrecha que muchos cristianos parecen tener en su cabeza. Según tal concepto, Dios estaría solamente a la caza de nuestros errores para llevar meticulosa cuenta de lo que hacemos mal o en qué fallamos. Está difundida la imagen de un Dios al acecho, amargado con la imperfección de su obra, mal dispuesto contra el hombre y predispuesto a condenarlo sumaria y definitivamente. Es una fuerte enseñanza de los satélites del mal (relativismo). - Frente a tal idea nos encontramos hoy con una invitación asombrosa y un llamado a la evangelización: “los que no tienen dinero, vengan, tomen trigo y coman; tomen leche y vino sin pagar”. Nuestro Dios es un Dios que conoce dos cosas: que necesitamos y que no podemos dar nada a cambio de lo que necesitamos. Es un Dios compasivo del cual quedó escrito en el evangelio: “vio Jesús a la muchedumbre, se compadeció de ella y curó a los enfermos”. Amamos a Dios y Él multiplica panes, regala perdón, ofrece alimento a los hambrientos y enseña sabiduría sin cobrar. 2. Sí a las Necesidades, No a los Caprichos - ¿Por qué entonces estrechamos la idea de Dios? ¿Por qué la encogemos haciéndole como si pensara igual o peor que nosotros? Una razón es porque estos regalos de Dios tienen el propósito no sólo de calmar nuestras penurias sino de transformarnos a nosotros mismos. Y a veces pasa que queremos satisfacer el apetito, pero a la vez seguir siendo las personas que hemos sido. Queremos no un Dios generoso sino un Dios a nuestro antojo. No un Dios para responder a nuestras necesidades sino a nuestros caprichos. Por supuesto, el Señor no se presta a ese juego. - Si creer significa aceptar no sólo lo que Dios nos da sino, sobre todo, aceptar al Dios que nos lo da, uno entiende que no es posible acoger la gracia de Dios sin llegar a ser creaturas nuevas, dispuestas a vivir no según la lógica antigua del egoísmo y la satisfacción sino a la manera nueva, con la lógica de la donación y la santidad, como nos mostró Cristo. Y ahora especialmente nueva después de la pandemia y de la cuarentena. - El amor que Dios nos ha dado tiene expresión en regalos concretos, como el pan multiplicado o el perdón ofrecido, pero es ante todo un amor que quiere QUEDARSE en nosotros, habitar en nosotros. Ese amor es el don mismo del Espíritu Santo y de la Eucaristía, y de ese amor nada puede separarnos, como bien explica Pablo en la segunda lectura (de hoy). Sugerencias... El tema de la Providencia (abundancia, regalo, gracia) que se inclina con amor hacia las necesidades del hombre asoma en la Liturgia del día. El punto de partida es un trozo de Isaías (55, 1-3) que contiene la apremiante invitación divina dirigida a los hebreos desterrados en Babilonia para que no demoren volver a la patria por miedo a encontrarse en estrecheces. Dios proveerá largamente sus necesidades: «¡Vengan a tomar agua, todos los sedientos, y el que no tenga dinero, venga también! Coman gratuitamente su ración de trigo, y sin pagar, tomen vino y leche» (ib 1). Pero más allá de la comida y la bebida material es fácil presentir los bienes mesiánicos, que con frecuencia en el Antiguo Testamento se simbolizan en la abundancia de agua, vino, leche y grasa-mantequilla. Esto queda más claro aún en los versículos siguientes: «Presten atención y vengan a mí, escuchen bien y vivirán. Yo haré con ustedes una alianza eterna, obra de mi inquebrantable amor a David» (ib 3). Sí, Dios provee a las necesidades materiales de los hombres, pero mucho más a las espirituales; y ésta es la gran promesa reservada a los que, escuchando su invitación, acuden a Él; Dios establecerá con ellos una alianza eterna que tendrá su cumplimiento en Jesús, el Mesías. El Evangelio del día (Mt 14, 13-21), en un cuadro sumamente pintoresco, presenta la realización de esa promesa. Jesús, desembarcando en lugar solitario, se ve rodeado de una muchedumbre de gente (pobre) que lo ha seguido hasta allí llevando consigo a los enfermos con la secreta esperanza de hallar en Él la comprensión y el socorro que tanto necesitan. Así vienen HOY todavía al Señor en la Iglesia en los días dolorosos de la “cuarentena”. Y el Señor «compadeciéndose de ella, sanó a los enfermos» (ib 14). Los sana sin