jueves, 11 de enero de 2018

HOMILIA Segundo domingo del TIEMPO ORDINARIO cB (14 de enero 2018)

Segundo domingo del TIEMPO ORDINARIO cB (14 de enero 2018)
Primera: 1Samuel 3, 3b-10. 19; Salmo: Sal 39, 2 y 4ab. 7-8. 9. 10; Segunda: 1Corintios 6, 13c-15a. 17-20;  Evangelio: Juan 1, 35-42
Nexo entre las LECTURAS
En el centro de las lecturas está la llamada o vocación, así iniciamos el tiempo ordinario. Una llamada al seguimiento, es decir, a permanecer con Jesucristo, como los dos discípulos del Evangelio. Una llamada a la que hay que dar una respuesta generosa, como hizo Samuel: “Habla, Señor, que tu siervo te escucha” (primera lectura). Una llamada que implica un desprendimiento, un no pertenecerse a sí mismo, sino a Dios y a su Espíritu; de ahí, la clara conciencia y exigencia de una vida pura, lejos de los desórdenes y de todo aquello que contravenga la pertenencia al Señor (segunda lectura). Una llamada a formar parte del ‘difícil y apasionado’ catecismo discipular de Jesús. PIDAMOS el auxilio de la gracia para responder con prontitud y fidelidad como nos lo muestra el Salmista: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.
Temas...
La llamada. En el origen de la concepción cristiana de la vida está la realidad de una llamada. Dios que llama a la existencia, a la fe cristiana, a la vida laical, consagrada o sacerdotal, al encuentro feliz con Él en la eternidad. Esta llamada implica ya en sí la conciencia de que el hombre no es absolutamente autónomo. Depende de Alguien que pronuncia su nombre, le llama y lo ama. En el origen mismo de la existencia está el amor  misericordioso de Dios y el llamado de Dios… y el mismo desarrollo de la vida no será sino el de las llamadas divinas. Todo hombre, varón y mujer, es "llamado", y en la correcta respuesta a la llamada se juega su identidad, su realización personal, y su felicidad temporal y eterna.
Un lugar y un modo de llamar. Cada vocación es irrepetible en el tiempo, en el espacio y en el modo. No somos los hombres los que determinamos estas circunstancias, sino el mismo Dios que llama. Dios puede llamar a los niños (Samuel), jóvenes (san Juan) y mayores (san Pedro), sin que tengamos que buscar explicaciones que nos distraigan de lo esencial, que es: la llamada y la urgencia de la respuesta fiel: ¿por qué me llamaste tan temprano? o ¿por qué tan tarde? El lugar, la manera y el momento es Dios quien lo elige: En la escuela, en casa, en una salida con amigos, en una Iglesia, en un servicio a los necesitados, en un momento de distracción y diversión. Y te llama a amar y servir en esta vida y gozar de Él después de santa muerte.
Algunos aspectos del llamado. El primer paso de la llamada es la búsqueda que el mismo Dios siembra en el corazón del hombre. La inquietud, que entraña la búsqueda, surge espontánea en el hombre, pero es Dios quien la ha puesto, como paso previo de la vocación de especial consagración o servicio. Así la llamada divina aparece, a los ojos del hombre, como una desembocadura de su inquietud y de su búsqueda. A los dos discípulos que iban tras él, junto a la ribera del Jordán, Jesucristo les pregunta: ¿Qué buscan? No buscarían si Dios no hubiese puesto en ellos el deseo de buscar, pero la búsqueda misma es algo personal, intransferible; es ya una primera respuesta.
Dios no llama, al menos de modo ordinario, por vía directa, sino a través de las mediaciones humanas. Elí fue el mediador entre Dios y Samuel, Juan Bautista lo fue entre Jesús y los primeros discípulos. Para el cristiano, la Iglesia, que es el "lugar" de la salvación, es también el lugar de la "mediación"; es en ella y a través de ella que Dios continúa llamando a los hombres. Dios no está atado a una manera ni a mediaciones.
La respuesta afirmativa a la llamada de Dios incluye un dejar lo que se tiene para ir a lo nuevo, abandonar un lugar para ir a otro, cambiar la manera de vivir por una nueva. Es empezar a vivir, de manera evangélica, la pobreza, la castidad y la obediencia. En este proceso el hombre no se "enajena", no sufre una alienación de su personalidad. Al contrario, alcanza el máximo grado de identidad y de autorrealización al responder en plena conciencia y libertad a la voz divina. Así, los santos, son plenamente hombres (varones y mujeres) como expresa el Papa Francisco en Evangelii Gaudium y lo reafirma, de manera especial, en muchos de sus viajes.
Respuesta al llamado. Cuando alguien llama hay que dar una respuesta. Usando nuestras palabras, la respuesta puede ser: positiva, negativa, neutra e indiferente. Lo que no se puede hacer es dejar la llamada sin respuesta. Cuando Jesús llama a los dos discípulos, les dice: "Vengan y vean", éstos ¿qué hicieron? "Se fueron con Él, vieron dónde vivía y pasaron con Él aquel día". Y cuando Samuel se entera de que es Dios que le llama, no duda en responder: “Habla, Señor, que tu siervo te escucha”. El hombre es libre para dar la respuesta.
Sugerencias...
Respuestas audaces (dice Aparecida). En nuestro mundo, ambiente, Dios continúa llamando a la vida, al servicio, al sacerdocio, a la vida consagrada… Hoy se constata un descenso muy notable en el número de respuestas ‘afirmativas’ y, consiguientemente, en el número de vocaciones sacerdotales, religiosas, misioneras, enfermeros y médicos cristianos, docentes y profesores, servidores públicos, gobernantes, políticos, empresarios, industriales, aunque en el último decenio la flexión descendente se ha detenido y parece que comienza de nuevo un movimiento ascendente en el número de vocaciones, ayudados por el servicio petrino de san Juan Pablo, Benedicto y Francisco. A veces parece que las vocaciones es cuestión de la que se deben interesar los "de la Iglesia" y para "cosas de la Iglesia", y por eso tarea de los encargados de la "pastoral vocacional". El ambiente en que crecen los jóvenes hoy en día requiere de respuestas audaces y contra corriente, pues frente a la cultura del "ya-todo-para mí" Dios nos llama al "amor y servicio de la entrega de la propia vida". Con la ayuda-oración de todos, la audacia de la respuesta será más sólida y convincente.
El Señor llama a pertenecerle y a estar con Él. Sin una espiritualidad consistente y bien fundada, el llamado cederá fácilmente a los reclamos del mundo y se derrumbará, como un castillo de naipes. Dios, pues, llama ante todo a vivir en el amor a Él, para con Él y desde Él abrir el alma y el corazón a todos. Dios nos llama también al ministerio de la salvación. El discípulo-misionero sirve al hombre, proponiéndole la salvación de Dios. Aquí está nuestra propuesta específica.
Nuestra Señora del SI, ruega por nosotros.
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  VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (29 de marzo 2024) Primera : Isaías 52,13 – 53,12;  Salmo : Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25;  Segunda :...