lunes, 1 de junio de 2020

HOMILIA Solemnidad de la SANTÍSIMA TRINIDAD cA (07 de junio 2020)

Solemnidad de la SANTÍSIMA TRINIDAD cA (07 de junio 2020) Primera: Éxodo 34, 4b-6. 8-9; Salmo: Daniel 3, 52. 53. 54. 55. 56; Segunda: 2 Corinto 13, 11-13; Evangelio: Juan 3, 16-18 Nexo entre las LECTURAS. La revelación del misterio trinitario se ‘muestra’ en los textos que la liturgia nos ofrece. El texto tomado del Éxodo nos revela la unidad de Dios y el corazón "clemente y compasivo, lleno de amor y fiel" apropiado al Padre. En la petición de Moisés: "Venga el Señor a nosotros" se vislumbra (apropiación) un primer paso hacia la encarnación y la revelación del Hijo, Dios con nosotros. Este misterio de la encarnación es revelado solemnemente en el Evangelio: "Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único". Al final de la segunda carta a los Corintios Pablo recoge una fórmula trinitaria de la liturgia cristiana primitiva: "La gracia de Jesucristo, el Señor, el amor del Padre y la comunión en los dones del Espíritu Santo, estén con todos ustedes", ahora sí, verdad de fe. "Bendito el Señor en la bóveda del cielo, alabado y glorioso y ensalzado por los siglos" (Salmo responsorial). Al cantar este himno hoy Domingo de La Santísima Trinidad, el discípulo-misionero no sólo se siente agradecido por el don de la creación, sino también por ser destinatario de la solicitud paterna de Dios, que en Cristo por el Espíritu lo ha elevado a la dignidad de hijo. Gracias Dios Padre y Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Temas... Nos hemos habituado a oír (escuchar) y a decir la expresión: "misterio", "misterio trinitario". Pienso que la fiesta litúrgica nos invita a meditar, en el Misterio de Dios, con sencillez y con inmenso respeto. Misterio está mas unido a ‘místico’, el que ama profundamente y está dispuesto a morir por amor… decíamos mas unido a místico que a conocimiento/ciencia/razonamiento… es el Domingo de la La Santísima Trinidad, el Domingo de los verdaderamente enamorados. El ‘misterio de la Trinidad’ es algo oculto, escondido en el corazón mismo de Dios y a la vez revelado misericordiosamente a los hombres, como dicen los evangelistas: ‘a Dios nadie lo ha visto, Dios ha decidido contarlo (y lo contó el Hijo)’. No está oculto en la tierra ni en el espacio, de modo que con el tiempo el hombre pudiera encontrarlo. Está anidado en el mismo Dios. ¿Y quién puede conocer los pensamientos de Dios? Dios creó primeramente el mundo, luego al hombre, pero no manifestó plenamente ahí su vida íntima. Eligió, después un pueblo, estableció con él una alianza, sin todavía revelar esta grandeza de Dios. Sin embargo, en el designio divino se dan ya los primeros pasos en la misma vida y experiencia histórica de Israel. El texto de la primera lectura, donde Dios es llamado "clemente y compasivo, lleno de amor", ¿no es una intuición primeriza de paternidad misericordiosa de Dios? Es una semilla por ahora, que habrá de fructificar al llegar con Jesucristo la plenitud de los tiempos mediante su encarnación y su enseñanza sobre Dios y el don del Espíritu Santo en Pentecostés. El misterio de la Trinidad está por encima (no arriba: de lugar) de cualquier mente humana. La Trinidad de Dios no ha sido obra ni de teólogos ni de razonamientos, ni de los hombres sensatos, menos de una casualidad de adivinos. El misterio de la Trinidad no es una invención del genio humano para dominar a otros con una idea poderosa. No es una idea, es una Realidad, la Realidad más sublime y más apasionante, que, podemos decir según nuestra manera limitada de hablar, “existe desde siempre y para siempre”. Si Dios mismo no nos la hubiese revelado por medio de su Hijo, continuaría siendo una Realidad, pero desconocida por el hombre. El gran Amor de Dios reside en que decidió revelarnos su misterio (Evangelio): dice Jesús: ‘Los llamo amigos porque les he contado todo lo que oí de mi Padre, TODO el misterio de Dios’. El misterio trinitario se nos revela sobre todo mediante la acción de Dios en la