que se lo pidan (así debemos estar solícitos nosotros ahora especialmente), porque llevar hasta aquel lugar alejado a los enfermos es una buena acción y una tácita expresión de fe. Entretanto atardece y los discípulos le dicen preocupados: «Este es un lugar desierto y ya se hace tarde; despide a la multitud para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos» (ib 15). Para ellos era el modo más sencillo y natural de remediar el hambre de aquella gente; pero Jesús tiene otro mucho más sencillo y caritativo, que sólo Él está en situación de facilitar. No manda a comprar, sino proveer; y así los discípulos oyen que les dice: «No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos» (ib 16). Sólo tienen cinco panes y dos peces; que los entreguen a Jesús y verán cómo producen no el ciento, sino el mil por uno: «pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud. Todos comieron hasta saciarse» (ib 19-20). Aunque el hombre, por su limitación y pobreza, pueda hacer poco en favor de sus hermanos, Dios quiere que este poco lo haga enteramente y con todo el corazón; Él se ocupará de multiplicarlo. Nos ayuda a meditar el texto de la Segunda Lectura (Rm 8, 35): La esperanza de la muchedumbre que había seguido a Cristo olvidada del hambre no quedó malograda; se realizó para ella la palabra de Isaías: «compren y coman sin pagar»; y no sólo en sentido material, porque Jesús al mismo tiempo que multiplicaba los panes para alimentar los cuerpos, dispensaba su palabra para alimentar los espíritus. El que sigue resueltamente a Cristo halla en Él todo lo que precisa para la vida terrena y para la eterna. Pero hay que seguirlo con fe inquebrantable, apoyado en la certeza de su amor infinito. Entonces se comprende el grito apasionado del Apóstol: «¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?». Ni las adversidades de la vida personal, ni los trabajos afrontados por el apostolado podrán arrancar al discípulo de su Maestro, porque está convencido de que en su amor hallará la fortaleza para vencer cualquier dificultad. María, Virgen llena de gracia y modelo de esperanza, ruega por nosotros.

lunes, 20 de julio de 2020

HOMILIA Domingo decimoséptimo del TIEMPO ORDINARIO cA (26 de julio de 2020)

Domingo decimoséptimo del TIEMPO ORDINARIO cA (26 de julio de 2020) Primera: 1 Reyes 3, 5-6a. 7-12; Salmo:118, 57. 72. 76-77. 127-130; Segunda: Rom 8, 28-30; Evangelio: Mateo 13, 44-46 Nexo entre las LECTURAS… Sugerencias… La sabiduría que procede de Dios y se orienta a la salvación: tal es el mensaje de la Liturgia del día. La primera lectura (1 Re 3, 5.7-12) reproduce la hermosa oración de Salomón a Dios, que se le apareció en sueños y le había invitado a pedirle lo que deseara. Con gran tino el rey pidió «un corazón dócil» para gobernar a su pueblo, capaz por lo tanto de «discernir el mal del bien» (ib 9). En suma, pedía la sabiduría. Esto agradó al Señor, que se la concedió junto con otros bienes. Por desgracia, Salomón malogró la respuesta y el fin de este gran rey no fue semejante a su comienzo; con todo, su sabia petición continúa indicando que: la verdadera sabiduría vale más que todos los tesoros de la tierra y que sólo Dios puede concederla. El Evangelio del día (Mt 13, 44-52), relatando las últimas parábolas del Reino, muestra a Jesús –Sabiduría encarnada– que enseña a los hombres la sabiduría necesaria para la conquista del Reino de los Cielos. Su enseñanza, en forma de parábolas, es particularmente viva y apta para mover la mente y el corazón y, por tanto, para inducir a la acción. Jesús compara el Reino de los Cielos a «un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder, y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo» (ib 44). O bien a «un comerciante en perlas finas, que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra» (ib 45-46). En ambos casos tenemos el descubrimiento de un tesoro: en el primero, hallado por casualidad; en el segundo, buscado de propósito. En los dos, el que lo encuentra se apresura a vender cuanto posee para conseguirlo. El Reino de los Cielos –el Evangelio, el cristianismo, la gracia, la amistad con Dios– es el tesoro escondido, pero presente en el mundo. Muchos lo tienen cerca, pero no lo descubren, o bien, descubierto, no saben valorarlo en lo que se merece y lo descuidan, prefiriendo a él el reino terrenal: los goces, riquezas y satisfacciones de la vida terrena (y en muchos casos dándole nombre de paraíso terrenal). Sólo quien tenga el corazón dócil para «discernir el mal del bien» (1 Re 3, 9), lo eterno de lo temporal–transitorio, la apariencia de la sustancia sabrá decidirse «a vender todo lo que tiene» para adquirirlo. Jesús no pide poco al que quiere alcanzar el Reino: lo pide todo. Pero es también cierto que no le promete poco; le promete todo: la vida eterna y la eterna y beatificante comunión con Dios. Si para conservar la vida terrena está dispuesto el hombre a perder todos sus bienes, ¿por qué no deberá hacer otro tanto, y aún más, para asegurarse la vida eterna? También la parábola de la red llena de toda clase de peces, que al término de la pesca son seleccionados, tirándose los malos fuera (Mt 13, 47-48), lleva a la misma conclusión. No son las situaciones temporales las que importan, sino las finales, definitivas y eternas; pero éstas las prepara en el tiempo el que obra con verdadera sabiduría. Para aprenderla no basta escuchar las parábolas; hay que comprenderlas: «¿Entendieron bien todo esto?» (ib 51) preguntaba Jesús a su auditorio. Entender no sólo de modo abstracto y genérico, sino en relación consigo mismo y con la vida y circunstancias personales. El que entiende de esta manera, viene a ser el discípulo que compara Jesús a «un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo» (ib 52), es decir, sabe hallar sea en el Evangelio –lo nuevo– sea en el Antiguo Testamento –lo viejo– la norma sabia para su conducta. Entonces ni las renuncias necesarias para conquistar el Reino, ni las adversidades de la vida le asustarán, porque habrá comprendido que lo que cuenta no es la felicidad terrena sino la Eterna, y estará convencido de que «a los que aman a Dios todo les sirve para el bien» (Rm 8, 28; Segunda Lectura). Temas... El Comienzo de la Sabiduría 1. Salomón tiene justa fama de hombre sabio, y así lo destaca el Antiguo Testamento. Sin embargo, para comprender bien lo que significa ese elogio tenemos que hacer tres precisiones. 2. En primer lugar, la sabiduría según la Biblia es más que el simple conocimiento. Alguien puede amontonar muchos conocimientos y no ser sabio porque ser sabio no es tanto conocer sino saber qué hace uno con lo que conoce. Se relaciona más con saber vivir que con saber otras muchas cosas. 3. En segundo lugar, esta sabiduría es un don. Salomón pidió de Dios el regalo de ser sabio. Tenemos la imagen de que los científicos de nuestro tiempo son gente muy sabia, pero mucho de ellos despreciarían la fe como un camino para buscar nuestra ruta en esta vida. En la Biblia es lo contrario: la sabiduría empieza por reconocer que esta vida tiene mayor complejidad que todo lo que quepa en mi cabeza o mis palabras. Ser sabio es reconocer que necesito una luz más grande que la que yo me puedo dar. Nadie puede darme más y mejor luz que Dios, mi creador y quien más me ama. Según esto, la fe y la plegaria son caminos privilegiados para la genuina sabiduría. 4. La sabiduría, entendemos entonces, es patrimonio frecuente de los humildes. Tiene mucho que ver con el conocimiento de uno mismo. Salomón reza diciendo: "Yo no soy más un muchacho y no sé cómo actuar. Soy tu siervo y me encuentro perdido en medio de este pueblo tuyo, tan numeroso, que es imposible contarlo. Por eso te pido que me concedas sabiduría de corazón para que sepa gobernar a tu pueblo." En vez de considerarse jefe de un pueblo se considera siervo de Dios. Por consecuencia, cuanto más uno mira a quiénes tiene "debajo" y menos mira a Quién tiene "arriba," menos sabiduría real adquiere. Cosas Nuevas y Cosas Antiguas 1. Los que se tenían y eran tenidos por sabios en tiempos de Jesús eran los escribas. Llevaban ese apelativo porque sabían leer y escribir, cosas escasas en la época, y por esta capacidad podían entablar elevadas discusiones sobre las posturas de los distintos comentadores de la Escritura. 