historia (Lumen Gentium y Ad Gentes). Dios se nos revela como Padre enviando, movido de amor, a su Hijo a nuestro mundo pecador para redimirnos y abrirnos los brazos acogedores de Padre. Jesucristo se nos revela como Hijo en su íntima oración filial, en su perfecta obediencia a la Voluntad de su Padre, en su muerte y resurrección redentoras para destruir un pecado cuya mancha sólo el Hijo podía borrar, y para alcanzarnos la gracia de la salvación. El Espíritu Santo se nos revela como enlace de Amor entre el Padre y el Hijo, como don de comunión a los hombres a fin de que vivan a imagen de la Trinidad, en la Caridad y en el Servicio y en el compromiso con la vida, dada y recibida. Esta es la revelación que Jesucristo nos hizo y que la liturgia recoge (especialmente) en la segunda lectura. La mirada mundana, (dijo el Papa), ve estructuras que hay que hacer más eficientes; la mirada espiritual QUE TENEMOS QUE PEDIR HOY ve hermanos y hermanas mendigos de misericordia. El Espíritu nos ama y conoce el lugar que cada uno tiene en el conjunto: para Él no somos un grupo llevado por el viento, sino hijos/personas irreemplazables de su mosaico. El día de Pentecostés, en la primera obra de la Iglesia: el anuncio, los Apóstoles salen a proclamar el Evangelio, sin ninguna estrategia ni plan pastoral. Se lanzan, (dijo el Papa), corriendo riesgos, poco preparados, salen con el solo deseo que los anima: dar lo que han recibido. Porque es ese el secreto de la unidad, y del Espíritu, donarse. “Porque Él es don, vive donándose a sí mismo y de esta manera nos mantiene unidos, haciéndonos partícipes del mismo don. Es importante creer que Dios es don, que no actúa tomando (dominando), sino dando. ¿Por qué es importante? Porque nuestra forma de ser creyentes depende de cómo entendemos a Dios. Si tenemos en mente a un Dios que arrebata y se impone, también nosotros quisiéramos arrebatar e imponernos: ocupando espacios, reclamando relevancia, buscando poder. Pero si tenemos en el corazón a un Dios que es don, todo cambia. Si nos damos cuenta de que lo que somos es un don suyo, gratuito e inmerecido, entonces también a nosotros nos gustaría hacer de nuestra vida un don” (31 de mayo de 2020). Sugerencias... Examinar nuestro corazón El Papa pide a cada uno de nosotros, que examinemos que nos impide darnos al otro. Preguntarnos: si dentro de nosotros tenemos a los “tres enemigos del DON”: el narcisismo, el victimismo y el pesimismo. El narcisismo, que lleva a la idolatría de sí mismo y a buscar sólo el propio beneficio. Y en esta pandemia que el mundo sufre, duele ver en la humanidad el narcisismo, gente que se preocupa de sus propias necesidades, que es indiferente a las de los demás, que no admite las propias fragilidades y errores. El victimismo, es peligroso, (dijo el Papa). El victimista está siempre quejándose de los demás: “Nadie me entiende, nadie me ayuda, nadie me ama, ¡están todos contra mí!”. Y al respecto, en el drama que vive actualmente la humanidad, que grave es el victimismo, que nos hace pensar que no hay nadie que nos entienda y sienta lo que vivimos. Y el pesimista que “arremete contra el mundo entero, pero permanece apático y piensa: “Mientras tanto, ¿de qué sirve darse? Es inútil”. Y así, en el gran esfuerzo que supone comenzar de nuevo, qué dañino es el pesimismo, ver todo negro y repetir que nada volverá a ser como antes”. Cuán dañino es que hasta parece que sirve al dios-lamento. El pesimista, es quien piensa que ya no hay esperanza, y hoy día nos encontramos ante una carestía de esperanza y necesitamos valorar el don de la vida, el don que es cada uno de nosotros y sobre todo DIOS como DON porque es así (lo creemos) nuestro DIOS. Por esta razón, necesitamos el Espíritu Santo, Don de Dios, que nos cura del narcisismo, del victimismo y del pesimismo. María, Hija del Padre y Madre del Hijo y Fecunda por el Espíritu, ruega por nosotros.

HOMILIA VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024)

  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...