2. Tal vez llevados por esa seguridad en su propio saber, los escribas en general fueron hostiles a la enseñanza de Cristo. Lo veían como un entrometido y como alguien que exhibía demasiada confianza con Dios, hasta el punto de llamarlo "mi Padre." Casi siempre que vemos que se habla de escribas en los Evangelios, el tono es de polémica con Jesucristo (Marcos 3,22-29; Lucas 20,46) o de estar asociados con adversarios suyos (Lucas 15,2; 23,10; Juan 8,3); aunque hay excepciones, como cuando Cristo hizo callar a los saduceos (Lucas 20,27-39). Uno pensaría que es casi imposible que un escriba se abra al mensaje novedoso y poderoso del Reino de Dios anunciado por Nuestro Señor. 3. Sin embargo, hubo casos de escribas que aceptaron a Jesús de corazón, e incluso recordamos el caso de uno que no dudó en presentarse como discípulo suyo haciendo lo que los discípulos hacían con sus maestros en las escuelas rabínicas, a saber, repetir la lección (Marcos 12,28-34). 4. El evangelio de hoy nos presenta ese cuadro: ¿qué sucede cuando un escriba cree en el mensaje del Mesías? ¿Qué pasa con todo lo que sabía? ¿Se pierde simplemente? No es esa la opinión de Cristo. Cuando un hombre que tiene muchos conocimientos acepta el Evangelio, todo lo que sabía se vuelve parte de su tesoro, y de ese tesoro podrá sacar cosas antiguas, las que ya sabía, pero ahora desde otra luz, y cosas nuevas, las alhajas propias de la gracia y la redención que ha recibido últimamente. Nuestra Señora del SI, ruega por nosotros.

lunes, 13 de julio de 2020

HOMILIA Domingo decimosexto del TIEMPO ORDINARIO cA (19 de julio de 2020)

Domingo decimosexto del TIEMPO ORDINARIO cA (19 de julio de 2020) Primera: Sabiduría 12, 13. 16-19; Salmo: Sal 85, 5-6. 9-10. 15-16a; Segunda: Romanos 8, 26-27; Evangelio: Mateo 13, 24-43 Nexo entre las LECTURAS Jesús nos pide que seamos pacientes y misericordiosos, es el nexo. El texto que escuchamos del Libro de la Sabiduría nos habla del infinito poder de Dios, y de lo bien que sabe administrarlo, siendo benigno e indulgente. Así, es ejemplo para que nosotros también sepamos gestionar el tiempo que tenemos para hacer el bien en el amor y en el servicio. En relación con esta reflexión del Libro de la Sabiduría, el salmista proclama el amor, la bondad y la clemencia de Dios, ante quien se postran todos los pueblos y a quien el propio salmista le pide fortaleza. La segunda lectura se toma de la Carta a los Romanos. San Pablo nos habla de cómo el Espíritu Santo, de un modo misterioso, nos ayuda a orar desde lo más hondo de nuestro corazón. Y Dios Padre escucha esta oración. Del Evangelio, según san Mateo, escuchamos un largo texto del capítulo 13 en el que Jesús cuenta tres parábolas sobre el Reino de Dios: la cizaña, el grano de mostaza y la levadura. A continuación, los discípulos le piden que les explique la parábola de la cizaña… Jesús nos pide que seamos pacientes y misericordiosos. Temas... El grano de mostaza. Esta parábola parece indicarnos el ritmo de crecimiento, de transformación y consolidación del Reino, de la Iglesia. En la diminuta semilla de mostaza se encierra algo inmensamente grande, que irá creciendo de a poquito, al abrigo de la tierra fecunda. La pequeñez se transfigura en grandeza, la humildad en exaltación; en el Reino, los últimos son los primeros, los poderosos son los últimos, los que pierden su vida, la ganan (Papa Francisco). Todo esto acontece en la Comunidad de los discípulos misioneros. Esta parábola sugiere algunos rasgos que han de configurar el rostro de la Iglesia a la luz del Reino. He aquí algunos: La pequeñez e insignificancia como garantía y augurio de crecimiento y consolidación. La Iglesia es el Pueblo que, en su manera de ser y obrar, no tiene aspiraciones de grandeza ni afanes de poder porque quiere ser decididamente sacramento de Cristo entre los hombres; quiere “parecerse a Jesús”, que, a pesar de su condición divina, se vació de sí mismo, se hizo esclavo y obediente hasta la muerte (Cf Fil 2, 5-11). No es una Iglesia presuntuosa ni vanidosa porque es consciente de que, como Jesús, ha nacido en la pobreza y, obediente a Jesús, vive en pobreza. Sabe que ella es la comunidad de los pobres, porque a ellos les pertenece el reino (Mt 3,3). Está dichosa de ser pobre y de parecerlo. Cuando la Iglesia hace memoria de sí misma, de sus orígenes, recuerda que fue como una semilla de mostaza, tan minúscula como prometedora. No se acomoda a la mentalidad este mundo, sino que se transforma interiormente con una “mentalidad nueva” para discernir la voluntad de Dios, lo que “es bueno, y aceptable y perfecto” (Cr Rm 12, 2). Se hace un árbol, vienen los pájaros y anidan en sus ramas. La semilla de mostaza es potencia de vida, vigor exuberante. Poco a poco, de acuerdo a su propio ritmo lento pero firme, crece y se hace arbusto. La Iglesia, como el Reino de los Cielos, no atropella los ritmos de sus comunidades, sino que los cuida atentamente; tampoco se saltea las etapas precisas de su misión evangelizadora. No busca “lo eficaz” ni “lo pragmático” -tantas veces irrespetuoso e incluso, violento- sino que atiende con cuidado y responsabilidad a los “tallos” verdes que brotan porque son vida y, además, primicias y promesas del reino. El trigo y la cizaña. La Iglesia -como el Reino-, es trigo bueno que ha aprendido a convivir pacientemente con la cizaña. No se precipita en arrancarla, sino que espera al final de la cosecha. No es que la Iglesia desconozca, o no le importe la cizaña, sino que, con paciencia y esperanza, intenta que, mientras el trigo y la cizaña germinan juntos, la cizaña se marchite y el trigo crezca hasta alcanzar la Vida. La Iglesia, Pueblo de Dios, Familia de Dios, imita la paciencia Dios; no juzga las conductas de los hombres con ligereza porque, como Jesús, no ha sido enviada para juzgar sino para salvar. El juicio ocurrirá al final del tiempo, cuando los cosechadores arranquen la cizaña y la echen al fuego, es entonces cuando cosecharán el trigo y lo guardarán en los graneros del Reino. La levadura en la masa. La Iglesia, a la luz del Reino anunciado por Jesús, está inmersa en las realidades cotidianas de este mundo. No puede vivir separada, al margen de ellas y, menos aún, en contra de ellas. La Iglesia vive en la alegría de saber que tiene que dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Es la “Iglesia en el mundo” del Vaticano II. Esta Iglesia es pequeña, es como un puñado de fermento mezclado con las realidades de este mundo: políticas, culturales, económicas, sociales. Es la levadura nueva de la Pascua -la “levadura de la sinceridad y la verdad”- que fermenta la “masa nueva”, el Reino de Dios. (Cf 1Co, 5, 6-8). La Iglesia, como fermento vivo, actúa lentamente en el mundo, tratándolo con la paciencia misericordiosa de Dios que no tiene prisas sino bondades. Ella no compite con el mundo, ni es su rival, sino que lo ama entrañablemente y lo respeta en su autonomía de criatura de Dios. Es una Iglesia persuasiva, acogedora, compasiva, más ocupada por salvar al mundo que por juzgarlo (Cf Jn 12, 47) El juicio ocurrirá -asegura Jesús- al final del tiempo. Sugerencias.. Ser apóstoles del bien. No cerraremos los ojos al mal y tengamos cuidado en no volvernos ciegos para el bien. ¡Cuidado! Es que casi no hay apóstoles del bien, sino, y con frecuencia, críticos. En cambio, el mal, el crimen, el deseo del aborto, de la trampa, el desorden moral, en todas sus formas: está en las pantallas de la televisión y de las redes sociales, en los titulares de los periódicos y en los labios de muchos -aunque se dicen- cristianos. Muchos están ocupados por el medio ambiente y por la ecología del planeta, por las mascotas o las especies en extinción, hay quienes dicen querer la vida y promueven el aborto; ES NUESTRO DEBER interesarnos por la ‘ecología moral’ y por la ‘salud virtuosa’ de los medios de comunicación social, de la ‘limpieza ética’ de las calles de nuestras ciudades. En tiempos de pandemia hemos conocido que el grado de contaminación atmosférica había subido más de lo normal, e hizo que se adoptan medidas para hacerlo descender, TODAVÍA no parece que nos diéramos cuenta que la contaminación inmoral también subió más de lo decente y honesto. Y si anunciamos la verdad de Dios y del Evangelio y del nuevo ordenamiento mundial de la Caridad y de la Fraternidad es como poner el dedo en la llaga, y hacen que llueva un diluvio de críticas, y no pocas veces de improperios, para que nos callemos. Ciertamente hay que aplacar el mal que se ve y que se propaganda; sepamos que es muy importante y eficaz acallar el mal con la proclamación del bien, desarraigar el mal a base de bien y de bondad, de paciencia y comprensión. Proclamemos con nuestras palabras y obras que el bien espiritual es mas necesario y esencial que los bienes materiales… que la salud espiritual es mas humana que la del cuerpo… si alguien está enamorado de la vida, que cuide con toda su fuerza la amistad con Dios y procure que Dios sea todo es todos, porque el bien más necesario y justo para el hombre es el amor de Dios. La Iglesia es de todos y hay lugar para todos. En ella hay santos y pecadores, hay líderes y liderados, hay trigo y cizaña, hay flaqueza del hombre y misericordia de Dios. Iglesia santa y pecadora. Así es nuestra Iglesia. Como la luna con fases de esplendor (llena) y ausencia de esplendor (nueva), con luz que no es propia, sino que nos viene del Sol, Jesucristo resucitado. Aquí está presente el profundo realismo que nos invade y nos envuelve. Por prolongación, podríamos también decir: "Parroquia santa y pecadora", "institución religiosa santa y pecadora". Seamos realistas con nosotros mismos y en nuestra actividad pastoral. Tengamos fe, con todo, en que puede crecer en la comunidad parroquial y en la vida religiosa y en cada hogar y familia: la santidad y TAMBIÉN puede disminuir el pecado si cada uno decide ser un poco mas bueno. Con la liturgia de hoy estamos mas seguros de que "Dios puede utilizar su poder cuando quiera" (primera lectura) y que "el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza... e intercede por nosotros con gemidos inefables" (segunda lectura). Convenzámonos con el Evangelio de que la semilla del bien va a transformarse en un árbol gigante. ¡Él está haciendo nuevas todas las cosas! El Tiempo Ordinario (en invierno se nota más) es el tiempo de la siembra y el tiempo de la vida … pues, bajo una aridez aparente, fecundan las semillas. Parecería que no hay señales de vida porque la vida late bajo la tierra. Como en el invierno, día a día, semana tras semana, la semilla de la Palabra penetra en nosotros. Dios sembrador esparce en nuestra tierra (corazón) la Palabra… y mientras vivimos el “Tiempo Ordinario” atendemos a la profundidad de nuestras vidas personales, acogemos en nuestra entraña creyente la semilla; el Espíritu, la fecunda y van naciendo, en nuestra entraña (como en la Virgen), brotes de vida. Es tiempo de interioridad, de madurez, de silencio y contemplación, de lluvias y fríos y nieves, de vida latente que crece y empuja. Tal vez es por eso (conveniencia), que el color de este Tiempo sea verde. María, Virgen fecunda, ruega por nosotros.

lunes, 6 de julio de 2020

HOMILIA Domingo decimoquinto del TIEMPO ORDINARIO cA (12 de julio de 2020)

Domingo decimoquinto del TIEMPO ORDINARIO cA (12 de julio de 2020) Primera: Isaías 55, 10-11; Salmo: Sal 64, 10abcd. 10e-11. 12-13. 14; Segunda: Romanos 8, 18-23; Evangelio: Mateo 13, 1-23 Nexo entre las LECTURAS La Palabra de Dios es eficaz y fecunda; por eso somos exhortados a escucharla -acogerla- y ponerla en práctica. Isaías la compara con la lluvia que fecunda la tierra y hace germinar la semilla (primera lectura). En la explicación de la parábola del sembrador Jesús enseña que la semilla es la Palabra de Dios que, si cae en buena tierra (quien escucha y acoge el mensaje), da fruto, sea ciento, sesenta o treinta. En la segunda lectura se indican algunos frutos de la Palabra y Revelación divinas: la liberación y gloria de los hijos de Dios, la participación del cosmos en la "esperanza del hombre". Temas... Gotas y Semillas. La primera lectura de hoy compara a la Palabra de Dios con la lluvia; el evangelio la relaciona con la semilla. El mundo de la agricultura nos ayudará hoy a comprender el misterio maravilloso que acontece cuando Dios habla y alguien escucha. No es causalidad esta comparación. El campo es el lugar donde brota la vida; una vida que no vemos pero que sí necesitamos; una vida que hace posible nuestra propia vida. Y aunque comprendemos en parte lo que sucede entre la tierra, la semilla y el agua, un corazón atento siempre sabe maravillarse de gozo cuando aparece la espiga. Palabras Eficaces. La primera lectura enfatiza la eficacia, es decir, el poder que hay en la Palabra de Dios. El resumen está en esa frase: "así será la palabra que sale de mi boca: no volverá a mí sin resultado." ¿Por qué dice Dios que la palabra "vuelve" a Él? Esto no es obvio al principio. Uno no habla para que le devuelvan lo que uno ha dicho. En esto hay un misterio más, muy bello, que uno puede percibir con el verbo "bendecir." Dios nos bendice y nosotros bendecimos a Dios. O mejor: nosotros bendecimos porque hemos sido bendecidos. Bendecir viene de “decir bien”, esto es: “decir la palabra justa, bella, sabia, apropiada”. Dios nos bendijo porque nos dio la Palabra que salva; nosotros le bendecimos porque somos su pueblo adquirido, la raza que Él ha salvado. Semillas como Gotas de Lluvia. Así como las gotas de lluvia parece que se perdieran, cayendo en desorden por todas partes, así la siembra tradicional entre los campesinos del pueblo de Jesús; ellos sembraban haciendo llover la vida sobre la tierra. Era un método poco práctico en que mucho se desperdiciaba. La parábola de hoy nos recuerda eso: que mucho se desperdicia. Nuestro Dios es un Dios que ‘desperdicia’: es decir regala y da oportunidades. Suena casi a ‘herejía’ pero en realidad lo decimos con máximo respeto y con inmensa admiración. En el plano puramente terrenal, ¿quiénes son los que desperdician sino los que tienen en abundancia? Los muy ricos organizan fiestas y banquetes donde mucho se desperdicia, y pareciera que no les importara si se pierde mucho licor o comida. Así muestran que son verdaderamente ricos. Nuestro Dios es auténticamente rico y su riqueza no es engañosa. Es rico en amor, es rico en perdón, es rico en justicia y en sabiduría. Hace hermosos amaneceres que ningún pintor podría pintar... y deja que se “desperdicien” sin que nadie los contemple. Inventa millones y millones de galaxias que al parecer nadie ha visto ni podrá ver. Dios se da el ‘lujo’ de derrochar su amor y de esparcir a delicia y goce su Palabra. Mucho parece perderse, mucho de hecho se pierde, pero el resultado no engaña: la cosecha será abundante. Sugerencias... (En días de cuarentena) Creo que el Evangelio de hoy no necesita mucha introducción… quizás es la parábola del Evangelio que mejor conocemos o que más rápidamente reconocemos: “salió el sembrador a sembrar”. Usualmente este texto lo podemos aplicar a nuestra vida si llegamos a mirarnos como sembradores o si llegamos a mirarnos como terreno que recibe la semilla. En esta ocasión los invito a tomar este segundo enfoque con una pregunta muy precisa: ¿qué hemos hecho con las semillas que Dios ha puesto en nuestra vida? Estas semillas llegan a nosotros de muchas maneras: la predicación, en concreto, es un modo que suele utilizar Dios para sembrar su Palabra en nuestra vida… y cuando vamos buscando páginas de internet para la Misa dominical, y muchos para la Misa diaria… cuando “vamos ‘navegando’” a la Eucaristía ¿vamos con la actitud de recibir esa palabra, de cuidarla, de conservarla, de alimentarla, para que dé su fruto? ¿Pensamos que las buenas lecturas que hacemos, especialmente la lectura misma de la Palabra de Dios, son una manera de recibir semilla? Un llamado a discernir… hay buenas emisoras/páginas/aplicaciones en el ciber espacio, hay buenos canales de transmisión y, explorando, vamos conociendo más y mejores… hay buenas páginas de Internet que también son COMO CONTINUOS SEMBRADORES: ¿las estamos aprovechando? Podemos pensar, por ejemplo, cuántas personas llegan a volverse prácticamente adictas a las noticias y a emisiones de chismorreos hasta casi 24 horas al día… ¿de verdad necesitarán ese volumen de información/datos? ¿de verdad necesitan todo ese tiempo recibiendo esos datos que, muy a menudo, son datos que hablan del poder del mal? Pues muchas de las noticias hoy en día son de engaños/fraudes, más muertes, más violencia, más corrupción, más robos, y… vuelve… y se repite: más mentiras, más engaños, más violencia, más infidelidad y farándula… por cierto, ¡debemos saber las cosas que están pasando en el mundo!, pero ¿necesitamos de verdad gastar 4, 5 ó 6 al día viendo noticieros, leyendo noticias, escuchando noticias y chismorreos? ¿no está siendo una especie de adicción esto de llenarnos de las semillas de la desesperanza, de desilusión, semillas de resignación, incluso semillas de complicidad y mentiras?... porque, a veces resulta un magro consuelo saber que el mundo está tan corrupto y a otros les viene bien para erigirse/nos en jueces de ese mundo, o simplemente decir: entonces, ‘yo no estoy tan mal, ¡Já!’. ¿Qué tal si le quitas (o ayudas a otros para que le quiten) un poco de tiempo a tantas noticias, novelas y chismorreos inútiles y empiezas a llenar tu corazón y el de tu familia de esa verdadera semilla, la Palabra de Dios que quiere llegar a tu vida para hacerte bien y colaborar con el bien del mundo? Además, es verdad que los católicos necesitamos más formación porque recibimos continuos ataques a la fe… y más si somos practicantes y nos mostramos del Cordero y de la Virgen María… frente a estos ataques ¿no te parece que tenemos el deber de cultivar más la formación? ¿cultivar nuestra fe? ¿prepararnos para todo ello? ¿darnos más tiempo para la oración, meditación y contemplación? Estemos atentos, con la asistencia del Espíritu Santo, a los muy buenos libros, la Biblia y a las muy buenas páginas en internet… reconocer que hay muy buenos canales de televisión y aplicaciones… y ser ‘apóstoles’ promoviendo y sembrando la Palabra hasta hacer “ese torrente de buenas semillas” … ¿lo estamos aprovechando a este tiempo? Discernir nuestro apostolado y cuidar con delicadeza nuestra amistad con Dios… apliquemos el texto de la parábola de hoy para tomar decisiones muy concretas en nuestra vida y para dar pasos, que quizás nos hemos tardado demasiado en darlos… así seremos lo que debemos ser: UNA FAMILIA DE PUERTAS ABIERTAS. ¡Ven! con nosotros a caminar, SANTA MARÍA, ¡ven! (En tiempos ordinarios) Leer y meditar, de manera frecuente la Palabra de Dios. Mucho se ha hecho y se está haciendo por difundir la Biblia entre los cristianos, e incluso entre los no creyentes en Cristo. Es grande también la labor realizada para que los fieles cristianos lean y mediten la Biblia, sea individualmente o en grupo, catequesis, que practiquen “la lectio divina”. Son muchos igualmente los cursos, semanas, festivales bíblicos que se tienen a lo largo del año, en tantos países. La "lectio divina" y otras formas semejantes de lectura y meditación bíblicas se han difundido ampliamente no sólo en los monasterios e institutos religiosos, sino también entre los fieles cristianos laicos. Debemos agradecer a Dios los abundantes frutos que todo este trabajo está produciendo en los cristianos y en la Iglesia. Podemos aprovechar este Domingo para reflexionar sobre la presencia y eficacia de la Palabra de Dios en nuestra diócesis, en nuestra parroquia, en nuestra comunidad, en nuestra familia, en los lugares de trabajo. ¿Qué hemos hecho hasta el presente? ¿Conocemos los resultados? ¿Qué podemos mejorar? ¿Habrá llegado el momento de promover nuevas iniciativas en este campo de la pastoral? Palabra y Sacramento. Son dos realidades indisociables. Así lo ha entendido la Iglesia desde sus orígenes, uniéndolas en la liturgia eucarística. Primero la Palabra eficaz que cae, como semilla, sobre los ‘participantes’ en la Santa Misa, y hace presente la revelación de Jesucristo. Luego el Sacramento eficaz que, por medio de la consagración, hace presente la obra de Jesucristo Redentor entre los hombres. La Palabra de Dios prepara al Sacramento, y el Sacramento predispone para la acogida sincera de la Palabra. Por eso, es importante hacer una catequesis sólida y constante sobre la necesidad de vivir conscientemente toda la celebración eucarística. No es principalmente un problema moral: “Si es válida o no válida la Misa, porque llegué a la homilía o al credo...”. Es sobre todo un tema espiritual (el alma necesita del alimento de la Palabra divina) y de pedagogía cristiana (educar a las personas a una concepción completa y riquísima de la celebración eucarística, desechando modos de pensar del pasado marcados por el pecado, el hombre viejo).

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...